09 junio, 2014

San Efrén

 
 
Oh, San Efrén, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. La divina
providencia, no os dejó jamás, e hizo que
la cruz de Cristo abrazaseis, convirtiéndoos
en veraz transmisor de la doctrina cristiana,
a través de vuestros versos, tanto que, os
llamaban “la cítara del Santo Espíritu”. Vos,
no escribías para éxitos lograr, sino que,
os servíais de la poesía, como un pastoral
medio y, en cada homilía, y en cada sermón,
de ella usasteis, para, seducir el espíritu
de los hombres, mujeres, niños y ancianos
que cautivados os escuchaban de Dios hablar.
¿Y, cómo no iban a escucharos? Si vos,
teníais en la Sagrada Escritura, la fuente
inagotable de vuestra inspiración, que os
daba un saber en el que, nadie os superaba
en aquellos tiempos y, con él, los misterios
penetrabais de la verdad y de Dios. Nuestra
Señora, nunca de lado quedó, pues vos, que
erais su amado poeta, le obsequiasteis veinte
himnos. A Ella, recurríais todo el tiempo
y entre otros versos le decíais: “María, sois
más resplandeciente que el sol, conciliadora
del cielo y de la tierra, paz, alegría y
salud del mundo, corona de las vírgenes,
toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima,
inviolada, venerable y honorable”. Y, así,
vuestra vida gastasteis en buena lid, y un día
voló vuestra alma al cielo, para ser coronada
con corona de luz, como premio a vuestro amor;
oh, San Efrén, “cítara del Espíritu Santo”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Junio
San Efrén
Diácono y Doctor de la Iglesia
Año 373
 
Poco es lo que sabemos de la vida de San Efrén. Nació en Nisibi, en la Mesopotamia septentrional a comienzos del siglo IV, probablemente en el 306. Por lo tanto, tenía siete años cuando Constantino promulgó el edicto de Milán. Pero parece que Efrén no pudo gozar de la libertad de culto en el seno de la propia familia, porque el padre era sacerdote pagano y no estaba de acuerdo con la formación cristiana que la piadosa madre quería impartirle. A Los 18 años recibió el bautismo y vivió del propio trabajo, en Edesa, como empleado en un baño público. En el 338 Nisibi fue atacada por Los Persas, y Efrén acudió en su ayuda.
 
Cuando Nisibi cayó en mano de Los Persas, Efrén, que ya era diácono, se estableció definitivamente en Edesa en el 365, y allí dirigió una escuela. Allí murió el 9 de junio del 373. Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia en 1920. La tradición nos lo recuerda como un hombre austero. No conocía el griego y probablemente esta era la razón por la cual no encontramos en su obra literaria ese influjo teológico contemporáneo, caracterizado por Las controversias trinitarias. Él es el transmisor genuino de la doctrina cristiana antigua. El medio usado por San Efrén para la divulgación de la verdad cristiana es sobre todo la poesía, por lo cual con razón se lo ha definido “la cítara (o el arpa) del Espíritu Santo”.
 
En su época se estaba organizando el canto religioso “alternado” en Las iglesias. Los iniciadores fueron San Ambrosio en Milán y Diodoro en Antioquía. El diácono de Nisibi, en Las fronteras de la cristiandad y del mundo romano, compuso en la lengua nativa poesías de contenido didáctico o exhortativo, y propias para adaptarlas al canto colectivo. El carácter popular de sus poesias hizo que pronto se difundieran muchísimo. Gracias también a las cuidadosas traducciones en griego, pronto pasaron de Siria al Oriente mediterráneo.
 
Efrén no escribía para buscar éxitos literarios; él se servía de la poesía como un excelente medio pastoral. Hasta en las homilías y en los sermones usaba este medio como captación y seducción del espíritu. El profundo conocimiento de la Sagrada Escritura le ofrecía a su rica vena poética el elemento más original para penetrar en los misterios de la verdad y sacar útiles enseñanzas para el pueblo de Dios.
 
Efrén es también el poeta de la Virgen, a la que dirigió 20 himnos y a quien se dirigía con expresiones de tierna devoción. El llamaba a María “más resplandeciente que el sol, conciliadora del cielo y de la tierra, paz, alegría y salud del mundo, corona de las vírgenes, toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada, venerable, honorable…”.