¡Oh! Nuestra Señora de la Paz, Vos, sois la Madre del Dios
de la Vida, y que, desde siempre, designios superiores
cumplisteis desde el día aquél, en que, mercaderes sin alma,
os dejaron al veros, por vez primera en aquella playa.
Pero, más tarde otros, de amor llenos, os trasladaron
en borrico y, frente a la Parroquia San Miguel, el animal
se echó al suelo y allí, ¡oh, sorpresa! Vos, María,
estabais en la caja, con el Niño Jesús en brazos.
Buscaron las autoridades civiles y religiosas al posible
dueño, pero nadie hasta hoy, os reclamó. Más tarde,
erupcionó el Chaparrastique, y el clero y la feligresía,
os sacaron y os colocaron a la entrada, e implorando
vuestra protección, la lava de milagro, otro rumbo
tomó, y todos fueron salvos. En ese instante, las nubes
sobre el volcán, una hoja de palma formaron, que más
tarde, fue de oro, como gratitud en la mano de Nuestra
Señora. Más adelante, por las luchas fratricidas todos a
Vos, recurrieron y os sacaron al atrio de la iglesia, y
a vuestros pies, se comprometieron a dejar de lado toda
venganza, buscando reconciliación. Y, así, os comenzaron
a llamar “Nuestra Señora de la Paz”, pues Vos, amáis
la Paz, porque sois toda hecha de Paz; ¡oh! Nuestra Señora
de la Paz, “viva Paz de Cristo, Dios y Señor Nuestro”.
de la Vida, y que, desde siempre, designios superiores
cumplisteis desde el día aquél, en que, mercaderes sin alma,
os dejaron al veros, por vez primera en aquella playa.
Pero, más tarde otros, de amor llenos, os trasladaron
en borrico y, frente a la Parroquia San Miguel, el animal
se echó al suelo y allí, ¡oh, sorpresa! Vos, María,
estabais en la caja, con el Niño Jesús en brazos.
Buscaron las autoridades civiles y religiosas al posible
dueño, pero nadie hasta hoy, os reclamó. Más tarde,
erupcionó el Chaparrastique, y el clero y la feligresía,
os sacaron y os colocaron a la entrada, e implorando
vuestra protección, la lava de milagro, otro rumbo
tomó, y todos fueron salvos. En ese instante, las nubes
sobre el volcán, una hoja de palma formaron, que más
tarde, fue de oro, como gratitud en la mano de Nuestra
Señora. Más adelante, por las luchas fratricidas todos a
Vos, recurrieron y os sacaron al atrio de la iglesia, y
a vuestros pies, se comprometieron a dejar de lado toda
venganza, buscando reconciliación. Y, así, os comenzaron
a llamar “Nuestra Señora de la Paz”, pues Vos, amáis
la Paz, porque sois toda hecha de Paz; ¡oh! Nuestra Señora
de la Paz, “viva Paz de Cristo, Dios y Señor Nuestro”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Julio
Nuestra Señora de la Paz
Patrona de El Salvador
Cuando dejamos de preocuparnos exclusivamente por
nuestros intereses y pasamos a prestar atención en cosas más elevadas,
podemos recibir grandes gracias e inesperadas dádivas. (Valdis Grinsteins)
¿Es común encontrar una gran caja cerrada extraviada en la playa?
Ciertamente no. Si ello resulta extraño hoy, tanto más lo sería a fines
del siglo XVII, cuando comienza la parte conocida de la historia de
Nuestra Señora de la Paz.
Pasaban unos comerciantes por una playa a orillas del Océano
Pacífico, en América Central, donde está localizado actualmente El
Salvador, y divisaron a lo lejos una gran caja cerrada. Sorprendidos, se
acercaron e intentaron abrirla, pero no lo consiguieron. Conjeturaron,
probablemente, que como la caja era pesada sería difícil transportarla
—en aquellos tiempos sin pistas ni camiones— por trochas en que muchas
veces abundaban los ladrones. Concluyeron, pues, que era mejor dejarla
abandonada donde estaba. Además, la justicia exigía que se comunicara el
hecho a las autoridades, para que ellas verifiquen si lo encontrado
pertenecía a la víctima de algún naufragio. Tanto trabajo redundaría en
beneficio de un tercero, y no para ellos mismos… Decidieron entonces dar
más importancia a sus propios intereses, y perdieron una oportunidad de
oro.
Poco después, pasaron por allí otros mercaderes. Vieron la misma caja
tirada en la arena, y también intentaron abrirla, sin éxito. Viendo que
la caja era pesada, que estaba bien cerrada, y nada indicaba su
procedencia o a quien era dirigida, llegaron a la conclusión de que
podría contener algo valioso, que debía ser transportado con mucho
cuidado y diligencia. Ciertamente alguien se perjudicaría si la dejasen
allí —tal vez la pobre víctima de algún naufragio, tal vez algún
comerciante que la habría abandonado perseguido por piratas ingleses…
¿Quién lo sabe? Pensando en el bien del prójimo, consiguieron prestado
un burro y sobre él colocaron la caja, con rumbo a la villa de San
Miguel, donde llegaron el día 21 de noviembre de 1682.
Frente a la iglesia de la localidad, el burro se echó al suelo. Al
trasladar la caja, los mercaderes verificaron con sorpresa que ahora la
podían abrir sin dificultad. Una vez abierta, encontraran en ella una
imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Las autoridades civiles y
religiosas procedieron a la búsqueda de los posibles propietarios de la
imagen. Sin embargo, hasta hoy no se consiguió saber con seguridad a
quién pertenecía, o a quién estaba dirigida, o si el barco que la
transportaba se hundió, o si fue lanzada al mar para evitar que los
piratas anglicanos la profanaran. De cualquier modo, no dejó de llamar
la atención el hecho —sobrenatural según todo lo indica— de que la caja
pudo ser abierta solamente frente a la iglesia, motivo por el cual la
imagen fue dejada allí, donde permanece hasta hoy, al interior de la
iglesia parroquial de San Miguel.
Gracias a través de la imagen
Un siglo después, exactamente el día 21 de setiembre de 1787, los
habitantes de la ciudad observaban consternados la erupción del volcán
Chaparrastique. Con una elevación de más de mil metros de altura sobre
la ciudad y apenas a unos 50 km de ella, podría ser mortal no sólo por
los gases que emitía y las piedras que lanzaba en sus explosiones, sino
especialmente por la lava que soltaba, la cual destruía todo lo que
encontraba a su paso. En esa trágica situación, no habiendo ningún
obstáculo natural que evitara la destrucción de la ciudad ante el avance
de la lava, los habitantes y el clero local decidieron sacar la imagen
del interior de la iglesia y colocarla en la puerta, pidiendo su
protección. En el momento en que lo hicieron, la lava cambió de rumbo.
Aunque terminó destruyendo muchas tierras fértiles, la ciudad se salvó.
En ese momento, las nubes sobre el volcán formaron una hoja de palma,
motivo por el cual los fieles, para agradecer a la Virgen Santísima su
protección, mandaron hacer una palma de oro, que colocaron en la mano de
la imagen.
¿Pero de dónde proviene el nombre de Nuestra Señora de la Paz en toda esta historia?
En realidad, el nombre le fue dado a la imagen mucho tiempo después de los acontecimientos arriba descritos.
Después de la independencia de España, comenzaron en todos los países
hispanoamericanos luchas intestinas entre conservadores y liberales
que, en diversas circunstancias, se transformaron en cruentas guerras
civiles. En una de esas ocasiones, en 1833, uno de los partidos tomó
cuenta de San Miguel, y todos esperaban una sangrienta revancha contra
los perdedores. Sin embargo, los líderes victoriosos juzgaron mejor
evitar una tragedia. Y para mostrar que no tenían la intención de
promover más muertes entre hermanos, sacaron la imagen de la Santísima
Virgen al atrio de la iglesia. A sus pies, se comprometieron a poner de
lado todo propósito de venganza y buscar la reconciliación. A partir de
aquel momento, la imagen comenzó a ser llamada Nuestra Señora de la Paz.
En 1921, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen, y
finalmente, en 1953, el Papa Pío XII firmó el decreto designando a
Nuestra Señora de la Paz patrona de El Salvador.
Los caminos de Dios
Tales hechos nos sugieren una serie de reflexiones. Dios podría hacer
solo todo lo que está en sus sapienciales designios, pero desea la
colaboración de los hombres en sus planes. Así, planes inmensos, que a
veces influyen en la salvación de miles y hasta millones de personas,
pasan a depender, al menos en gran medida, de un grupo de individuos o
de una sola persona. Basta pensar en la multitud de almas que, a lo
largo de la historia, fueron salvadas gracias a la acción de los padres
jesuitas, franciscanos, dominicos y otros. Si San Ignacio no hubiese
fundado la Compañía de Jesús, si San Francisco no hubiese abandonado la
casa paterna para hacer apostolado, si Santo Domingo no fuese fiel a la
prédica del rosario propuesta por la Santísima Virgen, ¡la historia del
mundo sería diferente!
Del mismo modo, en el caso que nos ocupa, Dios podría haber mandado a
un ángel que transportara la imagen de Nuestra Señora de la Paz y la
colocara frente a la iglesia de San Miguel; pero prefirió otro camino.
Sin embargo, de alguna forma la imagen fue colocada por alguien —hombre o
ángel— en una caja, y ésta llegó a la playa desierta, por caminos y
circunstancias para nosotros desconocidos. A partir de entonces, todo un
plan de gracias, y hasta la devoción de un país entero a la Santísima
Virgen, pasó a depender de la correspondencia a la gracia de un grupo de
mercaderes. Un primer grupo, más preocupado con sus propios intereses,
dejó la caja donde la encontró. Otro grupo, que no se dejó dominar por
el egoísmo, pensó en el bien ajeno y llevó la caja hasta la ciudad.
Ninguno de los dos grupos tenía la menor idea de todo lo que dependía de
esa caja. Es justamente en este punto que conviene focalizar nuestras
reflexiones.
Puede ser que un inmenso plan de Dios esté escondido a lo largo de
nuestros caminos. No tenemos la menor idea en qué va a depender de
nosotros, pero Dios nos pide el desapego de nuestros intereses, y que
tengamos una preocupación por su gloria y por el bien del prójimo.
¿Fantasía? Los primeros mercaderes, en el momento en que dejaron la caja
tirada en la playa, habrían considerado una fantasía tal reflexión…
Pidamos, pues, a Nuestra Señora de la Paz que eleve nuestros
corazones para que nos preocupemos con las cosas celestiales; que nos
interesemos por las “cajas” destinadas a ser transportadas por nosotros.
Pues así es que cumpliremos los magníficos designios de Dios, que aún
no conocemos.
(http://www.fatima.pe/articulo-558-nuestra-senora-de-la-paz)