Oh, San Quintín, vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo y, el niño aquél,
que, siendo hijo de senador romano, os hicisteis
amigo del Papa San Marcelino, quién os bautizó.
y, anhelasteis desde entonces, a que muchas
personas conocieran a Jesucristo, Dios y Señor
Nuestro, para que lo amaran y poder, algún día,
por Él, su sangre derramar. A vos, os echaron
en cara, que cómo, posible era, que el hijo de
un senador romano, predicase en favor de Cristo.
Y, vos, os respondisteis, que “ese” crucificado
ya había resucitado y que ahora era el Rey y
Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto
para vos, era un honor mucho más grande ser
seguidor de Él, que ser hijo de un senador
romano. Y, vos, predestinado como estabais así,
lo hicisteis, nuestra religión defendiendo, con
ardor de corazón. Ni los azotes ni el oscuro
calabozo y sus cadenas, pudieron con vos, y,
pronto la libertad y la palabra sin saber cómo,
las recobrasteis y, las calles, y el pueblo
vuestra prédica, a escuchar volvieron, y sólo,
como vos, lo habíais pedido. Martirizado
y torturado, así, vuestra alma, voló al cielo,
para coronada ser de luz, como justo premio a
vuestra increíble entrega de amor y fidelidad;
oh, San Quintín, “precursor del amor a Cristo”.
de la vida, y su amado santo y, el niño aquél,
que, siendo hijo de senador romano, os hicisteis
amigo del Papa San Marcelino, quién os bautizó.
y, anhelasteis desde entonces, a que muchas
personas conocieran a Jesucristo, Dios y Señor
Nuestro, para que lo amaran y poder, algún día,
por Él, su sangre derramar. A vos, os echaron
en cara, que cómo, posible era, que el hijo de
un senador romano, predicase en favor de Cristo.
Y, vos, os respondisteis, que “ese” crucificado
ya había resucitado y que ahora era el Rey y
Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto
para vos, era un honor mucho más grande ser
seguidor de Él, que ser hijo de un senador
romano. Y, vos, predestinado como estabais así,
lo hicisteis, nuestra religión defendiendo, con
ardor de corazón. Ni los azotes ni el oscuro
calabozo y sus cadenas, pudieron con vos, y,
pronto la libertad y la palabra sin saber cómo,
las recobrasteis y, las calles, y el pueblo
vuestra prédica, a escuchar volvieron, y sólo,
como vos, lo habíais pedido. Martirizado
y torturado, así, vuestra alma, voló al cielo,
para coronada ser de luz, como justo premio a
vuestra increíble entrega de amor y fidelidad;
oh, San Quintín, “precursor del amor a Cristo”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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31 de Octubre
San Quintín
Mártir
Año 287
San Quintín
Mártir
Año 287
Fue Quintín hijo de un senador romano muy apreciado de la gente. Se
hizo amigo del Papa San Marcelino, quién lo bautizó. El más grande deseo
de Quintín era hacer que muchas personas conocieran y amaran a
Jesucristo, y poder derramar su sangre por defender la religión.
Cuando el Papa San Cayo organizó una expedición de misioneros para ir
a evangelizar a Francia, Quintín fue escogido para formar parte de ese
grupo de evangelizadores.
Dirigido por el jefe de la misión, San Luciano, fue enviado Quintín a
la ciudad de Amiens, la cual ya había sido evangelizada en otro tiempo
por San Fermín, por lo cual hubo un nutrido grupo de cristianos que le
ayudaron allí a extender la religión. Quintín y sus compañeros se
dedicaron con tan grande entusiasmo a predicar, que muy pronto ya en
Amiens hubo una de las iglesias locales más fervorosas del país.
Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos
paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían
oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se
llenaban cada vez más y más.
Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro,
diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin
seguidores si Quintín seguía predicado y haciendo prodigios. Riciovaro,
que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en
cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a propagar la
religión de un crucificado. Quintín le dijo que ese crucificado ya había
resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra, y que por
lo tanto para él era un honor mucho más grande ser seguidor de
Jesucristo que ser hijo de un senador romano.
El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín y encerrarlo en un
oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le
soltaron las cadenas y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la
calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.
Entonces el gobernador lo mandó poner preso otra vez y después de
atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza, y
voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes
se declaran a favor de Él en la tierra.
Hay que ser: Pronto para escuchar y lento para responder (S. Biblia Ec. 5,11).