30 agosto, 2013

Santa Rosa de Lima Patrona de las Américas, el Perú, y las Filipinas

 
Oh, Santa Rosa de Lima, vos, sois la hija del Dios
de la vida y, su amada santa, que, cierto día,
a vuestra madre, respondisteis, cuando a los
los pobres y enfermos os entregabais por amor:
“Cuando servimos a los pobres y a los enfermos,
servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar
a nuestro prójimo, porque en ellos servimos
a Jesús”. Vuestra vida, de piedad y de virtud,
halló conforte cuando vestisteis el hábito de la
Orden de Santo Domingo. En la penitencia, la
mística y la contemplación, grande camino
hicisteis. Por modelo de santidad a Santa Catalina
de Siena, tomasteis, a pesar de la oposición y
las burlas de vuestros padres y amigos. De vuestro
corazón desterrasteis todo rasgo de amor propio,
y aplastasteis así, el orgullo, mediante la humildad,
la obediencia y la abnegación de la voluntad
propia. Jamás desobedecisteis a vuestros padres,
y en silencio, la incomprensión sufristeis. El día entero
en el huerto, trabajabais, y cosíais, para, a vuestra
familia ayudar. Luchasteis contra las propuestas de
matrimonio a cada nada, y entonces, votos
de virginidad hicisteis, a Dios, a quien os habíais
consagrado desde siempre, tanto que llevabais
sobre la cabeza, corona de espinas, por amor a Él.
Y, cuando de Él, hablabais, cambiaba vuestro tono
de voz, y vuestro rostro, se inflamaba reflejando
el sentimiento de vuestra alma y vuestro corazón,
y era más, cuando os hallabais en presencia del
Santísimo Sacramento y cuando estabais en plena
comunión con Dios. Dios, permitió que sufrieses
mucho, y que vuestros amigos os persiguieran
y vuestra alma, sumida se vio entonces, en la más
profunda desolación espiritual, que el maligno
aprovechaba, para molestaros, con tentaciones
violentas. Vos, que habíais padecido tanto y más,
en vuestros últimos momentos de vida, así, decíais:
“Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame
en la misma medida tu amor”. Y Dios, os escuchó
y os llamó para coronaros de eternidad y de gloria.
Y, si, ya no estáis aquí, porque gozáis de las alegrías
de cielo, toda coronada de luz, como premio justo
a vuestra entrega de amor, fe y esperanza. Santa
Patrona de las Américas, el Perú y las Filipinas;
Oh, Santa Rosa de Lima, “amorosa rosa de la luz”.
 
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
 
30 de agosto
Santa Rosa de Lima
“Rosa de Santa María”
Patrona de América,
el Perú y las Filipinas
 
El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús”.-(Catecismo de la Iglesia Católica, 2449).
 
Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.
 
Biografía
 
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
 
Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
 
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones. Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían. El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
 
Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.
 
Extraordinarias pruebas y gracias
 
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual. El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.
 
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”. Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
 
El Papa Clemente X la canonizó en 1671
 
Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.
 
De los escritos de santa Rosa de Lima
 
“El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
“¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”.
 
“Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen: “Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.”
 
“Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
 
“¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.”

Bibliografía
Butler, Vida de los Santos