¡Oh! Santa Bernardette, vos sois la hija del Dos de la Vida
vidente de Nuestra Señora de Lourdes y su amada santa
“Sí, Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para
aparecerte a una débil niña. Tú, reina del cielo y la tierra,
has querido servirte de lo que había de más humilde según
el mundo”; describisteis vuestra visión de que la Madre
de Dios, se os haya aparecido. Os bautizaron con el nombre
de Marie-Bernard, pero os llamaban “Bernardette”. Os
preocupaba el no poder prepararos para recibir la Primera
Comunión, y también no haber recibido aún la Eucaristía.
Por ello, pedisteis a vuestros padres retornar a casa para
recibir la preparación para la Primera Comunión, y ellos
os escucharon y como premio, se os aparece la Virgen María,
en la gruta de Lourdes, como “la Inmaculada Concepción”.
Luego de las apariciones, vos, mantuvisteis la sencillez y la
Modestia. Hicisteis vuestra Primera Comunión el Día del
Corpus Christi y seguidamente, fuisteis blanco de mofas
y burlas y con ello, vuestra salud, que era mala empeoró
y casi siempre estabais enferma. La Santa Madre de Nuestro
redentor os dijo: “No te prometo hacerte feliz en este
mundo, sino en el próximo”. Y aquellas palabras, con
creces se cumplieron. Decidisteis abrazar la vida religiosa
y visitasteis por última vez a vuestra amada gruta para
despediros antes de ingresar al noviciado. Durante la
ceremonia, solo pudisteis asentir con gestos para dar
vuestro consentimiento, ya que no podías hablar. Aquel
día recibisteis el velo de profesa y un año más tarde,
hicisteis vuestros votos perpetuos. Vuestros dolores
continuaron, quedando postrada definitivamente.
Padecisteis fuertes tentaciones, llegando a pensar que
no os salvarías, y que Dios os había abandonado y a
pesar de ello, vuestro amor por la Santa Madre de
Nuestro Redentor, os fortaleció y no venció el enemigo
En plena Semana Santa, pedisteis a las religiosas que
rezaran con vos, el Santo Rosario. Al terminar uno de
los Avemarías, vuestro rostro dibujó una sonrisa como
si vos vierais de nuevo a Nuestra Señora, en la gruta
de Lourdes. Poco después, en medio de la oración voló,
vuestra alma al cielo, para recibir corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor increíble;
exclamando: “Santa María, Madre de Dios, ruega por
mi, pobre pecadora, pecadora”, ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh! Santa Bernardette, “vivo amor por la Madre del Dios Vivo”
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Abril
Santa Bernardette Soubirous
Vidente de la Virgen de Lourdes
“Sí, Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil niña… Tú, reina del cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de más humilde según el mundo”; con estas hermosas palabras, Santa Bernardette Soubirous, la vidente de la Virgen de Lourdes, describió su experiencia por el don inconmensurable de que la Madre de Dios se le haya aparecido. Su fiesta se celebra cada 16 de abril.
Santa Bernardette nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes (Francia), en el seno de una familia muy pobre. Al ser bautizada recibió el nombre de Marie-Bernard, pero tanto sus familiares como sus amigos solían llamarla por el diminutivo “Bernardette”.
La pequeña Bernardette quedó a cargo de una nodriza, quien, una vez que alcanzó la edad propicia, la envió a pastorear ovejas. Era muy común que los niños en la campiña francesa, dada la carencia de recursos, tuviesen que trabajar desde muy pequeños. A Bernardette se le hacía muy difícil el trabajo, no porque no quisiese ayudar a la familia, sino porque le impedía prepararse para recibir la Primera Comunión. Era la única niña del pueblo que con casi 14 años no había recibido aún la Eucaristía. Esto se debía, paradójicamente, a que era muy buena pastora, por lo que la obligaban a cuidar más tiempo las ovejas.
Bernardette reclamó entonces que se haya descuidado así su vida espiritual, más cuando deseaba de corazón recibir a Cristo en la Eucaristía y llevarlo en el pecho. Debido a esto, pidió a sus padres retornar a casa para recibir la debida preparación para la Primera Comunión, largamente postergada. A Dios gracias, sus padres aceptaron y con el deseo de cumplir su sueño es que se le aparece la Virgen María, en la gruta de Lourdes. Era la Señora del Cielo frente a ella, presentándose a sí misma como “la Inmaculada Concepción”.
Después de las apariciones, Bernardette mantuvo la sencillez y la modestia, sin buscar el bullicio ni la popularidad. Hizo su Primera Comunión el 3 de junio de 1858, el día del Corpus Christi. Como otros videntes de la Virgen, Bernardette fue blanco de incomprensiones y burlas. Por otro lado, su salud era mala y casi siempre estaba enferma. Sufrió de vómitos de sangre, asma crónica, se enfermó de tuberculosis, problemas gástricos, caries en los huesos, abscesos en los oídos y al final le apareció un tumor de una rodilla.
La Virgen le había dicho a Santa Bernardette: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”. Aquellas palabras de María se cumplieron con creces.
En 1860 las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían en la escuela y el hospital, le ofrecieron asilo titular. Allí le asignaron una hermana para que le enseñe a leer y escribir. Más adelante decidió abrazar la vida religiosa y pidió ser aceptada por la Madre Superiora del Hospicio. A los 22 años va por última vez a la amada gruta para despedirse, antes de ingresar al noviciado.
Su salud decayó gravemente y la madre Superiora aceptó que hiciese sus votos prontamente, porque todo indicaba que la muerte se avecinaba. Durante la ceremonia, ella solo pudo asentir con gestos para dar su consentimiento, ya que no podía hablar. Aquel día recibió el velo de profesa. Era el 30 de octubre de 1867. Un año más tarde, en 1868, y con 23 años, hizo sus votos perpetuos.
Sus padecimientos continuaron, aunque solo cuando le apareció un tumor en la rodilla se vio obligada a quedar postrada definitivamente. Era el año de 1878. Muchos dolores en el alma acompañaron a los dolores físicos. A veces las tentaciones fueron muy duras. Por ejemplo, la hermana Bernardette llegó a pensar que no podría salvarse, o que Dios la había abandonado. A pesar de ello, su amor por la Virgen siempre la fortaleció y no se dejó vencer. Era evidente que la Madre de Dios siempre estaba a su lado.
Durante la Semana Santa de 1879 -el 16 de abril- pidió a las religiosas que rezaran con ella el Rosario. Al terminar uno de los Avemarías, su rostro dibujó una sonrisa como si viera de nuevo a la Virgen en la gruta de Lourdes. Poco después, en medio de la oración expiró. Era alrededor de las 3:15 pm de aquel día. “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora… pecadora”, fueron sus últimas palabras.
Hoy, su cuerpo permanece incorrupto en su capilla en Nevers, sin haber perdido la lozanía, tal y como si estuviese dormida.