11 diciembre, 2014

San Dámaso, I Papa


Oh, San Dámaso vos sois, el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y que, a San Jerónimo, como secretario

tuvisteis. Humilde como erais, os sentisteis maravillado

por el obrar de tantos santos y mártires, que sus vidas

dieron por la causa de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Quizás por ello, vos mismo, sus epitafios redactasteis
en cada una de sus tumbas, para que, sus vidas, conocidas
fueran por siempre, en los cientos de miles de hombres
que clamaron y claman hoy, y por siempre, sus intercesiones.
Para vos, más y mayor manjar, no existió nunca jamás, que,
la lectura del Libro Sagrado, donde sabiduría bebisteis y
que, la diseminasteis en cada palabra que, de vuestro
corazón salía, en cada evangelizador sermón. A vos también
os pertenecen la santa oración que dice: “Gloria al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio,
ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”. Y,
también aquella bellísima reflexión que dice: “Yo, Dámaso,
hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los
santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo.
Espero que Jesucristo, que resucitó a Lázaro, me resucite
también a mí en el último día”. Palabras, que brillaron y
brillan en la fe del hombre que ama a Dios. Por todo ello,
y después de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
corona de luz recibisteis, como premio a vuestro grande amor
oh, San Dámaso; “el escriba de los santos del Dios de la vida”.

© 2014by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Diciembre

San Dámaso I

Pontífice

Año 384


Que San Dámaso y su secretario San Jerónimo nos consigan del buen Dios la gracia de amar, meditar y hacer amar y meditar mucho a Jesucristo.
Este Pontífice se hizo famoso por haber redactado y hecho grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos famosos mártires de las catacumbas de Roma.
Era de familia española. Fue secretario de los Pontífices, San Liberio y San Félix, y al ser elegido Papa, en el año 366, hizo honor a su nombre, que significa “domador”, porque tuvo que sofocar una sangrienta rebelión que en Roma se levantó contra él.
Tuvo como secretario al gran San Jerónimo, al cual le encargó que tradujera la S. Biblia al idioma popular, y esta traducción llamada “La Vulgata”, fue la que empleó la Iglesia Católica durante 15 siglos.
San Jerónimo dice de él: “era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura”. Sus epitafios sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas (o subterráneos de Roma) se han conservado muy bien, y de varios santos lo único que sabemos se debe a lo que él escribió sobre sus tumbas. Así por ej. de San Tarcisio, el mártir de la Eucaristía, etc. Era excelente poeta.
San Dámaso redactó su propio epitafio así: “Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día”.
Desde muy joven, su lectura preferida fue la S. Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.
Dicen que él fue el que introdujo en las oraciones de los católicos el “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.
Durante todo su pontificado se preocupó por obtener que los obispos de todas las naciones reconocieran al Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.
A la edad de ochenta años murió el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la tumba que él mismo se había preparado humildemente, alejado de las tumbas de los santos famosos de Roma. Después construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso.