31 enero, 2010

San Juan Bosco


Oh, San Juan Bosco; vos sois el
hijo del Dios de la vida, su mimado
saltimbanqui y prestidigitador, que
chiquillos recogías de la calle y que
os seguían, cual bandada de palomas a
los oratorios de San Francisco de Sales,
que, en honor suyo, así los llamasteis.
Fundasteis la Congregación de los
Salesianos y Salesianas y considerado
sois, como educador de los modernos
tiempos. Ora, erais periodista; ora,
predicador; ora, confesor; escritor
y sobre todo propagador de la fe y la
devoción a María Auxiliadora. Vuestro
educativo sistema: “educar jugando y
aprender gozando”, de luz, resultados
dio. Todos os seguían, como abejas, al
eterno y dulcísimo panal de la vida y
con tamaña obra, partisteis a la Casa
del Padre, para recibir corona de luz,
que no marchita. Patrono del cine, de
las escuelas de artes y oficios, de los
ilusionistas del orbe, como vos mismo;
santo de la juventud, santo de los
obreros, santo de la alegría y el santo
de Nuestra Señora, María Auxiliadora;
oh, San Juan Bosco, amor por los niños.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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31 de Enero

San Juan Bosco
FUNDADOR
(1815 -† 1888)

Como dice Pío XI en la bula de canonización, muy difícil es bosquejar en pocas líneas esta figura gigantesca. Nació en Becchi (Casteinovo de Asti – Italia), el 16 de agosto de 1815, y el mismo día fue regenerado con el agua bautismal. A los dos años quedó huérfano de padre, que se llamaba Francisco. Afortunadamente su madre, Margarita Occhiena, inteligente y santa mujer, supo educar a sus dos hijos José y Juan y al hijastro Antonio como mejor no se podía pedir. Modelo de madres, su vida merece ser conocida, difundida e imitada.

Desde la más tierna infancia Juan manifestaba gran despejo de inteligencia, apego a su propio juicio, tenacidad en sus propósitos, tendencia al dominio sobre los demás, ternura de corazón, desprendimiento y generosidad. Margarita supo cultivar lo bueno y cercenar lo malo de todas estas inclinaciones. Ante todo, fomentó en sus hijos la piedad, una piedad varonil y profundamente sentida, franca y abiertamente practicada. “Dios nos ve; Dios está en todas partes; Dios es nuestro Padre, nuestro Redentor y nuestro Juez, que de todo nos tomará cuenta, que castigará a los que desobedecen sus leyes y mandatos y premiará con largueza infinita a los que le aman y obedecen. Debemos acostumbrarnos a vivir siempre en la presencia de Dios, puesto que Él está presente en todo”.

Les enseñó a amar e invocar a la Virgen Santísima y al ángel de la guarda, y a apreciar debidamente el tesoro del tiempo.

Pronto se desarrolló en Juanito la sagrada fiebre del apostolado. Ya a los siete años reunía a sus compañeros para enseñarles a rezar, repetirles lo que ola en las pláticas y lo que su santa madre le enseñaba, pacificarlos en sus riñas y disensiones, corregirlos cuando hablaban o procedían mal, jugar con ellos y entretenerlos “para ayudarlos a hacerse buenos”.

Juan Bosco es uno de los hombres que más han “soñado”, es decir, que Dios le manifestaba en sueños su voluntad y le decía muchas cosas, como a José, el hijo de Jacob, que precisamente por sus sueños llegó a ser virrey de Egipto; como al profeta Daniel; como al mismo patriarca San José. A los nueve años tuvo el primero de sus “grandes sueños”. Bajo la alegoría de una turba de animales feroces que se truecan en corderos y algunos en pastores, se le indica su misión en el mundo: educar la juventud, trocar, mediante la instrucción religiosa, cívica, intelectual y moral, a los díscolos en buenos y perfeccionar a los buenos. Es el mismo Jesús quien se la asigna, y para que pueda desempeñarla, le da por madre y maestra a la Virgen Auxiliadora. Para cumplirla, desea hacerse sacerdote.

Pero ¡cuántas dificultades le salen al paso!: pobreza, oposición de su hermanastro, burlas, muerte de su principal bienhechor… Mas de todas triunfa con la constancia y la confianza en Dios.

Aunque deseara ardientemente hacer la primera comunión, sólo a los diez años – y eso tan sólo en atención a su gran preparación – se le concede. En esa ocasión hizo propósitos que fueron norma de toda su vida.

Antes de poder estudiar regularmente, y durante sus primeros estudios, para ayudar a pagarse la pensión tuvo que servir como mozo en granjas y en cafés, trabajar de sastre, de zapatero, de carpintero y herrero, de repostero y sacristán, como que tenía que fundar y dirigir prácticamente escuelas profesionales y agrícolas. En todas partes seguía ejerciendo el apostolado. Entre sus compañeros fundó la “Sociedad de la Alegría” y una especie de academia artístico – literaria, Y para atraer a los catecismos a chicos y mayores se hizo hábil titiritero, atleta e ilusionista. Dotado de una magnífica voz y de un oído finísimo, cantaba y tocaba armonio, piano, violín y algunos otros instrumentos. Poseyendo una memoria prodigiosa y una inteligencia comprensiva, además de las asignaturas de los cursos filosóficos y teológicos, estudió a fondo las literaturas italiana, griega, latina y hebrea, y llegó a hablar el francés y el alemán lo suficiente para entender y hacerse entender. Todo esto era una providencial preparación para cumplir debidamente la misión asignada por Jesús, desde el primer sueño. Estos seguían jalonando su vida, a medida que se iba acercando el tiempo de ponerla en ejecución.

Mientras estudiaba el segundo año de teología hizo pacto con su compañero Luis Comollo de que el primero que muriera vendría, permitiéndolo Dios, a darle al otro noticia de la otra vida. Murió Comollo y la misma noche se presentó en el dormitorio con tremendo aparato, para decir al amigo, oyéndolo todos, que estaba salvo. De la impresión muchos enfermaron, entre ellos el mismo Juan, quien dice en sus memorias que “esos pactos no se deben hacer, porque la pobre naturaleza no puede resistir impunemente esas manifestaciones sobrenaturales”.

Ordenado sacerdote en 1841, por consejo de su director San José Cafasso, siguió en el Convictorio Eclesiástico de Turín los tres cursos de perfeccionamiento de la teología moral y pastoral, y al mismo tiempo estudiaba las condiciones sociales de la ciudad, del campo y del tiempo en que vivía. Ejerciendo el ministerio en cárceles y hospitales, y reparando en lo, que sucedía en las calles y plazas, en los talleres industriales y en las construcciones, le llamó la atención el número enorme de chicos que, abandonados de los padres, o huérfanos, vagabundeaban, con evidente peligro de perversión y constituyendo una amenaza social: y decidió remediarlo en cuanto pudiera. Así concibió la idea de los “oratorios festivos” y diarios. Pronto la Providencia le deparó la ocasión de empezar. En la iglesia de San Francisco de Asís – el santo del amor universal – estaba revistiéndose para celebrar la santa misa, cuando entró, curioseando, un chico de quince años, albañil de oficio, y pueblerino. El sacristán le dijo que ayudara la misa y como no sabia, lo riñó y golpeó. Don Bosco tomó su defensa y, terminada la misa, se entretuvo consolándolo y haciéndole las preguntas que convenían a su intento. Ignoraba hasta el padrenuestro y el avemaría, lo invitó a arrodillarse con el ante un cuadro de la Virgen, y rezaron con inmenso fervor el avemaría. Y, acto seguido, le dio la primera clase de catecismo. Le invitó para el domingo siguiente. Y el chico cumplió, trayendo otros compañeros. La obra de los oratorios festivos habla nacido y con ella toda la grandiosa obra salesiana. Aquella oración a la Virgen le dio gracia y fecundidad.

Al salir del Convictorio se le ofrecieron halagadores empleos en la diócesis. Mas como no sentía atractivo hacia ninguno de ellos, consultó con su santo director San José Cafasso. Este le consiguió la dirección del “refugio”, obra para niñas, de la piadosa marquesa Julieta Colber de Barolo y allí, a su vera, pudo desarrollar su Oratorio. Como éste crecía sin cesar y a la señora marquesa le molestaba la algazara de los chicos, lo puso en opción o de abandonar a los chicos o de, dejar el refugio. Dejó el refugio. Y… se encontró en la calle, con una grande obra entre manos, sin un céntimo, por añadidura. En sueños, la Virgen le conforto, Y algunos medios le vinieron. El Oratorio tuvo una vida trashumante: una plaza, un cementerio abandonado, unos prados. Pero hasta de éstos tuvo que emigrar. Fue la única vez que sus chicos le vieron triste y llorar. Mientras paseaba lleno de amargura por un extremo del prado, llama su atención hacia otro prado vecino un resplandor: ve una grande iglesia y alrededor de su cúpula este letrero de luz y oro: Hic domus mea; inde gloria mea: (“aquí mi casa; de aquí saldrá mi gloria”). Por la noche, otro sueño más detallado le dejó entrever el porvenir y hasta la fundación de una nueva congregación religiosa adaptada a las necesidades de los nuevos tiempos.

Pudo comprar el prado. Su dueño, el señor Pinardi, le dio facilidades. La providencia le mandó bienhechores y cooperadores. Edificó una casa y una capillita.

Pero aún estaba solo. Propuso a su madre fuera a acompañarlo. Y aquella santa mujer, que aun en su pobreza vivía como una reina con su hijo José y sus nietecitos, lo abandonó todo, y fuese a Turín a compartir con su hijo sacerdote la pobreza y las penalidades, pero también la gloria y las satisfacciones de un apostolado original y fecundísimo. Diez años vivió allí, siendo la madre de tantos huérfanos, viendo la proliferación de aquella obra que se consolidó en unas escuelas de externos e internos y dio origen a varios otros oratorios base de nuevas obras, hasta el 25 de noviembre de 1856, día en que el Señor se la llevó para premiarle sus sacrificios y la caridad ejercidos por su amor. Algún tiempo después se apareció a Juan y le dejó entrever una ráfaga de las delicias del cielo.

El Santo levantó una iglesia para sus niños, dedicándola a San Francisco de Sales. Las visiones o sueños le daban a entender que debía fundar una congregación religiosa que, aplicando sus métodos, educara a las juventudes, especialmente a los obreros, y tratara de armonizar las clases sociales, y que los socios tendría que formárselos entresacándolos de los mismos niños que él educaba. Así nació la sociedad salesiana, cuyos primeros socios profesaron en 1859 y que fue definitivamente aprobada en 1868.

En 1865 puso la primera piedra del santuario de María Auxiliadora, y en 1867 la última. A fuerza de milagros la Virgen se había edificado su casa. El santuario – basílica es uno de los cuatro o cinco en que se manifiesta más claro y poderoso el influjo de la Virgen. Con el santuario nació la “Archicofradía de María Auxiliadora”.

En 1872 fundó la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, con reglas similares a las de los salesianos. También se fundó la Asociación de Antiguos Alumnos. En 1875 fue aprobada por la Santa Sede la “Pía Unión de los Cooperadores Salesianos” o Tercera Orden Salesiana. Por órgano le dio El Boletín Salesiano.

La actividad del Santo se desplegaba en todos los campos del apostolado católico. La prensa le debe multitud de publicaciones fijas y periódicas: hojas volantes, libros de texto y de. propaganda, colecciones de clásicos italianos, latinos, griegos, biblioteca de la juventud, biblioteca de dramas, comedias, cantos, romanzas, zarzuelas, música religiosa. Entre los talleres de sus escuelas profesionales nunca falta la imprenta. Hasta fundó una fábrica de papel, la primera que funcionó en Piamonte. Don Bosco es también un gran escritor. Presta a la Iglesia grandes servicios como diplomático oficioso.

Las dos congregaciones y la Tercera Orden crecieron fabulosamente. Tuvieron casas en todas partes. En 1875 inauguró las misiones, cuya primera expedición destinó a la evangelización de las tribus de la Patagonia y Tierra del Fuego, en Argentina y Chile.

“Lo sobrenatural se había hecho natural en él”, según frase de Pío XI. Leía en las conciencias, predecía el futuro, con la bendición de María Auxiliadora, toda clase de enfermedades, resucitó tres muertos. Sobre todo en sus últimos años, las multitudes lo seguían pidiéndole la bendición. Triunfales fueron sus visitas a París y Barcelona. En sus últimos años edificó la iglesia de San Juan Evangelista, en Turín, y la basílica del Sagrado Corazón, en Roma.

Aunque de fibra robustísima, el Señor le purificó con frecuentes enfermedades y molestias que no lograron debilitar su celo ni aminorar su espíritu de trabajo. En efecto, Don Bosco “es uno de los hombres que más han trabajado en el mundo”, como es “uno de los que más han amado a los niños”. Y dejó a los suyos el trabajo y la piedad como lema.

Murió en Turín el 31 de enero de 1888. San Pío X lo declaró venerable en 1907; Pío XI, que le había tratado personalmente, lo beatificó en 1929 y lo canonizó solemnemente el día de Pascua de Resurrección, 1 de abril de 1934. Es el patrono del cine, de las escuelas de artes y oficios, de los ilusionistas…

Rodolfo Fierro, S, D. B.
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(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/01/01-31_JUAN_BOSCO.htm)

30 enero, 2010

San Fulgencio de Ruspe


Oh, San Fulgencio de Ruspe;
vos sois el hijo del Dios de la
vida, y aquél que materiales
bienes administrabais con gran
inteligencia; hasta el día aquél,
en que lo hicisteis con los “bienes
espirituales” de mejor forma.
Grabado se os quedó aquél Salmo
que dice: “No envidies a los que
se dedican a obrar mal, porque
ellos se secarán pronto como la
hierba. Dedícate a hacer el bien
y a confiar en el Señor, y Él te
dará lo que pide tu corazón” y
Dios, os escuchó y os lo dio. En
vuestro destierro, os dedicasteis a
combatir contra los arrianos herejes
Imitador fiel del gran San Agustín,
gran Sabio y gran Santo, partisteis
a la Casa del Padre, para recibir
corona de luz, que brilla como vos;
oh, San Fulgencio; “el brillante”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de Enero

San Fulgencio de Ruspe
Obispo
Año 533

Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468. Fulgencio significa: resplandeciente, brillante. Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.

Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: “No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón”. Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.

A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: “Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?”. Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.

Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materiales, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.

El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: “Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?”.

Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.

Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.

Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.

Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: “No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar”. Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.

La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.

San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: “No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante”.

Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: “Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna”.

Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Fulgencio.htm)

San Pedro Nolasco


Oh, San Pedro Nolasco; vos sois
el hijo del Dios de la vida, y aquél
hombre del Dios eterno, que de
corazón, y en presencia de Nuestra
Señora de Monserrat , pensasteis
que sacaríais de vivir en el mundo
y vuestro corazón os dijo “nada”,
y entonces, decidisteis por la vida
de Jesús y, dándoos de lleno a Él,
vuestra comunidad de “Mercedarios”
fundasteis, que en el tiempo vuestro,
de las manos del oprobio a cientos
de cristianos sufrientes rescatasteis.
Y conforme escrito estaba, desde
antes que vos existieses, os despojasteis
de toda vuestra riqueza, dándola en
rescate, por los hermanos esclavos.
El día, antes de partir a la eternidad
El Salmo setenta y seis recitasteis:
“Vos, oh Dios, maravillas haciendo,
mostrasteis vuestro poder a los pueblos
y con vuestro brazo rescatasteis a los
que estaban cautivos y esclavizados”,
y ese brazo y ese poder fuisteis vos,
que marchasteis directo a coronado
ser, con corona de luz que no marchita;
oh, San Pedro Nolasco, libertador.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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29 de Enero

San Pedro Nolasco
Fundador de la Comunidad de Padres Mercedarios
(+1258 )

Nació cerca de Barcelona, España, hacia 1189. A los 15 años quedó huérfano de padre, y dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en todos sus deseos de hacer el bien y de obtener santidad.

Estando en edad de casarse hizo una peregrinación a la Virgen de Monserrat y allí se puso a pensar que las vanidades del mundo pasan muy pronto y no dejan sino insatisfacción y que en cambio lo que se hace para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió a la Virgen mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser de gran provecho para muchas gentes.

En aquel tiempo la cuestión social más dolorosa era la esclavitud que muchísimos cristianos sufrían de parte de los mahometanos. Estos piratas llegaban a tierras donde había cristianos y se llevaban a todos los hombres que encontraban. Las penalidades de los prisioneros cristianos en las tenebrosas cárceles de los mahometanos sobrepasaban lo imaginable. Y lo más peligroso era que muchos perdían su fe, y su moralidad se dañaba por completo.

Esto fue lo que movió a Pedro Nolasco a gastar su gran fortuna en libertar al mayor número posible de esclavos cristianos. Cuando se le presentaba la ocasión de gastar una buena cantidad de dinero en obtener la libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús en el evangelio: “No almacenen su fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe”. (Mt. 6,20) Y este pensamiento lo movía a ser muy generoso en gastar su dinero en ayudar a los necesitados.

Y sucedió que, según dicen las antiguas narraciones, que una noche (Agosto de 1218) se apareció la Sma. Virgen a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de Aragón (que era amiguísimo de nuestro santo) y les recomendó que fundaran una Comunidad de religiosos dedicados a libertar cristianos que estuvieran esclavos de los mahometanos.

Consultaron al director espiritual de juntos, que era San Raimundo de Peñafort, y éste los llevó ante el Sr. Obispo de Barcelona, al cual le pareció muy buena la idea y la aprobó. Entonces el militar Pedro Nolasco hizo ante el obispo sus tres votos o juramentos. de castidad, pobreza y obediencia, y añadió un cuarto juramento o voto: el de dedicar toda su vida a tratar de libertar cristianos que estuvieran siendo esclavos de los mahometanos. Este cuarto voto o juramento lo hacían después todos sus religiosos.

Los antiguos dicen que la Virgen les recomendó:

Fundad una asociación con hábito blanco y puro que sea defensa y muro de la cristiana nación.

San Raimundo predicó con gran entusiasmo en favor de esta nueva Comunidad y fueron muchos los hombres de buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos. El vestido que usaban era una túnica blanca y una cruz grande en el pecho. San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General de la Congregación y el Papa Gregorio Nono aprobó esta nueva Comunidad.

San Pedro Nolasco ayudó al rey Don Jaime a conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia que estaba en poder de los mahometanos, y el rey, en agradecimiento, fundó en esa ciudad varias casas de la Comunidad de los Mercedarios.

El rey Jaime decía que si había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Y cada vez que obtenía algún resonante truinfo lo atribuía a las oraciones de este santo.

San Pedro hizo viajes por muchos sitios donde los mahometanos tenían prisioneros cristianos, para conseguir su libertad. Y viajó hasta Argelia, que era un reino dominado por los enemigos de nuestra santa religión. Allá lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad.

Como había sido un buen comerciante, organizó técnicamente por muchas ciudades las colectas en favor de los esclavos y con esto obtuvo abundante dinero con los cuales logró la libertad de muchísimos creyentes.

Poco antes de morir repitió las palabras del Salmo 76: “Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados”. Tenía 77 años de edad.

Por su intercesión se obraron muchos milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628. La Comunidad fundada por él se dedica ahora a ayudar a los que están encarcelados. Es un apostolado maravilloso.

Jesús nos recuerda lo que prometió a quienes ayuden y consuelen a los encarcelados: “Estuve preso y me fuisteis a visitar. Todo el bien que le habéis hecho a cada uno de estos necesitados, lo recibe como si me lo hubierais hecho a Mí mismo (Mt. 25, 40).
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Pedro_Nolasco.htm)

28 enero, 2010

Santo Tomás de Aquino


Oh, Santo Tomás de Aquino; vos sois
el hijo del Dios de la vida y, aquél
hombre a quien el Dios eterno concedió
inteligencia y sabiduría portentosa, con
las que, os adentrasteis en los secretos
de Aquél que todo lo ve. Vuestra pluma y
palabra en “Summa Teológica”, grabados
quedaron y ella sola, es pilar de Nuestra
Santa Iglesia Católica. El “Pangelingua”
y el “Tantumergo”, Himnos sublimes en
honor a la Fiesta del Cuerpo y Sangre
de Cristo y vuestro tratado sobre el Ave
María son el cúlmen de vuestro portento
de fe. San Alberto de vos dijo alguna
vez: “Vosotros lo llaman el buey mudo.
Pero este buey llenará un día con sus
mugidos el mundo entero”, y cuando Jesús
se os apareció os dijo: “Tomás, habéis
hablado bien de Mi. ¿Qué queréis a cambio?”.
Y vos respondisteis: “Señor, lo único que
quiero yo es amarte, amarte mucho, y
agradarte cada vez más”. “Ahora os recibo
a Vos, mi Jesús, que pagasteis con vuestra
sangre el precio de la redención de mi alma.
Todas las enseñanzas que escribí manifiestan
mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa
Iglesia Católica, de quien me profeso hijo
obediente”, fueron vuestras palabras antes
de partir, para recibir corona de luz, como
premio justo a vuestro amor a Jesús y María
y a nuestra Santa Iglesia Católica. Angélico
Doctor, luz y viva roca del Dios eterno;
Oh, Santo Tomás de Aquino; excelso siervo.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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27 de Enero

Santo Tomás de Aquino

El Doctor Angélico
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(+1274)


SU VIDA

Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225. Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino. Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.

Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios. Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.

Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. El religiosos huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca.

Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.

Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo. Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia.

Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.

Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: “El buey mudo”. Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: “Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Y así sucedió en verdad después.

Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: “La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía”.

A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.

En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial.

En 4 años escribe su obra más famosa: “La Suma Teológica”, obra portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica.

En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.

El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el “Pangelingua” y el “Tantumergo” y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: “Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?”. Y el santo le respondió: “Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más”.

De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: “Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta”. Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación.

Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: “Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa”.

Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.

Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.

Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.

SU HUMILDAD

Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: “Consideren superiores a los demás”. Siempre consideraba que los otros eran mejores que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de Jesús: “Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros”.

Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía: “Dios te salve María“. Y compuso un tratado acerca del Ave María.

SU MUERTE

El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente”.

Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.

Oración a Santo Tomás de Aquino

Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión, columna firmísima de la Iglesia, varón santísimo y sapientísimo, que por los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la cumbre de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres martillo de los herejes, luz de maestros y doctores, y milagro estupendo de sabiduría.

¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras verdadero discípulo, aprendiendo en el libro de vuestras virtudes y en las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que es la verdadera y única sabiduría.

¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y la alta inteligencia con la profunda humildad! Alcanzadme del Señor esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que, practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna bienaventuranza. Amén.
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(http://www.ewtn.com/spanish/saints/Tom%C3%A1s_de_Aquino.htm)

Santa Angela de Merici


Oh, Santa Angela de Merici;
vos sois la hija del Dios de
la vida y sierva del Dios
eterno, que alumbrasteis
con luz de fe a las niñas de
vuestro tiempo y fundasteis
las “Hermanas Ursulinas”,
y con vuestro Don del Consejo,
supisteis siempre decir, qué
es lo que convenía más hacer
y evitar en cada ocasión. De
gobernadores, obispos, doctores
y sacerdotes, consejera sabia.
“Dios mío, yo te amo”, fueron
vuestras últimas palabras y
así, a recibir corona de luz,
partisteis, como premio justo
a vuestra entrega de amor,
mensajera piadosa del Dios vivo;
oh, Santa Angela de Merici.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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27 de Enero

Santa Angela de Merici
(+ 1540)

Es la fundadora de las Hermanas Ursulinas. Su nombre significa “Mensaje de Dios”. Nació en Italia en 1474 y tiene el mérito de haber fundado la primera comunidad religiosa femenina para educar niñas.

Se crió en una familia campesina muy creyente, donde cada noche leían la vida de un Santo, y esto la enfervorizaba mucho y la entusiasmaba por la religión.

Quedó huérfana de padre y madre cuando aún era muy niña y esto la impresionó muchísimo. Después durante toda su vida le pediría perdón a Dios por no haber confiado lo suficientemente en su juventud en la Providencia Divina que a nadie abandona.

Su infancia es muy sufrida y tiene que trabajar duramente pero esto la hace fuerte y la vuelve comprensiva con las niñas pobres que necesitan ayuda para poderse instruir debidamente.

Se hace Terciaria Franciscana y sin haber hecho sino estudios de primaria, llega a ser Consejera de gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes. Es que había recibido del Espíritu Santo el Don del Consejo, que consiste en saber lo que más conviene hacer y evitar en cada ocasión.

Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Ursula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas “Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).

Lo que más le impresionaba era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión. Sus papás o no sabían o no querían enseñarles catecismo. Por eso ella organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda.

Angela era de baja estatura pero tenía todas las cualidades de líder y de guía para influir en los demás. Y además tenía mucha simpatía y agradabilidad en su trato.

En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Un grupo de 28 muchachas muy piadosas se vino a vivir en casa de Angela y con ellas fundó la Comunidad. En una visión contempló un enorme grupo de jóvenes vestidas de blanco que volaban hacia el cielo, y una voz le dijo: “Estas son tus religiosas educadoras”.

La gente consideraba a Santa Ursula como una gran líder o guía de mujeres. Por eso Angela puso a sus religiosas el nombre de Ursulinas.

La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Angela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.

Un hombre le preguntó un día en plena calle: ¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente? Y ella le respondió: “Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios”.

Sus últimas palabras fueron: “Dios mío, yo te amo”. Que estas sean también las palabras que nosotros digamos no sólo al tiempo de morir, sino muchísimas veces durante toda nuestra vida.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Angela_de_Merici.htm)

26 enero, 2010

San Timoteo y San Tito

San Timoteo

Oh, San Timoteo, vos sois
el hijo del Dios de la vida
y el engreído de aquél que
no siendo de los Doce, se
convirtió en el más grande
de vuestro tiempo. Saulo de
Tarso, su nombre era, y más
tarde llamo se Pablo, a quien
servisteis vos, como si hijo
suyo fuerais, obedeciéndole
en todo y para todo; y todo
para gloria del Dios eterno,
Jesucristo Señor Nuestro. Y
coronado fuisteis con corona
de luz , que feliz recibisteis,
por vuestro amor y lealtad;
oh, San Timoteo, lumbrera.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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26 de Enero

San Timoteo y San Tito
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San Timoteo, Obispo y mártir

Año 97

Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios. San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.

San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama “Timoteo: mi hijo amado” (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.

Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: “Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras” (1 Tim. 1,5;4,14)

La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.

Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de hombres.

Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: “Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes.”

Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.

Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.

Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: “Que nadie te desprecie por tu juventud. muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe”(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: “Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago” (1 Tim. 5,23).

El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Efeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.

San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).

Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol).

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Oh, San Tito; vos sois el
hijo del Dios de la vida, y
el otro engreído de San
Pablo. Secretario fiel por
por donde anduvieron,
nunca os guardasteis para
vos nada, y fielmente
seguisteis, el ejemplo de
Cristo, hasta el final de
vuestros días, como Obispo
sirviendo y cuando la hora
os llegó, al cielo fuisteis,
para corona de luz, recibir
oh, San Tito, “defensor”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San Tito, obispo (Siglo I).

Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.

San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra
religión.

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25 enero, 2010

La Conversión de San Pablo

Oh Saulo de Tarso, vos sois
el hijo del Dios de la vida y
el mismo soldado aquél, que
cristianos hermanos nuestros,
perseguíais y todo, por la fe
profesar de Nuestro Señor.
Os miró Dios con misericordia
y Saulo, nunca más seríais,
hasta el día aquél en que,
camino a Damasco, Cristo mismo
se os apareció y os habló y
confrontó: “Yo soy Cristo a
quien vos perseguís” y bastó
aquél encuentro para convertiros
en Pablo, el más grande Apóstol
de los gentiles y del orbe todo,
pues vos, trocasteis la espada
por la palabra, y enarbolando
la fe, la esperanza y la caridad
cautivasteis con fe y valor los
corazones ajenos y los propios,
con las palabras de Cristo Jesús.
Vana pregunta sería, el querer
saber dónde estáis, pues para
vos, sólo el cielo y nada más.
Coronado de refulgente y eterna
luz, vivís hoy vuestra eternidad;
oh San Pablo, Apóstol de luz.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de Enero

La Conversión de San Pablo

La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:

“Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.

Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer”.

Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: “Aquí estoy Señor” y el Señor le dijo: “Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista”.

Respondió Ananías y dijo: “Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre”.

El Señor le respondió: “Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”.

Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: “Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? “Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo”.

Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: “Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago”.

Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: “El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir”. Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Conversion_de_San_Pablo.htm)

24 enero, 2010

San Francisco de Sales


Oh, San Francisco de Sales;
vos sois, el hijo del Dios de
la Vida, apóstol de la palabra
y la verdad y contra los impíos
protestantes, líder y escudo
con vuestro verbo. Vuestra
“Introducción a la vida devota”,
invitación dulce, para amar
esta heroica clase de vida. Vos
decíais: “¿No es una barbaridad
querer desterrar la vida devota
del cuartel de los soldados,
del taller de los artesanos, del
palacio, de los príncipes y del
hogar de los casados?” ¡Claro
que sí!. Porque prescindir de
Dios que es amor, es como ir,
ciego por el mundo, y el cuerpo
atar al eterno fuego. Peleasteis
vos, en buena lid, y coronado
fuisteis con corona de luz, como
premio justo a vuestro amor;
santo Patrono de los periodistas;
oh, San Francisco de Sales, luz.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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24 de enero

San Francisco de Sales
Obispo, Patrono de los periodistas
(1567-1622)

Se dice que escribía de día hojas clandestinas y la metía por debajo de las puertas, de noche. Por esa razón, se ganó el premio “patrono de los periodistas”.

Escribía como un ángel. De forma, que los franceses lo tienen entre sus clásicos de literatura. Montañés de cuerpo entero, nacido en los Alpes, en el castillo saboyano de Sales. Familia exquisita. Le llevan a estudiar a la universidad de París. Luego a Padua. Canónigo de Annecy, obispo auxiliar de Ginebra, líder de debates con los protestantes, apóstol de la región de Chablais. Vuelve a París, trata con san Vicente de Paul, en todas partes se le recibe con entusiasmo.

Hay un libro: “Introducción a la vida devota”, cuarenta ediciones en vida del autor, y en aquellos tiempos. Un libro utilizado muchísimo tiempo como lectura espiritual.

“¿No es una barbaridad -decía él- querer desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del taller de los artesanos, del palacio de los príncipes, del hogar de los casados?”

Hay una amistad que no se puede olvidar. La que mantuvo con Juana Chantal; con ella fundó la Orden de la Visitación.

Una virtud. La dulzura de este hombre, de quien dicen que en su juventud tenía tan mal genio.

Respecto a esto, es una constante en la biografía de todo santo su lucha ascética a fin de aumentar su capacidad de autodominio. Pero para demostrar que esta virtud no se consigue de la noche a la mañana, he aquí un detalle precisamente referida a nuestro santo.

Se cuenta que al hacerle al autopsia, le encontraron su hígado endurecido como un piedra. Esto se explica por la enorme violencia que tuvo que hacerse este hombre de fuerte carácter para hacerse y aparecer amable, delicado y bondadoso en el trato.Esa dulzura de la que hablamos antes, no le fue fácil conseguirla.

San Francisco de Sales escribió: “No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo”.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Francisco_de_Sales.htm)

23 enero, 2010

San Ildefonso


Oh, San Ildefonso; vos sois
el hijo del Dios de la vida,
que honor haciendo al significado
de vuestro nombre: “preparado
para el combate”, dedicasteis
vuestra pluma a la “Llena de
Gracia”, la “Kejaritomene”, su
santa virginidad defendiendo,
antes, durante y después del
parto; en que, Aquél que todo lo
ve, nos regalara la compañía de
Su Unigénito y Amado Hijo, Nuestro
Señor Jesucristo. ¿Quién dudar
podrá de vuestro amor a la Madre
Santa de Nuestro Redentor? Nadie
ni nada; y por ello, gozáis ya,
de las alegrías de la patria
celestial, feliz luciendo corona
de luz eterna e inextinguible,
“Doctor de la Virginidad de María”;
oh, San Ildefonso; combatiente.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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23 de Enero

San Ildefonso
Arzobispo de Toledo

Año 667

El nombre “Ildefonso” significa “preparado para el combate”. San Ildefonso ha sido considerado como una de las glorias de la Iglesia Española. Sobrino de San Eugenio y discípulo de San Isidro, fue escogido por el pueblo para ser arzobispo de Toledo, que era en ese tiempo la capital de España.

Escribió un famoso libro acerca de la Virginidad de María, y por su gran devoción a la Madre de Dios fue llamado “El Capellán de la Virgen”. Se cuenta que Nuestra Señora se le apareció para felicitarlo y darle las gracias por haber hablado tan fervorosamente acerca de Ella y que le regaló un ornamento de celebrar la Santa Misa. En los cuadros antiguos se pinta a San Ildefonso, recibiendo el ornamento de manos de la Santísima Virgen.

San Ildefonso ha sido llamado “Doctor de la Virginidad de María”. Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen María hará mucho más por ti.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Ildefonso.htm)

21 enero, 2010

Santa Inés


Oh, Santa Inés; vos sois aquella
niña, hija del Dios de la vida y
escogida por el Dios eterno, para
haceros su Esposa, y vos, aquella
que, de sublime amor llena dijera
a aquél terreno pretendiente: “He
sido solicitada por otro Amante.
Yo amo a Cristo. Seré la esposa
de Aquel cuya Madre es Virgen;
lo amaré y seguiré siendo casta”.
Y, así os lo hicisteis, hasta la
entrega de vuestra joven y preciosa
vida.Levantasteis vuestras manos
puras hacia Jesucristo orando, y
desde el fondo de la hoguera el
signo de la cruz, hicisteis, en
señal de la victoria de Cristo.
Presentasteis vuestras manos y
frágil cuello ante las argollas
de hierro. Llanto de todos, menos
el vuestro y al cielo partisteis.
Oh, insensata juventud, aprended
de Inés, que poseyéndolo todo, al
mundo despreció, y atándose al
madero de la vida, corona de luz
eterna recibió, que inextinguible
brilla eternamente. Mártir de la
virginidad y Patrona de las jóvenes
puras; vuestro martirio y pureza
alumbren a la juventud del orbe;
oh, Santa Inés, pureza de Dios.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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21 de Enero

Santa Inés

Mártir

San Ambrosio en una de sus homilías habló de Santa Inés como un personaje muy conocido de las gentes de aquel tiempo. Recuerda que su nombre viene de Agnus, y significa «pura”.

Y añade el santo: «Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue martirizada. Y notemos el poder de la fe que consigue hacer mártires valientes en tan tierna edad. Casi no había sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad pudiera ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas amenazas empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos para alejarla de su religión. Mas ella respondía: La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Unicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento del martirio. Reza. Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar el verdugo lleno de miedo, como si fuera él quien estuviera condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin temor la llegada de su propia muerte. H aquí dos triunfos a un mismo tiempo para una misma niña: la pureza y el martirio”.

Era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad.

Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Ella respondió: «He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta”.

El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno. Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro.

«Con mínimas fuerzas superó grandes peligros”, dice San Dámaso en su epitafio. Todos los historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad. Es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza. Cada año, el 21 de enero, día de Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los «palios”, o sea el distintivo de los arzobispos.

En este tiempo de materialismo sea ella un modelo de castidad para la juventud. La liturgia la presenta como modelo de los éxitos que logra alcanzar una persona cuando tiene una gran fe. La fe en Dios y en la eternidad lleva al heroísmo.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Inés.htm)


20 enero, 2010

San Fabián y San Sebastián


Oh, San Fabián; vos sois
el hijo del Dios de la vida,
aquél hombre que por Dios
elegido, ordenado fuisteis
Sacerdote y luego Obispo
del Dios eterno, para vos,
entregar luego, a Aquél que
todo lo ve, vuestra santa y
ejemplar vida; todo por la
causa de su amor, por el
mundo todo. Decio, pudo
matar vuestro cuerpo, pero
jamás vuestra alma mató, que
de fulgores llena marchó al
cielo, para coronada ser con
corona de luz, que jamás
nunca, su brillo y luz dejará;
oh, San Fabián, Papa y mártir.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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20 de Enero
San Fabián y San Sebastián

San Fabián, Sumo Pontífice
(Año 250)

Fue Sumo Pontífice del año 236 al 250, por 14 años. El historiador Eusebio cuenta que al morir el Papa San Antero, el clero de Roma se reunió junto con los fieles creyentes, para elegir al nuevo Papa, y que estando allí reunidos, vieron descender una paloma sobre la cabeza de Fabián. No habían pensado elegirlo a él porque todavía no era sacerdote. Pero ante esta señal, lo eligieron, y fue ordenado sacerdote y consagrado obispo.

San Cipriano dijo de él: «Fue un hombre muy santo, y la gloria de su martirio correspondió a la gran pureza de su vida”. El emperador Decio ordenó en el 250 una terrible persecución contra los cristianos y al primero que mandó matar fue al Papa San Fabián.

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Oh, San Sebastián, vos sois
el hijo del Dios de la vida
y aquél hombre hecho soldado,
que persistiendo en la fe de
Cristo, por Él y para Él, el
martirio decidisteis y que,
las flechas que os dirigieron
sobre vos, mataron el cuerpo,
mas jamás, vuestra indómita
alma, que goza hoy, de las
riquezas del prometido cielo
por Aquél que todo lo ve, y
juzga con verdad y luz. A vos
pues, estos versos humildes,
porque os preocupáis por los
soldados, arqueros y atletas;
luciendo corona de luz, desde
el cielo que ganasteis por
vuestro amor y entrega total;
oh, San Sebastián, venerable.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Sebastián Soldado mártir

(Año 300).

Se dice de él que entró a la vida militar para poder ayudar a los cristianos que estaban prisioneros. Una vez un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio.

Dicen los antiguos documentos que Sebastián era Capitán de la Guardia en el Palacio Imperial en Roma, y aprovechaba ese cargo para ayudar lo más posible a los cristianos perseguidos.

Pero un día lo denunciaron ante el emperador por ser cristiano. Maximino lo llamó y lo puso ante la siguiente disyuntiva: o dejar de ser cristiano y entonces ser ascendido en el ejército, o si persistía en seguir creyendo en Cristo ser degradado de sus cargos y ser atravesado a flechazos. Sebastián declaró que sería seguidor de Cristo hasta el último momento de su vida, y entonces por orden del emperador fue atravesado a flechazos.

En Roma le levantaron desde muy antiguos tiempos una basílica en su honor. Ha sido invocado por muchos siglos como su Patrono contra las flechas envenenadas y para librarse de plagas y enfermedades. San Ambrosio pronunció hermosos sermones acerca de San Sabastián. Es patrono de los arqueros, los soldados y los atletas. El nombre «Sebastián” significa: «Digno de respeto. Venerable”.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Fabian_Sebastian.htm)


19 enero, 2010

SEMANA DE ORACION POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS‏


BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 17 de enero de 2010



Queridos hermanos y hermanas


En el domingo de hoy se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. La presencia de la Iglesia al lado de estas personas ha sido constante en el tiempo, alcanzando objetivos singulares a principios del siglo pasado: baste pensar en las figuras del obispo beato Giovanni Battista Scalabrini y de santa Francesca Cabrini. En el mensaje enviado para la ocasión he llamado la atención sobre los migrantes y refugiados menores de edad.


Jesucristo, que de recién nacido vivió la dramática experiencia del refugiado a causa de las amenazas de Herodes, enseña a sus discípulos a acoger a los niños con gran respeto y amor. También el niño, de hecho, sea cual sea su nacionalidad o el color de su piel, debe ser considerado ante todo y siempre como persona, imagen de Dios, que promover y tutelar contra todo tipo de marginación y explotación.


En particular, es necesario poner todo cuidado para que los menores que se encuentran viviendo en un país extranjero tengan garantías a nivel legislativo, y sean sobre todo acompañados en los innumerables problemas que deben afrontar. Mientras animo vivamente a las comunidades cristianas y a los organismos que trabajan en el servicio a los menores migrantes y refugiados, exhorto a todos a mantener viva la sensibilidad educativa y cultural hacia ellos, según el auténtico espíritu evangélico.


Hoy por la tarde, casi 24 años después de la histórica Visita del Venerable Juan Pablo II, me dirigiré a la gran Sinagoga de Roma, llamada Templo Mayor, para encontrar a la Comunidad judía de la ciudad y abrir una ulterior etapa en el camino de concordia y amistad entre católicos y judíos. De hecho, a pesar de los problemas y las dificultades, entre los creyentes de las dos religiones se respira un clima de gran respeto y de diálogo, atestiguando cuánto han madurado las relaciones, y el empeño común de valorar lo que nos une: la fe en el único Dios, ante todo, pero también la tutela de la vida y de la familia, la aspiración a la justicia social y a la paz.


Recuerdo, finalmente, que mañana se abrirá la tradicional Semana de oración por la unidad de los cristianos. Cada año, ésta constituye, para cuantos creen en Cristo, un tiempo propicio para reavivar el espíritu ecuménico, para encontrarse, conocerse, rezar y reflexionar juntos. El tema bíblico, tomado del evangelio de san Lucas, recoge las palabras de Jesucristo resucitado a los Apóstoles: “Vosotros seréis testigos de todo esto” (Lc 24,48). Nuestro anuncio del Evangelio de Cristo será tanto más creíble y eficaz cuanto más estemos unidos en su amor, como verdaderos hermanos. Invito por tanto a las parroquias, a las comunidades religiosas, a las asociaciones y a los movimientos eclesiales a rezar incesantemente, de modo particular durante las celebraciones eucarísticas, por la plena unidad de los cristianos.


Confiamos estas tres intenciones – nuestros hermanos Migrantes y Refugiados, el diálogo religioso con los judíos y la unidad de los cristianos – a la maternal intercesión de María Santísima, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia.

San Macario de Alejandría


Oh, San Macario de Alejandría,
vos sois, el hijo del Dios de la vida
y el relicario orante de ayuno y
penitencia del Dios eterno, porque
vos; a la mundana vida le dijisteis
adiós y que no os oprimiera nunca
más, y así, venciéndola, abristeis el
camino a vuestra alma, para que,
más liviana que nada, se elevara
por los cielos, hacia el Padre Eterno,
que os recibió como vos merecíais,
lleno todo en olor a santidad, y todo
por la salvación de los pecadores de
vuestro tiempo y del nuestro y que
ojala imitaran vuestro temple y entrega.
“Estoy dominando a mi cuerpo que
quiere esclavizar a mi alma”, repetíais
cada vez que el mundo os llamaba,
pero, triunfó más la voz de Dios y
coronado fuisteis con corona de luz;
oh, San Macario; “feliz hombre”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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18 de enero

San Macario de Alejandría


«De las manchas del alma, líbranos Señor”.

Macario significa: «un hombre feliz”. La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio. Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. Los pasteleros lo tienen como su Patrono. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.

Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Estuvo en algunos de los grupos de monjes dirigidos por San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente y gozaban de excelente salud. Su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.

El racimo de uvas

Un día en aquel desierto tan caluroso le llevaron de regalo a Macario un bello racimo de uvas. El por mortificación no lo quiso comer y lo regaló al monje que vivía por allí más cerca. Este tampoco lo quiso comer, por hacer sacrificio, y lo llevó al monje siguiente, y así fue pasando de monje en monje hasta volver otra vez a Macario. Este bendijo a Dios por lo caritativos y sacrificados que eran sus compañeros.

Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse. Todo por la salvación de los pecadores.

Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que ensayara a ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanece ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de coles y un poquito de agua, al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.

Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: “Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma”. Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.

Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? – Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.

Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Macario_de_Alejandria.htm)

San Juan de Rivera



Oh, San Juan de Rivera, vos sois
el hijo del Dios de la vida y con
justicia plena llamado “Lumbrera
de todos los obispos españoles”
porque de vos, las gentes aquellas
de vuestro tiempo el dulzor y el
amor bebieron, de profesar la Santa
doctrina del Dios eterno y además,
porque sois vos, el que, caminando
por senderos impensables apostolado
hicisteis, visitando a toda vuestra
grey, apoyo y ayuda brindando y
llevando almas a la casa del Señor,
no solo con vuestra palabra, sino mas
bien, con vuestro obrar, porque en
más de una vez, os despojasteis de
todo cuanto os teníais, para a los
pobres y necesitados dárselo. ¿Dónde
estáis ahora? ¿Dónde os encontráis?
Más preguntas no se haga, porque
vos mismo, con vuestro obrar corona
de luz ganasteis, que os puso el
mismo Dios, por quien os disteis todo;
oh, San Juan de Rivera; “lumbrera”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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18 de Enero

San Juan de Rivera
Arzobispo de Valencia

San Juan de Rivera: ruega por los universitarios, por los colegiales, por los sacerdotes y los obispos para que se vuelvan santos y salgan vencedores de los ataques de los enemigos de la salvación.

Nació en la ciudad de Sevilla, España. Su padre era virrey de Nápoles. Creció sin el amor materno, porque la madre murió cuando él era todavía muy niño. Pero en sus familiares aprendió los más admirables ejemplos de santidad. En su casa se repartían grandes limosnas a los pobres y se ayudaba a muchísimos enfermos muy abandonados. A una familiar suya, Teresa Enríquez. La llamaban “la loca por el Santísimo Sacramento”, porque buscaba las mejores uvas de la región para fabricar el vino de la Santa Misa y escogía los mejores trigos para hacer las hostias, y trataba de entusiasmar a todos por la Eucaristía.

Juan de Rivera estudió en la mejor universidad que existía en ese entonces en España, la Universidad de Salamanca, y allá tuvo de profesores a muy famosos doctores, como el Padre Vitoria. El Arzobispo de Granada escribió después: “Cuando don Juan de Rivera fue a Salamanca a estudiar yo era también estudiante allí pero en un curso superior y de mayor edad que él. Y pude constar que era un estudiante santo y que no se dejó contaminar con las malas costumbres de los malos estudiantes”.

Cuando tenía unos pocos años de ser sacerdote y contaba solamente con 30 años de edad, el Papa Pío IV lo nombró obispo de Badajoz. Allí se dedicó con toda su alma a librar a los católicos de las malas enseñanzas de los protestantes. Organizó pequeños grupos de jóvenes catequistas que iban de barrio en barrio enseñando las verdades de nuestra religión y previniendo a las gentes contra los errores que enseñan los enemigos de la religión católica. San Juan de Avila escribió: ”Estoy contento porque Monseñor Rivera está enviando catequistas y predicadores a defender al pueblo de los errores de los protestantes, y él mismo les costea generosamente todos los gastos”.

El joven obispo confesaba en las iglesias por horas y horas como un humilde párroco; cuando le pedían llevaba la comunión a los enfermos, y atendía cariñosamente a cuantos venían a su despacho. Pero sobre todo predicaba con gran entusiasmo. Los campesinos y obreros decían: “Vayamos a oír al santo apóstol”.

En dos ocasiones vendió el mobiliario de su casa y toda la loza de su comedor para comprar alimentos y repartirlos entre la gente más pobre, en años de gran carestía.

El día en que partió de su diócesis en Badajoz para irse de obispo a otra ciudad, repartió entre los pobre todo el dinero que tenía y todos los regalos que le habían dado, y el mobiliario que su familia le había regalado.

Arzobispo de Valencia

Cuando lo nombraron Arzobispo de esa ciudad, llegó allá sin un solo centavo. Muchas veces en la vida le sucedió quedarse sin ningún dinero, por repartirlo todo entre los pobres. Pero Dios nunca le permitió que le faltar lo necesario.

Su horario

Como Arzobispo se levantaba a las cuatro de la madrugada. Dedicaba dos horas a leer la Sagrada Escritura y otros libros religiosos. Otras dos horas las dedicaba a la celebración de la Santa Misa y rezar los Salmos. Luego durante dos o tres horas preparaba sus sermones. Desde mediodía hasta la noche atendía a las gentes. Todo el que quisiera hablar con él, hallaba siempre abierta la puerta de la casa Arzobispal.

Visitó once veces las 290 parroquias rurales de su arzobispado. Hasta los sitios más alejados y de más peligrosos caminos, allá llegaba a evangelizar y a visitar sus fieles católicos y a administrar el Sacramento de la Confirmación. Después de emplear todo el día en predicar, en confirmar y en atender a la gente, los párrocos notaban que en cada parroquia se quedaba hasta altas horas de la noche estudiando libros religiosos. Desde 1569 hasta 1610 hizo 2,715 visitas pastorales a las parroquias y los resultados de esas visitas los dejó en 91 volúmenes con 91,000 páginas.

Celebró siente Sínodos, o reuniones con todos los párrocos para estudiar los modos de evangelizar con mayor éxito a las gentes. Los decretos de cada Sínodo eran poquitos y bien prácticos para que no se les olvidaran o se quedaran sin cumplir. Todos estos sínodos tenían por objeto principal obtener que los sacerdotes se hicieran más santos.

Su trato con los sacerdotes

Trataba a todos y cada uno de los sacerdotes con la más exquisita cortesía y amabilidad. Cada uno de ellos podía exclamar: “Lo aprecio porque tuvo tiempo para mí”. Cada año les hacía dedicar unos diez días en silencio para hacer Retiros Espirituales. Siempre les advertía francamente los errores que debían corregir, pero las correcciones las hacía en privado y lejos de los demás. A un joven sacerdote que iba a comenzar a confesar y a dar dirección espiritual le dijo: “Mire hijo que usted es muy mozo, y su oficio es peligroso”. Y es que él mismo recién ordenado de sacerdote tuvo sus peligros. Un día una joven penitente, con pretexto de que se iba a confesar, le declaró que estaba enamorada de él. Y Juan rechazó valientemente aquella trampa y después logró que aquella pobre pecadora se convirtiera.

En el colegio, en la Universidad y ahora como obispo, lo que lo libró siempre de caer en las trampas de la impureza fue practicar mucho la mortificación y el dedicar bastante tiempo a la oración. Se cumplía en su vida lo que dijo Jesús: “Ciertos malos espíritus sólo se alejan con la oración y la mortificación”.

Le agradaba mucho dar clases de catecismo a los niños. El en persona los preparaba a la Primera Comunión. La gente veía con agrado al Arzobispo sentado en un taburete en la mitad del patio, rodeado de muchos niños, ensañándoles el catecismo. Les repartía dulces, monedas y otros regalitos a los que respondían mejor las preguntas del catecismo, y a los más pobres les regalaba el vestido de la Primera Comunión.

Para los jóvenes que tenían nobles ideas puso un colegio en su propia casa arzobispal, y allí los iba formando con todo esmero y muy buena disciplina. Del colegio de San Juan de Rivera salieron un cardenal, un Arzobispo, doce obispos, numerosos religiosos y muchos líderes católicos.

El rey lo nombró Virrey de Valencia, y así llegó a ser al mismo tiempo jefe religioso y jefe civil. Y la tranquilidad que en mucho tiempo no reinaba en aquella región, llegó como por encanto. El personalmente se preocupaba porque se administrara justicia con toda seriedad.

Una vez vino alguien a decirle que un juez le estaba haciendo injusticia en un pleito. El Sr. Arzobispo se fue donde el juez y le pidió que revisara todo el expediente. Y el inocente fue absuelto. Después el juez contaba: “un rico me había ofrecido dinero para que fallara en contra del inocente. Pero vino el Sr. Arzobispo y me convenció y me obligó a hacer justicia y logré que mi conciencia quedara en paz”.

La Santa Misa la celebraba con tal devoción que al acólito le decía que después de la elevación podía retirarse, pues él duraba hasta dos horas en éxtasis allí ante Jesús Sacramentado, después de elevar la Santa Hostia.

Cansado de ver que la gente era muy indiferente para la religión le pidió al Papa que le quitara de aquel cargo, pero el Sumo Pontífice le pareció que él era el más indicado para ese arzobispado y le rogó que hiciera el sacrificio de seguir en ese sagrado oficio. Y así por 42 años estuvo de Arzobispo de Valencia obteniendo enormes frutos espirituales.

Murió en enero de 1611. Cuando se supo la noticia de su muerte, los niños recorrían las calles cantando: “El señor Arzobispo está en la gloria obteniendo el premio de sus victorias”.

Durante los funerales, en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los que estaban junto al cadáver vieron que abría los ojos y que el rostro se le volvía sonrosado por unos momentos, como adorando al Santísimo Sacramento.

El Papa San Pío Quinto lo llamaba “La lumbrera de todos los obispos españoles”. Hizo muchos milagros. Fue beatificado en 1796 y fue declarado Santo por el Papa Juan XXIII en 1960.
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( http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_de_Rivera.htm)

17 enero, 2010

San Antonio Abad

Oh, San Antonio Abad; vos sois
el hijo del Dios de la vida y
el hombre aquél, que hicisteis
honor al significado de vuestro
nombre: “floreciente”. Así os
describe vuestro discípulo y
admirador, san Atanasio. Un día
os conmovisteis, por las palabras
de Jesús, en la eucaristía: “Si
queréis ser perfecto, id y vended
todo lo que tenéis y dadlo a los
pobres”. Y así, lo hicisteis, una
vida llevando apartada del mundo
y afincada entre sepulcros del
desierto, proclamando la victoria
de la resurrección y vuestra vida
propago se pronto y muchos hombres
os siguieron y encontraron oración
y trabajo en vuestro monasterio
donde fuisteis padre amoroso de
vuestros monjes, a viva imagen de
Dios y de vuestro santo bautismo.
Y, el cielo os premió coronándoos
con corona de luz inextinguible;
oh, San Antonio Abad, “floreciente”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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17 de enero

San Antonio Abad

Conocemos la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa “floreciente” y al que la tradición llama el Grande, principalmente a través de la biografía redactada por su discípulo y admirador, san Atanasio, a fines del siglo IV.

Este escrito, fiel a los estilos literarios de la época y ateniéndose a las concepciones entonces vigentes acerca de la espiritualidad, subraya en la vida de Antonio -más allá de los datos maravillosos- la permanente entrega a Dios en un género de consagración del cual él no es históricamente el primero, pero sí el prototipo, y esto no sólo por la inmensa influencia de la obrita de Atanasio.

En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres…”.

Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.

Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección?. Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días – temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana – es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.

Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.

No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.

Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como “apotegmas” o breves ocurrencias que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que Atanasio le atribuye en su “Vida”.

Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.

La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los primeros siglos.

No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.

Para nosotros, Antonio encierra un mensaje aún válido y actualísimo: el monacato del desierto continúa siendo un desafío: el del seguimiento extremo de Cristo, el de la confianza irrestricta en el poder del Espíritu de Dios.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Antonio_Abad.htm)

16 enero, 2010

San Marcelo Papa



Oh, San Marcelo, vos sois
el hombre del Dios de la vida
y aquél, que desde siempre,
votos hizo para ser a la doctrina
fiel, de la Santa Madre Iglesia y
que además, persuadíais a todos
los cristianos de vuestro tiempo
a no abandonar la Casa del Dios
eterno y que, aunque tormentos
y martirios los persiguieran; la
promesa de Aquél que todo lo
ve, en la hora justa premiaría a
sus hijos con la eternidad de la
vida, en la celeste estancia; allá
donde mora el Dios de la verdad,
Creador del hombre y el universo;
Canta mi corazón y se pregunta:
¿Dónde estaréis ahora? ¿Dónde?
Y la respuesta no se hace esperar:
En el cielo mismo y corona de
Luz luciendo, que brilla siempre;
oh, San Marcelo, guerrero de luz.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Enero

San Marcelo Papa

En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. El nombre “Marcelo” significa: “Guerrero”. Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305.

Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución.

Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó “Cementerio del Papa Marcelo”. Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia.

Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber renegado de la fe, por miedo, en la persecución.

Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio, el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso sino que estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a convertir la religión en un juego de niños.

El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado injustamente por un renegado. El “Libro Pontifical”, un libro sumamente antiguo, afirma que en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.

Un Martirologio (o libro que narra historias de mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos falleció el Pontífice en el año 309. La casa de Lucina fue convertida después en “Templo de San Marcelo” y es uno de los templos de Roma que tiene por titular a un Cardenal.

Señor Dios: concédenos la gracia de no renegar jamás de nuestras creencias cristianas, y haz que te ofrezcamos las debidas penitencias por nuestros pecados. Amen.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marcelo_papa.htm)