29 enero, 2015

San Valerio

 


¡Oh!, San Valerio, vos sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y, que sirviéndole con entrega y amor
honor hicisteis, al significado de vuestro nombre: “ser
fuerte y valeroso”. Os distinguisteis por vuestro espíritu
de mortificación y por vuestras virtudes cristianas,
que poníais en práctica cada día de vuestra existencia,
menos con el de cumplir con vuestra prédica, por razones
de salud. Pero, la providencia divina, no os dejó jamás,
y os proveyó de Vicente, lleno de elocuencia, alta voz y
fiel colaborador vuestro, para aquella tarea. Daciano,
cruel e impío idólatra, quiso obligaros a que renegaseis
de vuestra fe y os desterró. Y, entonces, el Dios eterno
llamó vuestra alma, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Valerio, “fuerte y valeroso soldado del Dios vivo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Enero
San Valerio
Obispo

De este nombre en Tréveris, continúa la primera implantación del cristianismo en la gran metrópoli de Roma dentro de Germania.

Su recuerdo sigue en una fecha al del prudente y anciano obispo de Zaragoza, San Valerio «el tartamudo»; desterrado a Francia por Daciano a raíz del martirio de San Vicente, su diácono; y celebrado también con el nombre de San Valero, desde Aragón a Anet y el Franco Condado.

El origen de este nombre está en el latín Valerus, probablemente de valeo, “ser fuerte, valeroso”. Nació en una ilustre familia cristiana sobre la segunda mitad del siglo III en la ciudad de Zaragoza denominada la ciudad de los “innumerables mártires” según canta el vate (poeta) cristiano Prudencio en el Peristephanon o Las Coronas. San Valero (después de abandonar ser servidor del mundo, no sin antes vencer grandes dificultades) fue uno de los más célebres prelados de 1a Iglesia de España, concretamente, de la sede episcopal de su ciudad natal. Se distinguió nuestro santo por su gran espíritu de mortificación y por sus sólidas virtudes cristianas.

La tradición narra que los últimos años de su episcopado no pudo cumplir con el cargo de la predicación por lo que fue llamado “el tartamudo”. A fin de sustituirle en esta misión de la predicación encontró como gran y humilde diácono a Vicente, a quien trajo de la ciudad de Huesca. Fue éste un clérigo elocuente, de alta voz y fiel colaborador de su Obispo.

Era Daciano el gobernador romano de toda esa provincia. Fue célebre su odio hacia todos los cristianos. A san Valerio, ante su negativa de renegar de su credo cristiano, le obligó a permanecer en destierro cerca de Barbastro donde, lleno de amor a Dios y a la Iglesia, murió hacia el año 315.