¡Oh!, Santa Lidia, vos, sois, la hija del Dios de la vida y
su amada santa. Vuestra familia, la primera fue en convertirse
al cristianismo y ser bautizada. Vos, erais una comerciante
de púrpuras muy rica, y usasteis vuestra fortuna con sabiduría
compartiéndola con los necesitados y con quienes trabajabais,
entendiendo que, el valor real de la riqueza, en la forma en
que la usas reside, no, en cuánto tienes. A vos, os llevó a
la gloria, el encuentro con San Pablo Apóstol y San Lucas
evangelista, pues, por su certera prédica, os convertisteis.
También los invitasteis a que vivieran en vuestra casa, mientras
duró su predicación en aquél lugar. Por ello y vuestro amor,
hecho obra, el cielo ganasteis y vuestra alma, coronada está
con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, santa Lidia, “vivo amor por el Dios de misericordia y de luz”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Agosto
Santa Lidia
Martirologio Romano: Conmemoración de santa Lidia de Tiatira, vendedora de púrpura, que fue la primera que creyó en el Evangelio en Filipos, en Macedonia, cuando lo predicó el apóstol san Pablo (s. I)
Era natural de Tiatira, ciudad de Ásia, pero vivía en Filipos
(Macedonia). Su familia fue la primera en Europa en convertirse al
cristianismo y ser bautizada. Lidia era una comerciante de púrpuras. Eso
podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el siglo
primero eso significaba que era una mujer muy rica. Dado que el tinte de
la púrpura se extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo
una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color.
Una mercader que vendiera ese tinte tan extremadamente costoso era
rica, se mirase como se mirase. No hay indicaciones de que Lidia
abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Pero hay muchas
pruebas de que utilizó su fortuna sabiamente, compartiéndolas con los
necesitados y con quienes trabajaban con ella. Entendió que el valor
real de la riqueza reside en el modo en que la usas, no en cuánto
tienes.
Se sabe que llegó en un barco de los de entonces de la Grecia de Asia
y se instaló en Filipos. La razón no fue otra que ser un buen puerto en
el mar Egeo, ya que era muy conocido en aquellos años por su magnífico
comercio en tejidos y en púrpura. Pero no fue la abundancia de piezas,
ni la facilidad de transporte lo que a Lydia le engrandeció y le
devolvió aún más la alegría que llevaba en su corazón de joven guapa.
Lo que verdaderamente le llevó a la gloria de su triunfo personal fue
el encuentro con el apóstol San Pablo y el evangelista San Lucas, y por
la predicación de ellos se convirtió esta mujer. Tanta fue la amistad
que les unió que ella misma los invitó a que vivieran en su casa
mientras que duró su predicación en aquella ciudad.
(http://es.catholic.net/op/articulos/37305/lidia-de-tiatira-santa.html)