Oh, Santa Clara de Asís, vos, sois la hija
del Dios de la vida y su amada santa. Vos,
os consagrasteis a los dieciocho años a
Cristo, haciéndoos cortar los cabellos,
y vistiendo hábito franciscano, comenzasteis
una vida de pobreza, renunciando al mundo
material y prometiendo nada poseer. Así,
iniciasteis la Segunda Orden Franciscana:
“Las Damas Pobres o Clarisas”, en la Porciúncula,
la iglesia por vuestro mentor restaurada,
para vivir de limosnas o el “privilegioum
paupertatis”. Vos, el ideal de San Francisco
llevasteis a la práctica, y no salisteis
cuarenta y tres años vuestro convento. Y,
quiso Dios, permitiros en vida ver, como
vuestra orden se extendía, por el mundo
de entonces. Más adelante, os enfrentasteis
a los sarracenos, con solo la custodia
con el Santísimo Sacramento mostrarles
y a la vez, exhortando a vuestras hermanas
a la oración. Y, así, cumplida vuestra
tarea, voló vuestra alma al cielo, para
corona de luz recibir, como premio a vuestra
entrega de amor, fe, trabajo y humildad.
“Vete en paz ya que has seguido el buen
camino; vete confiada, ya que tu creador
te ha santificado, custodiado incesantemente
y amado con la ternura de una madre con su hijo”.
“Oh Dios, bendito seas por haberme creado”
fueron vuestras últimas y santas palabras.
“Yo, Clara, sierva de Cristo, pequeña planta
de nuestro Padre Francisco”, decías siempre vos;
oh, Santa Clara de Asís, amor, fe y esperanza.
del Dios de la vida y su amada santa. Vos,
os consagrasteis a los dieciocho años a
Cristo, haciéndoos cortar los cabellos,
y vistiendo hábito franciscano, comenzasteis
una vida de pobreza, renunciando al mundo
material y prometiendo nada poseer. Así,
iniciasteis la Segunda Orden Franciscana:
“Las Damas Pobres o Clarisas”, en la Porciúncula,
la iglesia por vuestro mentor restaurada,
para vivir de limosnas o el “privilegioum
paupertatis”. Vos, el ideal de San Francisco
llevasteis a la práctica, y no salisteis
cuarenta y tres años vuestro convento. Y,
quiso Dios, permitiros en vida ver, como
vuestra orden se extendía, por el mundo
de entonces. Más adelante, os enfrentasteis
a los sarracenos, con solo la custodia
con el Santísimo Sacramento mostrarles
y a la vez, exhortando a vuestras hermanas
a la oración. Y, así, cumplida vuestra
tarea, voló vuestra alma al cielo, para
corona de luz recibir, como premio a vuestra
entrega de amor, fe, trabajo y humildad.
“Vete en paz ya que has seguido el buen
camino; vete confiada, ya que tu creador
te ha santificado, custodiado incesantemente
y amado con la ternura de una madre con su hijo”.
“Oh Dios, bendito seas por haberme creado”
fueron vuestras últimas y santas palabras.
“Yo, Clara, sierva de Cristo, pequeña planta
de nuestro Padre Francisco”, decías siempre vos;
oh, Santa Clara de Asís, amor, fe y esperanza.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Julio
Santa Clara de Asís
Santa Clara de Asís
Estas palabras resumen la vida y espíritu de Clara:
“Yo, Clara, sierva de Cristo, pequeña planta de nuestro Padre Francisco”.
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“Seguir a Cristo tras las huellas de San Francisco en pobreza, humildad y caridad. Nadie ha realizado jamás con mayor plenitud el ideal concebido por un hombre como esta mujer”
Su Vida
Nació en Asís en 1194, poco se conoce de su infancia y adolescencia. A los 18 años se consagró a Cristo haciéndose cortar los cabellos y vistiendo el sayo oscuro de la orden de San Francisco que se había convertido para ella desde 1208 en el “loco, cuyas palabras le parecían inflamadas y sus obras sobrehumanas”. Después de lo cual inició una vida de pobreza radical, renunciando a todo lo que tenia y prometiendo vivir sin poseer nada. Comenzaba así la Segunda Orden Franciscana: Las Damas Pobres o Clarisas. Esto sucedía en Santa María de los Angeles (Porciúncula), la iglesia restaurada por San Francisco. En 1228 obtenía del Papa el “privilegioum paupertatis” de vivir totalmente de limosnas.
El ideal de San Francisco lo realizaba Clara y un grupo de mujeres de Asís y de toda Italia. Cuarenta y tres años vivió Clara este ideal sin salir del convento. En vida pudo ver como su orden se extendía por España (43 conventos en el siglo XIII, Bohemia, Francia, Inglaterra). Dos veces logró hacer huir a los sarracenos, alistados en el ejército de Federico II, con solo mostrarles desde la ventana del dormitorio la custodia con el Santísimo Sacramento (1240), o exhortando a las hermanas a la oración, estando totalmente inmovilizada a causa de sus continuos dolores.
Murió en San Damián, a las afueras de Asís, el 11 de Agosto de 1253. Fue canonizada solo dos años después por Alejandro IV. Dejó cuatro cartas, la Regla y el testamento. “Vete en paz ya que has seguido el buen camino; vete confiada, ya que tu creador te ha santificado, custodiado incesantemente y amado con la ternura de una madre con su hijo”. “Oh Dios, bendito seas por haberme creado”. Estas fueron las últimas palabras de una gran mística llena de alegría y de amor a Dios y a los hombres. Fiesta, 11 de Agosto.