29 noviembre, 2014

El padre Eugenio quería descubrir la estafa y entonces...

 

El padre Eugenio quería descubrir la estafa

“La Reina de la Paz insiste en que debemos rezar. Así, después de haberla negado por no haber creído en sus apariciones, intenté remediarlo dando vida a San Pablo, una nueva realidad de consagrados en la oración.”

Padre Eugenio La Barbera, milanés trasladado a Brasil, donde fundó una comunidad religiosa que se inspira en Medjugorje, y se puede apreciar en el nombre: Regina Pacis. Esta comunidad fue aprobada por el obispo en 1995 y en 2005 construyó un monasterio sui juris.

Hay que decir que el padre Eugenio, excelente teólogo, fue a Herzegovina en 1987 “para desmontar el engaño de Herzegovina”, del que había prohibido que hablasen sus feligreses.

La noche de su llegada, dos peregrinos “entre los más devotos”, le pidieron que les acompañara a un Vía Crucis en el Krizevac. El padre Eugenio no estaba muy de acuerdo porque era medianoche y llovía! “Acepté pero me propuse agotarlos a base de ¡meditaciones de rodillas!”.

Sin embargo, durante el ascenso tuvo que revisar su plan porque algo inexplicable lo asustó muchísimo: “Diluviaba; mis compañeros estaban calados, el terreno era un barrizal y yo estaba totalmente seco”.

Decidió continuar, con paso decidido, de estación en estación hacia la cima, donde el fenómeno adquiría límites más evidentes: “Ahora había dejado de llover en el lugar que ocupábamos nosotros tres, y sobre nuestras cabezas se veía el cielo estrellado”.

El sacerdote trató de contenerse pero estaba desconcertado y decidió lanzar un reto: “Gospa (Señora en croata)”, le dijo desde lo profundo del corazón: “yo no creo que Tú te aparezcas, pero si estás aquí quiero que sepas que soy un buen sacerdote!”. Y relacionando una lista de mis méritos le hice algunas peticiones particulares”.

Al día siguiente, cuando subí de nuevo al Krizevac, se me acercó un señor de mediana edad al que no había visto nunca… “Me dice: la Virgen confirma que eres un buen sacerdote, pero que no puedes contrarrestar la fe del pueblo de Dios hacia Ella, como has hecho en tu parroquia”; y continuó respondiendo a mis reflexiones nocturnas.

KrizevakAntes de despedirse añadió: “La Gospa te dará una señal de su presencia”. El buen padre se quedó sin palabras, descartando la hipótesis de haber caído en manos de un agente comunista.

Antes de marcharse subió al Krizevac por tercera vez, al frente de un grupo de peregrinos que se habían dirigido a él por encontrarse sin sacerdote. El llanto estrepitoso de un joven molestó al grupo que rezaba el Vía Crucis y nuestro sacerdote se molestó bastante con las continuas interrupciones; hasta que al finalizar aquel chico vino a nuestro encuentro.

“Padre, disculpe mi comportamiento de antes; sin embargo ahora le necesito sin falta”. Viendo la mirada interrogante del religioso añadió: “La Virgen me ha hecho ver la historia de mi vida y al final me ha dicho: “tus pecados han sido limpiados por tu arrepentimiento, pero necesitas el perdón sacramental de la Iglesia; ve a confesarte con el padre Eugenio”.

El buen sacerdote, evidentemente no podía disimular su sorpresa, por lo que el joven sintió que debía precisar: “He escuchado realmente una voz clara y diferente”.

Después de la absolución el confesor se dio cuenta de que el chico era drogadicto –“sus brazos estaban llenos de pinchazos”– y, preocupado, le aconsejó que fuera sin falta al médico. Pero el joven le interrumpió y entonces con el rostro radiante le dijo: “Padre, ¿todavía no lo ha entendido? Usted me ha confesado y me ha curado. ¡Yo soy el signo que la Gospa le prometió!”

Fuente: Medjugorje tutti i giorni

Traducción del italiano a cargo del equipo de:
 

San Saturnino de Tolosa

 

Oh, San Saturnino; vos, sois el hijo del Dios de la vida y  
su amado santo. Vos, pastoreasteis a vuestra cristiana mies, 
y con ella, os negasteis a incienso quemar a los falsos dioses,
sufriendo cruel martirio. Grande fue, vuestro amor a Cristo, 
tanto que, vuestro martirio culto se hizo en el interior 
de las Galias, en la ribera mediterránea y pasó también 
de los Pirineos, hacia España, donde los peregrinos, veneran
vuestras reliquias. Dice de vos, el Martirologio Romano: 
“En Tolosa, en tiempo de Decio, San Saturnino, obispo, fue 
detenido por los paganos en el Capitolio de esta villa y
arrojado desde lo alto de las gradas. Así, rota su cabeza, 
esparcido el cerebro, magullado el cuerpo, entregó su digna
alma a Cristo”. Y, en otra versión dice que, atado fuisteis 
con cuerdas a un toro que estaba dispuesto a ser sacrificado
y que, os arrastró, hasta muerto dejaros y destrozado. Pero,
dos cristianas valientes, vuestro cuerpo recogieron y os  
enterraron de la ruta cerca de Aquitania. Así, con valor y  
presteza sublimes, os despojasteis de esta vida, alcanzando
la gloria de vuestro Maestro, Cristo Jesús, Dios y Señor  
Nuestro, quien os coronó, de luz y gloria eterna, como
justo premio a vuestra entrega total e increíble de amor;
oh, San Saturnino, “fidelidad con el Dios de la vida y la luz”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Noviembre
San Saturnino de Tolosa
Obispo y Mártir

La ciudad de Toulouse, en el Languedoc francés, muestra con orgullo su magnífica e impresionante catedral —joya del románico— de Saint-Sernin. Tiene cinco naves, vasto crucero y un coro deambulatorio con capillas radiadas.


San Saturnino —nuestro conocido y tantas veces cantado Sanserenín de las canciones y juegos infantiles— fue el primer obispo de esta parte de la Iglesia.


No se conoce nada anterior a su muerte. Todo lo que nos ha llegado es producto del deseo de ejemplarizar rellenando con la imaginación y la fantasía lo que la historia no es capaz de decir. A partir de unos relatos probables se suman otros y otros más que lo van adornando como descendiente de familia romana — el nombre es diminutivo del dios romano Saturno— culta, adinerada, noble e incluso regia hasta llegar a las afirmaciones de Cesareo de Arlés que, nada respetuoso con la cronología, lo presenta candorosamente como oriundo de Oriente, uno más de los discípulos del Señor, bautizado por Juan Bautista, presente en la última Cena y en Pentecostés. Ciertamente es el comienzo de la literatura legendaria.


Lo que consta es que la figura está enmarcada en el siglo III, en tiempos de la dominación romana, después de haberse publicado, en el año 250, los edictos persecutorios de Decio, cuando la zona geográfica de Tolosa cuenta con una pequeña comunidad cristiana pastoreada por el obispo Saturnino que por no caer en idolatría, quemando incienso a los dioses, sufre el martirio de una manera suficientemente cruel para que el hecho trascienda los límites locales y la figura del mártir comience a recibir culto en el interior de las Galias, en la ribera mediterránea y pase también los Pirineos hacia España.


En tiempos posteriores, facilita la extensión de esta devoción el hecho de que el reino visigodo se prolongue hasta España lo que conlleva el transporte de datos culturales; también el peregrinaje desde toda Europa a la tumba el Apóstol Santiago en Compostela hace que los andariegos regresen expandiendo hacia el continente la devoción saturniniana, al ser Tolosa un punto de referencia clásico en las peregrinaciones, y con ello los peregrinos entran en contacto con las reliquias del mártir.


El martirologio romano hace su relación escueta en estos términos: “En Tolosa, en tiempo de Decio, San Saturnino, obispo, fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta villa y arrojado desde lo alto de las gradas. Así, rota su cabeza, esparcido el cerebro, magullado el cuerpo, entregó su digna alma a Cristo”.


Los relatos siguientes lo presentan atado con cuerdas a un toro que estaba dispuesto para ser sacrificado y que lo arrastra hasta dejarlo muerto y destrozado. Dos valientes cristianas —Les Saintes-Puelles— recogen su cuerpo y lo entierran cerca de la ruta de Aquitania.


El obispo Hilario hizo construir sobre la tumba de su antecesor una pequeña basílica que reformó san Exuperio en el siglo V y que destruyeron los sarracenos en el 711. Edificada lentamente durante el siglo XI, la consagró el papa Urbano II el año 1096 para que, en el 1258, el obispo Raimundo de Falgar depositara en su coro los restos de san Saturnino.