07 noviembre, 2014

San Ernesto

 
 Oh, San Ernesto, vos sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, y que, honor
hicisteis al significado de vuestro nombre
Ernesto, que significa: “fuerte en el combate”.
Vivisteis en la Cruzada Primera, con profunda
fe y entrega. Y, en vuestra juventud, monje
en la abadía de Zwiefalten fuisteis y, luego
os eligieron abad, para dirigir espiritual
y humanamente, a los sesenta y dos monjes
que teníais. Y, cuando os tocó despediros a
la Cruzada, dijisteis: “Creo que no volveré a
veros en esta tierra, pues Dios me concederá
que vierta mi sangre por él. Poco importa
la muerte que me reserva, si me permite sufrir
por el amor de Cristo”. Y, así, fue, pues no
se supo nunca, cómo y dónde moristeis. Pero,
si se sabe, que vos, entregasteis el alma al
Padre, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio, a vuestra entrega de amor;
oh, San Ernesto, “amor y esperanza por Cristo”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Noviembre
San Ernesto
Abad


Etimológicamente significa “fuerte en el combate”. Viene de la lengua alemana. El joven Ernesto, muerto en el año 1147, vivió de lleno en la época de la primera cruzada (1099). Fue ella la que permitió abrir nuevos caminos para los Lugares santos a todos los peregrinos.

Y además, permitió la fundación de cuatro pequeños estados cristianos en tierras del Islám: Jerusalén, Antioquía, Edesa y Trípoli. Sin embargo, desde 1144, la caída de Edesa mostró que los musulmanes podían volver a coger lo que los franceses les habían arrebatado anteriormente, incluida Jerusalén.

Esto dio lugar a la segunda cruzada (1147-1149). Se sabe por la historia que fue un desatino. De los 200.000 hombres y mujeres que partieron para el Oriente, volvieron sólo algunos miles.

Ernesto de Steisslingen fue uno de ellos. En su juventud entró de monje en la abadía de Zwiefalten, que da al bello lago de Constanza. Lo eligieron abad durante cinco años para dirigir humana y espiritualmente a los sesenta y dos monjes que la habitaban. Al término de su mandato, se marchó de nuevo a la cruzada con el ejército alemán, comandado por el emperador Conrado III.

Cuando se despidió de sus hermanos religiosos, les dijo: “Creo que no volveré a veros en esta tierra, pues Dios me concederá que vierta mi sangre por él. Poco importa la muerte que me reserva, si me permite sufrir por el amor de Cristo”.

Sus predicciones se cumplieron. Y desde entonces no se supo nunca cómo y dónde murió.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=13741)