Oh, Santa Isabel de la Trinidad; sois vos, la hija
del Dios de la vida, y su amada santa, que, alabanzas
elevabais a la Santísima Trinidad, y, en el amor a
las “Tres Personas” en un solo Dios, crecisteis cada
día: Aquél, el de la inmortal y eterna vida. El silencio,
la soledad y la oración contemplativa, en vuestros
amigos se convirtieron y, en la perfecta senda de
vuestra vida, a la docilidad de la voluntad divina,
a la cual os entregasteis y que, os condujo, feliz, a
la santidad, para gloria de nuestro Señor Jesucristo,
quien, a su debido tiempo, os coronó con corona
de luz como justo premio, a vuestra entrega plena
de amor. “Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad”,
para, día en día crecer “en la carrera del amor a
los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada,
nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos
salir. Me parece que he encontrado mi cielo en la
tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está
en mi alma. El día que comprendí eso, todo se iluminó
para mí”. “Creer que un ser que se llama El Amor
habita en nosotros en todo instante del día y de
la noche y que nos pide que vivamos en sociedad
con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho
de mi vida un cielo anticipado” “Mi Esposo quiere
que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre
y para ayudar a la Iglesia”. Así, escribisteis
en “Enamorada de Cristo”. “Voy a la luz, al amor, a
la vida”, dijisteis antes de morir, y luego marchó
vuestra alma al cielo, hacia la gloria eterna de
la Santa Trinidad, que tanto habíais añorado, como
recompensa, a vuestra entrega increíble de amor;
Oh, Santa Isabel de la Trinidad, “Dios hecho amor”.
del Dios de la vida, y su amada santa, que, alabanzas
elevabais a la Santísima Trinidad, y, en el amor a
las “Tres Personas” en un solo Dios, crecisteis cada
día: Aquél, el de la inmortal y eterna vida. El silencio,
la soledad y la oración contemplativa, en vuestros
amigos se convirtieron y, en la perfecta senda de
vuestra vida, a la docilidad de la voluntad divina,
a la cual os entregasteis y que, os condujo, feliz, a
la santidad, para gloria de nuestro Señor Jesucristo,
quien, a su debido tiempo, os coronó con corona
de luz como justo premio, a vuestra entrega plena
de amor. “Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad”,
para, día en día crecer “en la carrera del amor a
los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada,
nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos
salir. Me parece que he encontrado mi cielo en la
tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está
en mi alma. El día que comprendí eso, todo se iluminó
para mí”. “Creer que un ser que se llama El Amor
habita en nosotros en todo instante del día y de
la noche y que nos pide que vivamos en sociedad
con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho
de mi vida un cielo anticipado” “Mi Esposo quiere
que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre
y para ayudar a la Iglesia”. Así, escribisteis
en “Enamorada de Cristo”. “Voy a la luz, al amor, a
la vida”, dijisteis antes de morir, y luego marchó
vuestra alma al cielo, hacia la gloria eterna de
la Santa Trinidad, que tanto habíais añorado, como
recompensa, a vuestra entrega increíble de amor;
Oh, Santa Isabel de la Trinidad, “Dios hecho amor”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de noviembre
Santa Isabel de la Trinidad
Santa Isabel de la Trinidad
Isabel Catez Rolland, hija de Francisco José y de María, nació en
Bourges, Francia, el 18 de Julio de 1880. Desde su más tierna edad se
distinguió por su temperamento apasionado, propenso a arrebatos de
cólera y de una sensibilidad exquisita. Cuando contaba siete años,
perdió a su padre, lo que fue causa de su “conversión” y de su cambio de
carácter como fruto de su vida de asceis y oración.
Aunque tomaba parte en las fiestas y participaba en los compromisos
sociales, fue siempre fiel a sus promesas bautismales. A los 14 años
hizo voto de virginidad y a los 19 empezó a recibir las primeras gracias
místicas. Estaba dotada de gran talento musical y se ofreció a Dios
como víctima por la salvación de Francia.
El 2 de enero de 1901, a los 21 años de edad, ingresaba en el
convento carmelitano de Dijón, ciudad donde vivía con su familia. Isabel
-que en el Carmelo se llamaría Sor Isabel de la Trinidad- se propuso
como lema ser “Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad” y crecer de
día en día “en la carrera del amor a los Tres”.
Vistió el hábito el 8 de diciembre de 1902 y el 11 de noviembre de
1903 saltaba de gozo al emitir sus votos religiosos en la Orden del
Carmen, a la que amaba con toda su alma. Con su vida y su doctrina
-breve pero sólida- ha ejercido un gran influjo en la espiritualidad de
nuestros días, debido, sobre todo, a su experiencia trinitaria.
Preciosas son sus Elevaciones, Retiros, Notas Espirituales y sus Cartas.
Corrió, voló, en el camino de la perfección y el 9 de noviembre de
1906 expiraba a cuasa de una úlcera de estómago. En el capítulo “El
Carmelo escuela de santidad”, recordamos una bella anécdota entre el
Cardenal Mercier y la M. Priora de Dijón, sobre esta veloz carrera hacia
la meta de la santidad de Sor Isabel de la Trinidad.
Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25.11.1984, fiesta de Cristo Rey. Su fiesta se celebra el 8 de noviembre.
Su espiritualidad
Fue más su vida misma que su doctrina. Esta sólo en parte fue escrita
por ella. Sor Isabel es un alma interior que se transforma de día en
día en el Misterio Trinitario. El silencio, la soledad, la oración
contemplativa son la palestra que la disponen a ser dócil a la voluntad
divina, que cumple siempre y en todo a la mayor perfección.
Enamorada de Cristo, que es “su libro preferido”, se eleva a la
Trinidad hasta que “Isabel desaparece, se pierde y se deja invadir por
los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada, nuestro hogar, la
casa paterna de la que jamás debemos salir… Me parece que he encontrado
mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi
alma. El día que comprendí eso todo se iluminó para mí.”
“Creer que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en todo
instante del día y de la noche y que nos pide que vivamos en sociedad
con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho de mi vida un cielo
anticipado”.
“Mi Esposo quiere que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre y para ayudar a la
Iglesia”
Amó profundamente su vocación carmelita y trató de amar y de imitar a
la “Janua coeíi”, como llamaba a la Virgen Purísima. Murmurando casi
como en un canto “Voy a la luz, al amor, a la vida”, expiró.”
Su mensaje
Que corramos por el camino de la santidad, que el Espíritu Santo
eleve nuestro espíritu, que seamos siempre “alabanza de gloria de la
Sma. Trinidad”, que seamos dóciles a las mociones del Espíritu.
Su oración
Su oración
Oh Dios, rico en misericordia, que descubriste a la Beata Isabel
de la Trinidad el misterio de tu presencia secreta en el alma del justo e
hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad, concédenos, por su
intercesión, que también nosotros, permaneciendo en el amor de Cristo,
merezcamos ser transformados en templos del Espíritu de Amor, para
alabanza de tu gloria. Amén.