26 marzo, 2015

San Braulio

 


¡Oh!, San Braulio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
una “espada de “fuego”, que haciendo honor al significado
de vuestro nombre, en en buena lid combatisteis, la defensa
de la fe contra los impíos y herejes arrianos. Vuestra
elocuencia vasta y grande era, que la gente que os escuchaba
decía: “Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu
Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir”.
Nuestra Señora del Pilar lo sabe, pues allí pasasteis horas
de horas, vuestras creces elevando al Autor de la vida, y,
aunque de la física visión privado, vos, con los ojos
del alma veíais y así, oísteis de Él, su dulce llamado cuando
os dijo: “Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco,
te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor”.
Y, con voz viva respondisteis: “Voy pronto, mi Señor; ya
estoy listo”. Y, voló vuestra alma al cielo, para coronado
ser con corona de luz, como justo premio por vuestro amor;
¡oh!, San Braulio, “espada de fuego del amor del Dios vivo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Marzo
San Braulio
Obispo
(año 651)

Braulio significa: “espada de fuego”. Fue discípulo y amigo del gran sabio San Isidro de Sevilla, al cual le ayudó mucho en la corrección y edición de sus libros.

Al morir su hermano Juan, que era obispo de Zaragoza, el clero y los fieles lo eligieron para que lo reemplazara.

Como obispo se preocupó mucho por tratar de que el pueblo se instruyera más en la religión y por extirpar y acabar con los errores y herejías que se habían propagado, especialmente el arrianismo, una doctrina hereje que negaba que Jesucristo sea Dios verdadero.

Tan grande era la elocuencia de San Braulio y su capacidad para convencer a quienes le escuchaban sus sermones que la gente decía: “Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir”.

Los obispos de España lo encargaron de las relaciones episcopales con el Papa de Roma. En la catedral, y en el famosísimo santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, pasaba varias horas cada día rezando con especial fervor.

Aborrecía todo lo que fuera lujo y vanidad. Sus vestidos eran siempre pobres, y su comida como la de un obrero de clase baja.

Todas las limosnas que le llegaban las daba para ayudar a los pobres. Y se dedicaba con mucho esmero a enseñar a los ignorantes.

Las gentes decían que era difícil encontrar en el país uno que fuera más sabio que él. Y en sus cartas se nota que había leído muchos autores famosos. Había estudiado muy profundamente la S. Biblia. Y su estilo es elegante y lleno de bondad y de amabilidad. Se firmaba: “Braulio, siervo inútil de los santos de Dios”.

Los últimos años tuvo que sufrir mucho por la falta de la vista, algo que para él que era tan gran lector, era un verdadero martirio. Pero aprovechaba su ceguera para dedicarse a rezar y meditar. Tuvo como alumno a otro gran santo: San Eugenio, obispo.

Poco antes de morir le pareció escuchar aquellas palabras de Jesús: “Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor”. Y respondió entusiasmado: “Voy pronto, Señor, ya estoy listo“. Y murió santamente. Era el año 651.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (San Pablo).