Oh, San Pedro Claver, vos,
sois el hijo del Dios de la vida,
su
amado santo, y “esclavo
de los negros para siempre”,
por amor a Cristo
Jesús, Dios
y Señor Nuestro. A diario,
las barracas en el
puerto
visitabais, donde predicabais
la palabra de Dios, a
miles
convirtiendo y bautizándolos.
A los enfermos atendíais y de
igual
modo, a los moribundos,
a quienes dabais medicinas
y alimentos, y, a los
niños,
una dulce lluvia de caramelos.
Así, vuestra vida continuó
hasta
el final, conforme lo
habíais prometido. Y, el día
de la Natividad de
Nuestra
Señora, vuestra alma, voló
al cielo, para coronada ser
de luz,
como premio a vuestra
entrega de amor y esperanza;
oh, San Pedro Claver,
puro amor.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón
Delgado
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9 de Setiembre
San Pedro Claver
Nació en 1581 en España, y desde niño mostró grandes cualidades de
inteligencia y de espíritu, siendo destinado por sus padres al servicio de la
Iglesia. Al terminar sus estudios en la universidad de Barcelona, y tras recibir
las órdenes menores, el santo fue aceptado por la Compañía de Jesús.
Gracias a la influencia y consejos de San Alfonso Rodríguez -portero del
monasterio jesuita donde San Pedro vivía- el santo decidió abandonar España en
1610 para asumir las misiones de evangelización en las Indias Occidentales,
específicamente en la colonia de Nueva Granada, hoy república de Colombia.
En 1615 fue ordenado sacerdote en Cartagena, y fue ahí donde el santo, al ver
la entrega y servicio del P. Alfonso Sandoval por los miles de esclavos negros
provenientes del África, tomó la decición de convertirse en ” esclavo de los
negros para siempre” y pese a su timidez y falta de confianza en sí mismo, el
santo se entregó a aquella misión con tenacidad y mucho entusiasmo. Sus labores
empezaban con la visita casi diaria a las barracas en el puerto, donde
conversaba y predicaba la palabra de Dios, logrando la conversión y el bautismo
de miles de ellos.
Además, atendía a numerosos enfermos y moribundos, a quienes llevaba
medicinas y alimentos, y a los niños, algunos dulces y caramelos. Su obra
evangelizadora también se extendió por los valles y haciendas donde el santo iba
a predicar y velar por el cuidado de sus “negros”, no sin antes vencer
dificultades y penurias por parte de los hacendados.
La intensa actividad del santo deterioró su salud, y luego de
bendecir a su sucesor en su misión apostólica falleció el 8 de setiembre de
1654, día de la Natividad de Nuestra Señora, y en medio de grandes muestras de
amor y cariño popular. Fue canonizado el 1888, al mismo tiempo que su gran amigo
San Alfonso Rodríguez.