Martirologio Romano: En Newminster, en el territorio de Northumberland, Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres comunidades de monjes. († 1157)
Breve Biografía
Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.
Estudió
en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a
los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby,
desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del
monasterio cisterciense de Fountains.
Alrededor de 1138, encabezó
la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de
Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth
(Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias
de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y
Sawley (1148).
La vida de Capgrave nos dice que sus propios
monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48)
para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta
historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al
santo inglés con el máximo de los cistercienses.
Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.
Gargrave, localidad del distrito de Craven, en Yorkshire, fue el
lugar de nacimiento de san Roberto. Tras de haber recibido las órdenes
sacerdotales, fue rector en Gargrave durante un tiempo y después tomó el
hábito de los benedictinos en Whitby. Algo más tarde, obtuvo el permiso
de su abad para unirse a otros monjes de la abadía de Saint Mary, en
York, quienes se habían agrupado, autorizados por el arzobispo Thurston,
y en los terrenos que le habían sido cedidos, con el propósito de dar
nueva vida a la estricta regla benedictina. Ahí, en la mitad del
invierno, en condiciones de extrema pobreza, sobre el desnudo suelo del
valle de Skeldale, fundaron los monjes un monasterio que, más tarde,
llegaría a ser famoso como Fountains Abbey (Abadía de las Fuentes),
nombre que se le dio en relación con unos manantiales que había en las
proximidades. Por su expreso deseo, los monjes estaban afiliados a la
reforma del Cister, y Fountains se convirtió, con el tiempo, en una de
las casas más fervientes de la orden. El espíritu de la santa alegría
imperaba sobre una vida de ejercicios de devoción, alternados con los
duros trabajos manuales. En un sitio prominente entre los monjes se
hallaba san Roberto, en razón de su santidad, su austeridad y la dulzura
inmutable de su carácter. «En sus modales era extremadamente modesto
-dice la Crónica de Fountains-, lleno de gentileza cuando estaba en
compañía, misericordioso en los juicios y ejemplar en la santidad y
sabiduría de sus conversaciones».
Ralph de Merly, el señor de la
región de Morpeth, visitó la abadía en 1138, cinco años después de su
fundación, y quedó tan hondamente impresionado por la virtud de los
hermanos, que decidió construir un monasterio para el Cister en sus
propiedades. Para habitar en la nueva casa, conocida con el nombre de
abadía de Newminster, lord Morpeth sacó de Fountains a doce monjes y,
para gobernarlos, se nombró abad a san Roberto. El santo conservó el
puesto hasta su muerte. A fuerza de trabajo constante, logró que la
abadía floreciese de manera tan extraordinaria, que, para 1143, pudo
fundar una segunda casa en Pipewell, en Northamptonshire y, más tarde,
otras dos en Sawley y en Roche.
Como hombre entregado a la
meditación y a la plegaria que era, escribió un comentario sobre los
Salmos que, desgraciadamente, no ha sobrevivido. Se le habían otorgado
dones sobrenaturales y tenía poder sobre los malos espíritus. Hay una
anécdota que ilustra el espíritu de mortificación de que estaba dotado.
Se sometía a ayunos tan rigurosos durante la Cuaresma, que, en una
ocasión, al llegar la Pascua, ya había perdido enteramente el apetito.
«¡Ay, padre mío! ¿Por qué no queréis comer?», le preguntó entristecido
el hermano encargado del refectorio. «Creo que me comería un panecillo
de avena con mantequilla», repuso el abad. En cuanto le trajeron lo que
había pedido, no se atrevió a locarlo, por considerar que, si lo hacía,
era como ceder a la gula y, a fin de cuentas, ordenó que se diera el
panecillo a los pobres. En la puerta del convento recibió el pan un
joven y hermoso peregrino, quien inmediatamente desapareció, con todo y
el plato. Cuando el hermano tornero trataba de dar explicaciones
plausibles sobre la desaparición del recipiente, el mismo plato quedó de
pronto sobre la mesa, frente al abad. Todo el mundo afirmó que el
hermoso peregrino que se comió el panecillo era un ángel.
Afirman
las crónicas que, en su juventud, san Roberto estudió en París, y
registran un segundo viaje suyo al continente, cuando fue blanco de
algunas críticas por parte de sus monjes, en relación con ciertos
informes falsos sobre mala administración de su abadía, y decidió ir a
visitar a san Bernardo para ponerle en claro las cosas. Pero éste, que
evidentemente conocía a fondo a san Roberto, resolvió que no había
necesidad de desmentir las necias acusaciones ni de defenderse contra
los cargos. La mencionada visita debe haber tenido lugar en 1147 o 1148,
puesto que por entonces y antes de regresar a Inglaterra, se entrevistó
san Roberto con el Papa Eugenio III. El abad de Newminster visitaba a
menudo al ermitaño san Godrico, por quien sentía particular afecto. La
noche en que san Roberto murió, san Godrico vio ascender su alma al
cielo como una bola de fuego. La fecha era el 7 de junio de 1159. La
fiesta de san Roberto se conmemora en la diócesis de Hexham.
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