10 noviembre, 2015

San León Magno, Pontífice




¡Oh!, San León Magno; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo y aquél, que, se entregó
de íntegra manera, al servicio de Dios, tanto que,
las huestes del mal, por doquier aparecieron, para
atacar y destruir la cristiana doctrina de Cristo,
Señor y Dios Nuestro. Pero, vos, fiel a vuestras
convicciones, con todas acabasteis, una a una, tanto
que, hasta el cruel Atila, de vos huyó. Con vuestras
obras de amor y de fe; y, con vos la santidad llevando
como coraza, a los hombres exhortabais en aquellas
navideñas noches, con esta maravillosa reflexión:
“Reconoce oh, cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios,
se vino del cielo, por salvar tu alma”. Vuestro papado
muestras dio de poseer grandes cualidades para ese
santo oficio. Predicabais al pueblo en todas las fiestas
y, prueba de ello, que de vos, se conservan noventa y
seis bellísimos sermones. A los que estaban lejos, los
instruíais por medio de cartas, llenas de Dios y de su
amor. Vuestra fama de sabio, muy grande era, tanto que,
en el Concilio de Calcedonia, vuestros enviados leyeron
la carta que vos, enviasteis y, los seiscientos obispos,
os ovacionaron, y de pie exclamaron: “San Pedro ha hablado
por boca de León”. Y después de Atila, otro vil enemigo:
Genserico, jefe de los vándalos, saqueó Roma, pero no
logró incendiarla. Así, durante los veintiún años que
duró vuestro pastoreo, enfrentasteis tanto a enemigos
internos como a los externos y que osaron destruir Roma
y aquellos, que con sus herejías engatuzar a los católicos
deseaban. Y, así, luego de haber gastado vuestra santa
vida, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser de
de luz, como justo premio a vuestro gran amor y sabiduría;
¡Oh!, San León Magno; “santidad y viva obra del amor de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Noviembre
San León Magno
Pontífice
Año 461

Bendito sea Dios que ha enviado a su Santa Iglesia, jefes tan santos y tan sabios. Que no deje nunca el Señor de enviarnos pastores como San León Magno.

Lo llaman “Magno”, porque fue grande en obras y en santidad. Es el Pontífice más importante de su siglo. Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.

Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín. Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino, y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice, el año 440.

Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: “San Pedro ha hablado por boca de León”.

En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su encuentro y logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.

En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos. Con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual.

San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de destruir la ciudad de Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías querían engañar a los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo.

Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así: “Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino del cielo por salvar tu alma”. Murió el 10 de noviembre del año 461.