24 diciembre, 2013

Adviento



Oh maravilloso Adviento, que revestido de amor
 significas simplemente “venida”. Y, que, en cuatro
 semanas, nos has preparado para el Nacimiento del Dios
 de la vida. Con tu color litúrgico “morado” significas
 penitencia y conversión, y que, revestida está,
 de esperanza ante la inminente llegada de Nuestro
 Señor. Oh, Adviento, que eres tiempo de privilegio
 para los los cristianos, porque invitas a el pasado
 recordar, vivir el presente y el futuro preparar.
 Oh, Adviento, que eres memoria del misterio de gracia
 del nacimiento del Niño Dios, y eres además, memoria
 de la encarnación y memoria de las maravillas que Dios
 hace en favor de todos los hombres y eres memoria
 de la primera venida del Señor. Eres en sí, oh,
 adviento, viva historia porque eres la llamada de vivir
 el presente de nuestra cristiana vida, comprometida
 a experimentar y testimoniar la presencia del Niño
 del Pesebre, entre nosotros, con nosotros, por nosotros.
 Oh, Adviento, que nos interpelas a vigilantes vivir
 siempre, transitando por los caminos del Señor,
 en la justicia y en el amor. Oh, Adviento, que presencia
 eres del cristiano encarnada, y que, cada vez que
 el bien hace, revive la encarnación y la natividad
 de Jesucristo. Oh, Adviento que preparas y anticipas
 el futuro e invitas a preparar la segunda y definitiva
 venida de Jesucristo, en toda “majestad de su gloria”,
como Señor y como Juez. Oh, Adviento, que nos haces
 proclamar la fe en su venida gloriosa y nos ayudas
 a prepararnos a ella eternamente. Oh, Adviento, vida
 futura, Reino, escatología, tiempo para revisar
 nuestra vida a la luz, de vida de Cristo, a la luz
 de las promesas bíblicas y mesiánicas. Oh, Adviento
 que eres adecuado tiempo, para el examen de conciencia
 continuo, arrepentido y agradecido y eres además,
 proyección de vida, de hombre nuevo, de conversión
 permanente, de cielo nuevo, de tierra nueva, logradas
 con personal esfuerzo, con cada afán, negándose
 a sí mismo, para, en los demás crecer y vivir. Finalmente,
 oh, Adviento glorioso, que eres tiempo maravilloso
 de María de Nazaret, que dijo sí, y confío en la palabra
 de Dios y en quien floreció y alumbró el Niño Dios;
 oh, Adviento, que eres espera del Amor del mundo.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado

Feria privilegiada de Adviento


24 de Diciembre
Día litúrgico
Feria privilegiada de Adviento


Texto del Evangelio (Lc 1,67-79)
 
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
 
Comentario: Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)

Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas
 
Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.
 
Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel…» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.
 
«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar…! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!
Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69).
 
Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!