Oh, San Francisco Solano, vos sois el hijo
del Dios del vida y su amado santo, además
llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por
la cantidad de prodigios y milagros que Dios
obtuvisteis en Sudamérica. Desde pequeño, erais
de corazón pacificador, pues, cuando los sables
y discordias se planeaban, interveníais y paz
era todo. Franciscano de corazón, os dedicasteis
a predicar y predicar, con increíbles resultados,
pues vuestros sermones, llegaban hasta el fondo
del corazón, conversiones causando, pues mucho
rezabais, antes de cada predicación. Vos y vuestro
compañero Fray Buenaventura, socorristeis a
los enfermos abandonados de tifo y, a todo aquél
que necesitaba. San Buenaventura se contagió y
murió y vos luego, pero, increíblemente, curado
quedasteis. Y, así, os disteis cuenta cuánto os
amaba Él, y para qué os devolvió la vida. Felipe
II pidió a los franciscanos que misioneros enviaran
a Sudamérica, y así, llegasteis por el Nuevo Mundo,
a los indios predicando. Viajasteis a pie, con
incontables peligros y sufrimientos, desde Lima
hasta Tucumán y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo,
confiando sólo en Dios y por el deseo movido de
almas salvar. Dios os concedió la eficacia de la
palabra y la gracia de la simpatía y de buena voluntad
para conseguir de vuestros oyentes. Un Jueves
Santo, cuando predicabais, os enfrentasteis a
los indios, crucifijo en mano, logrando que os
entendieran en su propio idioma y después aceptaron
ser evangelizados y bautizados en la religión
católica. El Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río
de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina,
saben de vos. Siempre a pie, indígenas convirtiendo
y colonos españoles. A imitación de vuestro patrono
Francisco, sentíais cariño por los animalillos
de Dios. Las aves os rodeaban muy a menudo,
y luego a vuestra voz, por los aires salían
alegremente cantando, alabando al Dios vivo.
“Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”,
dijisteis en pleno temblor. Todos lo hicieron y
nada malo sucedió aquel día allí. “Por las maldades
de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor
será destruido y no quedará sino, el sitio desde
donde estoy predicando”. Y así fue. El día
en que Dios os llamó, una bandada de pajaritos
cantando entró a vuestra habitación y vos dijisteis:
“Que Dios sea glorificado”, y expirasteis, para,
coronado ser con corona de luz y eternidad,
como justo premio, a vuestra entrega de amor;
oh, San Francisco Solano, “Taumaturgo de Dios”.
del Dios del vida y su amado santo, además
llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por
la cantidad de prodigios y milagros que Dios
obtuvisteis en Sudamérica. Desde pequeño, erais
de corazón pacificador, pues, cuando los sables
y discordias se planeaban, interveníais y paz
era todo. Franciscano de corazón, os dedicasteis
a predicar y predicar, con increíbles resultados,
pues vuestros sermones, llegaban hasta el fondo
del corazón, conversiones causando, pues mucho
rezabais, antes de cada predicación. Vos y vuestro
compañero Fray Buenaventura, socorristeis a
los enfermos abandonados de tifo y, a todo aquél
que necesitaba. San Buenaventura se contagió y
murió y vos luego, pero, increíblemente, curado
quedasteis. Y, así, os disteis cuenta cuánto os
amaba Él, y para qué os devolvió la vida. Felipe
II pidió a los franciscanos que misioneros enviaran
a Sudamérica, y así, llegasteis por el Nuevo Mundo,
a los indios predicando. Viajasteis a pie, con
incontables peligros y sufrimientos, desde Lima
hasta Tucumán y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo,
confiando sólo en Dios y por el deseo movido de
almas salvar. Dios os concedió la eficacia de la
palabra y la gracia de la simpatía y de buena voluntad
para conseguir de vuestros oyentes. Un Jueves
Santo, cuando predicabais, os enfrentasteis a
los indios, crucifijo en mano, logrando que os
entendieran en su propio idioma y después aceptaron
ser evangelizados y bautizados en la religión
católica. El Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río
de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina,
saben de vos. Siempre a pie, indígenas convirtiendo
y colonos españoles. A imitación de vuestro patrono
Francisco, sentíais cariño por los animalillos
de Dios. Las aves os rodeaban muy a menudo,
y luego a vuestra voz, por los aires salían
alegremente cantando, alabando al Dios vivo.
“Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”,
dijisteis en pleno temblor. Todos lo hicieron y
nada malo sucedió aquel día allí. “Por las maldades
de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor
será destruido y no quedará sino, el sitio desde
donde estoy predicando”. Y así fue. El día
en que Dios os llamó, una bandada de pajaritos
cantando entró a vuestra habitación y vos dijisteis:
“Que Dios sea glorificado”, y expirasteis, para,
coronado ser con corona de luz y eternidad,
como justo premio, a vuestra entrega de amor;
oh, San Francisco Solano, “Taumaturgo de Dios”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Abril
San Francisco Solano
Misionero
(año 1610)
San Francisco Solano
Misionero
(año 1610)
Francisco Solano, llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo en Sudamérica, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España.
Su padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban. Cuando había algún duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para que hicieran las paces.
Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones no tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones. Es que rezaba mucho antes de cada predicación.
Primer contagio
Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. Con eso se dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.
Pidió a sus superiores que lo enviaran de misionero al Africa, y no le fue aceptada su petición. Pero poco después el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón.
Y sucedió que una terrible tempestad lanzó el barco contra unas rocas frente a Panamá y se partió en dos. No había sino una embarcación para volver a tierra firme, y el misionero prefirió aguardar allá en esos escollos con los esclavos negros que él había venido instruyendo durante el viaje y acompañarlos hasta que llegara otra barca a salvarlos. Y aprovechó esos tres días de terror y peligro, para acabar de instruirlos y bautizarlos allí mismo. Varios de ellos perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido bautizados.
La pequeña embarcación los llevó a unas costas inhospitalarias y allá pasaron días terribles de hambre y peligros. Cuando los marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Cuando había peleas, al único que le hacían caso para dejar de pelear, era el Padre Solano. Al fin lograron que un barco los recogiera y los llevara a la ciudad de Lima.
Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas.
Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios le había concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía y buena voluntad de sus oyentes.
Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.
Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.
El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.
A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios.
Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones.
Un día estando predicando en una misa la tierra empezó a temblar. Las gentes quisieron salir huyendo, pero él les dijo: “Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”. Todos pidieron perdón y nada malo sucedió aquel día allí. Otro día en pleno sermón exclamó: “Por las maldades de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor será destruido y no quedará sino el sitio desde donde estoy predicando”. Y así sucedió años después. llegó un terremoto y destruyó el templo y todos los alrededores, y el único sitio que quedó sin que le pasara nada, fue aquel desde donde el santo había predicado.
En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: “Que Dios sea glorificado”, y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.
Petición
San Francisco Solano: pídele a Dios muchas bendiciones para América.