Oh, San Enrique; vos, sois el hijo del
Dios de la vida, y el que le disteis
brillo al significado de vuestro nombre,
que significa: “Jefe Poderoso”.Y, lo
fuisteis. Vuestro amado maestro, San
Wolfgan, se os apareció en sueños y
escribió en la pared: “Después de seis”.
Pensasteis de todo, pero la providencia
divina, nunca se equivoca y a los seis
años, nombrado fuisteis Emperador, y
servisteis de verdad a vuestro pueblo,
como Emperador de Alemania, Italia y
Polonia. Extendisteis nuestra santa
religión e hicisteis que las gentes a
Nuestro Señor Jesucristo, lo amaran
más. Levantasteis templos, construisteis
conventos y apoyabais a los que se
dedicasen a evangelizar. A obispos y
sacerdotes, los reuníais para estudiar
los métodos que consiguieran una mayor
santidad. De los pobres padre y amigo
del pueblo. Un día le dijisteis a un
“consejero” vuestro: “Dios no me dio
autoridad para hacer sufrir a la gente,
sino, para tratar de hacer el mayor bien
posible”. Bellísimas palabras, que meditar
deberían los gobernantes de la tierra
y, en especial las tiranías opresoras,
que han abdicado de vuestro mensaje.
Cunegunda, vuestra santa y feliz esposa
os, ayudaba en vuestra caridad y amor
para con los más desposeídos y ambos,
la paz buscaban sobre todo, después de
la fe. Y, Dios, de quien viene todo poder
al veros, con vuestra tarea cumplida, os
abrió sus brazos para recibiros y os
coronó con justicia, con corona de luz;
oh, San Enrique, “emperador” de Dios.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Julio 13
San Enrique – Emperador
Año 1024
En verdad que es difícil encontrar gobernantes de una santidad como la de este gran Emperador. Que Dios nos mande muchos jefes de nación como San Enrique.
Este es el
único emperador declarado santo por la Iglesia Católica.
Enrique significa: “Jefe Poderoso”. Tuvo la
gran suerte de pertenecer a una familia sumamente religiosa. Su hermano Bruno
fue obispo. Su hermana Brígida fue monja. La otra hermana, Gisela, fue la esposa
de un santo, San Esteban, rey de Hungría. Y la mamá de Enrique lo confió desde
muy jovencito bajo la dirección de otro fervoroso personaje, San Wolfgan, obispo
de Ratisbona, el cual lo educó de la mejor manera que le fue posible.
Un aviso que
lo llevó a la santidad
Al poco tiempo de haberse muerto su gran
maestro, San Wolfgan, vio Enrique que se le aparecía en sueños y escribía en una
pared esta frase: “Después de seis”. Él se imaginó que le avisaban que dentro de
seis días iba a morir y se dedicó con todo su fervor a prepararse para bien
morir. Pero pasaron lo seis día y no se murió. Entonces creyó que eran seis
meses los que le faltaban de vida, y dedicó ese tiempo a lecturas espirituales,
oraciones, limosnas a los pobres, obras buenas a favor de los más necesitados y
cumplimiento exacto de su deber de cada día. Pero a los seis meses tampoco se
murió. Se imaginó que el plazo que le habían anunciado eran seis años, y durante
ese tiempo se dedicó con mayor fervor a sus prácticas de piedad, a obras de
caridad y a instruirse ejercer lo mejor posible sus oficios, y a los seis años…
lo que le llegó no fue la muerte sino el nombramiento de Emperador. Y este aviso
le sirvió muchísimo para prepararse sumamente bien para ejercer tan alto
cargo.
Emperador
Guerrero
Enrique cumplió lo que su nombre significa en
alemán: jefe poderoso. Pues empezó siendo simplemente rey (o gobernador) de un
departamento del sur de Alemania, Baviera. Y allí ejerció su autoridad con
agrado de todos , llegando a ser enormemente estimado por su pueblo. Pero de
pronto se murió el Emperador Otón III, su primo, sin dejar herederos, y entonces
los principes electores juzgaron que ningún otro estaba mejor preparado para
gobernar Alemania y a las naciones vecinas que el buen Enrique, tan apreciado
por sus súbditos. Y llegó así a aquel altísimo cargo.
Pero por todas partes estallaban revueltas y
revoluciones, y el nuevo emperador tuvo que organizar un poderoso ejército para
ir calmando a los revoltosos. Y resultó ser un gran guerrero. Dominó las
revueltas nacionales y las de Polonia y se hizo respetar por todos los países
vecinos.
Liberador del
Papa
Y sucedió que en Roma un anticristo se atrevió
a quitarle el puesto al Papa Benedicto VIII. Éste pidió auxilio a Enrique, el
cual con un fortísimo ejército invadió a Italia, derrotó a los enemigos del
Pontífice y le restituyó su alto cargo. En premio por todo esto, el Papa
Benedicto lo coronó solemnemente en Roma como Emperador de Alemania, Italia y
Polonia.
Enrique el
piadoso
La gente lo llamaba así porque en todas partes
lo que buscaba era extender la religión y hacer que las gentes amaran más a
Nuestro Señor. Para conceder como esposa a su hermana Gisela, al rey Esteban de
Hungría le puso como condición a dicho mandatario que propagara el catolicismo
por todo su reino, lo cual cumplió Esteban de manera admirable.
Por todas partes levantaba templos, construía
conventos para religiosos y apoyaba a cuantos se dedicaban a evangelizar. A los
templos les regalaba cálices, ornamentos y demás objetos para que el culto
resultara muy solemnemente, y dejaba donaciones para que celebraran misas por
sus intenciones. En su viaje a Italia se sintió sumamente enfermo y se fue en
peregrinación a Monte Casino, y allá rezando con toda fe a San Benito consiguió
su curación.
Reunía a los obispos y sacerdotes para estudiar
los métodos que consiguieran una mayor santidad para el clero. Delante de los
obispos se arrodillaba con toda humildad, como cualquier sencillo
creyente.
Padre de los
pobres y amigo del pueblo
Pocos gobernantes que hayan gozado de una
manera tan extraordinaria de cariño de su pueblo, como San Enrique. Un día, a un
empleado que le aconsejaba tratar con crueldad a los revoltosos, le respondió:
“Dios no me dio autoridad para hacer sufrir a la gente, sino para tratar de
hacer el mayor bien posible.”Fue un verdadero padre para sus súbditos. La fama
de su bondad corrió pronto por toda Alemania e Italia, ganándose la simpatía
general. En sus labores caritativas le ayudaba su virtuosa esposa, Santa
Cunegunda, mujer ejemplarísima en todo.
Buscador de la
paz
Decía siempre que lo que más deseaba para su
nación, después de la fe, era la paz. Con los gobernantes vecinos trató de
conservar muy buenas relaciones de amistad, y a los súbditos revoltosos,
fácilmente los perdonaba y volvían a ser sus amigos. Pocos gobernantes han
logrado ganarse como Enrique el amor de sus gobernados, y la gente bendecía a
Dios por haberle concedido un mandatario tan comprensivo.
Murió el 13 de julio del año 1024, y poco antes
de morir contó a sus familiares que con su esposa Santa Cunegunda había hecho
voto de virginidad, y que habían vivido siempre como dos hermanos.