13 diciembre, 2013

Santa Lucía


Oh, Santa Lucía, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, que honor
hicisteis al significado de vuestro nombre
“la que lleva luz”. De niña, votos hicisteis
a Dios, para permanecer pura y virgen,
y, cuando os llegó la juventud quiso vuestra
madre, casaros con un pagano joven, pero,
a santa Águeda, gracias, os libró del matrimonio
y curó a vuestra madre. Y, entonces, obró
el despecho en aquél, despechado pagano y
os denunció por ser cristiana. “Es inútil
que insista. Jamás podrá apartarme del amor
de mi Señor Jesucristo”. Dijisteis al obstinado
juez. Y, él, preguntándoos siguió: “Y si la
sometemos a torturas, será capaz de resistir?”.
Y vos le respondisteis: “Sí, porque los que
creemos en Cristo y tratamos de llevar una
vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive
en nosotros y nos da fuerza, inteligencia
y valor”. El impío juez, os amenazó con llevaros
a una casa de citas, y vos, le dijisteis:
“Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma
no se mancha si no acepta ni consiente el mal”.
Mientras todo esto pasaba, vos arengabais
a todos los presentes, a permanecer fieles
a Cristo. Y, luego de “luz falto”, ordenó,
que la cabeza os cortaran. Y, sí, vuestro
cuerpo murió, pero, vuestra santa alma, al cielo
voló, para coronada ser con corona de luz,
como premio a vuestro amor y fidelidad a Cristo;
Oh, Santa Lucía, “portadora de eterna luz”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
__________________________________

13 de Diciembre
Santa Lucía
Mártir
Año 304


Santa Lucía bendita: concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer, decir y evitar, y hacerlo, decirlo y evitarlo siempre.
 
Lucía significa: “la que lleva luz”. A esta santa la pintan con una bandeja con dos ojos, porque antiguas tradiciones narraban que a ella le habían sacado los ojos por proclamar su fe en Jesucristo.
 
Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice: “N. N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes”. En Roma ya en el siglo VI era muy honrada y el Papa San Gregorio le puso el nombre de esta santa a dos conventos femeninos que él fundó (en el año 590).
 
Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: “Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme”. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.
 
Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.
 
El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”.
El juez le preguntó: “Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?”.
 

La jovencita respondió:
“Si, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor”.
 
El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: “Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal” (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía).
 
Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espalda le cortaron la cabeza.
 
Mientras la atormentaban, animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte.
 
Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos.