09 febrero, 2016

Santa Apolonia

 

¡Oh!, Santa Apolonia, vos, sois la hija del Dios de la vida
y su amada santa. Cristiana y bautizada desde pequeña;
educada fuisteis en la fe de vuestros padres. Y, que más
tarde, os decidisteis a quedaros sin matrimonio, así donando
vuestra santa vida a Jesús. Casi de la nada, sale a la calle
un poeta, y va cantando malos augurios, metido estaba
en la magia, y en las vías y plazas alejandrinas, vocifera
los males, catástrofes y calamidades que sobrevendrán
a la ciudad si no se extermina a los cristianos. El obispo
Dionisio Alejandrino, relata esta persecución. Toman
violentamente al anciano Metro y, sin respetar sus canas;
le exigen blasfemar contra Jesucristo, desalentándose
con su negativa, lo muelen a palos y luego pasan a lapidarlo.
Luego toman a la matrona Cointa, que es atada, arrastrada
y muerta a pedradas. Literalmente arde la ciudad, parece
en estado de guerra, la gente fuera de sí, asalta las casas
de los cristianos. A vos, ya entrada en años; os conocían por
vuestras obras de caridad, sólida virtud y vuestro retiro
en oración. Un tiempo, erais diaconisa, de la vuestra iglesia
local. Unas hordas, os secuestran y pretenden obligaros
a blasfemar contra Jesucristo. Pero vos, no lo hacéis, y
entonces, con una piedra os destrozan los dientes. Después
os llevan fuera de la ciudad amenazándola con arrojarla
al fuego, si no apostataseis. Vos, entonces, pedís un tiempo
para reflexionar y entráis en oración. Luego, vos misma
con desprecio a la vida, que sin Dios no vale, con valor y
paso decidido, entrasteis en las llamas donde entregasteis
vuestra santa vida, a quien os la dio: ¡Dios!. Y, así,
voló vuestra alma al cielo, para cornada ser con corona
de luz como justo premio a vuestra entrega de amor y fe,
Santa Abogada contra todos los males de dientes y muelas,
Patrona Santa de todos los odontólogos del mundo entero;
¡Oh!, Santa Apolonia, “vivo amor y fidelidad a Jesucristo”.

© 2016 by Luis ernesto Chacón Delgado
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9 de Febrero
Santa Apolonia
Virgen y Mártir


Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, conmemoración de santa Apolonia, virgen y mártir, la cual, después de haber sufrido muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego antes que ceder en su fe (c. 250).

Etimología: Apolonia = Aquella que desciende de Apolo, es de origen griego.

Sucedió en tiempos del emperador Felipe que es una época suave en la práctica de la fe cristiana. El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la persecución de Decio.

Sale a la calle un poeta con aires de profeta de males futuros; practicaba la magia, según se dice; va por las vías y plazas alejandrinas publicando, como agorero de males, las catástrofes y calamidades que van a sobrevenir a la ciudad si no se extermina de ella a los cristianos. No se sabe qué cosas dieron motivo para predecir esos tiempos aciagos, pero la verborrea produjo su efecto. El obispo Dionisio Alejandrino es el que relata el comienzo de la persecución. Tomaron violentamente al anciano Metro, sin respetar sus canas; le exigen blasfemias contra Jesucristo, se desalientan con su firmeza y acaban moliéndolo a palos y lapidándolo a las afueras de la ciudad. Luego van a por la matrona Cointa que es atada, arrastrada y también muerta a pedradas. Ahora la ciudad parece en estado de guerra; han crecido los tumultos; la gente va loca asaltando las casas donde puede haber cristianos. Se multiplican los incendios, los saqueos y la destrucción.

En Alejandría vive una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres; en los tiempos de su juventud decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su vida entera a Jesús. Se llama Apolonia y ya es entrada en años; los que la conocen saben mucho de sus obras de caridad, de su sólida virtud y de su retiro en oración; incluso presta ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se estila en la antigüedad. Las hordas incontroladas la secuestran y pretenden obligarla a blasfemar contra Jesucristo. Como nada sale de su boca, con una piedra le destrozan los dientes. Después la llevan fuera de la ciudad amenazándola con arrojarla a una hoguera, si no apostata. Pide un tiempo para reflexionar. Se abisma en oración. Luego, ella misma es la que, con desprecio a la vida que sin Dios no vale, con paso decidido, pasa ante sus asombrados verdugos y entra en las llamas donde murió.

Los cristianos recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de sus despojos. Los dientes fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias.

Su representación iconográfica posterior la presenta sufriendo martirio de manos de un sayón que tiene una gran piedra en la mano para impartir el golpe que le destrozó la boca. Por eso es abogada contra los males de dientes y muelas.

También a nosotros nos asombra la decisión de santa Apolonia por parecerse al suicidio. Algún magnánimo escritor habla de que «eso sólo es lícito hacerlo bajo una inspiración de Dios». Desde luego es susceptible de más de una glosa. Sólo que los santos, tan extremosamente llenos de Dios, adoptan en ocasiones actitudes inverosímiles y desconcertantes bajo el aguijón del Amor y ¡quien sabe si esas son «locuras» sólo para quien no tiene tanto amor! Al fin y al cabo, cada santo es el misterio de responder sin cuento a Dios.