25 diciembre, 2009

!Feliz Navidad!: El Nacimiento del Hijo de Dios


El Nacimiento del Hijo de Dios

"Lumen Dei"
“Alegrémonos todos en el Señor,
porque nuestro Salvador ha nacido
en el mundo. Hoy, desde el cielo,
ha descendido la paz para nosotros.”


Oh, Eterno Dios de la vida,
el entero universo se os rinde
a Vos, Padre de bondad y amor
eternos, principio y final de todo,
por habernos dado, tal calidad
de Redentor, Vuestro perfectísimo
Varón, Hijo Vuestro y encarnado
en Santa María Vírgen y San José,
su terreno y silencioso padre.

A Vos Eterno Padre, que le disteis
Vuestra Divinidad y a María Santa
por haberle trasmitido su humanidad
maravillosa, humilde y servidora,
sean dadas las gracias, desde todo
el orbe de la tierra, que alegre
y feliz, os expresa su gratitud
porque hoy, se nos ha sido dado,
un Redentor para la humanidad toda.

“Alegrémonos todos en el Señor,
porque nuestro Salvador ha nacido
en el mundo. Hoy, desde el cielo,
ha descendido la paz para nosotros”.

© 2009 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de Diciembre

El Nacimiento del Hijo de Dios

« Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz para nosotros. » (Antifona de Entrada )

La Iglesia en su misión de ir por todo el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad. En este tiempo los cristianos, por medio del Adviento, se preparan para recibir a Cristo,”luz del mundo” (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la Semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la Pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo Hombre y habitó entre nosotros.

Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos su camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Esta sección busca apoyar esta tarea de la Iglesia ofreciendo una serie de breves artículos en los que se muestra la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Adviento/Navidad.htm)

19 diciembre, 2009

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO


Semana 4:


CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Han llegado los tiempos mesiánicos

« Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca. » (Antífona de Entrada, Flp 4, 4.5)

« Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad - fiesta de gozo y salvación - y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor. » (Oración Colecta)


Comienzo de la Celebración en tornoa la Corona de Adviento

Guía:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo.

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de su consuelo. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida

Guía:
Una vez más nos reunimos, atendiendo al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

(Se enciende la cuarta vela)

Palabra de Dios

Guía: Escuchemos la palabra de Dios.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc 1,26-38)

Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo

« En aquél tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú eres entre las mujeres.' Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.


El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y el pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.' Y María dijo al ángel: '¿Cómo será eso, pues no conozco varón?'


El ángel le contestó: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu prima Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.' María contestó: 'Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según su tu palabra'. »

«Y la dejó el ángel .»

Lector:
Palabra de Dios.

Todos:
«Credo ».

Reflexión

Guía:
Hoy en la víspera de Navidad, una persona especial ocupa nuestra atención, una mujer joven y hermosa llamada María, casi desconocida para la mayoría de los judíos. Dios, sin embargo, la eligió para ser la madre de su Hijo, Jesucristo.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)

Compromiso

Guía:
Pongámonos en la presencia de Dios y meditemos:

Al igual que nuestra Santísima Madre la Virgen María, estamos dispuestos a tener como único propósito en la vida hacer la voluntad del Señor, y meditar en nuestro corazón el misterio del nacimiento de Cristo. ¿He cumplido los compromisos que me propuse? ¿Cómo hemos cumplido esos compromisos que nos hemos propuesto anteriormente? ¿En qué he tenido éxito, en qué he fallado? ¿Estoy dispuesto a cumplir y ser fiel al igual que María lo fue en su vida?

(Tiempo para meditar)

Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Haz que la presencia de la Santísima Virgen María nos ayude a dar ese último esfuerzo para estar listos y recibirte. Permítenos acompañarla durante estos últimos días en su camino a Belén para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos: Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos: Amén.

(Se puede continuar con villancicos y juegos)
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13 diciembre, 2009

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO



Semana 3:


Tercer Domingo de Adviento

Han llegado los tiempos mesiánicos


« Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca. » (Antífona de Entrada, Flp 4, 4.5)

« Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad - fiesta de gozo y salvación - y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor. » (Oración Colecta)


Comienzo de la Celebración en tornoa la Corona de Adviento

Guía:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo,

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende
en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida

Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

(Se enciende la tercera vela)


Palabra de Dios

Guía:
Escuchemos la Palabra de Dios.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 1, 6-8.19-28)

En medio de vosotros está uno a quien no conocèis

« Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y este fue el testimonio de Juan, a que le preguntaran: '¿Tú quién eres?' Él confesó sin reservas: 'Yo no soy el Mesías.' Le preguntaron: '¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías?' Él dijo: 'No los soy.' '¿Eres tú el Profeta?' Respondió: 'No.' Y le dijeron: '¿Quién eres?' Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, '¿qué dices de ti mismo?' Él contestó: 'Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor' (como dijo el Profeta Isaías.' Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: 'Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?' Juan les respondió: 'Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.' Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.»

Lector:
Palabra de Dios.

Todos:
«Credo».

Reflexión

Guía:
Él ha venido como el médico que cura las más profundas enfermedades del hombre. Por esto, la peor de nuestras enfermedades, el pecado, en esta visión de la gran misericordia del Señor, es simplemente un obstáculo porque el Salvador divino ha venido a socorrernos.


Diálogo

(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)

Compromiso

Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

Señor, ayúdanos a permanecer en vela guardando la venida de tu Hijo, con la lámpara de la fe encendida y con una gran dosis de humildad. ¿Tiene aceite mi lámpara? ¿Por cuánto tiempo?

(Reflexión en silencio)

Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

(Se puede continuar la celebración
con villancicos y juegos)

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http://www.ewtn.com/spanish/Adviento/Tercer_Domingo_de_Adviento.htm

12 diciembre, 2009

El Secreto de los ojos de la Virgen de Guadalupe



El Secreto de los ojos de la Virgen de Guadalupe

Primeros descubrimientos



Desde principios del siglo XX diversos investigadores, fotógrafos y oftalmólogos han afirmado haber descubierto en los ojos de la Virgen de Guadalupe el reflejo de figuras que parecieran corresponder a siluetas humanas.

Alfonso Marcué, fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió en 1929 lo que parecía la imagen de un hombre barbado reflejada en el ojo derecho de la Virgen.

En 1951, José Carlos Salinas Chávez, dibujante, descubrió la misma imagen mientras observaba con una lupa una fotografía de la Virgen de Guadalupe. La vio reflejada también en el ojo izquierdo, en la misma ubicación en donde se proyectaría en un ojo vivo.
Dictamen médico y el secreto de sus ojos:

En 1956 el doctor mexicano Javier Torroella Bueno hizo el primer reporte médico de los ojos de la Virgen Morena. El resultado: se cumplían, como en cualquier ojo vivo, las leyes Purkinje-Samson, es decir, hay un triple reflejo de los objetos localizados enfrente de los ojos de la Virgen y las imágenes se distorsionan por la forma curva de sus córneas.

El mismo año, el oftalmólogo Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la Santa Imagen y confirmó la existencia de la silueta en los dos ojos de la Virgen que había descrito el dibujante Salinas Chávez.

Córneas

A partir de 1979, el doctor en sistemas computacionales y licenciado en ingeniería civil José Aste Tönsmann, fue descubriendo el misterio que encierran los ojos de la Guadalupana. Mediante el proceso de digitalización de imágenes por computadora descubrió el reflejo de 13 personas en los ojos de la Virgen Morena de acuerdo a las leyes de Purkinje-Samson.

El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 mm) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo, si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la imagen.

Los personajes

El resultado de 20 años de cuidadoso estudio de los ojos de la Virgen de Guadalupe ha sido el descubrimiento de 13 minúsculas figuras, afirma el doctor José Aste Tönsmann.

1.- UN INDÍGENA OBSERVA CON ATENCIÓN

Aparece de cuerpo entero, sentado en el suelo. La cabeza del indígena está ligeramente levantada y parece dirigir su mirada hacia arriba, en señal de atención y reverencia. Destacan una especie de aro en la oreja (arracada) y huaraches en los pies.

2.- EL ANCIANO

A continuación del indígena se aprecia el rostro de un anciano, de calva grande, nariz prominente y recta; ojos hundidos que ven hacia abajo y barba blanca.

Los rasgos coinciden con los de un hombre de raza blanca. Su gran parecido a la cara del obispo Zumárraga, como aparece en las pinturas de Miguel cabrera del siglo XVIII, permite suponer que se trata de la misma persona.

3.- EL HOMBRE JOVEN

Junto al anciano está un hombre joven con facciones que denotan asombro. La posición de los labios del joven parecen dirigir la palabra al presunto obispo. Su cercanía con él ha llevado a pensar que se trata de un traductor, pues el obispo no hablaba náhuatl. Se cree que se trata de Juan González, joven español nacido entre 1500 y 1510.

4.- JUAN DIEGO

Se evidencia el rostro de un hombre maduro, con aspecto indígena, con barba rala, nariz aguileña y labios entreabiertos. Lleva un sombrero con forma de cucurucho, de uso corriente entre los indígenas dedicados a las faenas del campo en esa época.

Lo más interesante de esta figura es la tilma que lleva anudada al cuello, extiende el brazo derecho y la despliega en dirección a donde se encuentra el anciano; la hipótesis del investigador supone que esta silueta corresponde al vidente Juan Diego.

5.- UNA MUJER NEGRA, UN HALLAZGO SORPRENDENTE

Detrás del supuesto Juan Diego, aparece una mujer de ojos penetrantes que mira con asombro. Sólo pueden verse el busto y la cara. Es de tez morena, nariz achatada y labios gruesos, rasgos que corresponden a los de una mujer de raza negra.

El padre Mariano Cuevas en su libro: “Historia de la Iglesia en México” comprueba que el obispo Zumárraga había concedido en su testamento la libertad a la esclava negra que le había servido en México.

6.- EL HOMBRE BARBADO

En el extremo derecho de ambas córneas aparece un hombre barbado, con facciones europeas al que no ha sido posible identificar. Muestra una actitud contemplativa, su rostro expresa interés y perplejidad; mantiene la mirada hacia el lugar en donde el indígena despliega su tilma.

UN MISTERIO DENTRO DEL MISTERIO (compuesto por las figuras 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13)

En el centro de ambos ojos aparece lo que se ha denominado “grupo familiar indígena”. Las imágenes son de diferente tamaño a las demás, sin embargo estas personas guardan entre sí un mismo tamaño y componen una escena diferente.

(7) Una mujer joven de rasgos muy finos que parece mirar hacia abajo. Tiene sobre su cabello una especie de tocado: trenzas o cabello entretejido con flores. Sujeto a su espalda se distingue la cabeza de un bebé en un rebozo (8)

A un nivel más bajo y a la derecha de la joven madre está un hombre con sombrero (9) y entre ambos, se observa una pareja de niños (hombre y mujer, 10 y 11). Otro par de figuras, esta vez de hombre y mujer maduros (12 y 13) se encuentra de pie, atrás de la mujer joven.

Este hombre maduro (13) es la única figura que el investigador no ha podido encontrar en ambos ojos de la Virgen, sólo está presente en el derecho.

Conclusión

SIGNIFICADO DE LAS IMÁGENES

El 9 de diciembre de 1531, la Virgen María pidió a Juan Diego que le construyeran un templo en el Tepeyac para dar a conocer a Dios,“y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa(...)”, Nican Mopohua Núm.33.

De acuerdo con la hipótesis del autor, estas 13 figuras en conjunto nos revelan un mensaje de la Virgen María dirigido a la humanidad: Ante Dios los hombres y mujeres de todas las razas son iguales.

La presencia del grupo familiar (de la figura 7 a la 13) en ambos ojos de la Virgen de Guadalupe, en opinión del doctor Aste, son las figuras más importantes de las que se encuentran reflejadas en sus córneas pues están ubicadas en sus pupilas, lo que quiere decir que María de Guadalupe tiene a la familia en el centro de su mirada compasiva.

Pudiera ser una invitación a buscar la unidad familiar, a acercarse a Dios en familia, especialmente ahora que la sociedad moderna ha devaluado tanto a la familia.

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http://www.virgendeguadalupe.org.mx

07 diciembre, 2009

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


Semana 2:

Segundo Domingo de Adviento

Juan el Precursor


« Pueblo de Sión: mira al Señor que viene a salvar a los pueblos. El Señor hará oír su voz gloriosa en la alegría de vuestro corazón. »
(Antífona de Entrada, Is, 30, 19.30)


« Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente del esplendor de su gloria. Por nuestro Señor . » (Oración Colecta)



Comienzo de la Celebración en torno a la Corona de Adviento

Guía:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo,

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende
en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida

Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

(Se enciende la segunda vela)


Palabra de Dios

Guía:
Escuchemos la palabra de Dios.


Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
(Mc 1, 1-8)


Allanad los senderos del Señor

« Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. »

« Está escrito en el Profeta Isaías: ‘ Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al señor, allanad sus senderos‘ . Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: ‘Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo‘. »

Lector:
Palabra de Dios.

Todos:
«Credo».

Reflexión

Guía:
La venida de Cristo exige una continua conversión. El tiempo del Adviento, es una llamada a la conversión para preparar los caminos del Señor y acoger al Señor que viene. El Señor ya no quiere nacer en una cueva, el Señor quiere nacer, ahora, en cada uno de los corazones de los hombres.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)


Compromiso

Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

En el contacto con Dios, a través de la oración nos damos cuenta de lo que aún tenemos que cambiar. La conversión es un proceso de todos los días, y tiene sólo un límite: el ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto.

(Reflexión en silencio)


Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.


(Se puede continuar la celebración
con villancicos y juegos)
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29 noviembre, 2009

Primer Domingo de Adviento


Semana 1:

Primer Domingo de Adviento

El Señor viene

« Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar
el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor. » (Oración Colecta)


Comienzo de la Celebración en torno a la Corona de Adviento

Guía:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo,

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende
en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida y Bendición
de la Corona de Adviento

Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios Nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en Belén y en nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

Bendice Señor esta corona, que sea para nosotros medio para preparar nuestra alma para recibirte. Que al ver su forma veamos que tu Dios eterno eres el principio y fin de todo cuanto existe y su verde follaje nos recuerde la esperanza de llegar a recibirte.

(Se enciende la primera vela)

Que al ir encendiendo cada una de sus velas se disipen las tinieblas del pecado y comience a clarear la luz de tu presencia en nuestras almas. Que por el espíritu de oración, penitencia y sacrificio, la caridad en nuestra vida nos prepare para recibirte y anuncie a los que nos rodean tu presencia entre nosotros.

Palabra de Dios

Guía:
Escuchemos la palabra de Dios.

Lector:
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
(Mc 13, 33-57)

Estad alerta, ya que no sabéis cuándo será el tiempo

« En aquél tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 'Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! »

Lector:
Palabra de Dios.

Todos:
Gloria a Tí, Señor, Jesús.

Reflexión

Guía:
¡Qué tiempo tan apto el del Adviento para penetrar en la grandeza y trascendencia de la vocación cristiana, porque ella se desprende del misterio de la Encarnación! Dios en su decisión amorosa de salvar al hombre quiere hacerse uno de nosotros; más se entrega al servicio del hombre: siendo Dios se anonadó a sí mismo haciéndose siervo, y en todo, menos en el pecado, semejante al hombre, ante este ejemplo quién no se va a enamorar de Cristo, a entregarse a Él gastándose la vida en la dura pero sublime tarea de la Redención.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)

Compromiso

Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

¿Cómo voy a prepararme para vivir este período de espera del Señor? ¿Tengo algún plan concreto para vivirlo en familia?

(Reflexión en silencio)

Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

(Se puede continuar la celebración
con villancicos y juegos)


(http://www.ewtn.com/spanish/Adviento/Primer_Domingo_de_Adviento.htm)

23 noviembre, 2009


BENEDICTO XVI: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Domingo 22 de noviembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

En este último domingo del Año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del universo, una fiesta de institución relativamente reciente, pero que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. El título de “rey” referido a Jesús es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación. Se puede notar a propósito de esto una progresión: se parte de la expresión “rey de Israel” y se llega a la de rey universal, Señor de cosmos y de la historia, y por tanto mucho más allá de las esperanzas del propio pueblo hebreo.

En el centro de este itinerario de revelación de la realeza de Jesucristo está una vez más el misterio de su muerte y de su resurrección. Cuando Jesús fue llevado a la cruz, los sacerdotes, los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: “Es el rey de Israel; que baje ahora de la cruz y creeremos en él” (Mt 27,42). En realidad, precisamente en cuanto que es el Hijo de Dios Jesús se entregó libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradójico de su realeza, que consiste en la victoria de la voluntad de amor de Dios Padre sobre la desobediencia del pecado. Es precisamente ofreciéndose a sí mismo en el sacrificio de expiación como Jesús se convierte en Rey universal, como declarará Él mismo apareciéndose a los apóstoles tras la resurrección: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18).

¿En qué consiste el “poder” de Jesucristo Rey? No es el de los reyes y el de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de liberar del mal, de derrotar al dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, traer paz en el conflicto más áspero, encender la esperanza en la oscuridad más espesa. Este Reino de la Gracia no se impone nunca, y respeta siempre nuestra libertad.
Cristo vino a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37) – como declaró frente a Pilato –: quien acoge su testimonio, se pone bajo su “bandera”, según la imagen querida a san Ignacio de Loyola. A toda conciencia, por tanto, se hace necesaria – esto sí – una elección: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿A la verdad o a la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura esa paz y esa alegría que sólo Él puede dar. Lo demuestra, en cada época, la experiencia de tantos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a las adulaciones de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar con el martirio esta fidelidad suya.

Queridos hermanos y hermanas, cuando el Ángel Gabriel llevó el anuncio a María, Le preanunció que su hijo habría heredado el trono de David y reinado para siempre (cfr Lc 1,32-33). Y la Virgen creyó antes aún antes de entregarlo al mundo. Debió después, sin duda, preguntarse qué nuevo tipo de realeza era la de Jesús, y lo comprendió escuchando sus palabras y sobre todo participando íntimamente en el misterio de su muerte en cruz y de su resurrección. Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a seguir a Jesús, nuestro Rey, como hizo Ella, y a dar testimonio de Él con toda nuestra existencia.

07 octubre, 2009

Saltimbanqui

A propósito de "SALTIMBANQUI"

“con las alas del alma desplegadas al viento más allá de la historia, de las vidas sin gloria, sin honor ni sustento guardaré del que escribe su mejor pensamiento, quiero amar a quien vive con las alas del alma desplegadas al viento”… (Eladia Blázquez)

Es un honor prologar esta maravillosa obra de un amigo, que despierta la magia y el encuentro sentimental en cada verso, con las frases exactas para arribar al corazón de los niños… “directos beneficiarios de su pluma y de su palabra”.

“Saltimbanqui” pretende instalarse en la sociedad infantil como una herramienta del saber y del conocer, queriendo atrapar al lector en forma sencilla y directa, de modo tal que la lectura no se convierta en una herramienta obligatoria, sino placentera y de permanente aprendizaje.

Y en este camino de búsqueda incesante y de crecimiento interior, el Autor nos sitúa en el universo conviviendo con nosotros mismos y con el exterior, transformando sus letras en una exquisita enseñanza de los valores del hombre – valores que no se cambian, no se venden ni se canjean- con los avances tecnológicos o por la globalización misma.

Luis Ernesto Chacón Delgado – con su sabiduría intelectual de poeta y escritor-se convierte en cada estrofa en un sabio historiador de las cuestiones que sorprenden a los niños, proporcionándoles instrumentos sutiles que, a no dudar, coadyuvaran a reafirmar los modelos de un saber vivir con emoción, en armonía y en un contexto de solidaridad, comprensión y entendimiento de las cosas que nos rodean y que nos apresan en el día a día.

Una obra para niños. Una Obra para adultos rescatando de su esencia la pureza de ese mismo niño que lo vio crecer, idea que me surge en paralelo al recordar a Saint Exupery engendrando El Principito.

Y en este despeinar de mis emociones, los invito a caminar de la mano de este libro, porque su Autor, es la única forma que tiene de expresar lo que siente… sin límites ni barreras… “con las alas del alma desplegadas al viento” .


Ester Faride MATAR
Escritora y Poeta(*)

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(*)Elegí nacer un 13 de noviembre en Sierra Colorada- Provincia de Río Negro (Argentina) en un maravilloso hogar del sur argentino, cuyos padres me indicaron el camino a recorrer con la libertad de reconstruir día a día mi propio rumbo. Me enseñaron que existe un mundo –nuestro mundo interior- que alberga ilusiones… utopías… y que en las controversias de la vida nunca cambie mis principios, ni los rife ni los venda… porque justamente de eso… de eso se trata ser “uno mismo”.

No me considero escritora ni poeta… simplemente escribo… la adolescencia me encontró hilvanando poesías de amor en un diario intimo que de noche dormía escondido en algún rincón del dormitorio y en esta etapa de adultez, convierto en poemario todo aquello que me llega, me seduce, me atrapa o me sorprende… Dejaría de ser yo si el tiempo me transcurre sin pensar en dibujar una frase de amor o desamor, de un niño o un anciano, un inmigrante, una pasión…


SALTIMBANQUI, UN COLORIDO DE PALABRAS

"Saltimbanqui",
es un mapa creativo, un colorido de palabras que invitan a los más pequeños a viajar por un mundo lleno de ternura, un aprendizaje que su autor maneja al dedillo cuando mezcla términos acuñados desde la memoria hasta los que hoy se conjugan en estos nuevos tiempos llenos de mails y computadoras.

Así, los niños van descubriendo un recorrido que al fin y al cabo, Luis Ernesto Chacón nos hace a todos, cuando “a saltitos”, nos hace deletrear la ternura contenida en estos pasajes.

Les invito a descubrir, un lenguaje fresco, lúdico, descriptivo, mágico, inquieto, sacro, risueño, sin trabas, un regalo para niños y niñas, y/o para todos quienes se atrevan a recordar nuestro divino interno, Saltimbanqui eterno que todos llevamos dentro.



Jacqueline Lagos

Escritora y Poeta(*)

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(*)Chilena, una mujer que escribe desde Osorno, que se conecta a través de los afectos, con un profundo compromiso social, una pluma que vibra y da cuenta pública de su pasión y emoción en diferentes manifestaciones artísticos culturales.
BIBLIOGRAFÍA.- Mis Primeros Años... (2003) y Una Bruja Emplumada en el Tzolkin", (2005), Antologías: Magia de Luz y Sombra (2004) en la Escritores.cl, “Voces on line” (2006) y “Osorno Invita” 2006.-“Palabra Peregrina”, 13 Mujeres Poetisas, 2007 ESCRITORIO POÉTICO-2008- VOLUMEN I y II. Antología “Rayentrú” 2008. Corresponsal del Diario Ciudadano de Osorno, “El Vacanudo”, colaboraciones para los sitios Web, Libro Libre Chile, Palabras Diversas, Arenotech, en Francia, Columna Sur de México, Conexáo Maringá en Brasil, Canadá para ChileInforma, Fortín Mapocho y Radio Piano Bar, entre otros.

SALTIMBANQUI, UN LIBRO ENTUSIASTAMENTE REFLEXIVO

Que gratísmo que Luis Chacón me haya pedido unas palabras para su nueva publicación “Saltimbanqui”. Grato por ser precisamente Lucho el autor de la obra, una personalidad
sorprendente, un paladín que enfrenta a un mundo de anomia, lugares comunes y vulgaridad. Lucho con el paso del tiempo, ha atesorado vivencias, experiencias, conocimientos; armonizando sus aristas existenciales; comunicador social, poeta, docente y místico en un producto tierno como sus bellas poseías para los niños en “Saltimbanqui”.

Luis Chacón debe ser incomprensible para los que consideran que el éxito de la vida es caer en el delirio de “tener”, fama, poder. Luis en cada una de sus obras va creciendo en espiritualidad, en hondura filosófica y en trascendencia.

Es grato, precisamente, porque es un libro para los niños. Un libro que es entusiastamente reflexivo y está expuesto con la auténtica sencillez de las cosas grandes.

Finalmente, es grato dedicarle estas palabras, porque leerlo, como en un relámpago, volvemos a ese “Paraíso Perdido” a esa “Edad de oro” que no han empañado los años, ni este mundo vertiginoso, utilitario y hedonista. Volvemos a la inocencia, a la libertad del luego y al encanto de la fantasía.

Gracias Luis, por darme la oportunidad de testimoniarte mi estima y admiración.

Dr. Luis Cavagnaro Orellana(*)

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(*)Doctor en Educación, Director - Fundador del Archivo Departamental de Tacna, Docente de la Universidad Privada de Tacna y la Escuela de Post Grado de la misma, becado por la OEA en 1980 para seguir estudios en España, Decano de la Facultad de Educación de la UPT., Director de Cultura de la Sub Región Tacna, Miembro de la Academia Peruana y Boliviana de la Historia.



A propósito de Saltimbanqui

Saltimbanqui, expresión de anhelos, recuerdos, ilusiones. Saltarín y pregonero. Luis Ernesto en esta obra realmente es un saltimbanqui a través del papel. Juega con la magia y realiza piruetas y saltos contemplando diversos aspectos de la vida. Esta obra, como lo manifiesta su autor al comienzo, rememora elementos que seguramente han dejado huellas en él, como la llegada del tren a los poblados, la torta de chocolate, la piña, el olor y el calor del hogar, los valles, prados, calles, tiendas, la escuela, el colegio, la familia, entre otras.

En cada uno de esos recuerdos, las sensaciones brotan logrando la imaginación del lector. No faltan las enseñanzas sobre el cuidado de la salud, de los valores humanos y aquellos que el mismo Luis Ernesto fue recogiendo a lo largo de la vida como la tolerancia y solidaridad alcanzada en el colegio, el amor a los padres y a Dios. También ha tenido en cuenta los aspectos modernos, como las maravillas del mundo y las nuevas tecnologías.

Este saltimbanqui de sueños, el sueño de libertad, de ser artífice de su propia vida queda manifiesto en sus versos. Este saltimbanqui de deseos, de amor familiar y a Dios. Este saltimbanqui de imaginación de olores, colores, lugares, sabores. Este Luis Ernesto, acróbata de letras, no deja de ser un mago de sueños, de conquistar ilusiones , de enseñar valores, de trasmitir esperanza. La vida es un circo en donde aparecen personajes como éste que más allá de las heridas del corazón sonríen al mundo regalando felicidad.


Griselda Noemí Guridi
Geografa y Bióloga(*)

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(*)Profesora de Geografía y Ciencias Biológicas. Profesora Universitaria de Geografía. Profesora de Francés( Alianza Francesa). Nacida en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina donde reside aún en la actualidad. Se desempeña como Profesora de Geografía y Biología en escuelas de nivel secundario de la ciudad, como profesora de Geografía Económica en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y como Vicerrectora de la Escuela de Educación Técnica N° 2 "Francisco Ramírez" de Concepción del Uruguay.

Libro cuarto


Santísimo Sacramento del Altar

EXHORTACIÓN DEVOTA PARA LA SAGRADA COMUNIÓN.

Jesucristo:
Venid a Mí todos los que tenéis, trabajos y estáis cargados, y yo os aliviaré, dice el Señor. El pan que yo os daré, es mi carne, por la vida del mundo. Tomad y comed: este es mi cuerpo; que será entregado por vosotros. Haced esto en memoria de Mí. El que come mi carne y bebe mi sangre, está en Mí, y yo en él. Las palabras que os he dicho, espíritu y vida son.
Capítulo primero
Con cuánta reverencia se ha de recibir a Jesucristo.
El Alma:
1. Estas son tus palabras, ¡oh buen Jesús, Verdad eterna! Aunque no fueron dichas en un tiempo, ni escritas en un mismo lugar. Y pues son tuyas, y verdaderas, debo yo recibirlas todas con gratitud y con fe. Tuyas son, pues, Tú las dijiste; y también son mías, pues las dijiste por mi bien. Muy de grado las recibo de tu boca, para que sean más profundamente grabadas en mi corazón. Despiértanme palabras de tanta piedad, llenas de dulzura y de amor; mas por otra parte mis propios pecados me espantan, y mi mala conciencia me retrae de recibir tan altos misterios. La dulzura de tus palabras me convida; mas la multitud de mis vicios me oprime.
2. Me mandas que me llegue a Ti con gran confianza, si quiero tener parte contigo, y que reciba el manjar de la inmortalidad, si deseo alcanzar vida y gloria para siempre. Dices: Venid a Mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os recrearé. ¡Cuán dulces y amables son a los oídos del pecador estas palabras, por las cuales Tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu Santísimo Cuerpo! Mas ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegarme a Ti? Veo que no cabes en los cielos de los cielos; y Tú dices: ¡Venid a Mí todos!
3. ¿Qué quiere decir esta tan piadosa dignación, y este tan amistoso convite? ¿Cómo osaré llegarme yo que no reconozco en mí cosa buena en que pueda confiar? ¿Cómo te hospedaré en mi habitación yo que tantas veces ofendí tu benignísima presencia? Los ángeles y arcángeles tiemblan: los Santos y justos temen. Y Tú dices: !Venid a Mí todos! Si Tú, Señor, no dijeses esto, ¿quién lo creería? Y si Tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a Ti?
4. Noé, varón justo, trabajó cien años en fabricar una arca para guarecerse en ella con pocas personas: ¿pues cómo podré yo en una hora prepararme para recibir con reverencia al que fabricó el mundo? Moisés, tu gran siervo y tu amigo especial, hizo una arca de madera incorruptible, y la guarneció de oro purísimo para poner en ella las tablas de la Ley; ¿y yo, criatura podrida, osaré recibirte tan fácilmente a Ti, hacedor de la ley y dador de la vida? Salomón, el más sabio de los reyes de Israel, edificó en siete años, en honor de tu nombre, un magnífico templo. Celebró ocho días la fiesta de su dedicación, ofreció mil hostias pacíficas, y colocó solemnemente el Arca del Testamento, con músicas y regocijos, en el lugar que le estaba preparado. Y yo, miserable y más pobre de los hombres, ¿cómo te introduciré en mi casa, que difícilmente estoy con devoción media hora? Y ¡ojalá que alguna vez gastase bien media hora!
5. ¡Oh Dios mío! ¿Qué no hicieron aquellos por agradarte? Mas ¡ay de mí! ¡Cuán poco es lo que yo hago! ¡Qué corto tiempo gasto en prepararme para la Comunión! Rara vez estoy del todo recogido, y rarísima me veo libre de toda distracción. Y en verdad, que en tu saludable y divina presencia no debiera ocurrirme pensamiento alguno poco decente, ni ocuparme criatura alguna; porque no voy a hospedar a algún ángel, sino al Señor de los ángeles.
6. Además, hay grandísima diferencia entre el Arca del Testamento con cuanto contenía, y tu purísimo Cuerpo con sus inefables virtudes; entre aquellos sacrificios de la ley antigua que figuraban los venideros, y el sacrificio de tu cuerpo, que es el cumplimiento de todos los sacrificios antiguos.
7. ¿Por qué, pues, no me inflamo más en tu venerable presencia? ¿Por qué no me dispongo con mayor cuidado para recibirte en el Sacramento, al ver que aquellos antiguos santos patriarcas y profetas, reyes y príncipes, con todo su pueblo, mostraron tanta devoción al culto divino?
8. El devotísimo rey David bailó con toda su fuerza delante del arca de Dios, acordándose de los beneficios hechos en otro tiempo a los padres. Hizo diversos instrumentos músicos; compuso salmos, y ordenó que se cantasen con alegría; y aun él mismo los cantó frecuentemente el arpa, inspirado de la gracia del Espíritu Santo; enseñó al pueblo de Israel a alabar a Dios de todo corazón, y bendecirle y celebrarle cada día con voces acordes. Pues si tanta era entonces la devoción, y tanto se pensó en alabar a Dios delante del Arca del Testamento, ¿cuánta reverencia y devoción debo yo tener, y todo el pueblo cristiano, a presencia del Sacramento y al recibir el Santísimo cuerpo de Cristo?
9. Muchos corren a diversos lugares para visitar las reliquias de los Santos, y se maravillan de oír sus hechos, miran los grandes edificios de los templos, y besan los sagrados huesos guardados en oro y seda. Y Tú estás aquí presente delante de mí en el altar, Dios mío, Santo de los Santos, Criador de los hombres y Señor de los ángeles. Muchas veces los hombres hacen aquellas visitas por la novedad y por la curiosidad de ver cosas que no han visto; y así es que sacan muy poco fruto de enmienda, mayormente cuando andan con liviandad, de una parte a otra, sin contrición verdadera. Más aquí, en el Sacramento del Altar, estás todo presente, Jesús mío, Dios y hombre; en él se coge copioso fruto de eterna salud todas las veces que te recibieren digna y devotamente. Y a esto no nos trae ninguna liviandad ni curiosidad o sensualidad; sino la fe firme, la esperanza devora, y la pura caridad.
10. ¡Oh Dios invisible, Criador del mundo, cuán maravillosamente lo haces con nosotros! ¡Cuán suave y graciosamente te portas con tus escogidos, a quienes te ofreces a Ti mismo en este Sacramento para que te reciban! Esto, en verdad, excede sobre todo entendimiento; esto especialmente cautiva los corazones de los devotos y enciende su afecto. Porque los verdaderos fieles tuyos, que se disponen para enmendar toda su vida, de este Sacramento dignísimo reciben continuamente grandísima gracia de devoción y amor de la virtud.
11. ¡Oh admirable y escondida gracia de ese Sacramento, la cual conocen solamente los fieles de Cristo! Pero los infieles y los que sirven al pecado, no la pueden gustar. En este Sacramento se da gracia espiritual, se repara en el alma la virtud perdida, y reflorece la hermosura afeada por el pecado. Tanta es algunas veces esta gracia, que de la abundante devoción que causa, no sólo el alma, sino aun el cuerpo flaco siente haber recibido fuerzas mayores.
12. Pero es muy mucho de sentir y de llorar nuestra tibieza y negligencia, porque no nos movemos con mayor afecto a recibir a Cristo, en quien consiste toda la esperanza y el mérito de los que se han de salvar. Porque El es nuestra santificación y redención, El nuestro consuelo en esta peregrinación y el gozo eterno de los Santos. Y así es muy digno de llorarse el poco caso que muchos hacen de este saludable Sacramento, el cual alegra al cielo, y conserva al universo mundo. ¡Oh ceguedad y dureza del corazón humano, que tan poco atiende a tan inefable don, y por la mucha frecuencia ha venido a reparar menos en él!
13. Porque si este sacratísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y se consagrase por un solo sacerdote en todo el mundo, ¿con cuánto deseo y afecto acudirían los hombres a aquel sacerdote de Dios para verle celebrar los divinos misterios? Mas ahora hay muchos sacerdotes, y se ofrece Cristo en muchos lugares, para que se muestre tanto mayor la gracia y amor de Dios al hombre, cuanto la sagrada Comunión es más liberalmente difundida por el mundo. Gracias a Ti, buen Jesús, pastor eterno que te dignaste recrearnos a nosotros pobres y desterrados, con tu precioso cuerpo y sangre; y también convidarnos con palabras de tu propia boca a recibir estos misterios, diciendo: Venid a Mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os aliviaré.
Capítulo II
De la bondad y caridad de Dios, que se manifiesta en este Sacramento para con los hombres.
El Alma:
1. Señor, confiando en tu bondad y gran misericordia, vengo yo enfermo al médico; hambriento y sediento, a la fuente de la vida; pobre, al rey del cielo; siervo, al Señor; criatura, al Criador; desconsolado, a mi piadoso consolador. Mas ¿se dónde a mí tanto bien, que Tú vengas a mí? ¿Quién soy yo para que te me des a Ti mismo? ¿Cómo se atreve el pecador a comparecer delante de Ti? Y Tú ¿cómo te dignas de venir al pecador? Tú conoces a tu siervo, y sabes que ningún bien tiene por donde pueda merecer que Tú le hagas este beneficio. Yo te confieso, pues, mi vileza, reconozco tu verdad, alabo tu piedad, y te doy gracias por tu extremada caridad. Pues así lo haces conmigo, no por mis merecimientos, sino por Ti mismo, para darme a conocer mejor tu bondad; para que se me infunda mayor caridad, y se recomiende más la humildad. Pues así te agrada a Ti, y así mandaste que se hiciese; también me agrada a mí que Tú lo hayas tenido por bien. ¡Ojalá que no lo impida mi maldad!
2. ¡Oh dulcísimo y benignísimo Jesús! ¡Cuánta reverencia y gracias acompañadas de perpetua alabanza te son debidas por habernos dado tu sacratísimo cuerpo, cuya dignidad ningún hombre es capaz de explicar! Mas ¿qué pensaré en esta comunión, cuando quiero llegarme a mi Señor, a quien no puedo venerar debidamente, y sin embargo deseo recibir con devoción? ¿Qué cosa mejor y más saludable pensaré, sino humillarme profundamente delante de Ti, y ensalzar tu infinita bondad sobre mí? Yo te alabo, Dios mío, y deseo que seas ensalzado para siempre. Despréciome y me rindo a tu majestad en el abismo de mi bajeza.
3. Tú eres el Santo de los Santos, y yo la basura de los pecadores. Tú te bajas a mí, que no soy digno de alzar los ojos para mirarte. Tú vienes a mí, Tú quieres estar conmigo, Tú me convidas a tu mesa. Tú me quieres dar a comer el manjar celestial, y el pan de los ángeles; que no es otra cosa por cierto sino Tú mismo, pan vivo que descendiste del cielo, y das vida al mundo.
4. ¡Cuánto es, pues, tu amor, cuál tu dignación! y ¡cuántas gracias y alabanzas te son debidas por esto! ¡Oh cuán saludable y provechoso designio tuviste en la institución de este Sacramento! ¡Cuán inefable tu verdad! Pues Tú hablaste, y fue hecho el universo; y se hizo lo que Tú mandaste.
5. Admirable cosa es, digno objeto de la fe, y superior al entendimiento humano, que Tú, Señor Dios mío, verdadero Dios y hombre, eres contenido entero debajo de las especies de pan y vino, y sin detrimento eres comido por el que te recibe. Tú, Señor de todo, que de nada necesitas, quisiste habitar entre nosotros por medio de este Sacramento. Conserva mi corazón y mi cuerpo sin mancha, para que con alegre y limpia conciencia pueda celebrar frecuentemente, y recibir para mi eterna salvación este digno misterio, que ordenaste y estableciste principalmente para honra tuya memoria continua.
6. Alégrate, alma mía, y da gracias a Dios por don tan excelente y consuelo tan singular que te fue dejado en este valle de lágrimas. Porque la caridad de Cristo nunca se disminuye, y la grandeza de su misericordia nunca mengua.
7. Por eso te debes preparar siempre con nueva devoción del alma, y pensar con atenta consideración esta gran misterio de salud. Así te debe parecer tan grande, tan nuevo y agradable cuando celebras u oyes Misa, como si fuese el mismo día en que Cristo, descendiendo en el vientre de la Virgen se hizo hombre; o aquel en que puesto en la Cruz padeció y murió por la salud de los hombres.
Capítulo III
Que es provechoso comulgar con frecuencia.
El Alma:
1. A Ti vengo, Señor, para disfrutar de tu don sagrado, y regocijarme en tu santo convite, que en tu dulzura preparaste, Dios mío, para el pobre. En Ti está cuanto puedo y debo desear; Tú eres mi salud y redención, mi esperanza y fortaleza, mi honor y mi gloria. Alegra, pues, hoy el alma de tu siervo, porque a Ti, Jesús mío, he levantado mi espíritu. Deseo yo recibirte ahora con devoción y reverencia, deseo hospedarte en mi casa de manera que merezca como Zaqueo tu bendición, y ser contado entre los hijos de Abrahán. Mi alma anhela tu sagrado cuerpo; mi corazón desea ser unido contigo.
2. Date, Señor, a mí, y me basta; porque sin Ti ninguna consolación satisface. Sin Ti no puedo existir; y sin tu visitación no puedo vivir. Por eso me conviene llegarme muchas veces a Ti, y recibirte para remedio de mi salud, porque no me desmaye en el camino, si fuere privado de este manjar celestial. Pues Tú, benignísimo Jesús, predicando a los pueblos y curando diversas enfermedades, dijiste: No quiero consentir que se vayan ayunos a su casa, porque no desmayen en el camino. Haz, pues, ahora conmigo de esta suerte; pues te quedaste en el Sacramento para consolación de los fieles. Tú eres suave alimento del alma, y quien te comiere dignamente será participante y heredero de la gloria eterna. Yo que tantas veces caigo y peco, tan presto me entibio y desmayo, necesito verdaderamente renovarme, purificarme y alentarme por la frecuencia de oraciones y confesiones, y de la sagrada participación de tu cuerpo; no sea que absteniéndome de comulgar por mucho tiempo, decaiga de mi santo propósito.
3. Porque las inclinaciones del hombre son hacia lo malo desde su juventud; y si no le socorre la medicina celestial, al punto va del mal en pero. Así es que la santa Comunión retrae de lo malo, y conforta en lo bueno. Y si ahora que comulgo o celebro soy tan negligente y tibio, ¿qué sucedería si no tomase tal medicina y si no buscase auxilio tan grande? Y aunque no esté preparado cada día, ni bien dispuesto para celebrar, procuraré, sin embargo, recibir los divinos misterios en los tiempos convenientes, para hacerme participante de tanta gracia. Porque el principal consuelo del alma fiel, mientras peregrina unida a este cuerpo mortal, es acordarse frecuentemente de su Dios, y recibir a su amado con devoto corazón.
4. ¡Oh admirable dignación de tu clemencia para con nosotros, que Tú, Señor Dios, Criador y vivificador de todos los espíritus, te dignas de venir a una pobrecilla alma y satisfacer su hambre con toda tu divinidad y humanidad! ¡Oh feliz espíritu y dichosa alma la que merece recibir con devoción a su Dios y Señor, y rebosar así de gozo espiritual! ¡Oh, qué Señor tan grande recibe, qué huésped tan amable aposenta, qué compañero tan agradable admite, qué amigo tan fiel elige, qué esposo abraza tan noble y tan hermoso, y más amable que todo cuanto se puede amar ni desear! Callen en tu presencia, mi dulcísimo amado, el cielo y la tierra con todo su ornato, porque todo cuanto tienen de esplendor y de hermosura lo han recibido de tu beneficencia; y nunca pueden aproximarse a la gloria de tu nombre, cuya sabiduría es infinita.
Capítulo IV
De los muchos bienes que se conceden a los que devotamente comulgan.
El Alma:
1. Señor Dios mío, preven a tu siervo con las bendiciones de tu dulzura, para que merezca llegar digna y devotamente a tu sublime Sacramento. Mueve mi corazón hacia Ti, y sácame de este grave entorpecimiento; visítame con tu gracia saludable para que pueda gustar en espíritu de suavidad, cuya abundancia se halla en este Sacramento como en su fuente. Alumbra también mis ojos para que pueda mirar tan alto misterio; y esfuérzame para creerlo con firmísima fe. Porque obra tuya es, y no poder humano; sagrada institución tuya, y no invención de hombres. Ninguno ciertamente es capaz por sí mismo de entender cosas tan altas, que aun a la sutileza angélica exceden. Pues yo, pecador indigno, tierra y ceniza, ¿qué podré escudriñar y entender de tan alto secreto?
2. Señor, con sencillez de corazón, con fe firme y sincera, y por mandato tuyo, me acerco a Ti con reverencia y confianza; y creo verdaderamente que estás aquí presente en el Sacramento como Dios y como hombre. Pues quieres, Señor, que yo te reciba, y que me una contigo en caridad. Por eso suplico a tu clemencia, y pido la gracia especial de que todo me deshaga en Ti, y rebose de amor, y que no cuide ya de ninguna otra consolación. Porque este altísimo y dignísimo Sacramento es la salud del alma y del cuerpo, medicina de toda enfermedad espiritual, con la cual se curan mis vicios, refrénanse mis pasiones, las tentaciones se vencen o disminuyen, dase mayor gracia, la virtud comenzada crece, confirmase la fe, esfuérzase la esperanza, y se enciende y dilata la caridad.
3. Porque muchos bienes has dado y das siempre en este Sacramento a tus amados, que devotamente comulgan, Dios mío, huésped de mi alma, reparador de la enfermedad humana, y dador de toda consolación interior. Tú les infundes mucho consuelo contra diversas tribulaciones, y de lo profundo de su propio desprecio los levantas a esperar tu protección, y con una nueva gracia los recreas y alumbras interiormente, y así los que antes de la Comunión estaban inquietos y sin devoción, después, recreados con este sustento celestial, se hallan muy mejorados. Y esto lo haces de gracia con tus escogidos, para que conozcan verdaderamente, y experimenten a las claras cuánta flaqueza tienen en sí mismos, y cuán grande bondad y gracia alcanzan de tu clemencia. Porque siendo por sí mismos fríos, duros e indevotos, de Ti reciben el estar fervorosos, devotos y alegres. Pues ¿quién llegando humildemente a la fuente de la suavidad, no vuelve con algo de dulzura? O ¿quién está cerca de algún gran fuego, que no reciba algún calor? Tú eres fuente llena, que siempre mana y rebosa; fuego que de continuo arde y nunca se apaga.
4. Por esto, si no me es dado sacar agua de la abundancia de la fuente, beber hasta hartarme, pondré siquiera mis labios a la boca del caño celestial para que a lo menos reciba de allí alguna gotilla, para templar mi sed, y no secarme enteramente. Y si no puedo ser todo celestial, y tan abrasado como los querubines y serafines, trabajaré a lo menos por hacerme devoto, y disponer mi corazón para adquirir siquiera una pequeña llama del divino incendio, mediante la humilde comunión de este vivifico Sacramento. Pero todo lo que me falta, buen Jesús, Salvador santísimo, súplelo Tú benigna y graciosamente por mí; pues tuviste por bien de llamar a todos, diciendo: Venid a Mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os recrearé.
5. Yo, pues, trabajo con sudor de mi rostro, soy atormentado con dolor de mi corazón, estoy cargado de pecados, combatido de tentaciones, envuelto y oprimido de muchas pasiones, y no hay quien me valga, no hay quien me libre y salve, sino Tú, Señor Dios, Salvador mío, a quien me encomiendo y todas mis cosas, para que me guardes y lleves a la vida eterna. Recíbeme para honra y gloria de tu nombre; pues me dispusiste tu cuerpo y sangre en manjar y bebida. Concédeme, Señor Dios, Salvador mío, que crezca el afecto de mi devoción con la frecuencia de este soberano misterio.
Capítulo V
De la dignidad del Sacramento y del estado del sacerdocio.
Jesucristo:
1. Aunque tuvieses la pureza de los ángeles, y la santidad de San Juan Bautista, no serías digno de recibir ni manejar este Sacramento. Porque no cabe en merecimiento humano que el hombre consagre y tenga en sus manos el Sacramento de Cristo y coma el pan de los ángeles. Grande es este misterio, y grande es la dignidad de los sacerdotes, a los cuales es dado lo que no es concedido a los ángeles. Pues sólo los sacerdotes ordenados en la Iglesia tienen poder de celebrar y consagrar el cuerpo de Jesucristo. El sacerdote es ministro de Dios, cuyas palabras usa por su mandamiento y ordenación; mas Dios es allí el principal autor y obrador invisible, a cuya voluntad todo está sujeto, y a cuyo mandamiento todo obedece.
2. Así, pues, debes creer a Dios todopoderoso en este sublime Sacramento más que a tus propios sentidos y a las señales visibles. Y por eso debe el hombre llegar a este misterio con temor y reverencia. Reflexiona sobre ti mismo, y mira qué tal es el ministerio que te ha sido encomendado por la imposición de las manos del obispo. Has sido hecho sacerdote y ordenado para celebrar; cuida, pues, de ofrecer a Dios este sacrificio con fe y devoción en el tiempo conveniente, y de mostrarte irreprensible. No has aliviado tu carga; antes bien estás atado con más estrecho vínculo, y obligado a mayor perfección de santidad. El sacerdote debe estar adornado de todas las virtudes, y ha de dar a los otros ejemplo de buena vida. Su porte no ha de ser como el de los hombres comunes; sino como el de los ángeles en el cielo, o el de los varones perfectos en la tierra.
3. El sacerdote vestido de las vestiduras sagradas, tiene el lugar de Cristo para rogar devota y humildemente a Dios por sí y por todo el pueblo. El tiene la señal de la cruz de Cristo delante de sí, y en las espaldas, para que continuamente tenga memoria de su sacratísima pasión. Delante de sí en la casulla, trae la cruz, para que mire con diligencia las pisadas de Cristo, y estudie en seguirle con fervor. En las espaldas está también señalado de la cruz, para que sufra con paciencia por Dios cualquiera injuria que otro le hiciere. La cruz lleva delante, para que llore sus pecados, y detrás la lleva para llorar por compasión los ajenos, y para que sepa que es medianero entre Dios y el pecador, y no cese de orar ni ofrecer el santo sacrificio hasta que merezca alcanzar la gracia y misericordia divina. Cuando el sacerdote celebra, honra a Dios, alegra a los ángeles, y edifica a la Iglesia, ayuda los vivos, da descanso a los difuntos, y hácese participante de todos los bienes.
Capítulo VI
Ejercicios para antes de la Comunión.
El Alma:
1. Señor, cuando pienso en tu dignidad y mi vileza, tengo gran temblor y me hallo confuso. Porque si no me llego a Ti, huyo de la vida; y si indignamente me atrevo, incurro en tu ofensa. ¿Pues qué haré, Dios mío, ayudador mío, consejero mío, en las necesidades?
2. Enséñame Tú el camino derecho; propónme algún ejercicio conveniente para la sagrada Comunión. Porque es útil saber de qué modo deba yo preparar mi corazón devotamente y con reverencia para recibir saludablemente tu Sacramento, o para celebrar tan grande y divino sacrificio.
Capítulo VII
Del examen de la propia conciencia y del propósito de la enmienda.
Jesucristo: 1.
Sobre todas las cosas es necesario que el sacerdote de Dios llegue a celebrar, manejar y recibir este Sacramento con grandísima humildad de corazón y con devota reverencia, con entera fe y con piadosa intención de la honra de Dios. Examina diligentemente tu conciencia, y según tus fuerzas límpiala adórnala con verdadero dolor y humilde confesión, de manera que no tengas o sepas cosa grave que te remuerda y te impida llegar libremente al Sacramento. Ten aborrecimiento de todos tus pecados en general, y por las faltas diarias duélete y gime más particularmente. Y si el tiempo lo permite, confiesa a Dios todas las miserias de tus pasiones en lo secreto de tu corazón.
2. Llora y duélete de que aún eres tan carnal y mundano, tan poco mortificado en las pasiones, tan lleno de movimientos de concupiscencia; Tan poco diligente en la guarda de los sentidos exteriores, tan envuelto muchas veces en vanas imaginaciones; Tan inclinado a las cosas exteriores, tan negligente en las interiores; Tan fácil a la risa y a la disipación, tan duro para las lágrimas y la compunción; Tan dispuesto a la relajación y regalos de la carne, tan perezoso al rigor y al fervor; Tan curioso para oír novedades y ver cosas hermosas; tan remiso en abrazar las humildes y despreciadas; Tan codicioso de poner mucho; tan encogido en dar; tan avariento en retener; Tan inconsiderado en hablar, tan poco detenido en callar; tan descompuesto en las costumbres, tan indiscreto en las obras; Tan desordenado en el comer, tan sordo a las palabras de Dios. Tan presto para holgarte, tan tardío para trabajar; Tan despierto para oír hablillas y cuentos, y tan soñoliento para velar en oración; Tan impaciente por llegar al fin, y tan vago en la atención; Tan negligente en el rezo, tan tibio en la Misa, tan indevoto en la Comunión; Tan a menudo distraído, tan raras veces enteramente recogido; Tan prontamente conmovido a la ira, tan fácil para disgustar a los demás; Tan propenso a juzgar, tan riguroso en reprender; Tan alegre en la prosperidad, tan abatido en la adversidad; Tan fecundo en los buenos propósitos, y tan estéril en ponerlos por obra.
3. Después de haber confesado y llorado estos y otros defectos con dolor y gran disgusto de tu propia fragilidad, propón firmemente de enmendar siempre tu vida, y mejorarla de allí adelante. En seguida, abandonándote a Mí con absoluta y entera voluntad, ofrécete a ti mismo para gloria de mi nombre en el altar de tu corazón, como sacrificio perpetuo, encomendándome a Mí con entera fe el cuidado de tu cuerpo y de tu alma. Para que de esta manera merezcas llegar dignamente a ofrecer el santo sacrificio, y recibir saludablemente el Sacramento de mi cuerpo.
4. Pues no hay ofrenda más digna, ni mayor satisfacción para borrar los pecados, que ofrecerse a sí mismo pura y enteramente a Dios, con el sacrificio del cuerpo de Cristo en la Misa y Comunión. Si el hombre hiciere lo que está de su parte, y se arrepintiere verdaderamente, cuantas veces acudiere a Mí por perdón y gracia: Vivo yo, dice el Señor, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; porque no me acordaré más de sus pecados, sino que todos les serán perdonados.
Capítulo VIII
Del ofrecimiento de Cristo en la cruz, y de la propia resignación.
Jesucristo:
1. Así como yo me ofrecí voluntariamente por tus pecados a Dios Padre con las manos extendidas en la cruz, y todo el cuerpo desnudo, de modo que nada me quedó que no pasase en sacrificio para reconciliarte con Dios: Así debes tú también ofrecérteme cada día en la Misa en ofrenda pura y santa, cuanto más entrañablemente puedas, con toda la voluntad, y con todas tus fuerzas y deseos. ¿Qué otra cosa quiero de ti más que el que te entregues a Mí sin reserva? Cualquier cosa que me des sin ti, no gusto de ella; porque no quiero tu don, sino a ti mismo.
2. Así como no te bastarían todas las cosas sin Mí, así no puede agradarme a Mí cuanto me ofrecieres sin ti. Ofrécete a Mí y date todo por Dios, y será muy acepto tu sacrificio. Mira cómo Yo me ofrecí todo al Padre por ti; y también te di todo mi cuerpo y sangre en manjar, para ser todo tuyo, y que tú quedases todo mío. Mas si tú estás pegado a ti mismo, y no te ofreces de buena gana a mi voluntad, no es cumplida ofrenda la que haces, ni será entre nosotros entera la unión. Por eso a todas tus obras debe preceder el ofrecimiento voluntario de ti mismo en las manos de Dios, si quieres alcanzar libertad y gracia. Porque por eso tampoco se hacen varones ilustrados y libres en lo interior, porque no saben del todo negarse a sí mismos. Esta es mi firme sentencia: Que no puede ser mi discípulo el que no renunciare todas las cosas. Por lo cual, si tú deseas serlo, ofréceteme con todos tus deseos.
Capítulo IX
Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas y rogarle por todos.
EL ALMA:
1. Señor, tuyo es todo lo que está en el cielo y en la tierra. Yo deseo ofrecérteme de mi voluntad y quedar tuyo para siempre. Señor, con sencillez de corazón me ofrezco hoy a Ti por siervo perpetuo, en obsequio y sacrificio de eterna alabanza. Recíbeme con este santo sacrificio de tu precioso Cuerpo que te ofrezco hoy en presencia de los ángeles que están asistiendo invisiblemente, para que los recibas por mi salud y la de todo el pueblo.
2. Señor, yo te presento en el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos, cuantos he cometidos en tu presencia y de tus Santos ángeles desde el día que comencé a pecar hasta hoy, para que tu los abrases todos juntos y los quemes con el fuego de tu caridad, quites todas las manchas de ellos, limpies mi conciencia de todo delito, y me vuelvas a tu gracia que perdí por el pecado, perdonándomelos todos enteramente, y admitiéndome misericordiosamente al ósculo de tu paz y amistad.
3. ¿Que puedo yo hacer por mis pecados, sino confesarlos humildemente, llorando e implorando tu misericordia sin cesar? Yo imploro, pues, en tu divino acatamiento; óyeme propicio, Dios mío. Aborrezco mucho todos mis pecados, y no quiero yo cometerlos jamás; antes, arrepentido y pesaroso de ellos mientras viviré, estoy dispuesto para hacer penitencia, y satisfacer según mis fuerzas. ¡Perdona, oh Dios, perdona mis pecados por tu santo nombre! Salva mi alma que redimiste con tu preciosa sangre. Vesme aquí que me encomiendo a tu misericordia, me entrego en tus manos. Haz conmigo según tu bondad, y no según mi malicia e iniquidad.
4. También te ofrezco, Señor todos mis bienes, aunque muy pocos e imperfectos, para que tú los enmiendes y santifiques, para que los hagas agradables y aceptos a Ti, y siempre los mejores; y a mí, hombrezuelo inútil y perezoso, me lleves a un santo y bienaventurado fin.
5. También te ofrezco todos los santos deseos de los devotos, y las necesidades de mis parientes, amigos, hermanos y de todos los conocidos, y de cuantos me han hecho bien a mí y a otros por tu amor; Y de todos los que desearon y pidieron que yo orase, o dijese Misa por ellos, y por todos los suyos vivos y difuntos; Para que todos sientan el fervor de tu gracia, el auxilio de tu consolación, la protección en los peligros y en el alivio en los trabajos; para que, libres de todos los males, te den muy alegres y cordialísimas gracias.
6. También te ofrezco mis oraciones y el sacrificio de propiciación, especialmente por los que en algo me han enojado o vituperado, o me han hecho algún daño o agravio; Y por todos los que yo enojé, turbé, agravié y escandalicé, por palabra, por obra, por ignorancia o advertidamente; para que Tú nos perdones a todos nuestros pecados y ofensas recíprocas. Aparta, Señor, de nuestros corazones toda mala sospecha, toda ira, indignación y contienda, y cuanto pueda estorbar la caridad, y disminuir el amor del prójimo. Misericordia, Señor, da tu misericordia a los que la piden, tu gracia a los que la necesitan, y haz que vivamos de tal modo, que seamos dignos de gozar de tu gracia, y que aprovechemos para la vida eterna. Amén.
Capítulo X
No se debe dejar fácilmente la sagrada Comunión.
JESUCRISTO:
1. Muy a menudo debes acudir a la fuente de la gracia y de la misericordia divina; a la fuente de la bondad y de toda pureza, para que puedas sanar de tus pasiones y vicios, y merezcas hacerte más fuerte y más despierto contra todas las tentaciones y engaños del demonio. El enemigo, sabiendo el grandísimo fruto y remedio que hay en la sagrada Comunión, trabaja cuanto puede sin perder medio y ocasión por retraer y estorbar a los fieles y devotos.
2. Así sucede con algunos que, cuando piensan en prepararse para la sagrada Comunión, entonces padecen peores tentaciones de Satanás que antes. Este espíritu maligno se mete entre los hijos de Dios, como se dice en el libro de Job, para turbarlos con su acostumbrada malicia, o para hacerlos excesivamente tímidos y perplejos; y de este modo entibiar su devoción, o quitarles la fe con las impugnaciones que les sugiere, por si acaso consigue así que dejen del todo la comunión, o se lleguen a ella con tibieza. Mas no debemos cuidar de sus astucias y tentaciones por más torpes y espantosas que sean, sino rechazar contra el mismo los fantasmas abominables que nos representa. Despreciarse debe este desdichado y burlarse de él; y no dejar la sagrada Comunión por todos sus acometimientos, y por las turbaciones que levantaré.
3. Muchas veces estorba también la demasiada ansia de tener devoción, y cierta inquietud por confesarse bien. Haz en esto lo que te aconsejen los sabios, y deja el ansia y el escrúpulo, porque impide la gracia de Dios y destruye la devoción del alma. No dejes la sagrada Comunión por alguna pequeña tribulación o pesadumbre; sino vete luego a confesar, y perdona de buena gana todas las ofensas que te han hecho. Y si tú has ofendido a alguno, pide perdón con humildad, y Dios te perdonará también de buena voluntad.
4. ¿De que sirve retardar mucho la confesión, o diferir la sagrada Comunión? Límpiate cuanto antes, vomita luego el veneno, como presto el remedio, y te hallarás mejor que si lo dilatares mucho tiempo. Si hoy la dejas por alguna causa, mañana te puede acaecer otra mayor; y así te apartarás mucho tiempo de la Comunión, y después estarás menos dispuesto. Lo más presto que pudieres, sacude tu pereza e inacción; porque nada se gana con angustiarse e inquietarse largo tiempo y apartarse del divino sacramento por obstáculos diarios. Al contrario, daña mucho el dilatar demasiado la Comunión; porque esto suele causar un grave entorpecimiento. Pero ¡Oh dolor! Algunos tibios y disipados dilatan con gusto la confesión, y desean retardar la sagrada Comunión por no verse obligados a guardar su alma con mayor cuidado.
5. ¡Oh, cuán poca caridad y flaca devoción tienen los que tan fácilmente dejan la sagrada Comunión! ¡Cuán bienaventurado es, y cuán agradable a Dios el que vive tan bien y guarda su conciencia con tanta pureza, que este dispuesto a comulgar cada día, y muy deseoso de hacerlo así, si le conviene y no fuese notado! El que se abstiene algunas veces por humildad o por alguna legítima,es de alabar por su respeto. Más si poco a poco le entraré la tibieza, debe despertarse a sí mismo, y hacer lo que este de su parte, y el Señor ayudara su deseo, por la buena voluntad, que es a la que especialmente atiende.
6. Más cuando estuviere legítimamente impedido, tenga siempre buena voluntad y devota intención de comulgar, y así no carecerá del fruto del Sacramento. Porque cualquier devoto puede cada día y cada hora comulgar espiritualmente con fruto. Más en ciertos días y en el tiempo mandado, debe recibir sacramentalmente el cuerpo de su Redentor con afectuosa reverencia, y buscar más bien la gloria y honra de Dios, que su propia consolación. Porque tantas veces comulga místicamente y se alimenta invisiblemente su espíritu, cuantas se acuerda con devoción el misterio de la Encarnación y Pasión de Cristo, y se enciende en su amor.
7. El que no se prepara sino al acercarse la fiesta, o cuando le fuerza la costumbre, muchas veces se hallara mal preparado. Bienaventurado el que se ofrece a Dios en entero sacrificio cuantas veces celebra o comulga. No seis muy prolijo ni acelerado en celebrar; sino guarda el medio justo y ordinario de los demás con quienes vives. No debes causar a los otros molestia ni enfado, sino ir por el camino ordinario de los mayores, y mirar más al aprovechamiento de los otros, que a tu propia devoción y afecto.
Capítulo XI
El cuerpo de Cristo y la sagrada escritura son muy necesarios al alma fiel.
EL ALMA:
1. ¡Oh dulcísimo Señor Jesús! ¡Cuanta es la dulzura del alma devota, que se regala contigo en el banquete, donde se le presenta otro manjar que a su único amado, apetecible sobre todos deseos de su corazón! Seria ciertamente muy dulce para mí derramar en tu presencia copia de lágrimas afectuosas, y regar con ellas tus pies como la piadosa Magdalena. Mas ¿dónde está ahora esta devoción? ¿ dónde el copioso derramamiento de lágrimas devotas? Por cierto en tu presencia, y en la de tus santos ángeles, todo mi corazón debiera encenderse y llorar de gozo. Porque en el Sacramento te tengo verdaderamente presente, aunque encubierto bajo otra especie.
2. Porqué el mirarte en tu propia y divina claridad no podrían mis ojos resistirlo, ni el mundo entero subsistiría ante el resplandor de la gloria de tu majestad. Tienes, pues, consideración a mi imbecilidad cuando te ocultas bajo de este Sacramento. Yo tengo verdaderamente y adoro al mismo a quien adoran los ángeles en el cielo: más yo solo con la fe por ahora, ellos claramente y sin velo. Debo yo contentarme con la luz de una fe verdadera, y andar con ella hasta que amanezca el día de la claridad eterna, y desaparezcan las sombras de las figuras. Mas cuando llegue este perfecto estado, cesará el uso de los Sacramentos; porque los bienaventurados en la gloria no necesitan de medicina sacramental. Sino que están siempre absortos de gozo en presencia de Dios, contemplando cara a cara su gloria; y trasladados de esta claridad al abismo de la claridad de Dios, gustan el Verbo encarnado, como fue en el principio, y permanecerá eternamente.
3. Acordándome de estas maravillas, cualquier contento, aunque sea espiritual, se me convierte en grave tedio, porque mientras no veo claramente a mi Señor en su gloria, en nada estimo cuanto en el mundo veo y oigo. Tú, Dios mío, me eres testigo de que ninguna cosa me puede consolar, ni criatura alguna dar descanso sino Tú, Dios mío, a quien deseo contemplar eternamente. Mas esto no es posible mientras vivo en carne mortal. Por eso debo tener mucha paciencia, y sujetarme a Ti en todos mis deseos. Porque también, Señor, tus Santos, que ahora se regocijan contigo en el reino de los cielos, cuando vivían en este mundo esperaban con gran fe y paciencia l a venida de tu gloria. Lo que ellos creyeron, creo yo; lo que esperaron, espero; adonde llegaron ellos finalmente por tu gracia, tengo yo confianza de llegar. Entretanto caminaré con la fe, confortado con los ejemplos de los Santos. También tendré los libros santos, para consolación y espejo de la vida; y sobre todo esto, el Cuerpo santísimo tuyo por singular remedio y refugio.
4. Pues conozco que tengo grandísima necesidad de dos cosas, sin las cuales no podría soportar esta vida miserable. Detenido en la cárcel de este cuerpo, confieso serme necesarias dos cosas que son, mantenimiento y luz. Dísteme, pues, como a enfermo tu sagrado Cuerpo para alimento del cuerpo, y además me comunicaste tu divina palabra para que sirviese de luz a mis pasos. Sin estas dos cosas yo no podría vivir bien; porque la palabra de Dios es la luz de mi alma, y tu Sacramento el pan que le da la vida. Estas se pueden llamar dos mesas colocadas a uno y a otro lado en el tesoro de la Santa Iglesia. Una es la mesa del sagrado altar, donde está el pan santificado, esto es, el precioso cuerpo de Cristo. Otra es la de la ley divina, que contiene la doctrina sagrada, enseña la verdadera fe, y nos conduce con seguridad hasta lo mas interior del velo donde esta el Santo de los Santos. Gracias te doy, Jesús mío, esplendor de la luz eterna, por la mesa de la santa doctrina que nos diste por tus siervos los profetas, los apóstoles y los otros doctores.
5. Gracias te doy, Criador y Redentor de los hombres, de que, para manifestar a todo el mundo tu caridad, dispusiste una gran cena, en la cual diste a comer, no el cordero figurativo, sino tu santísimo Cuerpo y Sangre, alegrando a todos los fieles, y embriagándolos con el cáliz saludable en esta sagrado banquete, donde están todas las delicias del paraíso, y donde los santos ángeles comen con nosotros, aunque gustan una suavidad más feliz.
6. ¡Oh, cuán grande y honorífico es el oficio de los sacerdotes, a los cuales es concedido consagrar al Señor de la majestad con las palabras sagradas, bendecirlo con sus labios, tenerlo en sus manos, recibirlo en su propia boca, y distribuirle a los demás! ¡Oh, cuán limpias deben estar aquellas manos, cuán pura la boca, cuán santo el cuerpo, cuán inmaculado el corazón del sacerdote, donde tantas veces entra el Autor de la pureza! De la boca del sacerdote no debe salir palabra que no sea santa, que no sea honesta y útil, pues tan continuamente recibe el santísimo Sacramento.
7. Deben ser simples y castos los ojos acostumbrados a mirar el cuerpo de Cristo, puras y levantadas al cielo las manos que tocan al Criador del cielo y de la tierra. A los sacerdotes especialmente se dice en la ley: SED SANTOS, PORQUE YO, VUESTRO DIOS Y SEÑOR, SOY SANTO.

8. ¡Oh Dios todopoderoso! Ayúdenos tu gracia a los que hemos recibido el oficio sacerdotal, para que podamos servirte digna y devotamente con toda pureza y buena conciencia. Y si no podemos proceder con tanta inocencia de vida como debemos, otórganos llorar dignamente los pecados que hemos cometido, y de aquí adelante servirte con mayor fervor, con espíritu de humildad; y con buena y constante voluntad.
Capítulo XII
Debe disponerse con gran diligencia el que ha de recibir a Cristo.
JESUCRISTO:1 Yo soy amante de la pureza, y dador de toda santidad. Yo busco un corazón puro, y allí es el lugar, de mi descanso. Prepárame una sala grande y adornada, y celebraré contigo la pascua con mis discípulos. Si quieres que venga a ti y me quede contigo, arroja de ti la levadura vieja, y limpia la morada de tu corazón. Desecha de ti todo el mundo, y todo el ruido de los vicios; siéntate como pájaro solitario en el tejado, y piensa en tus excesos con amargura de tu alma. Pues cualquier persona que ama, dispone a su amado el mejor y más aliñado lugar: porque en esto se conoce el amor del que hospeda al amado.
2. Pero sábete que no puedes alcanzar esta preparación con el mérito de tus obras, aunque te preparases un año entero y no pensases en otra cosa. Mas por sola mi piedad y gracia se te permite llegar a mi mesa; como si un rico convidase e hiciese comer con el a un pobre mendigo que no tuviese otra cosa para pagar este beneficio sino humildad y agradecimiento. Haz lo que este de tu parte, y hazlo con mucha diligencia, no por costumbre, sino por necesidad; sino con temor, no por costumbre, ni por necesidad; sino con temor, reverencia y amor recibe el cuerpo de Jesucristo, tu amado Dios y Señor que se digna venir a ti. Yo soy el que te llame y mande que vinieses, yo supliré lo que te falta; ven y recíbeme.
3. Cuando yo te concedo afectos de devoción, da gracias a tu Dios, no porque eres digno, sino porque tuve misericordia de ti. Si no sientes devoción, y te hayas muy seco, persevera en la oración,gime, llama y no ceses hasta que merezcas recibir una migaja, o una gota de gracia saludable; Tú me necesitas a Mí; yo no necesito de ti. Ni tú vienes a santificarme a Mí; sino que yo vengo a santificarte y mejorarte. Tú vienes para que seas por Mí santificado y unido conmigo, para que recibas nueva gracia, y te enfervorices de nuevo para la enmienda. No desprecies esta gracia, mas bien prepara con toda diligencia tu corazón, y recibe dentro de ti a tu amado.
4. Pero conviene que no solo procures la devoción antes de comulgar, sino que también la conserves con cuidado después de recibido el Sacramento. Ni es menos necesario después el recogimiento y vigilancia, que lo es antes la devota preparación; porque el cuidado que después se tiene, es la mejor disposición para recibir nuevamente mayor gracia. Y al contrario, se indispone para ella el que luego se entrega con exceso a las complacencias exteriores. Guárdate de hablar mucho, recógete a algún lugar secreto, y goza de tu Dios; pues tienes al que no te puede quitar todo el mundo. Yo soy a quien te debes entregar sin reserva, de manera que ya no vivas en ti, sino en Mí sin cuidado alguno.
Capítulo XIII
Cómo el alma devota debe desear con todo su corazón unirse a Cristo en el Sacramento.
EL ALMA:1. ¿Quien me dará, Señor, que te halle solo para abrirte todo mi corazón, y gozarte como mi alma desea, y que ya ninguno me desprecie, ni criatura alguna me mueva u ocupe mi atención; sino que Tú solo me hables, y yo a Ti, como se hablan dos que mutuamente se aman, o como se regocijan dos amigos entre sí? Lo que pido, lo que deseo, es unirme a Ti enteramente, desviar mi corazón de todas las cosas criadas, y aprender a gustar las celestiales y eternas por medio de la sagrada Comunión y frecuente celebración. ¡Ay Dios mío,! ¿Cuando estaré absorto y enteramente unido a Ti, del todo olvidado de mí? ¿Cuándo me concederás estar Tú en mí, y yo en Ti; y permanecer así unidos eternamente?
2. En verdad Tú eres mi amado escogido entre millares, con quien mi alma desea estar todos los días de su vida. Tú eres verdaderamente el autor de mi paz; en Ti esta la suma tranquilidad y el verdadero descanso; fuera de Ti todo es trabajo, dolor y miseria infinita. Verdaderamente eres Tú el Dios escondido que no comunicas a los malos, sino que tu conversación es con los humildes y sencillos. ¡Oh Señor, cuán suave es tu espíritu, pues para manifestar tu dulzura para con tus hijos, te dignaste mantenerlos con el pan suavísimo bajando del cielo! Verdaderamente no hay otra nación tan grande, que tenga dioses que tanto se le acerquen, como Tú, Dios nuestro, te acercas a todos tus fieles, a quienes te das para que te coman y disfruten, y así perciban un continuo consuelo, y levanten su corazón a los cielos.
3. Porque ¿ dónde hay gente alguna tan ilustre como el pueblo cristiano? O ¿que criatura hay debajo del cielo tan amada, como el alma devota, a quien se comunica Dios para apacentarla con su gloriosa carne ? ¡Oh inefable gracia ! ¡Oh maravillosa dignación ! ¡Oh amor sin medida, singularmente reservado para el hombre! Pues ¿qué daré yo al Señor por esta gracia, por esta caridad tan grande ? No hay cosa más agradable que yo le pueda dar, que mi corazón todo entero, para que este unido con el íntimamente. Entonces se alegrarán todas mis entrañas, cuando mi alma estuviere perfectamente unida a Dios. Entonces me dirá. SI Tú quieres estar conmigo, yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor, quedarte conmigo, pues yo quiero de buena gana estar contigo. Este es todo mi deseo: que mi corazón este contigo unido.
Capítulo XIV
Del ansia con que algunos devotos desean el cuerpo de Cristo.
EL ALMA: 1. Oh Señor, ¡cuán grande es la abundancia de tu dulzura, que reservaste para los que te temen! Cuando me acuerdo, Señor, de algunos devotos que se llegan a tu Sacramento con dignísima devoción y afecto, me confundo muchas veces, y me avergüenzo de mí mismo al ver que llego tan tibio y tan frío a tu altar, y a la mesa de la sagrada comunión. Que me quedo tan seco, y sin dulzura de corazón; que no estoy todo encendido delante de Ti, Dios mío, ni tan vehementemente atraído y poseído de amor, como otros muchos devotos, que por el gran deseo de comulgar, y por el amor sensible de su corazón, no pudieron detener las lágrimas. Sino que con la boca del corazón y del cuerpo anhelaban afectuosamente a Ti, Dios mío, fuente viva, no pudiendo templar ni hartar su hambre de otro modo, sino recibiendo tu cuerpo con indecible regocijo y ansia espiritual.
2. ¡Oh verdadera y ardiente fe la suya, prueba manifiesta de tu sagrada presencia en este Sacramento! Estos son verdaderamente los que conocen a su Señor en el partir del pan; pues su corazón arde en ellos tan vivamente, porque Jesús anda en su compañía. Lejos está de mi muchas veces semejante afecto y devoción, tan grande amor y fervor. Buen Jesús, séme propicio, dulce y benigno, y concede a este tu pobre mendigo siquiera alguna vez sentir en la santa Comunión un poco de afecto entrañable de tu amor, para que mi fe se fortalezca, crezca la esperanza en tu bondad, y la caridad una vez perfectamente encendida y experimentada del maná celestial, nunca desfallezca. Poderosa es, pues, tu misericordia para concederme gracia tan deseada, y visitarme clementísimamente con este espíritu de fervor el día que tuvieres por bien. Y aunque no me hallo inflamado del gran deseo de tus especiales devotos, quiero a lo menos con tu gracia tener tan fervoroso deseo; y pido y deseo ser participante de los que tan fervorosamente te aman, y ser contado en su número.
Capítulo XV
Que la devoción se alcanza con la humildad y abnegación de sí mismo.
JESUCRISTO: 1. Debes buscar con diligencia la gracia de la devoción, pedirla con instancia, esperarla con paciencia y confianza, recibirla con gratitud, guardarla con humildad, obrar solícitamente con ella, y dejar a Dios el tiempo y el modo en que se digne visitarte. Te debes humillar en especial cuando sientes interiormente poca o ninguna devoción; mas no te abatas demasiado, ni te entristezcas desordenadamente. Dios da muchas veces en un instante lo que negó largo tiempo. También da algunas veces al fin de la oración lo que dilató desde el principio.
2. Si siempre se nos diese la gracia sin dilación, y a medida de nuestro deseo no podría abrazarla bien el hombre flaco. Por eso la debes esperar con segura confianza y humilde paciencia; y cuando no te es concedida, o te fuere quitada secretamente, echa la culpa a ti mismo y a tus pecados. Algunas veces es bien pequeña cosa la que impide y esconde la gracia, si es que debe llamar poco y no mucho lo que tanto bien estorba. Mas si aquello poco o mucho apartares, y perfectamente vencieres, tendrás lo que suplicaste.
3. Porque luego que te entregares a Dios de todo tu corazón, y no buscares cosa alguna por tu propio gusto, sino que del todo te pusieres en sus manos, te hallarás recogido y sosegado; porque nada te agrada. Cualquiera, pues, que levantarse su intención a Dios con sencillo corazón, y se despojare de todo amor u odio desordenado de cualquier cosa criada, estará muy bien dispuesto para recibir la divina gracia, y se hará digno del don de la devoción. Porque el Señor echa su bendición, donde halla los vasos vacíos. Y cuanto más perfectamente renunciare alguno las cosas bajas, y estuviere muerto a sí mismo por su propio desprecio, tanto más presto viene la gracia, más copiosamente entra, y más alto levanta el corazón ya libre.
4. Entonces verá y abundará, y se maravillará, y se dilatará su corazón; por que la mano del Señor está con él, y él se puso enteramente en sus manos para siempre. De esta manera será bendito el hombre que busca a Dios con todo su corazón, y no ha recibido su alma en vano. Este, cuando recibe la santa Comunión, merece la singular gracia de la unión divina; porque no mira a su propia devoción y consuelo, sino sobre todo a la gloria y honra de Dios .
Capítulo XV
Que la devoción se alcanza con la humildad y abnegación de sí mismo.
JESUCRISTO: 1. Debes buscar con diligencia la gracia de la devoción, pedirla con instancia, esperarla con paciencia y confianza, recibirla con gratitud, guardarla con humildad, obrar solícitamente con ella, y dejar a Dios el tiempo y el modo en que se digne visitarte. Te debes humillar en especial cuando sientes interiormente poca o ninguna devoción; mas no te abatas demasiado, ni te entristezcas desordenadamente. Dios da muchas veces en un instante lo que negó largo tiempo. También da algunas veces al fin de la oración lo que dilató desde el principio.
2. Si siempre se nos diese la gracia sin dilación, y a medida de nuestro deseo no podría abrazarla bien el hombre flaco. Por eso la debes esperar con segura confianza y humilde paciencia; y cuando no te es concedida, o te fuere quitada secretamente, echa la culpa a ti mismo y a tus pecados. Algunas veces es bien pequeña cosa la que impide y esconde la gracia, si es que debe llamar poco y no mucho lo que tanto bien estorba. Mas si aquello poco o mucho apartares, y perfectamente vencieres, tendrás lo que suplicaste.
3. Porque luego que te entregares a Dios de todo tu corazón, y no buscares cosa alguna por tu propio gusto, sino que del todo te pusieres en sus manos, te hallarás recogido y sosegado; porque nada te agrada. Cualquiera, pues, que levantarse su intención a Dios con sencillo corazón, y se despojare de todo amor u odio desordenado de cualquier cosa criada, estará muy bien dispuesto para recibir la divina gracia, y se hará digno del don de la devoción. Porque el Señor echa su bendición, donde halla los vasos vacíos. Y cuanto más perfectamente renunciare alguno las cosas bajas, y estuviere muerto a sí mismo por su propio desprecio, tanto más presto viene la gracia, más copiosamente entra, y más alto levanta el corazón ya libre.

4. Entonces verá y abundará, y se maravillará, y se dilatará su corazón; por que la mano del Señor está con él, y él se puso enteramente en sus manos para siempre. De esta manera será bendito el hombre que busca a Dios con todo su corazón, y no ha recibido su alma en vano. Este, cuando recibe la santa Comunión, merece la singular gracia de la unión divina; porque no mira a su propia devoción y consuelo, sino sobre todo a la gloria y honra de Dios .
CAPITULO XVI
Que debemos manifestar a Cristo nuestras necesidades y pedirle su gracia.
EL ALMA:1. ¡Oh dulcísimo y amantísimo Señor, a quien deseo recibir ahora devotamente! Tú conoces mi flaqueza y la necesidad que padezco, en cuantos males y vicios estoy abismado, cuántas veces me veo agobiado, tentado, turbado y amancillado. A Ti vengo por remedio, a Ti acudo por consuelo y alivio. Hablo a quien todo lo sabe, a quien son manifiestos todos los secretos de mi corazón, y a quien solo me puede consolar y ayudar perfectamente. Tú sabes los bienes que más falta me hacen, y cuán pobre soy en virtudes.
2. Vesme aquí delante de Ti, pobre y desnudo, pidiendo gracia e implorando misericordia. Da de comer a este tu hambriento mendigo, enciende mi frialdad con el fuego de tu amor, alumbra mi ceguedad con la claridad de tu presencia. Conviérteme todo lo terreno en amargura, todo lo pesado y contrario en paciencia, todo lo ínfimo y criado en menosprecio y olvido. Levanta mi corazón a Ti en el cielo, y no me dejes andar vagando por la tierra. Tú solo me seas dulce desde ahora para siempre; pues Tú solo eres mi manjar y bebida, mi amor, mi gozo, mi dulzura y todo mi bien.
3. ¡Oh, si me encendieses todo con tu presencia, y me abrasases y transformases en Ti para ser un espíritu contigo por la gracia de la unión interior y por la efusión de un amor abrasado! No consientas que me separe de Ti ayuno y seco; sino pórtate conmigo piadosamente, como lo has echo muchas veces con tus Santos de un modo admirable. ¡Que extraño sería que yo me abrasase todo en tu amor, sin acordarme de mí, siendo Tú fuego que siempre arde y nunca cesa, amor que limpia los corazones y alumbra el entendimiento!
Capítulo XVII
Del amor fervoroso y vehemente deseo de recibir a Cristo
EL ALMA: 1. Con suma devoción y abrasado amor, con todo el afecto y fervor del corazón, deseo, Señor, recibirte en la comunión, como lo desearon muchos Santos y personas devotas que te agradaron mucho con la santidad de su vida, y tuvieron devoción ardentísima. ¡Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, felicidad interminable! Deseo recibirte con el deseo más vehemente y con la reverencia más digna, cual jamás tuvo ni pudo sentir ninguno de los Santos.
2. Y aunque yo sea indigno de tener aquellos sentimientos devotos, te ofrezco todo el afecto de mi corazón, como si yo solo tuviese todos aquellos inflamados deseos. Y cuanto pueda el alma piadosa concebir y desear. Todo te lo presento y te lo ofrezco con humildísima reverencia, y con entrañable fervor. Nada deseo reservar para mí, sino ofrecerme en sacrificio con todas mis cosas voluntariamente, y con el mayor afecto. Señor, Dios mío, Criador y Redentor mío, con tal afecto, reverencia, honor y alabanza, con tal agradecimiento, dignidad y amor, con tal fe, esperanza y pureza, deseo recibirte hoy, como te recibió y deseo tu Santísima Madre la gloriosa Virgen María, cuando al ángel que le anunció el misterio de la Encarnación respondió humilde y devotamente:He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.
3. Y como el bienaventurado San Juan Bautista, tu precursor, y el mayor de los Santos, cuando aún estaba encerrado en el vientre de su madre, dio saltos de alegría en tu presencia con gozo del Espíritu Santo; y después, viéndote Jesús mío, conversar entre los hombres, con devoto y humildísimo afecto decía: El amigo del esposo, que esta en su presencia y le oye, se regocija mucho al oír la voz del esposo: así deseo yo estar inflamado de grandes y santos deseos y presentarme a Ti con todo el afecto de mi corazón. Por eso te ofrezco y dedico los júbilos de todos los corazones devotos, los vivísimos afectos, los embelesos espirituales, las soberanas iluminaciones, las visiones celestiales, y todas las virtudes y alabanzas con que te han celebrado y pueden celebrar todas las criaturas en el cielo y en la tierra: recíbelo todo por mí y por todos los encomendados a mis oraciones, para que seas por todos dignamente alabado y glorificado para siempre.
4. Recibe, Señor, Dios mío, mis deseos y ansias de darte infinita alabanza y bendición inmensa, los cuales te son justísimamente debidos, según la multitud de tu inefable grandeza. Esto te ofrezco ahora, y deseo ofrecerte cada día y cada momento; y convido y ruego con instancia y afecto; a todos los espíritus celestiales, y a todos tus fieles, que te alaben y te den gracias juntamente conmigo.

5. Alábente todos los pueblos, todas las tribus y lenguas, y engrandezcan tu santo y dulcísimo nombre consumo regocijo e inflamada devoción. Merezcan hallar tu gracia y misericordia todos los que con reverencia y devoción celebran tu altísimo Sacramento, y con entera fe lo reciben; y ruegan a Dios humildemente por, mi, pecador. Y cuando hubieren gozado de la devoción y unión deseada, y se partieren de la mesa celestial muy consolados y maravillosamente recreados, tengan por bien acordarse de este pobre.
Capítulo XVIII
Que el hombre no debe ser curioso en examinar este Sacramento, sino humilde
imitador de Cristo, sometiendo su parecer a la sagrada fe.
JESUCRISTO:1. Guárdate de escudriñar inútil y curiosamente este profundísimo Sacramento, sino te quieres ver anegado en un abismo de dudas. El que es escrudriñador de la majestad, será abrumado de su gloria. Más puede obrar Dios, que lo que el hombre puede entender. Pero no se prohíbe el devoto y humilde deseo de alcanzar la verdad a aquellos que siempre están prontos a ser enseñados, y caminar según las santas doctrinas de los Santos Padres.
2. Bienaventurada la sencillez que dejando los ásperos caminos de las cuestiones, va por la senda llana y segura de los mandamientos de Dios. Muchos perdieron la devoción, queriendo escudriñar las cosas sublimes. Fe se te pide y vida sencilla, no elevación de entendimiento ni profundidad de los misterios de Dios. Si no entiendes y comprendes las cosas más triviales, ¿cómo entenderás las que están sobre la esfera de tu alcance? Sujétate a Dios, y humilla tu juicio a la fe, y se te dará la luz de la ciencia, según tu fuere útil y necesaria.
3. Algunos son gravemente tentados contra la fe en este Sacramento; más esto no se de imputar a ellos, sino al enemigo. No tengas cuidado, no disputes con tus pensamientos, embriagándolos ni respondas a las dudas que el diablo te sugiere; sino cree en las palabras de Dios, cree a sus Santos y a sus Profetas, y huirá de ti el malvado enemigo. Muchas veces es muy conveniente al siervo de Dios el padecer estas tentaciones. Pues no tienta el demonio a los infieles y pecadores a quienes ya tiene seguros; sino que tienta y atormenta de diversas maneras a los fieles y devotos.
4. Acércate, pues, con una fe firme y sencilla, y llégate al Sacramento con suma reverencia; y todo lo que no puedes entender, encomiéndalo con seguridad al Dios todopoderoso. Dios no te engaña; el que engaña es el que se cree a sí mismo demasiadamente. Dios anda con los sencillos, se descubre a los humildes, y da entendimiento a los pequeños, alumbra a las almas puras, y esconde su gracia a los curiosos y soberbios. La razón humana es flaca, y puede engañarse; mas la fe verdadera no puede ser engañada.

5. Toda razón y discurso natural debe seguir a la fe, y no ir delante de ella ni quebrantarla. Porque la fe y el amor muestran aquí mucho su excelencia, y obran secretamente en este santísimo y sobreexcelentísimo Sacramento. El Dios eterno, inmenso y de poder infinito, hace cosas grandes e inescrutables en el cielo y en la tierra; y sus obras admirables se ocultan a toda investigación. Si tales fuesen las obras de Dios, que fácilmente se pudiesen comprender por la razón humana, no se dirían inefables ni maravillosas.

F I N

Para la Gloria de Cristo Jesús, Señor Nuestro; ahora y siempre. Amén.