31 octubre, 2011

San Quintín


Oh, San Quintín; vos, sois el
hijo del Dios de la vida, y
el niño aquél, que, por San
Marcelino -Papa-, bautizado
fuisteis y, anhelasteis desde
entonces, que muchas personas
conocieran y, a Jesucristo
amaran y poder, algún día, por
Él, su sangre derramar, como
vos, defendiendo nuestra santa
religión. Ni los azotes o el
oscuro calabozo y sus cadenas,
con vos pudieron y pronto la
libertad y la palabra sin saber
cómo, las recobrasteis y las
calles vuestra prédica, a
escuchar volvieron, y sólo,
como vos, lo habíais pedido.
Martirizado y torturado fuisteis
y así, vuestra alma, voló al
cielo, para coronada ser de luz;
oh, San Quintín, ”mártir y luz”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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31 de Octubre
San Quintín
Mártir
Año 287

Fue Quintín hijo de un senador romano muy apreciado de la gente. Se hizo amigo del Papa San Marcelino, quién lo bautizó. El más grande deseo de Quintín era hacer que muchas personas conocieran y amaran a Jesucristo, y poder derramar su sangre por defender la religión.

Cuando el Papa San Cayo organizó una expedición de misioneros para ir a evangelizar a Francia, Quintín fue escogido para formar parte de ese grupo de evangelizadores.

Dirigido por el jefe de la misión, San Luciano, fue enviado Quintín a la ciudad de Amiens, la cual ya había sido evangelizada en otro tiempo por San Fermín, por lo cual hubo un nutrido grupo de cristianos que le ayudaron allí a extender la religión. Quintín y sus compañeros se dedicaron con tan grande entusiasmo a predicar, que muy pronto ya en Amiens hubo una de las iglesias locales más fervorosas del país.

. Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se llenaban cada vez más y más.

Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro, diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin seguidores si Quintín seguía predicado y haciendo prodigios. Riciovaro, que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a propagar la religión de un crucificado. Quintín le dijo que ese crucificado ya había resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto para él era un honor mucho más grande ser seguidor de Jesucristo que ser hijo de un senador romano.

El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín y encerrarlo en un oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le soltaron las cadenas y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.

Entonces el gobernador lo mandó poner preso otra vez y después de atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza, y voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes se declaran a favor de Él en la tierra. Hay que ser: Pronto para escuchar y lento para responder (S. Biblia Ec. 5,11).