10 marzo, 2016

San Simplicio




¡Oh!, San Simplicio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su Papa y amado santo que, vivisteis difíciles tiempos,
abrumado por la herejía y el error, que a la Iglesia consumía.
Atendisteis especialmente al clero y procurando su reforma,
el “error” localizasteis y, a la vez, propusisteis la solución
armado solo, con la verdad en la mano. Perseverasteis para
firmemente reprimir las ansias del querer, el poder y el tener
de los miembros del clero. “Quien abusa de su poder merece
perderlo”. Así, a uno de vuestros obispos le escribisteis.
En vuestra diócesis os comportabais con celo y erais modelo
episcopal, entregándoos al cuidado vuestros fieles, a quienes
instruíais con fervoroso amor y paciencia. Las limosnas entre
los pobres distribuías y normas dabais para atender de manera
preferente los bautismos. Vuestra vida, austera y de oración
constante, tanto que, como monje rezabais y os mortificabais
como habitante del desierto. Dedicasteis el primer templo en
el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol San Pedro,
sobre el monte Esquilino ubicado. Convocasteis un concilio
para explicitar la fe ante los errores que había difundido
Eutiques, el cual en la inteligencia de la verdad se equivocó,
pues, en su monofisismo, sólo admitía de Cristo, su naturaleza
divina con lo que llegaba a negar la Redención del mundo. Y,
así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para corona de luz recibir como
justo premio a vuestra entrega grande e increíble de amor y fe;
¡oh!, San Simplicio, “viva luz de la verdad en Cristo Jesús”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Marzo San Simplicio Papa

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

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