14 agosto, 2013

San Maximiliano María Kolbe

 
Oh, San Maximiliano María Kolbe; vos,
sois el hijo del Dios, su amado santo
e imitación perfecta de Cristo, porque
Él, la vida dio por la redención del mundo
y vos, por la del prójimo. No en vano,
el Maestro Divino, había dicho que,
no hay amor más grande, que el amor
de aquél, que la vida, da por sus amigos.
Y, vos, así lo hicisteis, honor haciendo
al significado de vuestro nombre: “El
más importante de la familia”. “Yo me
ofrezco para reemplazar al compañero
que ha sido señalado para morir de hambre,
porque, él tiene esposa e hijos que lo
necesitan. En cambio yo soy soltero y solo,
y nadie me necesita”. Aquél día dijisteis.
Mucho antes, vos, gastasteis vuestra vida,
difundiendo el amor y la veneración a Nuestra
Señora, fundando la “Ciudad de la Inmaculada”,
en Polonia y el Japón. Dos periódicos “El
Caballero de la Inmaculada” y “El Pequeño
diario”. Imprentas, revistas, radios, y,
en plena guerra mundial, Nagasaki, destruida
fue por una bomba atómica, pero a vuestra
imprenta, no le pasó nada. Vuestra respuesta
resuena eterna, como modelo de desprendimiento,
pues, la vida disteis, por uno de vuestros
compañeros de martirio, elevándoos hasta
el mismo cielo, que, sus puertas abrió,
para coronaros de luz, cuyo brillo, es llamado
eterno, a todos los hombres de la tierra;
oh, San Maximiliano María Kolbe, Mártir.
 
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Agosto
San Maximiliano María Kolbe
Mártir
Año 1941
 
Maximiliano significa: “El más importante de la familia”. Es este uno de los mártires modernos. Murió en la Segunda Guerra Mundial. Había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de Auschwitz. Un día se fugó un preso. La ley de los alemanes era que por cada preso que se fugara del campo de concentración, tenían que morir diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo 1-2-3-4…9…10 y al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte para echarlo a un sótano a morirse de hambre. De pronto al oírse un 10, el hombre a quien le correspondió ese número dio un grito y exclamó: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?”.
 
En ese momento el padre Kolbe dice al oficial: “Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre”. El oficial le responde: ¿Y por qué? – Es que él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita. El oficial duda un momento y enseguida responde: Aceptado.

Y el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros a morirse de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días son de angustias y agonías continuas. El santo sacerdote anima a los demás y reza con ellos. Poco a poco van muriendo los demás. Y al final después de bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias necesitan ese local para otros presos que están llegando, le ponen una inyección de cianuro y lo matan. Era el 14 de agosto de 1941.
 
Su familia, polaca, era inmensamente devota de la Sma. Virgen y cada año llevaba a los hijos en peregrinación al santuario nacional de la Virgen de Chestokowa. El hijo heredó de sus padres un gran cariño por la Madre de Dios. Cuando era pequeño tuvo un sueño en el cual la Virgen María le ofrecía dos coronas, si era fiel a la devoción mariana. Una corona blanca y otra roja. La blanca era la virtud de la pureza. Y la roja, el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas.
 
Un domingo en un sermón oyó decir al predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un seminario. Le agradó la noticia y con su hermano se dirigió hacia allá. En 1910 fue aceptado como Franciscano, y en 1915 obtuvo en la Universidad de Roma el doctorado en filosofía y en 1919 el doctorado en teología. En 1918 fue ordenado sacerdote.
 
Maximiliano gastó su vida en tratar de hacer amar y venerar a la Sma. Virgen. En 1927 fundó en Polonia la Ciudad de la Inmaculada, una gran organización, que tuvo mucho éxito y una admirable expansión. Luego funda en Japón otra institución semejante, con éxito admirable.
 
El padre Maximiliano fundó dos periódicos. Uno titulado “El Caballero de la Inmaculada”, y otro “El Pequeño diario”. Organizó una imprenta en la ciudad de la Inmaculada en Polonia, y después se trasladó al Japón y allá fundó una revista católica que pronto llegó a tener 15,000 ejemplares. Un verdadero milagro en ese país donde los católicos casi no existían. En la guerra mundial la ciudad de Nagasaki, donde él tenía su imprenta, fue destruida por una bomba atómica. A su imprenta no le sucedió nada malo.
 
Los nazis durante la guerra, al invadir Polonia, bombardearon la ciudad de la Inmaculada y se llevaron prisionero al padre Maximiliano, con todos los que colaboraban. El ya había fundado una radiodifusora y estaba dirigiendo la revista “El caballero de la Inmaculada”, con gran éxito y notable difusión. Todo se lo destruyó la guerra, pero su martirio le consiguió un puesto glorioso en el cielo.
 
Cuando el Santo Padre Pablo VI lo declaró beato, a esa gran fiesta asistió, el hombre por el cual él había ofrecido el sacrificio de su propia vida. Juan Pablo II, su paisano, lo declaró santo ante una multitud inmensa de polacos. En este gran santo sí se cumple lo que dijo Jesús: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce mucho fruto. Nadie tiene mayor amor que el que ofrece la vida por sus amigos”. Quiera Dios que también nosotros seamos capaces de sacrificarnos como Cristo y Maximiliano, por el bien de los demás.