¡Oh!, Santa Isabel de la Trinidad; sois vos, la hija
del Dios de la vida, y su amada santa, que, alabanzas
elevabais a la Santísima Trinidad, y, que, en el amor
a las “Tres Personas” en un solo Dios, crecisteis
y creísteis cada día de vuestra santa vida. El silencio,
la soledad y la oración contemplativa en caros y amigos
vuestros se convirtieron. Y, en la perfecta senda
de vuestra vida, a la docilidad de la voluntad divina
os entregasteis, la misma que, os condujo feliz,
a la santidad, para gloria de nuestro Señor Jesucristo,
quien, a su debido tiempo, os coronó con corona de luz,
como justo premio, a vuestra entrega plena de amor.
“Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad”, para,
que de día en día crecierais vos, “en la carrera del
amor a los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada,
nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos
salir. Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra,
puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El
día que comprendí eso, todo se iluminó para mí”. “Creer
que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en
todo instante del día y de la noche y que nos pide que
vivamos en sociedad con El, he aquí, os lo confío, lo
que ha hecho de mi vida un cielo anticipado” “Mi Esposo
quiere que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre
y para ayudar a la Iglesia”. Así, escribisteis en “Enamorada
de Cristo”. Amasteis profundamente vuestra vocación
carmelita e imitasteis a la “Janua coeíi”, como llamabais
a la Virgen Purísima. Y, como en un canto, con vocecilla
dulce dijisteis: “Voy a la luz, al amor, a la vida”. Y,
voló, vuestra alma al cielo, hacia la gloria de la Santa
Trinidad, que tanto habíais amado, y como recompensa
a vuestra entrega de amor, recibisteis corona eterna de luz;
¡Oh!, Santa Isabel de la Trinidad, “Vivo Dios, hecho Amor”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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del Dios de la vida, y su amada santa, que, alabanzas
elevabais a la Santísima Trinidad, y, que, en el amor
a las “Tres Personas” en un solo Dios, crecisteis
y creísteis cada día de vuestra santa vida. El silencio,
la soledad y la oración contemplativa en caros y amigos
vuestros se convirtieron. Y, en la perfecta senda
de vuestra vida, a la docilidad de la voluntad divina
os entregasteis, la misma que, os condujo feliz,
a la santidad, para gloria de nuestro Señor Jesucristo,
quien, a su debido tiempo, os coronó con corona de luz,
como justo premio, a vuestra entrega plena de amor.
“Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad”, para,
que de día en día crecierais vos, “en la carrera del
amor a los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada,
nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos
salir. Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra,
puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El
día que comprendí eso, todo se iluminó para mí”. “Creer
que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en
todo instante del día y de la noche y que nos pide que
vivamos en sociedad con El, he aquí, os lo confío, lo
que ha hecho de mi vida un cielo anticipado” “Mi Esposo
quiere que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre
y para ayudar a la Iglesia”. Así, escribisteis en “Enamorada
de Cristo”. Amasteis profundamente vuestra vocación
carmelita e imitasteis a la “Janua coeíi”, como llamabais
a la Virgen Purísima. Y, como en un canto, con vocecilla
dulce dijisteis: “Voy a la luz, al amor, a la vida”. Y,
voló, vuestra alma al cielo, hacia la gloria de la Santa
Trinidad, que tanto habíais amado, y como recompensa
a vuestra entrega de amor, recibisteis corona eterna de luz;
¡Oh!, Santa Isabel de la Trinidad, “Vivo Dios, hecho Amor”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de noviembre
Santa Isabel de la Trinidad
Mística de los Carmelitas Descalzos
Oh Dios, rico en misericordia, que descubriste a la Beata
Isabel de la Trinidad el misterio de tu presencia secreta en el alma
del justo e hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad,
concédenos, por su intercesión, que también nosotros, permaneciendo en
el amor de Cristo, merezcamos ser transformados en templos del Espíritu
de Amor, para alabanza de tu gloria. Amén.
Isabel Catez Rolland, hija de Francisco José y de María,
nació en Bourges, Francia, el 18 de Julio de 1880. Desde su más tierna
edad se distinguió por su temperamento apasionado, propenso a arrebatos
de cólera y de una sensibilidad exquisita. Cuando contaba siete años,
perdió a su padre, lo que fue causa de su “conversión” y de su cambio de
carácter como fruto de su vida de asceis y oración.
Aunque tomaba parte en las fiestas y participaba en los compromisos
sociales, fue siempre fiel a sus promesas bautismales. A los 14 años
hizo voto de virginidad y a los 19 empezó a recibir las primeras gracias
místicas. Estaba dotada de gran talento musical y se ofreció a Dios
como víctima por la salvación de Francia.
El 2 de enero de 1901, a los 21 años de edad, ingresaba en el
convento carmelitano de Dijón, ciudad donde vivía con su familia. Isabel
-que en el Carmelo se llamaría Sor Isabel de la Trinidad- se propuso
como lema ser “Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad” y crecer de
día en día “en la carrera del amor a los Tres”.
Vistió el hábito el 8 de diciembre de 1902 y el 11 de noviembre de
1903 saltaba de gozo al emitir sus votos religiosos en la Orden del
Carmen, a la que amaba con toda su alma. Con su vida y su doctrina
-breve pero sólida- ha ejercido un gran influjo en la espiritualidad de
nuestros días, debido, sobre todo, a su experiencia trinitaria.
Preciosas son sus Elevaciones, Retiros, Notas Espirituales y sus Cartas.
Corrió, voló, en el camino de la perfección y el 9 de noviembre de
1906 expiraba a cuasa de una úlcera de estómago. En el capítulo “El
Carmelo escuela de santidad”, recordamos una bella anécdota entre el
Cardenal Mercier y la M. Priora de Dijón, sobre esta veloz carrera hacia
la meta de la santidad de Sor Isabel de la Trinidad.
Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25.11.1984, fiesta de Cristo Rey. Su fiesta se celebra el 8 de noviembre.
Su espiritualidad
Fue más su vida misma que su doctrina. Esta sólo en parte fue escrita
por ella. Sor Isabel es un alma interior que se transforma de día en
día en el Misterio Trinitario. El silencio, la soledad, la oración
contemplativa son la palestra que la disponen a ser dócil a la voluntad
divina, que cumple siempre y en todo a la mayor perfección.
Enamorada de Cristo, que es “su libro preferido”, se eleva a la
Trinidad hasta que “Isabel desaparece, se pierde y se deja invadir por
los Tres”. “La Trinidad: aquí está nuestra morada, nuestro hogar, la
casa paterna de la que jamás debemos salir… Me parece que he encontrado
mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi
alma. El día que comprendí eso todo se iluminó para mí.”
“Creer que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en todo
instante del día y de la noche y que nos pide que vivamos en sociedad
con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho de mi vida un cielo
anticipado”
“Mi Esposo quiere que yo sea para El una humanidad adicional en la
cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre y para ayudar a la
Iglesia”
Amó profundamente su vocación carmelita y trató de amar y de imitar a
la “Janua coeíi”, como llamaba a la Virgen Purísima. Murmurando casi
como en un canto “Voy a la luz, al amor, a la vida”, expiró.”
Su mensaje
Que corramos por el camino de la santidad, que el Espíritu Santo
eleve nuestro espíritu, que seamos siempre “alabanza de gloria de la
Sma. Trinidad”, que seamos dóciles a las mociones del Espíritu.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Beata_Isabel_de_la_Trinidad.htm)