17 abril, 2024

Santa Catalina Tekakwitha, la primera santa piel roja

 

Santa Catalina Tekakwitha. La primera santa piel roja. Ella es considerada, junto a San Francisco de Asís, patrona de la naturaleza y de la ecología. Cabe señalar que en Estados Unidos -a diferencia del resto del mundo- su fiesta se celebra el 14 de julio.

Marcada por el dolor

Catalina nació en 1656 en Ossernenon (hoy Auriesville, Nueva York, Estados Unidos), una villa habitada en ese entonces por la tribu Mohawk. Su madre fue una mujer cristiana, integrante de la tribu algonquina, mientras que su padre fue jefe tribal de los Mohawk.

Con tan sólo cuatro años, Catalina perdió a sus padres y a su hermano a causa de una epidemia de viruela. Ella también contrajo la enfermedad, pero logró sobrevivir, aunque quedó con el rostro desfigurado y con la vista dañada. Serían sus tíos quienes la acogerían en su casa y se harían cargo de ella.

El don de la fe en Cristo

A los 11 años, Catalina tuvo la oportunidad de conocer la fe cristiana gracias a los jesuitas franceses que evangelizaron el territorio Mohawk. Sin embargo, es bien conocida la resistencia que había entre muchos pueblos nativos de Norteamérica para acoger el mensaje cristiano. Ese no fue el caso de Catalina, pero sí de su familia y su tribu.

La joven pidió ser bautizada a los 20 años, haciendo frente a la oposición de sus familiares y al rechazo de su comunidad. Convertida en blanco de numerosos maltratos, Catalina decidió dejar su pueblo y emprender camino hacia Sault Ste. Marie, un pueblo cristiano cerca de Montreal (hoy Michigan), habitado por indios conversos de Canadá. El trayecto recorrido para salvarse de la persecución fue de longitudes épicas: 320 km. (200 millas), a través de montañas, ríos y la inclemencia del clima.

Portadora del Evangelio

En Sault Ste. Marie, el día de Navidad, Santa Catalina hizo su Primera Comunión y prometió solemnemente a Dios permanecer virgen por el resto de sus días. Así, consagrada a Dios, se dedicó a la vida de oración y virtud. Se convirtió en evangelizadora de sus coetáneos y en ferviente defensora de los mismos. Acompañada por la guía espiritual de los miembros de la Compañía de Jesús, Catalina acrecentó día a día su amor por Cristo, especialmente presente en la Eucaristía; un amor que revertía en servicio a sus hermanos.

Partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680, durante la Semana Santa de aquel año. Tenía tan sólo 24 años. Sus últimas palabras fueron: “¡Jesús, te amo!”. Su muerte fue ocasión de numerosas conversiones entre los suyos, al punto de que se hizo de su tumba en Caughnawaga -lugar donde murió- destino para los peregrinos. En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir un monumento al lado de su sepultura.

Identidad católica de América

La dulce Catalina dejó una huella imborrable en la memoria de las tribus que formaban la nación iroquesa (una confederación de seis tribus nativas) y hoy es motivo de orgullo para todo el pueblo católico norteamericano. Ella es uno de los más hermosos frutos que el Evangelio ha producido en Estados Unidos y Canadá, un “puente” que une razas y tradiciones. Con justa razón se le conoce como “El Lirio de los Mohawks”.

Santa Catalina fue beatificada por San Juan Pablo II en 1980, y canonizada por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012.

(https://ec.aciprensa.com/wiki/Beata_Kateri_Tekakwitha)