12 abril, 2014

¡Qué increíble el poder de tu Amor!


¡Qué increíble el poder de tu Amor!
Aun así crucificado
Por la ignominia de mis pecados
Y los del mundo entero
Llora mi corazón partido
Al verte así clavado y escarnecido
Por mis hermanos los hombres
Que faltos de sí
Al ladrón y criminal libre dejaron
Y tomaron la justicia en sus manos
Impíos y traidores optaron dejarte así
Y jamás comprendieron
Que tu único pecado
Fue el dar amor a todos
Enseñarnos a amar y perdonar
A nuestros enemigos
A dar vista a los ciegos
Caminar a los paralíticos
Hablar a los sordomudos
Resucitar a los muertos
¿Eso merecía tu muerte?
¡Noooooooooooooooo!
Para merecer tu muerte
Estoy yo Dios mío
Pues yo osé ofenderte
Y pésame en mí
Mi maldad y mi culpa
Mi culpa y mi maldad
Te miro coronado de espinas
El rostro cubierto de sangre
La huella de la lanza en tu costado
De azotes y moretones cubierto
Flagelado y escupido
Despreciado y vilipendiado
Siete palabras en tu agonía:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
“En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”
“¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!”
“Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?”
“¡Tengo sed!”
“Todo está consumado”
“¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!”
Y recién creo comprenderte
Cuánto me amas
Cuánto nos amas
Pues eres Tú la sola verdad eterna
Eres Tú la luz verdadera
Eres Tú la resurrección y la vida
Y aunque nadie quiera saber de Ti
Y aunque pocos te quieran en su corazón
¡Yo te amo!
¡Yo te quiero!
Y marcharé por el mundo
Y les diré cuanto nos amas
Que tu pecado fue amarnos
Hasta la muerte
Una muerte de Cruz
Que tu nombre es Jesús
Y que eres camino Verdad y vida
Dios y Señor Nuestro
¡Qué increíble el poder de tu Amor!.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado

San Julio, Papa

 
Oh; San Julio Papa, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo.
Frente a los ataques de los arrianos,
custodiasteis valientemente la fe del
Concilio de Nicea, defendisteis a San
Atanasio, que era entonces perseguido y
exiliado, y reunisteis el Concilio de
Sárdica. Además, inspirado por Dios,
la verdad católica defendisteis, de
abierta manera, y, en Atanasio, soldado
fiero de la fe, que combatió contra
los impíos arrianos, disteis, escarmiento
y la ortodoxia fortalecisteis con equidad
y justicia, despejando el andar de Nuestra
Santa Madre Iglesia. Defendisteis la verdad
católica, la lealtad a la fe y la búsqueda
de la justicia. Además, contribuisteis
al fortalecimiento de la autoridad
de Roma. Y, por ello, con justicia
coronado fuisteis de luz, como premio
a vuestra entrega de amor y fidelidad;
oh, San Julio, “autoridad, lealtad y fe”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Abril
San Julio I
XXXV Papa
 
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica. († 352)

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma: el Papa.
 
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
 
La primera de las actuaciones que deberá realizar -que le seguirá luego por toda su vida- está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo. Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325; pero una definición dogmática no liquida de modo automático un problema, cuando las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas de otros intereses menos confesables.
 
A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus respectivas diócesis los obispos que estaban en el destierro. Es el caso de Atanasio que vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los eclesiásticos y del pueblo. Pero los arrianos habían elegido para obispo de esa sede a Pisto y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de Atanasio.
 
Eusebio de Nicomedia, Patriarca proarriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por su parte, Atanasio -recuperadas ya sus facultades de gobierno- ha reunido un importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.
 
Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.
 
Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro sínodo arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para Alejandría.
 
El papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos obispos con Atanasio a la cabeza. Como los representantes arrianos siguen sin comparecer, Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno con un resultado nulo en la gestión porque los arrianos siguen rechazando la cita que pidieron.
 
En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del sínodo al que no quieren asistir los arrianos por más que fueron ellos los que lo solicitaron; ahora son considerados por el papa como rebeldes. En esta reunión de obispos se declara solemnemente la inocencia de Atanasio; el papa manda una encíclica a los obispos de Oriente comunicando el resultado y añade paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de la Sede Romana.
 
Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos; en el mismo año 341 reúnen otro sínodo en Antioquía que reitera la condenar a Atanasio y en el que se manifiestan antinicenos.
 
Estando así las cosas, el papa Julio I decide convocar un concilio más universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de Constancio y Constante -hijos de Constantino y ahora emperadores- que se muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de obispos arrianos y católicos. El lugar designado es Sárdica; el año, el 343; el presidente, el español -consejero del emperador- Osio, obispo de Córdoba. El papa envía también por su parte legados que le representen.
Pero se complican las cosas. Los obispos orientales arrianos llegan antes y comienzan por su cuenta renovando la exclusión de Atanasio y demás obispos orientales católicos. Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al congreso, se niegan a tomar parte en ninguna deliberación, apartándose del Concilio de Sárdica, reuniendo otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio. El bloque compacto de obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados.
 
Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos rebeldes arrianos. Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.
 
Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de todos los obispos del orbe su apoyo en la verdad, antes de volver a Alejandría.
 
Julio I escribirá otra carta más a los obispos orientales y de Egipto.
 
En los 15 años de papado, sobresale su gobierno leal no exento de muchas preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica. La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo. Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
 
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)