Día litúrgico: Feria del tiempo de Navidad
Santoral: Santa Elizabeth Ann Seton
Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se
encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús
que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le
oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le
seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que
quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo
veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel
día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro,
era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste
se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos
encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde
Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo
de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.
«‘Maestro, ¿dónde vives?’. Les respondió: ‘Venid y lo veréis’»
Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos recuerda las circunstancias de la vocación de
los primeros discípulos de Jesús. Para prepararse ante la venida del
Mesías, Juan y su compañero Andrés habían escuchado y seguido durante un
tiempo al Bautista. Un buen día, éste señala a Jesús con el dedo,
llamándolo Cordero de Dios. Inmediatamente, Juan y Andrés lo entienden:
¡el Mesías esperado es Él! Y, dejando al Bautista, empiezan a seguir a
Jesús.
Jesús oye los pasos tras Él. Se gira y fija la mirada en los que le
seguían. Las miradas se cruzan entre Jesús y aquellos hombres sencillos.
Éstos quedan prendados. Esta mirada remueve sus corazones y sienten el
deseo de estar con Él: «¿Dónde vives?» (Jn 1,38), le preguntan. «Venid y
lo veréis» (Jn 1,39), les responde Jesús. Los invita a ir con Él y a
mirar, contemplar.
Van, y lo contemplan escuchándolo. Y conviven con Él aquel atardecer,
aquella noche. Es la hora de la intimidad y de las confidencias. La
hora del amor compartido. Se quedan con Él hasta el día siguiente,
cuando el sol se alza por encima del mundo.
Encendidos con la llama de aquel «Sol que viene del cielo, para
iluminar a los que yacen en las tinieblas» (cf. Lc 1,78-79), marchan a
irradiarlo. Enardecidos, sienten la necesidad de comunicar lo que han
contemplado y vivido a los primeros que encuentran a su paso: «¡Hemos
encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). Los santos también lo han hecho así.
San Francisco, herido de amor, iba por las calles y plazas, por las
villas y bosques gritando: «El Amor no está siendo amado».
Lo esencial en la vida cristiana es dejarse mirar por Jesús, ir y ver
dónde se aloja, estar con Él y compartir. Y, después, anunciarlo. Es el
camino y el proceso que han seguido los discípulos y los santos. Es
nuestro camino.
(http://evangeli.net/evangelio/dia/2017-01-04)