14 enero, 2015

San Félix de Nola

   

Oh, San Félix de Nola, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo y que, con amor os
obrazasteis a la cruz de Cristo, para su soldado
ser. Y, grande debió ser vuestra obra, para que,
a vos os rindieran homenajes otros santos. Y, así,
encadenaron vuestro cuerpo, pero, vuestro espíritu
libre, fue siempre para la obra y la oración. Y,
mientras Máximo, vuestro Obispo en las montañas
refugiado estaba, hambre, frío, dolor y tristeza
padecía, y, vos, caridad y lealtad le demostrasteis,
socorriéndole, sorteando graves peligros y riesgos,
de la persecución de vuestro tiempo. Tamaña fue
vuestra humildad, que os negasteis a reemplazar
a Máximo y, preferisteis quedaros como Presbítero
y continuar evangelizando a vuestra grey. Y, así,
entregasteis vuestra alma al Padre, luego de haberla
gastado en buena lid, para corona de eterna de luz
recibir, como premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Félix de Nola, “siervo feliz del Señor”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de enero
San Felix de Nola
Mártir

Señor Dios, Rey Omnipotente: tú que le permitiste a tu mártir San Félix conseguir favores tan maravillosos para sí y para sus devotos, haz que nuestra fe sea también tan grande que consigamos maravillosas intervenciones tuyas en favor nuestro y en favor de los que necesitan la ayuda de nuestra oración. Amen.

Nola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa “feliz”, en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.

Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.

Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.

No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.

Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.

Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.

Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.

Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.