10 julio, 2025

San Cristóbal, Mártir

 San Cristóbal, Patrono de Viajeros, Conductores y Transportistas

  

¡Oh! San Cristóbal, vos sois el hijo del Dios
de la Vida su mártir, amado santo y gran figura
brillante en la historia del cristianismo de
Oriente y Occidente. Vuestra historia más que
leyenda, conocida es en Occidente pues vos,
portasteis sobre vuestros hombros a un niño
reluciente al que vos, no conocíais y nunca
habíais visto, a través de un río caudaloso
el que atravesabais una y otra vez, de un lado
al otro, llevando gente que no era capaz de
vencer la fuerza de las aguas. A vos, os
resultaba más fácil cruzar dada la fuerza y
altura que poseíais. Pero, aquel niño que os
solicitó ayuda, antes de desaparecer, os reveló
secretamente que era Cristo, a quien vos,
intentabais ayudar ayudando a otros. Por ello
se entiende mejor porque a vos, os llamaban
“Christophoros”, que en griego quiere decir
“portador de Cristo”. Por ello, os representan con
el niño Jesús sobre vuestros hombros y llevando 
un bastón con hojas. En la baja Edad Media se
popularizó la creencia de que bastaba mirar
vuestra imagen para que cualquier viajero se
librara del peligro durante su travesía. Y,
claro, no por nada sois patrón de peregrinos,
viajeros, motoristas y transportistas en general.
Erais vos, un hombre corpulento, de gran estatura
que servisteis como soldado del Imperio Romano
y que, con vuestra alma caritativa ayudabais
a los cristianos cautivos. A vos os bautizaron en
Antioquía y de allí os dirigisteis predicar a
Licia y Samos, donde os tomaron como prisionero
por el rey Dagón, por órdenes del infeliz Decio,
donde vos, os resististeis a abdicar de vuestra
fe, aunque fuerais torturado, y terminasteis
siendo degollado. ¡Y maravilla de maravillas!
Siria, y el rey Dagón se convirtieron a Cristo
gracias a vos, “Christophoros”, portador de Cristo.
Hoy, vuestra alma brilla en la mansión del Señor
y vuestros criminales en las tinieblas del averno;
¡Oh! San
Cristóbal "vivo portador del Dios Vivo".    
 
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Julio
San Cristóbal
Mártir

San Cristóbal de Licia es una figura muy importante en la historia del cristianismo de Oriente y Occidente; y aunque las dificultades para conocerlo y entender su papel histórico son reales, se sabe con bastante certeza que vivió durante el gobierno de Decio, tercer emperador romano, alrededor del año 250 de la era cristiana.

Su famosa leyenda, que es conocida sobre todo en Occidente y que podría haberse inspirado tanto en historias reales de mártires cristianos como en algún personaje de la mitología griega, cuenta que Cristóbal portó sobre sus hombros a un chico, al que no conocía, a través del río caudaloso que atravesaba una y otra vez, de un lado al otro, llevando gente que no era capaz de vencer la fuerza de las aguas. A Cristóbal le resultaba más fácil cruzar dada la fuerza y altura que poseía. Aquel niño desconocido que le solicitó ayuda, antes de desaparecer, le reveló que era Cristo, a quien él intentaba ayudar ayudando a otros.

Precisamente, al considerar esta historia, uno puede comprender mejor el porqué de su nombre “Christophoros”, que en griego quiere decir “portador de Cristo”. Desde el siglo IV San Cristóbal fue representado con el niño Jesús sobre sus hombros y llevando un bastón con hojas.

En la baja Edad Media se popularizó la creencia de que bastaba mirar su imagen para que cualquier viajero se librara del peligro durante su travesía; y es que a Cristobal se le considera patrón de peregrinos, viajeros, motoristas y transportistas en general.

La tradición conserva la idea de que fue un hombre corpulento, de gran estatura que probablemente se desempeñó como soldado del Imperio Romano; también se dice que tenía un alma caritativa y trataba de ayudar a los cristianos cautivos.

La tradición señala, además, que San Cristóbal fue bautizado en Antioquía y de allí se dirigió a predicar a Licia y Samos. En esa ciudad fue tomado prisionero por el rey Dagón, por órdenes del emperador Decio, y tras resistirse a abdicar de su fe aunque fuese torturado, se ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo gracias a este Santo.

San Cristóbal es un santo muy popular; lo es en tal medida que poetas modernos como Federico García Lorca y Antonio Machado lo han cantado con inspirados versos. Su estatua, generalmente colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, en España.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-san-cristobal-patrono-de-los-transportistas-57266)

 

09 julio, 2025

Santa Paulina, Fundadora de la Congregación de las Hnas de la Inmaculada Concepción

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09 de julio
Santa Paulina
Fundadora de la Congregación de las Hnas de la Inmaculada Concepción 
 
Cada 9 de julio se celebra a Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción; santa nacida en Italia pero que emigró a Brasil, en cuyas tierras se santificó ayudando a los más necesitados.
 
Inmigrante
 
Amábile Lucia Visintainer nació en Trento (Italia) el 16 de diciembre de 1865. Sus padres, Napoleón y Ana, fueron don cristianos muy devotos quienes, sumidos en la miseria, decidieron emigrar a América en busca de mejores condiciones de vida. El destino elegido fue Brasil, país al que llegaron en 1875. Los Visintainer se establecieron en el estado de Santa Catarina, donde se integraron a una comunidad italiana llamada Nova Trento.
 
Al poco tiempo de su llegada, Amábile conoció a Virginia Rosa Nicoldi, quien llegaría a ser su gran amiga. Ambas compartían un amor muy grande por Cristo y solían juntarse para rezar juntas. Incluso hicieron la primera comunión en la misma ceremonia, cuando las dos habían cumplido los 12 años.
 
Al servicio del que sufre
 
Durante su adolescencia, Amábile comenzó a participar del apostolado parroquial brindando catequesis a los niños, cuidando a los enfermos y ancianos del pueblo, limpiando el templo todas las semanas. Amábile se consagró en cuerpo y alma a estas labores que, casi sin darse cuenta, fueron perfilando poco a poco su futura vocación a la vida religiosa.
 
Con el permiso de su padre, la santa construyó una cabaña en un terreno donado por un noble europeo, residente del lugar. Allí acudía a rezar, recibía a los enfermos y enseñaba a los niños. La primera paciente que recibió en aquel lugar fue una mujer que sufría un cáncer terminal y que estaba completamente abandonada.
 
Las Hermanas de la Inmaculada Concepción
 
El 12 de julio de 1890 se produjo, al amparo del Espíritu Santo, la fundación de la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, la primera congregación femenina fundada en Brasil. La nueva comunidad empezaba su existencia sostenida casi exclusivamente por la labor que Amábile y Virginia hacían en la pequeña cabaña.
 
Las dos amigas, a las que se les sumó una tercera joven, hicieron sus votos religiosos ese mismo año. Amábile cambió su nombre por “Paulina del Corazón Agonizante de Jesús” y fue nombrada superiora “ad vitam” (de por vida).
 
El apostolado de las hermanas atrajo muchas vocaciones. A sus obras de caridad, se sumó la apertura de una pequeña industria de seda con la que pretendían sortear las dificultades económicas.
 
Esclava de los esclavos
 
En 1903 Paulina fue invitada por el obispo a residir en São Paulo. Allí se estableció en el barrio de Ipiranga donde fundó “la Sagrada Familia”, institución dedicada a acoger a los ex esclavos y a sus hijos. En 1918 la iglesia brasileña le concedió un reconocimiento por su labor, entrega y ejemplo vocacional.
 
Enfermedad y muerte
 
Hacia 1938 la Madre Paulina empezó a sentirse indispuesta y fue diagnosticada de diabetes. Ese año empezó su calvario. Le fue amputado el brazo derecho y fue perdiendo la vista paulatinamente hasta quedar ciega.
 
La Madre Paulina murió el 9 de julio de 1942. Fue beatificada en 1991 por el Papa San Juan Pablo II durante su visita a Brasil y él mismo la canonizó en el año 2002. Santa Paulina es la primera santa de Brasil.(ACI prensa).

08 julio, 2025

Beato Papa, Eugenio III

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08 de julio
Beato Papa Eugenio III
Defensor de la cristiandad
 
Cada 8 de julio, la Iglesia Católica recuerda al Beato Papa Eugenio III, a quien San Antonio de Padua describió como "uno de los Pontífices más grandes y que más sufrieron". Su nombre de pila fue Bernardo Paganelli Montemagno, y nació en el desaparecido reino de Pisa (Italia) alrededor del año 1088.
 
Papa monje, monje Papa
 
Sobre los primeros años de vida de Bernardo -futuro Eugenio III- no hay mucha información. Sin embargo, se sabe con certeza que hacia el año 1106, con unos 18 o 19 años de edad, empezó a desempeñarse como canónigo del cabildo catedralicio de Pisa. A partir de 1115 aparece registrado como subdiácono de la catedral.
 
En algún momento entre 1134 y 1137, fue ordenado sacerdote por el Papa Inocencio II, quien residía en Pisa por aquel entonces. Influenciado por la figura de San Bernardo de Claraval, se hizo miembro de la Orden del Císter, en 1138, cuando bordeaba ya los 50 años de edad. Posteriormente se trasladó a la célebre abadía cisterciense de Clairvaux (Claraval), en Francia.
 
Convertido en monje, tomó el nombre de su abad o superior, ‘Bernardo’, manteniendo así su nombre de pila. Cuando el Papa Inocencio II pidió que algunos cistercienses fuesen a vivir a Roma, San Bernardo envió a su homónimo como jefe de la comitiva. El grupo de cistercienses se estableció en el monasterio de San Anastasio (Tre Fontane) en la localidad de Scandriglia.
 
Años después, a la muerte del Papa Lucio II en 1145, los cardenales eligieron como sucesor a Bernardo, quien seguía siendo abad de San Anastasio y era reconocido por su rectitud y fortaleza. El nuevo pontífice sería consagrado en la abadía de Farfa, tomando el nombre de Eugenio III. De esta manera, Bernardo, quien había renunciado al mundo para hacerse monje, terminaba erigido como el Papa número 167 de la Iglesia Católica, primer cisterciense en ocupar la Sede de Pedro. Se dice que siempre Eugenio III continuó vistiendo el hábito de su orden mientras ejerció el pontificado, hasta el día de su muerte.
 
En defensa de la cristiandad
 
En enero de 1147, Eugenio III aceptó gustoso la invitación que le hizo el rey Luis VII para que fuese a convocar una segunda cruzada a Francia. El monarca francés necesitaba el respaldo pontificio para recuperar la ciudad de Edessa (Turquía), erigida como bastión cristiano en Mesopotamia después de la primera cruzada. Como se sabe esta nueva cruzada, convocada por el Papa Eugenio, terminó en un sonado fracaso.
 
El Papa permanecería en territorio francés hasta que el clamor popular por la derrota le hizo imposible permanecer más tiempo en el país. Mientras duró su estancia, Eugenio III presidió los sínodos de París y Tréveris (Alemania), así como el Concilio de Reims (Renania, Alemania), que se ocuparon principalmente de fortalecer la enseñanza de la Iglesia contra las herejías del momento. En Reims, por ejemplo, San Bernardo de Claraval tuvo una participación especial en defensa de la doctrina trinitaria, puesta una vez más en cuestión por Gilberto Porretano (1070-1154), teólogo escolástico, quien tuvo que retractarse de sus afirmaciones.
 
Eugenio III, por un lado, impulsó la renovación de la curia y el episcopado con el propósito de responder a los requerimientos de los seglares que veían en sus autoridades eclesiales un claro antitestimonio cristiano; por otro, promovió la renovación de la vida religiosa, que pasaba también por una profunda crisis. Paralelamente hizo cuanto pudo por reorganizar las principales escuelas de filosofía y teología.
 
Un mundo en crisis
 
La naturaleza del mundo medieval es compleja y no puede ser entendida sin romper muchos de los paradigmas contemporáneos, esos con los que los hombres de hoy suelen acercarse a la historia en general. Parte de las dificultades que los medievales enfrentaron tuvo que ver con la separación de fueros. El ámbito espiritual y el ámbito temporal se entrecruzaron innumerables veces, produciendo grandes tensiones, cuando no, simples y directos enfrentamientos a causa de intereses particulares o luchas por el poder.
 
El saldo de la mayoría de los procesos históricos más importantes de aquel periodo no siempre estuvo de acuerdo a los principios que brotan del Evangelio, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Por eso, los Papas que gobernaron cumplieron un papel importantísimo allí donde fue necesario corregir cosas o tomar decisiones en pos de la unidad del mundo cristiano. Ese fue el contexto que le tocó vivir al Papa Eugenio, y en él intentó hacer lo correcto.
 
Autoridad espiritual
 
En mayo de 1148 el Pontífice volvió a Italia y excomulgó a Arnoldo de Brescia -sacerdote con pretensiones reformadoras, pero contagiado de las posiciones erróneas de su maestro, el controvertido filósofo Pedro Abelardo-. Brescia había encabezado un movimiento cismático.
 
Ya el Papa Eugenio había combatido en diversas oportunidades distintos intentos por abolir la jerarquía eclesial y construir una iglesia de “puros” -de “no contaminados” con los evidentes errores o pecados de los miembros del clero-. El Papa Eugenio, además, tuvo que aliviar numerosas tensiones políticas, generadas por las luchas de poder entre las cabezas de los reinos de Italia, las que solo amainaban cuando los poderosos coincidían en la animadversión a la autoridad papal, tanto espiritual como temporal.
 
San Bernardo, consciente de la dureza de las batallas que el Papa libraba, dedicó al Sumo Pontífice su tratado ascético De Consideratione, donde afirmaba que el Papa tenía como principal deber atender los asuntos espirituales y que no debía dejarse distraer demasiado por asuntos que corresponden a otros fueros.
 
Eugenio III, quien partió de Roma en el verano de 1150, permaneció dos años y medio en la Campania, procurando obtener el apoyo político del emperador Conrado III y de su sucesor, Federico Barbarroja. Ciertamente, el Papa había excomulgado al cismático Brescia, pero este contaba con la protección de los germanos. En esto, como en el tema de la autonomía de los Estados Pontificios, la intención del Papa fue siempre la de mantener la unidad de Europa en torno a la cristiandad.
 
Eugenio III murió en Roma el 8 de julio de 1153. Su culto fue aprobado el 3 de octubre de 1872, tras ser declarado beato por el Papa Pio IX.(ACI prensa).

07 julio, 2025

Beata Maria Romero

 

07 Julio
Beata Maria Romero

Cada 7 de julio la Iglesia conmemora a la Beata María Romero Meneses, religiosa salesiana nicaragüense, quien dedicó su vida al servicio de los pobres y desposeídos. Sor María fue beatificada a inicios del milenio por el Papa San Juan Pablo II y es, por el momento, la segunda mujer originaria de Centroamérica en recibir tal dignidad. Hoy, su proceso de canonización continúa en curso.

Sor María vivió 75 años, de los cuales cuarenta y seis fueron dedicados al servicio de Nuestro Señor, presente en los que sufren. Y es que Sor María fue capaz de encontrar en el prójimo el rostro de Cristo mismo cuando se hallaba sumido en su hora más difícil.

Promoción de la persona, promoción de la paz

La vida de la Beata María Romero está llena de ejemplos sencillos de cómo poner en práctica la caridad, de esos capaces de iluminar la manera como nosotros católicos debemos comprometernos en las causas sociales, es decir, anunciando a Jesús, siempre cercano, siempre presente.

En ese sentido, Sor María trabajó esperanzada en hacer de este mundo -tantas veces injusto- un lugar mejor, ‘un adelanto’ del Reino de Dios. Para eso -y ella lo sabía muy bien- no es necesaria ni la violencia ni avivar heridas o acrecentar rupturas, como tampoco son necesarios los discursos grandilocuentes, ni las arengas estrepitosas. Ella fue la prueba fehaciente de que es la sencillez evangélica el camino más seguro para conseguir el objetivo.

Vocación de servicio a la sociedad

Sor María Romero Meneses nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero de 1902. Fue hija de un político muy reconocido de su país, don Félix Romero Arana, quien se desempeñó como ministro de Hacienda en el gobierno del presidente José Santos Zelaya. Su madre fue de origen español, doña Ana Meneses Blandón, mujer de profunda devoción y sensibilidad social.

En 1910 llegaron a Nicaragua las Hijas de María Auxiliadora (FMA), misioneras salesianas, congregación que conquistaría el corazón de una joven María Romero, quien se vincularía a ellas para siempre. Gracias a las hermanas, María sintoniza inmediatamente con la figura del gran apóstol de la juventud, Don Bosco, en cuya obra encuentra la un modelo y y una realización de los ideales más profundos de su corazón.

Nicaragua y Costa Rica unidas

En 1921 la joven recibió el hábito religioso -hizo el noviciado en la República de El Salvador- y pasó a llamarse Sor María Romero. Sus votos perpetuos los realizó en 1929. Un año y medio después (1931) fue enviada a Costa Rica. Allí sirvió como asistente en los consultorios médicos de la congregación, trabajó en internados de jóvenes y en la Asociación de Ayuda a los Necesitados. Esta última estaba integrada por familias que alguna vez vivieron en condiciones infrahumanas y que después, liberadas de tal situación, se dedicaban a ayudar a otras familias en mayor necesidad.

Además, Sor María se encargaba de la capacitación de las jóvenes y señoras en estado de abandono, a quienes instruía en las labores domésticas -cocina, costura y otros oficios- y así pudieran conseguir un trabajo que contribuya al sustento de sus familias. También ofrecía, a precios simbólicos o de forma gratuita, prendas de vestir nuevas y usadas que ella misma recolectaba; y repartía canastas con alimentos básicos.

Por otro lado, su vitalidad contagiosa y la solidez de sus emprendimientos apostólicos favorecieron la formación de círculos de donantes -empresarios, familias pudientes- para solventar su extensa obra. Mientras tanto, se organizaban grupos de voluntarias a quienes Sor María llamaba cariñosamente “misioneritas”. Fue así que se concretaron obras de la magnitud de la ‘Casa de la Virgen’ en San José.

Sin lugar a duda, los años en Costa Rica produjeron frutos abundantes. Dios le concedió también la bendición de ver cómo la labor social que realizaba muchas veces recaía en sus compatriotas nicaragüenses, quienes conformaban la comunidad migrante más grande del país y el porcentaje mayoritario entre los pobres. Sor María siempre vivió preocupada por ellos.

“Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21)

El ideal de la beata fue siempre amar profundamente a Jesús y a la Virgen María, y su alegría mayor, acercar la verdad del Evangelio a los niños, los pobres, los que sufren, los marginados, y a todos aquellos a quienes Dios ama con pasión. Su recompensa: ser testigo del retorno de la paz entre sectores de la sociedad que se hallaban enfrentados, así como de la vuelta de la fe a muchas almas habitualmente consideradas perdidas.

El milagro

Sor María Romero falleció el 7 de julio de 1977 de un infarto al miocardio, durante un periodo de descanso.

En el año 2002 fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II, tras comprobarse el milagro de la niña costarricense María Solís. Estando aún en el vientre de su madre, a la pequeña María se le realizaron una serie de estudios que apuntaban a un diagnóstico negativo. Los médicos concluyeron que nacería con labio leporino y otras múltiples deformaciones. Gracias a las oraciones ofrecidas por la madre de la niña a la Beata María Romero, la pequeña María Solis nació completamente sana.(ACI prensa).

06 julio, 2025

Domingo 14 (C) del tiempo ordinario

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Domingo 07 de julio
Domingo 14 (C) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Lc 10,1-12.17-20): En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
 
»Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo».
 
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
 
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«¡Poneos en camino!» Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)
 
Hoy, nos fijamos en algunos que, entre la multitud, han procurado acercarse a Jesucristo, que está hablando mientras contempla los campos rebosantes de espigas: «La mies es mucha, pero los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). De repente, fija su mirada en ellos y va señalando a unos cuantos, uno a uno: tú, y tú, y tú. Hasta setenta y dos...
Asombrados, le oyen decir que vayan, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde Él irá. Quizá alguno habrá respondido: —Pero, Señor, ¡si yo sólo he venido para oírte, porque es tan bello lo que dices!
 
El Señor les pone en guardia contra los peligros que les acecharán. «¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». Y utilizando imágenes de costumbre en las parábolas, añade: «No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,3-4). Interpretando el lenguaje expresivo de Jesús: —Dejad de lado medios humanos. Yo os envío y esto basta. Aun sintiéndoos lejos, seguís cerca, yo os acompaño.
 
A diferencia de los Doce, llamados por el Señor para que permanezcan junto a Él, los setenta y dos regresarán luego a sus familias y a su trabajo. Y vivirán allí lo que habían descubierto junto a Jesús: dar testimonio, cada uno en su sitio, simplemente ayudando a quienes nos rodean a que se acerquen a Jesucristo.
 
La aventura acaba bien: «Los setenta y dos volvieron muy contentos» (Lc 10,17). Sentados en torno a Jesucristo, le debieron contar las experiencias de aquel par de días en que descubrieron la belleza de ser testigos.
 
Al considerar hoy aquel lejano episodio, vemos que no es puro recuerdo histórico. Nos damos por aludidos: podemos sentirnos junto al Cristo presente en la Iglesia y adorarle en la Eucaristía. Y el Papa Francisco nos anima a «llevar a Jesucristo al hombre, y conducirlo al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre».
 
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«Os envío» Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Terrassa, Barcelona, España)
 
Hoy, la Iglesia contempla como, además de los Doce, había numerosos discípulos que seguían al Señor y habían sido llamados por Él. De entre todos aquellos discípulos, Jesucristo elige setenta y dos para una misión concreta. Les exige —lo mismo que a los Apóstoles— total desprendimiento y abandono completo en la Providencia divina.
 
El Concilio Vaticano II, en el Decreto Apostolicam actuositatem, nos recuerda que desde el Bautismo cada cristiano es llamado por Cristo a cumplir una misión. La Iglesia, en nombre del Señor, «ruega encarecidamente a todos los laicos que respondan gustosamente, con generosidad y prontitud de ánimo, a la voz de Cristo que en esta hora los invita con mayor insistencia, y a los impulsos del Espíritu Santo. Sientan los jóvenes que esa llamada va dirigida a ellos de modo particular; recíbanla con entusiasmo y magnanimidad. Es el propio Señor el que invita de nuevo a todos los laicos, por medio de este santo Concilio, a que se le unan cada día más íntimamente y a que, sintiendo como propias sus cosas, se asocien a su misión salvadora; de nuevo los envía a todas las ciudades y lugares a donde Él ha de ir, para que, con las diversas formas y maneras del único apostolado de la Iglesia que deberán adaptar constantemente a las nuevas necesidades de los tiempos, se le ofrezcan como cooperadores, abundando sinceramente en la obra del Señor y sabiendo que su trabajo no es inútil delante de Él» (n.33).
 
Cristo quiere inculcar a sus discípulos la audacia apostólica; por eso dice «os envío». Y san Juan Crisóstomo comenta: «Esto basta para daros ánimo, esto basta para que tengáis confianza y no temáis a los que os atacan». La audacia de los Apóstoles y de los discípulos venía de esta segura confianza de haber sido enviados por el mismo Dios. Actuaban, como explicó con firmeza el mismo Pedro al Sanedrín, en nombre de Jesucristo Nazareno, «pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el que hayamos de ser salvados» (Hch 4,12)
 
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y el del prójimo; y entre menos de dos no puede haber caridad» (San Gregorio Magno)
 
«San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por los frutos de la misión. Ojalá que este evangelio despierte en todos los bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo» (Benedicto XVI)
 
«(…) Los Doce y los otros discípulos participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte. Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 765)(evangelio net).

04 julio, 2025

Santa Isabel de Portugal Reina, madre de familia y pacificadora

 Santa Isabel de Portugal - Instituto Hesed

¡Oh¡, Santa Isabel de Portugal, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, reina, madre de familia, y su amada santa que os
disteis ingenio para hacer de “pacificadora” y a vuestro
nombre que significa: “Promesa de Dios” lo cubristeis de fama.
Persuadisteis a través de una carta a vuestro esposo, cuando
vuestro hijo, medir quiso las armas con él, escribiendo así:
“Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su
hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen
contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo, haré que
primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de
mi hijo, antes que ellos disparen contra los seguidores
de su padre”. Y, a vuestro hijo le dijisteis: “Por Santa
María la Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre.
Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos
y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas,
arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo
arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las
tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean
atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes
gravísimos con tu padre como hijo y como súbdito con el rey”.
Y, así lograsteis vuestro cometido una y otra vez. Vuestro
esposo murió arrepentido por su mal accionar, y entonces
vos, os dedicasteis a socorrer pobres, auxiliar enfermos,
ayudar a religiosos, rezar y meditar. Pero, un día supisteis
que entre vuestro hijo Alfonso de Portugal y vuestro nieto,
el rey de Castilla, había estallado la guerra. Y, vos,
anciana ya, emprendisteis un largo viaje para lograr la paz
que amabais desde siempre. Pero, por el camino sentisteis
que os llegaba la muerte y os hicisteis llevar a un convento
de hermanas Clarisas, y allí, invocando a la Madre de Dios,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega increíble de amor
y paz. Abogada infalible para sembrar la paz y el amor
en cuanto territorio de guerras haya en el orbe de la tierra;
¡oh!, Santa Isabel de Portugal, “vivo Amor y Paz del Dios Vivo”.



 © 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Julio
Santa Isabel de Portugal
Reina, madre de familia y pacificadora
Año 1336


Isabel significa “Promesa de Dios” (Isab = promesa. El = Dios). Nació en 1270. Era hija del rey Pedro III de Aragón, nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron este nombre en honor de su tía abuela Santa Isabel de Hungría.


Santa Isabel tuvo la dicha que su familia se esmerara extremadamente en formarla lo mejor posible en su niñez. Desde muy niña tenía una notable inclinación hacia la piedad, y un gusto especial por imitar los buenos ejemplos que leía en las vidas de los santos o que observaba en las vidas de las personas buenas. En su casa le enseñaron que si quería en verdad agradar a Dios debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos y esforzarse por evitar todo aquello que la pudiera inclinar hacia el pecado.


Le repetían la frase antigua: “tanta mayor libertad de espíritu tendrás, cuanto menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas”. Sus educadores le enseñaron que una mortificación muy formativa es acostumbrarse a no comer nada entre horas (o sea entre comida y comida), y soportar con paciencia que no se cumplan los propios deseos, y esmerarse cada día por no amargarle ni complicarle la vida a los demás. Dicen sus biógrafos que la formidable santidad que demostró más tarde se debe en gran parte a la esmerada educación que ella recibió en su niñez.


A los 15 años ya sus padres la habían casado con el rey de Portugal, Dionisio. Este hombre admiraba las cualidades de tan buena esposa, pero él por su parte tenía un genio violento y era bastante infiel en su matrimonio, llevaba una vida nada santa y bastante escandalosa, lo cual era una continua causa de sufrimientos para la joven reina, quien soportara todo con la más exquisita bondad y heroica paciencia.

El rey no era ningún santo, pero dejaba a Isabel plena libertad para dedicarse a la piedad y a obras de caridad. Ella se levantaba de madrugada y leía cada día seis salmos de la Santa Biblia. Luego asistía devotamente a la Santa Misa; enseguida se dedicaba a dirigir las labores del numeroso personal del palacio. En horas libres se reunía con otras damas a coser y bordar y fabricar vestidos para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos y a socorrer cuanto necesitado encontraba.


Hizo construir albergues para indigentes, forasteros y peregrinos. En la capital fundó un hospital para pobres, un colegio gratuito para niñas, una casa para mujeres arrepentidas y un hospicio para niños abandonados. Conseguía ayudas para construir puentes en sitios peligrosos y repartía con gran generosidad toda clase de ayudas. Visitaba enfermos, conseguía médicos para los que no tenían con qué pagar la consulta; hacía construir conventos para religiosos, a las muchachas muy pobres les costeaba lo necesario para que pudieran entrar al convento, si así lo deseaban. Tenía guardada una linda corona de oro y unos adornos muy bellos y un hermoso vestido de bodas, que prestaba a las muchachas más pobres, para que pudieran lucir bien hermosas el día de su matrimonio.


Su marido el rey Dionisio era un buen gobernante pero vicioso y escandaloso. Ella rezaba por él, ofrecía sacrificios por su conversión y se esforzaba por convencerlo con palabras bondadosas para que cambiara su conducta. Llegó hasta el extremo de educarle los hijos naturales que él tenía con otras mujeres. Tuvo dos hijos: Alfonso, que será rey de Portugal, sucesor de su padre, y Constancia (futura reina de Castilla). Pero Alfonso dio muestras desde muy joven de poseer un carácter violento y rebelde. Y en parte, esta rebeldía se debía a las preferencias que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil en su país y se declaró contra su propio padre. Isabel trabajó hasta lo increíble, con su bondad, su amabilidad y su extraordinaria capacidad de sacrificio y su poder de convicción, hasta que obtuvo que el hijo y el papá hicieran las paces. Lo grave era que los partidos políticos hacían todo lo más posible para poder enemistar al rey Dionisio y su hijo Alfonso.


Algunas veces cuando los ejércitos de su esposo y de su hijo se preparaban para combatirse, ella vestida de sencilla campesina atravesaba los campos y se iba hacia donde estaban los guerreros y de rodillas ante el esposo o el hijo les hacía jurarse perdón y obtenía la paz.


Son impresionantes las cartas que se conservan de esta reina pacificadora. Escribe a su esposo: “Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes que ellos disparen contra los seguidores de su padre”. Al hijo le escribe: “Por Santa María la Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo y como súbdito con el rey”. Y conseguía la paz una y otra vez.


Su esposo murió muy arrepentido, y entonces Isabel dedicó el resto de su vida a socorrer pobres, auxiliar enfermos, ayudar a religiosos y rezar y meditar. Pero un día supo que entre su hijo Alfonso de Portugal y su nieto, el rey de Castilla, había estallado la guerra. Anciana y achacosa como estaba, emprendió un larguísimo viaje con calores horrendos y caminos peligrosos, para lograr la paz entre los dos contendores. Y este viaje fue mortal para ella. Sintió que le llegaba la muerte y se hizo llevar a un convento de hermanas Clarisas, y allí, invocando a la Virgen María murió santamente el 4 de julio del año 1336.


Dios bendijo su sepulcro con varios milagros y el Sumo Pontífice la declaró santa en 1626. Es abogada para los territorios y países donde hay guerras civiles, guerrillas y falta de paz. Que Santa Isabel ruegue por nuestros países y nos consiga la paz que tanto necesitamos.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Isabel_de_Portugal.htm)

03 julio, 2025

Santo Tomás Apóstol, Patrono de jueces, arquitectos y teólogos

Santo Tomás Apóstol 

¡Oh!, Santo Tomás, Apóstol, vos, sois el hijo del Dios de
la Vida, su amado Apóstol y santo. Vos, evangelizabais Persia   
y entregasteis vuestra santa alma como mártir en la India.  
Os recordamos tres veces en el evangelio: La primera, cuando Jesús 
 se dirige por última vez a Jerusalén, para ser atormentado y luego
morir. Entonces vos, intervenís, según refiere San Juan:
“Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también
nosotros y muramos con Él”. Demostrando con ello, vuestro
admirable valor. Alguien dijo, que vos, no solo demostrasteis
“una fe esperanzada, sino una desesperación leal”. O sea jamás
abandonar a Jesús. La segunda, en la Última Cena, cuando
Jesús os dijo a todos vosotros apóstoles: “A donde Yo voy,
ya sabéis el camino”. Y, vos, muy triste le respondisteis:
“Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?” Mostrabais así vuestra sinceridad para con Él,
para entender aquello que les estaba diciendo. Y, Jesús
os dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va
al Padre sino por mí”. “Yo voy para allá, síganme, que yo
soy el Camino para llegar con toda seguridad”. Y, la vez
tercera: Dice San Juan “En la primera aparición de Jesús
resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los
discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Y, vos les
contestasteis: “si no veo en sus manos los agujeros de los
clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos,
 y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré”.
Y, ocho días después estaban los discípulos reunidos y vos,
con ellos. Se presentó Jesús y os dijo: “Acerca tu dedo:
aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida
de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Y, vos,
contestasteis: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús os dijo:
“Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen
sin ver”. Luego os fuisteis a propagar el evangelio, hasta
morir martirizado por proclamar vuestra fe en Jesucristo
resucitado. Y, así, creyendo en el Dios de la Vida, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como un justo premio a vuestra entrega increíble de amor.
¡Santo Patrono de teólogos, jueces y arquitectos de la tierra!
¡Oh!, Santo Tomás: “vivo amor y fe: ¡Señor Mío y Dios Mío!”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Julio
Santo Tomás

Apóstol

Cada 3 julio la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santo Tomás Apóstol, el sencillo pescador de Galilea a quien Jesús llamó a ser su discípulo. Quizá su incredulidad inicial, acaecida frente a los testimonios que hablaban de la Resurrección del Señor, ha quedado subrayada en exceso, un poco en detrimento de su posterior acto de fe cuando reconoció la divinidad de Jesús con firmeza y claridad. A él debemos, precisamente, aquellas hermosas palabras tomadas del Evangelio y que repetimos en cada misa, de rodillas, frente a Dios Eucaristía: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 28) -reconocimiento de la presencia real de Cristo en el altar-.

El apóstol Tomás pronunció esas palabras a ocho días de la resurrección de Cristo, cuando este se apareció nuevamente a sus discípulos. Jesús dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Mt 28, 27).

Incredulidad y decepción, luego la fe fortalecida

El Evangelio de San Juan da cuenta de la incredulidad de Santo Tomás. Los discípulos le habían dicho: «Hemos visto al Señor», sin embargo, Tomás, que no estuvo con ellos cuando el Maestro apareció, no creyó y dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20, 25).

Entonces, «… se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros». Luego le dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20, 27). Tomás respondió: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 28).

La actitud inicial de Tomás refleja las dudas que probablemente le agobiaban el alma, incluso quizás hasta un sentimiento de decepción que lo atormentaba. Él había puesto su confianza en Jesús y había permanecido a su lado por mucho tiempo, y de pronto todo se mostraba confuso, oscuro, incierto. Tomás había creído en el amigo y confiaba en Él, pero tras la muerte de este, andaba desorientado.

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Por eso Jesús, en su bondad, le da la oportunidad de redimirse y él aceptará la invitación. Sus palabras finales -como hemos visto- saldan la cuenta. Tomás, con la ayuda del Espíritu, logra vencer su falta de fe: “Señor Mío y Dios Mío”. Ahora el apóstol está seguro de que es el mismo Jesús quien tiene enfrente y que es el Dios verdadero. Tomás se ha convertido así en el primero de los apóstoles en reconocer plenamente la divinidad de Cristo resucitado.

El hombre de rodillas frente a la divinidad

Tiempo atrás hubo un momento entre Tomás y Jesús de características similares, y que vale la pena recordar hoy, en este contexto: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”, dijo Jesús revelando su naturaleza. El Maestro se expresó así a propósito de una pregunta hecha por Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (Jn 14, 5).

Una vez que los Apóstoles fueron enviados por el Espíritu Santo a predicar la Buena Noticia a todas las naciones, Tomás se dirigió a Persia y sus alrededores, así como a Etiopía e India, donde la tradición da cuenta del final de su vida, sometido al martirio.

El cinto de la Virgen María

Al santo se le atribuye haber recibido el cinto de la Santísima Virgen María, con el que es a veces representado artísticamente. De acuerdo a una antigua tradición, Tomás tampoco creyó en la Asunción de la Virgen María, e hizo abrir la tumba donde algunos decían que se hallaba el cuerpo de la Virgen. Esa misma tradición señala que Tomás se encontró solo con las abundantes flores que llenaban la fosa y que la Madre de Dios, desde el cielo, se desató el cinturón y lo dejó caer en las manos del apóstol.

Santo Tomás es considerado patrono de los arquitectos, constructores, jueces, teólogos y de las ciudades de Prato, Parma y Urbino en Italia.

“El Señor sabe por qué hace las cosas”

El día de la fiesta de Santo Tomás de 2013, el Papa Francisco hizo una reflexión sobre el apóstol Tomás, y recordó a los fieles que “el Señor sabe por qué hace las cosas. A cada uno de nosotros le da el tiempo que él piensa que es mejor para nosotros. A Tomás le ha concedido una semana. Jesús se presenta con sus llagas: todo su cuerpo estaba limpio, hermoso, lleno de luz, pero las llagas estaban y están todavía, y cuando el Señor vendrá, al final del mundo, nos enseñará sus llagas (…)”.

“Tomás, para creer, quería meter sus dedos en las llagas: era un testarudo. Pero el Señor quiso precisamente un testarudo para hacernos comprender algo más grande. Tomás vio al Señor, que le invitó a meter el dedo en la herida de los clavos, a poner su mano en el costado y no dijo: es verdad: el Señor ha resucitado. ¡No! Fue más allá. Dijo: ¡Dios! Es el primer discípulo que confiesa la divinidad de Cristo después de la resurrección, y que adora propiamente» (Papa Francisco). (ACI prensa).