26 septiembre, 2013

Santos Cosme y Damián


Oh, Santos Cosme y Damián, vosotros,
sois los hijos del Dios de la vida y sus 
amados santos, dedicados siempre 
a curar y recetar sin cobro alguno 
a los desposeídos y pobres, el tiempo 
todo, tanto que, de vosotros decían:
“los no cobradores”. Y, en medio 
de aquella tarea noble, el precioso 
legado de Cristo compartíais. Gemelos
hermanos, amados y queridos erais 
en vuestro tiempo, tanto que, cuando 
dañaros quisieron, así lo hicieron 
y os echaron a la mar, pero, una 
ola gigante, los sacó sanos y salvos.
Y, cuando, vivos quisieron quemaros,
las llamas no os tocaron. De rabia 
entonces los impíos, os cortaron 
la cabeza. Y, solo así, con vuestras 
santas vidas terminaron, convirtiéndoos 
para alegría del cielo, en mártires. 
Así, vuestras almas, al cielo volaron 
para coronadas ser, con justicia, con 
gloria y eternidad, como premio 
a vuestra entrega de fe y de amor,
oh, Santos Cosme y Damián, “luces”.

© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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26 de Septiembre
San Cosme y San Damián
Mártires
Siglo III
Quiera Dios enviarnos muchos médicos generosos que, a imitación de Cosme y Damián, se dediquen a recetar gratuitamente a los pobres, y a aprovechar su ascendiente para propagar la santa religión de Jesucristo. Qué hermoso fuera que hubiera muchos médicos así.
“Lo que habéis recibido gratis, dadlo también gratuitamente” (Jesucristo Mt. 10, 8).
Cosme significa “adornado, bien presentado”. Damián: domador. Estos dos santos han sido (junto con San Lucas) los patronos de los médicos católicos. En oriente los llaman “los no cobradores”, porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.
Eran hermanos gemelos y nacieron en Arabia, en el siglo tercero. Se dedicaron a la medicina y llegaron a ser muy afamados médicos. Pero tenían la especialidad de que a los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio.
Las gentes los querían muchísimo y en muchos pueblos eran considerados como unos verdaderos benefactores de los pobres. Y ellos aprovechaban su gran popularidad para ir extendiendo la religión de Jesucristo por todos los sitios donde llegaban. Lisias, el gobernador de Cilicia, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.
Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosos curaciones. El emperador Justiniano de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Con sus ministros se fue personalmente a la tumba de los dos santos a darles las gracias.
En Constantinopla levantaron dos grandes templos en honor de estos dos famosos mártires y en Roma les construyeron una basílica con bellos mosaicos.