¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de Jesús;
¿Quién más sino Vos, para llevar ese Santísimo
Nombre? ¡Nadie, más que Vos! ¡Maravilloso Nombre!
Vuestro Amadísimo Padre, os lo dio, para vivo
y sempiterno recuerdo de todas las bendiciones que
recibimos de Vos, a cada nada, pues él, nos ayuda
en nuestras corporales necesidades, gracias
a Vuestra promesa: “En mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes
en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien”. Y, vuestros Apóstoles así, lo hicieron dando
fuerza a los lisiados, vida a los muertos, consuelo
en las aflicciones espirituales y recordándole al justo
el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero
de Dios. También Vuestro Santísimo Nombre, nos protege
de Satanás y de sus engaños, pues él teme Vuestro
Nombre: ¡Jesús!, porque lo vencisteis en la Cruz.
Además, con Vuestro Nombre obtenemos toda bendición
y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Vos, mismo
dijisteis: “lo que pidáis al Padre, os lo dará en
mi nombre”. Y, la Iglesia, todas sus plegarias las
concluye, así: “Por Jesucristo Nuestro Señor”. ¡Amén!
¡Bendito sea el Santísimo Nombre de “Jesús”. ¡Aleluya!
¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de “Jesús”.
© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús. “Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”, decía San Bernardino de Siena.
El nombre “Jesús” es la forma latina del griego “Iesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua” o “Joshua”, o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh es salvación”.
La aparición de la veneración al Santísimo Nombre de Jesús se remite a las celebraciones litúrgicas del siglo XIV. San Bernardino de Siena, en el siglo XV, junto a sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús, y un siglo después, hacia 1530, el Papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la autorización para la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.
En su tiempo, San Bernardino solía llevar una tablilla que mostraba la Eucaristía con rayos saliendo de ella en la que se podía ver el monograma “IHS”, abreviación del Nombre de Jesús en griego (ιησουσ). Más adelante, la tradición devocional le añade un nuevo sentido a dicho monograma, convirtiéndolo en un “cristograma”: “I” por “Iesus” (Jesús); “H” por Hominum (de los hombres); “S” por “Salvator” (Salvador). Es decir IHS quiere decir “Jesús, Salvador de los hombres”. Nuevos sentidos se añadirán posteriormente.
San Ignacio de Loyola y los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús.
El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
- Brinda ayuda en las necesidades corporales, según la promesa de Cristo: “En mi nombre agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc. 16,17-18). En el Nombre de Jesús, los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).
- Da consuelo en las pruebas espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el “padre del hijo pródigo” y el buen samaritano; al justo le recuerda el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
- Nos protege de Satanás y sus artimañas, ya que el diablo le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.
- En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: “lo que pidan al Padre se los dará en mi nombre.” (Jn. 16,23). Por lo tanto, la Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: “Por Jesucristo Nuestro Señor”, etc. Así se cumple la palabra de San Pablo: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos.” (Flp. 2,10).
- (https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-el-dia-del-santisimo-nombre-de-jesus-86549)