¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, vos, sois
la hija del Dios de la vida y su amada santa,
y que, durante vuestra corta vida, guardasteis
en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Y, así, fue, porque, después de vuestra muerte,
los milagros y favores, a raudales llovieron
sobre quienes os pidieron vuestra intercesión.
“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud
de almas que le alabarán eternamente”. Decíais,
vos, pues vuestro anhelo, era de que, aquellos
que os invocaran, a Dios amasen, con amor abrazador.
Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad.
Una mujer de dones y virtudes cargada, y capaz
de darlo todo. Impaciente, por seguir a vuestras
hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella
frase que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás
si es la voluntad de Dios”. Os contestó León
XIII, y vos, os sentisteis feliz. Os llamaban
la “La Florecita”, y encontrasteis vuestro “elevador”,
que os llevó raudamente por vías de oscuridad y
de sufrimiento espiritual y de corporal dolor,
cada vez hacia lo alto, siempre hacia lo alto,
hasta que, un día, a los brazos de Jesús, vuestro
amado esposo, arribasteis. “Nunca he dado a Dios
más que amor, y Él me pagará con amor. Después
de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.”
“Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “caminito” es el camino de la infancia espiritual,
el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”
“Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas
las misiones”. Son vuestras expresiones de amor
que os acompañaron durante vuestro peregrinar.
Patrona santa de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “florcita de Dios”.
la hija del Dios de la vida y su amada santa,
y que, durante vuestra corta vida, guardasteis
en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Y, así, fue, porque, después de vuestra muerte,
los milagros y favores, a raudales llovieron
sobre quienes os pidieron vuestra intercesión.
“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud
de almas que le alabarán eternamente”. Decíais,
vos, pues vuestro anhelo, era de que, aquellos
que os invocaran, a Dios amasen, con amor abrazador.
Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad.
Una mujer de dones y virtudes cargada, y capaz
de darlo todo. Impaciente, por seguir a vuestras
hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella
frase que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás
si es la voluntad de Dios”. Os contestó León
XIII, y vos, os sentisteis feliz. Os llamaban
la “La Florecita”, y encontrasteis vuestro “elevador”,
que os llevó raudamente por vías de oscuridad y
de sufrimiento espiritual y de corporal dolor,
cada vez hacia lo alto, siempre hacia lo alto,
hasta que, un día, a los brazos de Jesús, vuestro
amado esposo, arribasteis. “Nunca he dado a Dios
más que amor, y Él me pagará con amor. Después
de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.”
“Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “caminito” es el camino de la infancia espiritual,
el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”
“Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas
las misiones”. Son vuestras expresiones de amor
que os acompañaron durante vuestro peregrinar.
Patrona santa de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “florcita de Dios”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1ro de octubre
Santa Teresita del Niño Jesús
Virgen
Santa Teresita del Niño Jesús
Virgen
La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, se ha esparcido de una
manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida,
Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de
carmelitas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos
milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. La
santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su
muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la
invocan. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder
encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán
eternamente”, decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la
invocan amen a Dios con un amor abrazador.
Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la
conocieron, y especialmente su autobiografía, “La Historia de un Alma”,
millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables
peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de
abril de 1888, María Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero
Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince
años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido
cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la
familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce
años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su
padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió
permiso de entrar al Carmelo a los quince años. “Entrarás si es la
voluntad de Dios”, le contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la
peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el
permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el
obispo y Teresita entró al Carmelo.
Teresa había sido la hija preferida de su padre; era tan alegre,
atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el
momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era
su vocación y desde el principio se determinó a ser santa. Aunque la
salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la
austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y
por el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y
exteriores que la Regla acostumbraba. “Soy un alma muy pequeña, que sólo
puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,” dijo en una ocasión,
“pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy
recto, un pequeño sendero. Estamos en la era de los inventos. Me
gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy
demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…”.
“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender
en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente.” Su
gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor
abrazador.
“La Florecita”, como muchos la llaman, encontró su elevador, que la
llevó velozmente por entre períodos oscuros de sufrimiento espiritual,
por entre largas noches de dolor corporal, hacia arriba, siempre arriba,
hasta que al fin estuvo segura en brazos de su amado Jesús. Antes de
morir, terminó su autobiografía, L’Histoire d’un Alme (La Historia de un
Alma), escrita a petición de su Superiora. Ha sido traducida a muchos
diferentes idiomas, y está llena de belleza, sabiduría y valor, y por
ella podemos saber algo de la santidad de Teresita, pues explica cómo
hizo de sí misma un juguete de Cristo. Hiciera lo que hiciera, estaba
segura de su amor.
La hermana Teresita de Lisieux murió el 30 de Septiembre de 1897. En
junio de ese año había sido llevada a la enfermería del convento,
padeciendo fuertes hemorragias, y no volvió a salir de allí. Tres de sus
declaraciones, pronunciadas por ese tiempo, le han dado la vuelta al
mundo y ningún comentario sobre la Florecita, por breve que fuera,
estaría completo sin ellas: “Nunca he dado a Dios más que amor, y Él me
pagará con amor. Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.”
“Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.” “Mi caminito es el
camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y de la
entrega absoluta.”
Casi inmediatamente después de su muerte, fueron tan numerosos los
milagros obtenidos por su intercesión, que la Santa Sede dispensó los
acostumbrados cincuenta años que normalmente deben transcurrir antes que
se inicie el proceso de canonización. En 1922 fue solemnemente
beatificada por el Papa Pío XI, y dos años más tarde fue canonizada
Teresa de Lisieux.
Como una de las principales obligaciones de las carmelitas es pedir
por las misiones, no es extraño que, en 1927, Santa Teresita fuera
nombrada Patrona celestial de todas las Misiones Extranjeras, junto con
San Francisco Javier. Dijo Teresita: “Quisiera ser misionera ahora y
siempre y en todas las misiones.”
(La mayor parte de esta pequeña biografía ha sido extraída de
“Nuestra Herencia Católica” tomo III, publicada por La Prensa Católica,
México, 1973). “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el
camino de la confianza y de la entrega absoluta.”
La Iglesia reconoce la enseñanza profunda y valiosa del “caminito” de
Santa Teresita, lo cual conlleva el aceptar nuestras propias
limitaciones, y el dar de todo corazón lo que tengamos, no importa lo
pequeña que sea la ofrenda.