¡Oh!, San Dámaso, vos sois, el hijo del Dios de la vida y
que, humilde como erais, os sentisteis maravillado
por el obrar de tantos santos y mártires, que sus vidas
dieron por la causa de Cristo, Dios y Señor Nuestro;
y que vos mismo, sus epitafios redactasteis en cada
una de sus tumbas, para que sus vidas, conocidas fueran
por la posteridad, en los cientos de miles de hombres
que clamaron y claman hoy y siempre, sus intercesiones.
Para vos, más y mayor manjar, no existió jamás,
que la lectura de la Santa Biblia, de donde bebisteis
sabiduría a manos llenas y, que luego, diseminasteis
en cada palabra que de vuestro humilde corazón salía,
en cada evangelizador sermón. En la cripta de los Papas
de las catacumbas de San Calixto, vos añadisteis: “Aqui,
yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos,
pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”.
San Jerónimo, vuestro amado secretario, dijo que vos, os
marchasteis de éste mundo, casi a los ochenta años y
enterrado en la tumba que vos, mismo os preparasteis,
lejos de las gloriosas cenizas de los mártires, pero,
vuestra prístina alma, voló al cielo, para corona de luz
recibir, com justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, San Dámaso; “vivo defensor de la fe de Cristo Jesús”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
que, humilde como erais, os sentisteis maravillado
por el obrar de tantos santos y mártires, que sus vidas
dieron por la causa de Cristo, Dios y Señor Nuestro;
y que vos mismo, sus epitafios redactasteis en cada
una de sus tumbas, para que sus vidas, conocidas fueran
por la posteridad, en los cientos de miles de hombres
que clamaron y claman hoy y siempre, sus intercesiones.
Para vos, más y mayor manjar, no existió jamás,
que la lectura de la Santa Biblia, de donde bebisteis
sabiduría a manos llenas y, que luego, diseminasteis
en cada palabra que de vuestro humilde corazón salía,
en cada evangelizador sermón. En la cripta de los Papas
de las catacumbas de San Calixto, vos añadisteis: “Aqui,
yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos,
pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”.
San Jerónimo, vuestro amado secretario, dijo que vos, os
marchasteis de éste mundo, casi a los ochenta años y
enterrado en la tumba que vos, mismo os preparasteis,
lejos de las gloriosas cenizas de los mártires, pero,
vuestra prístina alma, voló al cielo, para corona de luz
recibir, com justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, San Dámaso; “vivo defensor de la fe de Cristo Jesús”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de diciembre
San Dámaso I, Papa
XXXVII Pontífice
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: San Dámaso I, papa de origen
hispano, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos
sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró
que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró
piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con
inscripciones († 384).
Breve Biografía
San Dámaso, de origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado
comprende desde el año 366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma
durante el pontificado del Papa Liberio.
Su elevación a la cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes
debido a los enfrentamientos de los dos partidos contrapuestos. Pero los
frutos de su pontificado no se dejaron esperar. Ignorando las amenazas
imperiales, depuso a los obispos que se habían adherido al arrianismo y
condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció el principio
de que la comunión con el obispo de Roma es signo de reconocimiento de
un católico y de un obispo legítimo.
Durante su pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de
predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que
alimentaron la vida cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los
estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción
al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso
escogió como secretario privado.
En estos años la Iglesia había logrado una nueva dimensión
religioso-social, convirtiéndose en un componente de la vida pública.
Los obispos escribían, catequizaban, amonestaban y condenaban pública y
libremente.
En el año 380, con ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó
su agradecimiento a los jefes del imperio que habían devuelto a la
Iglesia la libertad de administrarse por sí misma. Con esta libertad
conquistada, los antiguos lugares de oración como las catacumbas se
habrían arruinado si este extraordinario hombre de gobierno no hubiera
sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos recuerdos y a las
gloriosas huellas dejadas por los mártires. Efectivamente, no sólo
exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en
lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró
dedicándose personalmente a la identificación de sus tumbas y a la
consolidación de las criptas en donde se guardaban sus reliquias.
En la cripta de los Papas de las catacumbas de San Calixto, él
añadió: “Aqui, yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos, pero
temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”. San Jerónimo sostiene
que el Papa Dámaso murió casi a los ochenta años. Fue enterrado en la
tumba que él mismo se había preparado, humildemente alejada de las
gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía Ardeatina. Más tarde sus
restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo.
(http://es.catholic.net/op/articulos/31796/dmaso-i-santo.html)