Oh; Santa Isabel de Hungría; vos, sois la hija del Dios
de la vida, y su amada santa. Aquella mujer, que,
habiendo vestido de realeza, renunciar preferisteis
a todos vuestros honores y bienes materiales, y votos
de pobreza hacer, a imitación de Cristo, de Francisco
y Clara de Asís, consagrándoos al servicio de los más
pobres y débiles, como humilde, santa y fervorosa
sierva franciscana. “¿Jesús en la Cruz despojado de todo
y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos
lujosos?”. Dijisteis, aquella vez que entrasteis en el Templo
y nunca más vestisteis de lujo, para entrar al Templo
de Dios. Poco antes de morir, un hermano lego os suplicó
interceder por su brazo roto, y él os dijo: “¿Señora,
Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué
ahora está tan hermosamente vestida?”. Y vos, contestasteis
sonriente: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para
la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado” Y, el
hombre, quedó sano. Hoy, vos, estáis coronada de luz,
como Justo premio a vuestra entrega de fe y de amor.
Os rogamos pues, que, en mérito de vuestra santa vida,
Intercedáis ante Jesús, Dios y Señor Nuestro, para que
colme nuestro mundo de santas mujeres, que sirvan al Dios
Trino, Señor de la vida y de la luz, en los pobres, en los débiles,
en los menesterosos y en los descreídos todo el tiempo;de la vida, y su amada santa. Aquella mujer, que,
habiendo vestido de realeza, renunciar preferisteis
a todos vuestros honores y bienes materiales, y votos
de pobreza hacer, a imitación de Cristo, de Francisco
y Clara de Asís, consagrándoos al servicio de los más
pobres y débiles, como humilde, santa y fervorosa
sierva franciscana. “¿Jesús en la Cruz despojado de todo
y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos
lujosos?”. Dijisteis, aquella vez que entrasteis en el Templo
y nunca más vestisteis de lujo, para entrar al Templo
de Dios. Poco antes de morir, un hermano lego os suplicó
interceder por su brazo roto, y él os dijo: “¿Señora,
Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué
ahora está tan hermosamente vestida?”. Y vos, contestasteis
sonriente: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para
la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado” Y, el
hombre, quedó sano. Hoy, vos, estáis coronada de luz,
como Justo premio a vuestra entrega de fe y de amor.
Os rogamos pues, que, en mérito de vuestra santa vida,
Intercedáis ante Jesús, Dios y Señor Nuestro, para que
colme nuestro mundo de santas mujeres, que sirvan al Dios
Trino, Señor de la vida y de la luz, en los pobres, en los débiles,
Oh; Santa Isabel de Hungría, “Patrona de los pobres y débiles”.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría
Viuda
(1207- 1231)
“Que el Señor nos conceda como a su buena Isabel, el don de un gran
desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los más
necesitados.”
SU VIDA
Isabel,
a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe
Luis VI de Turingia, el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente
que ella llegó a exclamar un día: “Dios mío, si a mi esposo lo amo
tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?”. Su esposo aceptaba de buen modo
las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto
encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: “Cuanto más demos
nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros”.
Cuando
apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado,
murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al oír la
noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias
ofertas de matrimonio y se decidió entonces a vivir en la pobreza y dedicarse
al servicio de los más pobres y desamparados.
El
sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres
hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a
900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero
confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.
Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de
Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda,
y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias
necesitadas.
Un
Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los
altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos
hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco
de Asís, y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió
sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela
burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24
años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado.
Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía
como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al
hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles
medicinas a los enfermos.
Tenía
un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba
duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto
temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?”
Un
día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos
lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: “¿Jesús en la Cruz
despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos
lujosos?”. Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.
Una
vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en
dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba
ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a
regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino
un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros
actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.
El pueblo la llamaba “la mamacita buena”.
Uno
sacerdotes de aquella época escribió: “Afirmo delante de Dios que raramente he
visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de
contemplación tan elevada”. Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en
su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de
sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos
brillaban como luces muy resplandecientes.
El
mismo emperador Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan amada de Dios,
iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche
oscura”.
Cuando
apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la
eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud
tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases
sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería
a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de
Hungría, la patrona de los pobres.
El
mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo
en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a
parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo:
“¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan
hermosamente vestida?”. Y ella sonriente le dijo: “Es que voy para la gloria.
Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”. El
paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue
completa e instantánea.
Dos
días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje
cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al
corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló
por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro
quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.
Estos
milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando
apenas habían pasado cuatro años de su muerte. Santa Isabel de Hungría es
patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
Una Historia
No
faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los
caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. El margrave Luis,
quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de
sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.
-
Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.
Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía,
como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente
la detuvo y la preguntó con dureza:
-
¿Qué llevas en la falda?
-
Nada…, son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que
estaba en pleno invierno-.
Y,
al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba,
porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.
ORACIÓN
Oh
Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles; y por las súplicas
gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y
gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.