¡Oh!, San Agustín de Canterbury, Apóstol de Inglaterra,
vos, sois el hijo del Dios de la vida, y su amado santo, y
considerado uno de sus más grandes evangelizadores,
al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Vos, erais superior del convento benedictino
de Roma, cuando San Gregorio Magno, Papa, os envió
con treinta y nueve monjes a tratar de convertir a aquellos
paganos. Etelberto, rey, os recibió con buena voluntad,
conjuntamente con su esposa Berta, después santa,
haciéndose bautizar y os regaló un palacio para que os
sirviese de convento, además de un templo en Canterbury.
Y cosas de Dios, el rey dejó en libertad a sus súbditos
para que escogieran la religión que desearan y así,
se bautizaron cerca de diez mil ingleses, y dentro de ellos
estaban los que ocupaban los cargos importantes. Vos,
luego, enviasteis a Roma a dos de vuestros monjes,
llevando las buenas nuevas al Sumo Pontífice y el Papa,
como respuesta, os nombró arzobispo y os dio un plan
de trabajo. Primero, no destruir los templos de los paganos,
sino convertirlos en templos cristianos. Segundo, no
acabar con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas
en fiestas cristianas y tercero, dividir el país en tres
diócesis: Canterbury, Londres y York. ¡Y, así, lo hicisteis!
Y, el Papa, os nombró jefe de toda la Iglesia Católica inglesa.
Escribíais al Papa, a menudo consejos pidiéndole y el Sumo
Pontífice os respondía amorosamente así: “Dios le ha concedido
el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor
de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de
que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado,
mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese
de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga
temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver
que con los milagros y la predicación logra que tantos paganos
se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse
mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios
el honor y la gloria que sólo Él se merece. Hay muchos que
son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente.
Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido
estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más
amado y más glorificado por las gentes”. Y, mucho os sirvieron
estos consejos a vos, para manteneros siempre humilde. Y así,
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz,
como muy justo premio, a vuestra generosa entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Agustín de Canterbury; “vivo profeta del Dios Vivo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Mayo
San Agustín de Canterbury
Fundador de la Iglesia en Inglaterra
Año 605
San Agustín Apóstol de Inglaterra: Te rogamos por la Iglesia Católica en esa nación y en todas las naciones del mundo. Pídele a Dios que nos envíe muchos evangelizadores que sean como tú. Amén.
San Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes
evangelizadores, al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la evangelización de
Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de Roma, cuando el Sumo
Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de
evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana. Conociendo el
espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se acobardaba ante
ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el Papa lo envió con
39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa, donde
se tomaba la embarcación para llegar a Inglaterra, allí les contaron
terribles barbaridades acerca de los habitantes de esa isla, y los otros
misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a que fuera a Roma
a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a emprender.
Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal
manera, recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de
aquellas gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar por
los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa
(que después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les
concedió a los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey.
Este los recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la
religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su
palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les
dio un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está
ahora la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury.
El rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la
religión que quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la
religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las
enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se
hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban
los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo
Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió el
nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y
libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas
gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se
alegró muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San
Agustín un simpático plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era
la docilidad a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones
1º. No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos en templos
cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los paganos, sino
convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo ellos celebraban las
fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban
todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y
santos. 3º. Dividir el país en tres diócesis: Canterbury, Londres y
York.
Nuestro santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le
produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de
toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado). En las
reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su presencia
muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San
Gregorio a Roma pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el
Sumo Pontífice le escribía ciertas advertencias muy prácticas como
estas: “Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el
inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de
que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo,
que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos
regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos
debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación
logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a
creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios
el honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy
santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que
llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse
mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes”.
Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de
su alma por convertir al cristianismo el mayor número posible de
ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo, la Iglesia
Católica en Inglaterra, San Agustín de Canterbury murió santamente el 26
de mayo del año 605. Y un día como hoy fue su entierro y funeral. Desde
entonces ha gozado de gran fama de santidad en esa nación y en muchas
partes más.