26 septiembre, 2014

Santos Cosme y Damián, Mártires

 


Oh, Santos Cosme y Damián, vosotros, sois
los hijos del Dios de la vida y sus amados
santos, dedicados siempre a curar y recetar
sin cobro alguno a los desposeídos y pobres,
el tiempo todo, tanto que, de vosotros
decían: “los no cobradores”. Y, en medio
de aquella tarea noble, el precioso legado
de Cristo compartíais, con vuestros pacientes.
Gemelos hermanos, amados y queridos erais
en vuestro tiempo, y cuando el mal quizo
dañaros, Dios, jamás os olvidó, tanto que
cuando os echaron a la mar, una ola gigante,
los sacó sanos y salvos. Y, cuando, vivos
quisieron quemaros, las llamas no os tocaron
para nada. De rabia y desesperados los impíos,
os cortaron la cabeza. Y, solo así, vuestras
santas vidas terminaron, convirtiéndoos
para alegría del cielo, en santos mártires.
Así, vuestras almas, al cielo volaron para
coronadas ser, con justicia y con gloria
como premio a vuestra entrega de amor y fe;
levantándoos, en honor vuestro dos templos
en Constantinopla y en Roma una basílica;
oh, Santos Cosme y Damián, “luces de Cristo”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Septiembre
San Cosme y San Damián
Mártires
Siglo III

Quiera Dios enviarnos muchos médicos generosos que, a imitación de Cosme y Damián, se dediquen a recetar gratuitamente a los pobres, y a aprovechar su ascendiente para propagar la santa religión de Jesucristo. Qué hermoso fuera que hubiera muchos médicos así.

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo también gratuitamente” (Jesucristo Mt. 10, 8).

Cosme significa “adornado, bien presentado”. Damián: domador. Estos dos santos han sido (junto con San Lucas) los patronos de los médicos católicos. En oriente los llaman “los no cobradores”, porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.

Eran hermanos gemelos y nacieron en Arabia, en el siglo tercero. Se dedicaron a la medicina y llegaron a ser muy afamados médicos. Pero tenían la especialidad de que a los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio.

Las gentes los querían muchísimo y en muchos pueblos eran considerados como unos verdaderos benefactores de los pobres. Y ellos aprovechaban su gran popularidad para ir extendiendo la religión de Jesucristo por todos los sitios donde llegaban. Lisias, el gobernador de Cilicia, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.

Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosos curaciones. El emperador Justiniano de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Con sus ministros se fue personalmente a la tumba de los dos santos a darles las gracias.

En Constantinopla levantaron dos grandes templos en honor de estos dos famosos mártires y en Roma les construyeron una basílica con bellos mosaicos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cosme_y_Damian.htm)