17 agosto, 2011

San Roque


Oh, San Roque, vos sois el hijo
del Dios de la vida; el mismo,
que hicisteis honor al significado
de vuestro nombre: “fuerte como
roca” y que, el cuerpo despreciando
y desprendido de vuestras posesiones,
las entregasteis al servicio de los
pobres, enfermos y desposeídos del
tiempo vuestro y con la Señal de
la Santa Cruz, hecha por vos, en la
frente de aquellos hermanos nuestros,
su sanación lograbais. Hasta hoy
vuestro recuerdo perdura, y sois
representado, con vuestro bastón y
sombrero de peregrino, señalando
con la mano una de vuestras llagas
y con vuestro perro al lado, dando os
el pan; pan, que repartisteis en amor
entre los hombres de aquél tiempo y
de hoy, ganándoos así, corona de luz,
que jamás nunca, dejará su brillo;
oh, San Roque, “santo y enfermero”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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17 de agosto
San Roque
Enfermero
Año 1378

Que San Roque bendito nos libre de enfermedades, epidemias y contagios del cuerpo y del alma. Amén.
Roque significa: “Fuerte como roca”. Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas.

San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios. Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: “Ahí va el santo”.

Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba.

Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades.

Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron. Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.

Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos.

Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.