¡Oh! Santos míos
vosotros habéis corrido
constantes vuestra carrera
a la Cruz de Cristo abrazados
y habéis recibido
vuestro premio prometido:
la Eternidad de la Vida.
Orad os lo suplicamos
para que nosotros también
alcancemos a morar con vosotros
y podamos ver al fin
el rostro de nuestro Creador
el que hizo los cielos y la tierra
y nos hizo a Su imagen y semejanza.
Ayudadnos santos nuestros
en nuestra tribulación en esta tierra
de llanto y de guerra lleno
de niños, mujeres, hombres y ancianos
que nada tienen que ver con sus intrigas
de odio y venganza, hijos del mal
!Ayudadnos con vuestra Paz! ¡Dadnos vuestra Paz!
Amén
© by 2023 Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
ORACIÓN POR TODOS LOS SANTOS
Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte,
rogad por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas,
rogad por nosotros.
Almas cándidas, Santos Inocentes
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado,
rogad por nosotros.
Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogad por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que os dio fortaleza en los combates,
rogad por nosotros.
Vírgenes semejantes a azucenas
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura,
rogad por nosotros.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas,
rogad por nosotros.
Doctores cuyas palmas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es raudal de ciencia inextinguible,
rogad por nosotros.
Soldados del ejército de Cristo,
Santas y Santos todos,
rogad que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre vosotros.
Amén
(Autor: Gustavo Adolfo Béquer)
____________________________________
1° de Noviembre Solemnidad de Todos los Santos
Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
___________________________
«Alegraos y regocijaos» + Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el
“credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los
santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la
vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a
quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en
comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque
ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el
amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al
mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El
amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto,
no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo
por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con
la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de
sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han
creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre
todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando
imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos
mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la
historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se
han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis
cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra
recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su
santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son
los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como
afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues,
mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos
aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la
fiesta.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «La divinidad es pureza, es liberación de las pasiones y remoción de todo mal: si todo eso está en ti, entonces Dios está realmente en ti» (San Gregorio de Nisa)
- «No estamos solos; estamos rodeados por una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo» (Benedicto XVI)
- «La sexta bienaventuranza proclama: ‘Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios’ (Mt 5,8). Los ‘corazones limpios’ designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad, la castidad o rectitud sexual, el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe. Existe un vínculo entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.518)