¡Oh!, San Pedro Crisólogo; vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, y aquél que, honor hizo, al significado
de vuestro nombre: “el que habla muy bien”. Así, llegasteis
a convertiros en nuno de los más famosos oradores de vuestro
tiempo que, los paganos de entonces, convertidos fueron
por vuestro hablar dulce, conciso, sencillo y práctico, pues
les explicabais claramente sobre la fe y la verdad, que en el
Dios único y verdadero reposa por los sigloas de los siglos.
Y, por ello, la gente, os admiraba, por vuestro mensaje breve
y directo, que llegaba al mismo corazón. La comunión frecuente,
recomendabais y los exhortabais a hacer de la Eucaristía Sagrada,
su alimento semanal. En los dos meses más calurosos del verano,
de predicar dejabais y los explicabais así: “en este tiempo de
calores tan bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan
mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas llegan
los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello
a mis sermones”. Hasta hoy, vuestra escencia y sabiduría nos
acompaña en vuestros sermones, los mismos que guardamos, como
prueba de vuestro amor a nuestra Santa Madre Iglesia Católica.
Por vuestra gran sabiduría e inteligencia al predicar y escribir,
el Papa Benedicto Trece, os nombró Doctor de la Iglesia Católica.
Y, así, y luego de haberos gastado por el reino de los cielos en
esta vida, partisteis a la morada del Padre eterno, para corona de
luz recibir como justo premio a vuestra entrega increible de amor;
¡oh!, Pedro Crisólogo, “vivo predicador de la luz y la verdad de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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y su amado santo, y aquél que, honor hizo, al significado
de vuestro nombre: “el que habla muy bien”. Así, llegasteis
a convertiros en nuno de los más famosos oradores de vuestro
tiempo que, los paganos de entonces, convertidos fueron
por vuestro hablar dulce, conciso, sencillo y práctico, pues
les explicabais claramente sobre la fe y la verdad, que en el
Dios único y verdadero reposa por los sigloas de los siglos.
Y, por ello, la gente, os admiraba, por vuestro mensaje breve
y directo, que llegaba al mismo corazón. La comunión frecuente,
recomendabais y los exhortabais a hacer de la Eucaristía Sagrada,
su alimento semanal. En los dos meses más calurosos del verano,
de predicar dejabais y los explicabais así: “en este tiempo de
calores tan bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan
mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas llegan
los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello
a mis sermones”. Hasta hoy, vuestra escencia y sabiduría nos
acompaña en vuestros sermones, los mismos que guardamos, como
prueba de vuestro amor a nuestra Santa Madre Iglesia Católica.
Por vuestra gran sabiduría e inteligencia al predicar y escribir,
el Papa Benedicto Trece, os nombró Doctor de la Iglesia Católica.
Y, así, y luego de haberos gastado por el reino de los cielos en
esta vida, partisteis a la morada del Padre eterno, para corona de
luz recibir como justo premio a vuestra entrega increible de amor;
¡oh!, Pedro Crisólogo, “vivo predicador de la luz y la verdad de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Julio
San Pedro Crisólogo
Doctor
Año 451
Crisólogo significa: el que habla muy bien.
Este santo ha sido uno de los oradores más famosos de la
Iglesia Católica. Nació en Imola (Italia) y fue formado por Cornelio
obispo de esa ciudad, por el cual conservó siempre una gran veneración.
Este santo prelado lo convenció de que en el dominio de las propias
pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza,
y que este es un medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios.
Pedro gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de
este, Plácida, y por recomendación de ellos los dos, fue nombrado
Arzobispo de Ravena (la ciudad donde vivía el emperador). También gozó
de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran
número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que
cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta
capital. A la gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le
pusieron el sobrenombre de crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su
modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. Sabía explicar muy
claramente las principales verdades de la fe. A ratos se entusiasmaba
tanto mientras predicaba, que la misma emoción le impedía seguir
hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y empezaban muchos
a llorar. En los dos meses más calurosos del verano dejaba de predicar y
explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta
determinación: “en este tiempo de calores tan bochornosos no les
predico, porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas
temperaturas tan altas llegan los ahogos y trastornos, y después le
echan toda la culpa de ello a mis sermones”. La gente se admiraba de que
en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las doctrinas
más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien
preparados y cuidadosamente redactados.
Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a
convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas.
Murió el 30 de julio del año 451. Quiera nuestro buen Dios concedernos
que muchos predicadores y catequistas de nuestro tiempo merezcan también
el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro_Crisólogo.htm)