¡Oh!, Santa María Magdalena, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y discípula,
que, por Nuestro Señor de siete demonios liberada,
os convertisteis en discípula suya, y al Calvario
os seguiteis, y luego de su muerte, la primera
en ver a Nuestro Señor Jesucristo resucitado,
aquella mañana de Pascua y, de felicidad plena,
la comunicasteis a los demás. Ni “pecadora pública”,
ni “adúltera”, ni “prostituta”, sino, de Cristo
seguidora segura, y de su amor contagiada, el gozo
pascual anunciasteis a los mismos Apóstoles. Y,
además, fuisteis, vos, misma, la que en Éfeso,
vivisteis junto a María, Madre de Dios y Señora
Nuestra, y, a San Juan Apóstol, para luego,
vuestra alma al cielo volar, para coronada ser
con corona de luz, como premio justo a vuestro
grande amor a Jesucristo, Dios y Señor Nuestro;
¡oh!, Santa María Magdalena; “viva fe, amor y luz”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Señor
Martirologio Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada
por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió
hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor
resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás
discípulos (s. I).
Hoy celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres
personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María
Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que
unge los pies de Jesús.
Tres personajes para una historia
María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias
escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que
acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante
la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19,
25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y
que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la
primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn
20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20,
15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos
como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete
demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)
María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el
episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre
el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha
al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42)
mientras su hermana trabaja.
Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.
Dos en una, tres en una
No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una
relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es
decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las
circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.
Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar
un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que
Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del
relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).
San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y
Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le
secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: “Conozco a
este personaje: es la pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo
evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se
nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete
demonios». El lector ratifica su impresión: “María Magdalena es la
pecadora que ungió a Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San
Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece
escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María
Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y
perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que
vivía en Betania”.
Pero esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué
relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles.
Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón
el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la
mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan
de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el
nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro
estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación
con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora.
Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.
los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino
-como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»;
este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.
Dos teorías
Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes,
como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su
favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir
también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres
mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías
cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la
historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas:
así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en
identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.
Una respuesta “oficial”
A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la
Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las
tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace
ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de
María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás
características que le provendrían de ser también María de Betania,
hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado
oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.
Por ello, actualmente se considera que la identificación entre
Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún
fundamento”, como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del
Pueblo de Dios”. No hay dudas de que la Iglesia, a través de su
Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de
Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María
Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la
Liturgia, no fue “pecadora pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino
sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para
anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.
La liturgia de su fiesta
Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el
22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3,
1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que
nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2
Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20,
1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como
primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y
va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión
a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania.
Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria
litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa
Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de
Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.
Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María
Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le
«confió, antes que a nadie… la misión de anunciar a los suyos la alegría
pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor
aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las
Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por
siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).
En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos
himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida
para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos
aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección,
primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de
su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio
Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos
pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.
Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al
Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena,
penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y
a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era
justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una
mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.
Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy
antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los
personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio
como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en
Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una
sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban
distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma,
el culto a María Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más
fuerza.
La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido
en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias
habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y
depositadas en el monasterio de San Lázaro.
Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres
“hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en
un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres
convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a
una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Magdalena muere en
Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última
comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y
su sepulcro a lo largo de los siglos.
Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico
y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y
autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas
reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.
Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de
Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al
norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.
Oración
María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida
evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera
conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a
Dios.
Amén.
Amén.