24 noviembre, 2015

San Clemente, Papa y mártir



 



¡Oh!, San Clemente, vos sois el hijo del Dios de la vida,
que mantuvisteis vuestra fe, hasta el final de vuestros
días. Vos, fuisteis el tercer sucesor de San Pedro, y
gobernasteis la Iglesia desde el año noventaitrés  hasta
el ciento uno.  El año noventaiséis, una carta escribisteis
a Los Corintios, con sabios y muy espirituales consejos
en el que les recomendabais obedecer siempre al Pontífice
de Roma. Por Él, convertisteis a los paganos de vuestro
tiempo y les regalasteis, ríos de agua viva, aquella que
jamás sed produce en sus almas: “El que se conserva
puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es
un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra”.
Así, y conservándoos de esa admirable forma, fuisteis
martirizado, por cristiano ser, desterrado por el Trajano
emperador, a Crimea y condenado a trabajos forzados a
picar piedra con otros dos mil cristianos y ellos os decían:
“Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos
de las promesas de Cristo”. San Ireneo, dice que vos,
visteis a los santos apóstoles Pedro y Pablo y hablasteis
con ellos. En Crimea convertisteis a muchos paganos y
los bautizasteis, pero, los obreros de la mina donde
vos trabajabais, de sed sufrían, y orasteis con mucha fe y
de pronto milagro divino: apareció allí muy cerca de vos
una fuente de agua cristalina. Y la gente, creyó más y
os permitió conseguir muchas conversiones más. Un
día os exigieron adorar a júpiter y vos, os negasteis y
que sólo, adorabais al verdadero Dios, entonces sin más
arrojado fuisteis al mar, y para que los cristianos no
pudieran vuestro cadáver venerar, os ataron al cuello,
un hierro pesado, pero una gran ola devolvió vuestro
cadáver a la orilla. Y, otro milagro, más adelante San Cirilo
y San Metodio llevaron vuestros restos santos a Roma
los mismos, recibidos fueron con gran solemnidad y
hasta hoy, se conservan. Así, marchó al cielo vuestra
alma, que coronada fue con corona de luz, como justo
premio a vuestra entrega increíble de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Clemente; “vivo mártir de la luz de Cristo Jesús”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Noviembre

San Clemente

Papa

Año 101




Oremos por nuestro actual Pontífice, para que a imitación de San Clemente y los demás Pontífices santos que ha tenido la Iglesia Católica, continúe guiando sabiamente a los que seguimos la santa religión de Cristo.



Cuando los persigan no tengáis temor porque el Espíritu Santo hablará por vosotros (Jesucristo).

San Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro (después de Lino y Cleto) y gobernó a la Iglesia desde el año 93 hasta el 101. El año 96 escribió una carta a Los Corintios, que es el documento Papal más antiguo que se conoce (Después de las cartas de San Pedro). En esa carta da muy hermosos consejos, y recomienda obedecer siempre al Pontífice de Roma (Entre otras cosas dice: “el que se conserva puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra”.



Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea (al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos le decían: “Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo”.



San Ireneo (que vivió en el siglo segundo) dice que Clemente vio a los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos. Las Actas antiguas añaden que allá en Crimea convirtió a muchísimos paganos y los bautizó. Los obreros de la mina de mármol sufrían mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuete de agua cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas conversiones más.



Un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter. Él dijo que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado al mar, y para que los cristianos no pudieran venerar su cadáver, le fue atado al cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cadáver a la orilla. San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860 los restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad en la Ciudad Eterna, y allá se conservan.



(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Clemente.htm)