31 julio, 2015

San Ignacio de Loyola

 

 ¡Oh!, San Ignacio de Loyola, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, y el que, vuestra tierra,
Pamplona, la defendisteis hasta herido caer, y aún,
convaleciente, obró la divina providencia en vos, y así
en amante de la teología os convertisteis de un momento
a otro. Tanto, que gustabais de las lecturas de piadosos
libros, y allí, descubristeis, en la vida de Jesús, y
en la lectura de la vida de los Santos, vuestra vocación
verdadera. Interiores y constantes luchas os acosaron,
entre piadosos deseos y los del mundo, hasta que, a los
primeros venciendo, escogisteis, poneros al servicio
de la fe, en un apostolado prístino. Así, nuevamente la
providencia divina, hizo carne y os dirigió al Santuario
de Nuestra Señora de Montserrat, y, haciendo confesión
sincera, vuestra espada y vuestras ropas de combatiente
a sus pies santos dejasteis, haciendo votos de pobreza,
una vida comenzasteis, de oración y penitencia llenas,
dedicándoos en cuerpo y alma, a amar a Dios, sobre todas
las cosas. Con vuestros santos escritos y con vuestros
discípulos Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón,
Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla, y, con vos, a la cabeza,
la “Compañía de Jesús”, fundasteis, en especial día: el
de de la Asunción de María, y con la cual, intensamente
trabajasteis por la reforma de Nuestra Santa Madre Iglesia.
Vuestro libro “Ejercicios Espirituales”, preciosa joya es,
para domar el alma y alejar los sentidos del mundo. Vuestra
obra, llena de portentos, continúa hoy, y poderosa se yergue
y expande, por el orbe de la tierra, tal y conforme,
lo había ya, sentenciado Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y,
vos, que vuestra santa vida la gastasteis hasta el fin, y
entregasteis vuestra alma al cielo, recibisteis corona
de gloria, como premio a vuestra entrega de amor y fe;
“Santo Patrono de los ejercicios espirituales del mundo”;
¡oh!, San Ignacio de Loyola, “amor, pluma y luz de Cristo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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31 de Julio
San Ignacio de Loyola
Fundador de los Jesuitas
Año 1556

San Ignacio: ruégale a Dios por todos los que como tí deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino Salvador. “Todo para mayor Gloria de Dios” (San Ignacio)

San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, norte de España, cerca de los montes Pirineos que están en el límite con Francia. Su padre Bertrán De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue Iñigo.

Entró a la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló ante el ejército francés. Los vencedores lo enviaron a su Castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.

A pesar de esto Ignacio tuvo durante toda su vida un modo muy elegante y fino para tratar a toda clase de personas. Lo había aprendido en la Corte en su niñez. Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que “La vida de Cristo” y el “Año Cristiano”, o sea la historia del santo de cada día. Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustración . En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de los santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue impresionando profundamente.

Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: “¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?”. Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: “Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá” (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: “Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás”.

Mientras se proponía seriamente convertirse, una noche se le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo. La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo. Apenas terminó su convalecencia se fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat. Allí tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión general de toda su vida.

Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 kilómetros de Monserrat a orar y hacer penitencia, allí estuvo un año. Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a la oración y a la meditación. Allá se le ocurrió la idea de los Ejercicios Espirituales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad. Después de unos días en los cuales sentía mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento y cansancio por todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la llaman los sabios “la noche oscura del alma”. Es un estado dificultoso que cada uno tiene que pasar para que se convenza de que los consuelos que siente en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito de Dios.

Luego le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa: los escrúpulos. O sea el imaginarse que todo es pecado. Esto casi lo lleva a la desesperación. Pero iba anotando lo que le sucedía y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha habilidad para poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según sus propias experiencias poderles enseñar el camino de la santidad. Allí orando en Manresa adquirió lo que se llama “Discreción de espíritus”, que consiste en saber determinar qué es lo que le sucede a cada alma y cuáles son los consejos que más necesita, y saber distinguir lo bueno de lo malo. A un amigo suyo le decía después: “En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a universidades”.

En 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia. A los 33 años empezó como estudiante de colegio en Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho más jóvenes que él y se burlaban mucho. El toleraba todo con admirable paciencia. De todo lo que estudiaba tomaba pretexto para elevar su alma a Dios y adorarlo.

Después pasó a la Universidad de Alcalá. Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños para enseñarles religión; hacía reuniones de gente sencilla para tratar temas de espiritualidad, y convertía pecadores hablándoles amablemente de lo importante que es salvar el alma. Lo acusaron injustamente ante la autoridad religiosa y estuvo dos meses en la cárcel. Después lo declararon inocente, pero había gente que lo perseguía. El consideraba todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba para que fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: “No hay en la ciudad tantas cárceles ni tantos tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a Jesucristo”.

Se fue a Paris a estudiar en su famosa Universidad de La Sorbona. Allá formó un grupo con seis compañeros que se han hecho famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús. Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Recibieron doctorado en aquella universidad y daban muy buen ejemplo a todos. Los siete hicieron votos o juramentos de ser puros, obedientes y pobres, el día 15 de Agosto de 1534, fiesta de la Asunción de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes del Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le pareciera para la gloria de Dios.

Se fueron a Roma y el Papa Pablo III les recibió muy bien y les dio permiso de ser ordenados sacerdotes. Ignacio, que se había cambiado por ese nombre su nombre antiguo de Íñigo, esperó un año desde el día de su ordenación hasta el día de la celebración de su primera misa, para prepararse lo mejor posible a celebrarla con todo fervor. San Ignacio se dedicó en Roma a predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a toda clase de personas. Se propusieron como principal oficio enseñar la religión a la gente.

En 1540 el Papa Pablo III aprobó su comunidad llamada “Compañía de Jesús” o “Jesuitas”. El Superior General de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte. En Roma pasó todo el resto de su vida. Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba: “Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo, y hasta que se acabara mi comunidad, con tal de salvar el alma de un pecador”. Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.
El Colegio que San Ignacio fundó en Roma llegó a ser modelo en el cual se inspiraron muchísimos colegios más y ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana. Los jesuitas fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios de los protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo. Les recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario pero que se presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el apóstol católico fuera muy instruido.

El libro más famoso de San Ignacio se titula: “Ejercicios Espirituales” y es lo mejor que se ha escrito acerca de como hacer bien los santos ejercicios. En todo el mundo es leído y practicado este maravilloso libro. Duró 15 años escribiéndolo. Su lema era: “Todo para mayor gloria de Dios”. Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras y pensamientos: A que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido. En los 15 años que San Ignacio dirigió a la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a más de mil. A todos y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente.

Como casi cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir, y murió súbitamente el 31 de julio de 1556 a la edad de 65 años. En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia Católica.

30 julio, 2015

San Pedro Crisólogo


¡Oh!, San Pedro Crisólogo; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, aquél que, honor hizo,
al significado de vuestro nombre: “el que habla muy
bien”. Y, sí, pues, a convertiros llegasteis en uno
de los más famosos oradores de vuestro tiempo, tanto
que, los paganos de vuestro tiempo, convertidos fueron
por vuestro hablar dulce, conciso, sencillo y práctico,
pues, explicabais claramente sobre la fe y la verdad.
Y por ello, la gente, os admiraba, por vuestro mensaje
breve y directo que llegaba al corazón. La comunión
frecuente, recomendabais y los exhortabais a hacer
de la Eucaristía Sagrada, su alimento semanal. Hasta
hoy, vuestra esencia nos acompaña, y de vos, maravillosos
sermones guardamos, prueba de vuestro amor a nuestra
Santa Madre Iglesia Católica. Y, luego de haberos gastado
por el reino de los cielos, entregando vuestra vida,
partisteis a la morada del Padre eterno, para justo
premio recibir y ser coronado con corona de luz, como
premio a vuestra entrega de amor, “santo predicador”;
¡oh!, Pedro Crisólogo, “predicador de la luz y la verdad”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Julio
San Pedro Crisólogo
Doctor
Año 451
Crisólogo significa: el que habla muy bien. Este santo ha sido uno de los oradores más famosos de la Iglesia Católica. Nació en Imola (Italia) y fue formado por Cornelio obispo de esa ciudad, por el cual conservó siempre una gran veneración. Este santo prelado lo convenció de que en el dominio de las propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios. Pedro gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de este, Plácida, y por recomendación de ellos los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena (la ciudad donde vivía el emperador). También gozó de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta capital. A la gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le pusieron el sobrenombre de crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. Sabía explicar muy claramente las principales verdades de la fe. A ratos se entusiasmaba tanto mientras predicaba, que la misma emoción le impedía seguir hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y empezaban muchos a llorar. En los dos meses más calurosos del verano dejaba de predicar y explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta determinación: “en este tiempo de calores tan bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello a mis sermones”. La gente se admiraba de que en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las doctrinas más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien preparados y cuidadosamente redactados.
Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas. Murió el 30 de julio del año 451. Quiera nuestro buen Dios concedernos que muchos predicadores y catequistas de nuestro tiempo merezcan también el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)

29 julio, 2015

Santa Marta de Betania



¡Oh!, Santa Marta, vos, sois la hija del Dios de la vida
y su amada santa, la misma que, habéis hecho honor
al significado de vuestro nombre: “señora y jefe de hogar”.
Los escritos sobre vos, en el Sagrado Libro, dicen que
Jesús, os amaba, junto a María y a Lázaro, vuestros
hermanos, porque sus amigos erais de verdad. Y, vos,
recordareis, cuando preguntasteis a Jesús: “Señor, ¿cómo
os parece que mi hermana, me haya dejado a mí sola con
todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me
ayude un poco en esta tarea?”. Y, Él os dijo: “Marta,
Marta, os afanáis y os preocupáis por muchas cosas.
Sólo una cosa necesaria es. María ha escogido la mejor
parte, la que no le será quitada”. Y, vos, entendiendo,
también lo escuchasteis. Cuando Lázaro, murió, vos,
presta, a Él, recurristeis y Él, os dijo: “Tu hermano
resucitará”. Y, creísteis que seria al final de los
tiempos. Pero, Jesús, os dijo: “Yo soy la vida y la
resurrección. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto
vivirá”. ¿Crees esto?. Y, respondisteis: ¡Sí Señor, yo
creo!. Y, os dijo Jesús: “¿Dónde lo han colocado?” Y,
viéndoos llorar a vos, y a vuestros sus acompañantes,
Él, lloró también y las gentes decían: “Mirad cómo lo
amaba”. La piedra quitaron y dijisteis vos: “Señor
ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado”.
Y, Jesús os dijo: “¿No os he dicho que si creéis veréis
la gloria de Dios?”. Y, Jesús Dijo: “¡Lázaro, ven afuera!”.
Y, el muerto salió, llevando el sudario y las vendas
de sus manos. Santa Marta, Interceded pues, para que
los “lázaros” de este tiempo, que, por el pecado “muertos”,
por el mundo deambulan, al llamado de Jesús, resuciten
y mañana más tarde, como vos, brillen, en el cielo eterno,
¡oh!, Santa Marta de Betania, “oídos para Jesucristo” .

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Julio
Santa Marta de Betania
Hermana de Lázaro y María

Martirologio Romano: Memoria de santa Marta, que recibió en su casa de Betania, cerca de Jerusalén, a Jesús, el Señor, y muerto su hermano Lázaro, proclamó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo» (s. I).

Etimología: Marta = ama de casa, señorial, atractiva. Viene de la lengua hebrea.
Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.

Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano.

San Juan nos dice que “Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro” (Jn 11:5).
Lucas añade: “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» -Lucas 10:38-40

No podemos estar seguros de la motivación de Marta al hacer su petición al Señor pero todo parece indicar que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo sabía que era imperfecto. Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, esta mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. ¿Por que la otra no hace nada y soy la que trabajo?

El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido y establece prioridades:
«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.» -Lucas 10: 41-42
Esa única cosa de la que hay necesidad es de poner todo el corazón en amar a Dios, atender a Jesús que nos habla, que quiere levantarnos de nuestra miseria.

Toda vida activa debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación lleva al alma a dispersarse perder de vista el fin. La vida contemplativa se concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María y afirmó: “sólo una cosa es necesaria”. Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.

Si contemplamos como van las cosas en cualquier Iglesias podremos ver muchas actividades, programas, ideas… Es relativamente fácil hacer cosas por Jesús, pero cuanto nos cuesta estar en silencio ante su Presencia. En seguida pensamos en cosas que hacer. No comprendemos que lo primero y mas importante es atenderlo a El directamente por medio de la oración.

Jesús encontró más digna de alabanza la actitud contemplativa de María. Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante el para escucharle. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).

Entonces, ¿no es necesario trabajar? Claro que sí lo es. Pero para que el trabajo de fruto debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado al tiempo del Señor. Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar que somos criaturas limitadas. No podemos hacerlo todo. No podemos siquiera hacer nada bien sin el Señor

San Agustín escribe: “Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú”. San Basilio y San Gregorio Magno consideran a la hermana María modelo evangélico de las almas contemplativas y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que, de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.

La resurrección de Lázaro

El capítulo 11 de San Juan narra el gran milagro de la resurrección de Lázaro. En aquella ocasión vuelve a hablarse de Marta. Lázaro se agravó de muerte mientras Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: “Señor aquel que tú amas, está enfermo”. En un mensaje de confianza en que Jesús va actuar a su favor.

Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo sin moverse de donde estaba. A los apóstoles les dice: “Esta enfermedad será para gloria de Dios”. Y luego les añade: “Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer”.

A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: “Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá”
Jesús le dice: “Tu hermano resucitará”.

Marta le contesta: “Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos”.
Jesús añadió: “Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. ¿Crees esto?”

Marta respondió: “Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.”

Jesús dijo: “¿Dónde lo han colocado?”. Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: “Mirad cómo lo amaba”.

Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: “Quiten la piedra”. Le responde Marta:“Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado”. Le dice Jesús: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”. Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: “Lázaro ven afuera”. Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas de sus manos.

El Banquete

Marta aparece también en un banquete en el que participa también Lázaro, poco después

Marta de Betania, Santa
de su resurrección: también esta vez aparece Marta como la mujer ocupada en el servicio, pero puede ser que para entonces ya lo sabía someter al Señor con mas amor, sin quejarse ni compararse.

De los años siguientes de la santa no tenemos ningún dato históricamente seguro, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia y evangelizó Tarascón donde según cuenta la leyenda Santa Marta derroto a la Tarasca, un dragón que amenazaba a la ciudad. Ahí se dice que encontraron, en 1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.

Los primeros en dedicar una celebración litúrgica a santa Marta fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta de santa María Magdalena, identificada por algunos como su hermana María.

S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien.

ORACIÓN DE LAS MADRES DE FAMILIA A SANTA MARTA

Oh Santa Marta dichosa,
que tantas veces tuviste el honor
y la alegría de hospedar a Jesús
en el seno de tu familia,
de prestarle personalmente tus servicios domésticos,
y que juntamente con tus santos hermanos Lázaro y María Magdalena,
gozaste de su divina conversación y doctrina,
ruega por mí y por mi familia,
para que en ella se conserve la paz
y el mutuo amor,
para que todos sus miembros
vivan en la observancia de la Ley de Dios,
y para que sólo Dios,
y no el mundo ni el pecado,
reine en nuestro hogar.
Libra a mi familia de toda desgracia espiritual y temporal,
ayúdame en el cuidado de mis hijos y subordinados,
y concédeme la dicha de verlos unidos bajo
la mirada paternal de Dios en la tierra,
para volver a verles reunidos en las moradas del cielo.
Amén.

28 julio, 2015

Nuestra Señora de la Paz


¡Oh! Nuestra Señora de la Paz, Vos, sois
la Madre del Dios de la vida, y que, desde
siempre, designios superiores cumplisteis
desde el día aquél, en que, mercaderes sin
alma, os dejaron al veros, por vez primera
en aquella playa. Pero, más tarde otros,
de amor llenos os trasladaron en borrico y
frente a la Parroquia San Miguel, el animal
se echó al suelo y allí, ¡oh, sorpresa!
Vos, María, estabais en la caja, con el Niño
Jesús en brazos. Buscaron las autoridades
civiles y religiosas al posible dueño, pero
nadie hasta hoy, os reclamó. Más tarde,
erupcionó el Chaparrastique, y el clero y
la feligresía, os sacaron y os colocaron a
la entrada, e implorando vuestra protección,
la lava de milagro, otro rumbo tomó, todos
salvándoos. En ese instante, las nubes sobre
el volcán, una hoja de palma formaron, que
más tarde, fue de oro, como gratitud en la
mano de Nuestra Señora. Más adelante, por
las luchas fratricidas todos a Vos, recurrieron y
os sacaron al atrio de la iglesia, y, a vuestros
pies, se comprometieron a dejar de lado toda
venganza y buscar la reconciliación. Y, así, os
comenzaron a llamar Nuestra Señora de la Paz;
¡oh! Nuestra Señora de la Paz, y de la vida.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Julio
Nuestra Señora de la Paz
Patrona de El Salvador
Cuando dejamos de preocuparnos exclusivamente por nuestros intereses y pasamos a prestar atención en cosas más elevadas, podemos recibir grandes gracias e inesperadas dádivas.

Valdis Grinsteins

¿Es común encontrar una gran caja cerrada extraviada en la playa? Ciertamente no. Si ello resulta extraño hoy, tanto más lo sería a fines del siglo XVII, cuando comienza la parte conocida de la historia de Nuestra Señora de la Paz.
Pasaban unos comerciantes por una playa a orillas del Océano Pacífico, en América Central, donde está localizado actualmente El Salvador, y divisaron a lo lejos una gran caja cerrada. Sorprendidos, se acercaron e intentaron abrirla, pero no lo consiguieron. Conjeturaron, probablemente, que como la caja era pesada sería difícil transportarla —en aquellos tiempos sin pistas ni camiones— por trochas en que muchas veces abundaban los ladrones. Concluyeron, pues, que era mejor dejarla abandonada donde estaba. Además, la justicia exigía que se comunicara el hecho a las autoridades, para que ellas verifiquen si lo encontrado pertenecía a la víctima de algún naufragio. Tanto trabajo redundaría en beneficio de un tercero, y no para ellos mismos… Decidieron entonces dar más importancia a sus propios intereses, y perdieron una oportunidad de oro.
Poco después, pasaron por allí otros mercaderes. Vieron la misma caja tirada en la arena, y también intentaron abrirla, sin éxito. Viendo que la caja era pesada, que estaba bien cerrada, y nada indicaba su procedencia o a quien era dirigida, llegaron a la conclusión de que podría contener algo valioso, que debía ser transportado con mucho cuidado y diligencia. Ciertamente alguien se perjudicaría si la dejasen allí —tal vez la pobre víctima de algún naufragio, tal vez algún comerciante que la habría abandonado perseguido por piratas ingleses… ¿Quién lo sabe? Pensando en el bien del prójimo, consiguieron prestado un burro y sobre él colocaron la caja, con rumbo a la villa de San Miguel, donde llegaron el día 21 de noviembre de 1682.
Frente a la iglesia de la localidad, el burro se echó al suelo. Al trasladar la caja, los mercaderes verificaron con sorpresa que ahora la podían abrir sin dificultad. Una vez abierta, encontraran en ella una imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Las autoridades civiles y religiosas procedieron a la búsqueda de los posibles propietarios de la imagen. Sin embargo, hasta hoy no se consiguió saber con seguridad a quién pertenecía, o a quién estaba dirigida, o si el barco que la transportaba se hundió, o si fue lanzada al mar para evitar que los piratas anglicanos la profanaran. De cualquier modo, no dejó de llamar la atención el hecho —sobrenatural según todo lo indica— de que la caja pudo ser abierta solamente frente a la iglesia, motivo por el cual la imagen fue dejada allí, donde permanece hasta hoy, al interior de la iglesia parroquial de San Miguel.
Gracias a través de la imagen
Un siglo después, exactamente el día 21 de setiembre de 1787, los habitantes de la ciudad observaban consternados la erupción del volcán Chaparrastique. Con una elevación de más de mil metros de altura sobre la ciudad y apenas a unos 50 km de ella, podría ser mortal no sólo por los gases que emitía y las piedras que lanzaba en sus explosiones, sino especialmente por la lava que soltaba, la cual destruía todo lo que encontraba a su paso. En esa trágica situación, no habiendo ningún obstáculo natural que evitara la destrucción de la ciudad ante el avance de la lava, los habitantes y el clero local decidieron sacar la imagen del interior de la iglesia y colocarla en la puerta, pidiendo su protección. En el momento en que lo hicieron, la lava cambió de rumbo. Aunque terminó destruyendo muchas tierras fértiles, la ciudad se salvó. En ese momento, las nubes sobre el volcán formaron una hoja de palma, motivo por el cual los fieles, para agradecer a la Virgen Santísima su protección, mandaron hacer una palma de oro, que colocaron en la mano de la imagen.
¿Pero de dónde proviene el nombre de Nuestra Señora de la Paz en toda esta historia?
En realidad, el nombre le fue dado a la imagen mucho tiempo después de los acontecimientos arriba descritos.
Después de la independencia de España, comenzaron en todos los países hispanoamericanos luchas intestinas entre conservadores y liberales que, en diversas circunstancias, se transformaron en cruentas guerras civiles. En una de esas ocasiones, en 1833, uno de los partidos tomó cuenta de San Miguel, y todos esperaban una sangrienta revancha contra los perdedores. Sin embargo, los líderes victoriosos juzgaron mejor evitar una tragedia. Y para mostrar que no tenían la intención de promover más muertes entre hermanos, sacaron la imagen de la Santísima Virgen al atrio de la iglesia. A sus pies, se comprometieron a poner de lado todo propósito de venganza y buscar la reconciliación. A partir de aquel momento, la imagen comenzó a ser llamada Nuestra Señora de la Paz.
En 1921, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen, y finalmente, en 1953, el Papa Pío XII firmó el decreto designando a Nuestra Señora de la Paz patrona de El Salvador.
Los caminos de Dios
Tales hechos nos sugieren una serie de reflexiones. Dios podría hacer solo todo lo que está en sus sapienciales designios, pero desea la colaboración de los hombres en sus planes. Así, planes inmensos, que a veces influyen en la salvación de miles y hasta millones de personas, pasan a depender, al menos en gran medida, de un grupo de individuos o de una sola persona. Basta pensar en la multitud de almas que, a lo largo de la historia, fueron salvadas gracias a la acción de los padres jesuitas, franciscanos, dominicos y otros. Si San Ignacio no hubiese fundado la Compañía de Jesús, si San Francisco no hubiese abandonado la casa paterna para hacer apostolado, si Santo Domingo no fuese fiel a la prédica del rosario propuesta por la Santísima Virgen, ¡la historia del mundo sería diferente!
Del mismo modo, en el caso que nos ocupa, Dios podría haber mandado a un ángel que transportara la imagen de Nuestra Señora de la Paz y la colocara frente a la iglesia de San Miguel; pero prefirió otro camino. Sin embargo, de alguna forma la imagen fue colocada por alguien —hombre o ángel— en una caja, y ésta llegó a la playa desierta, por caminos y circunstancias para nosotros desconocidos. A partir de entonces, todo un plan de gracias, y hasta la devoción de un país entero a la Santísima Virgen, pasó a depender de la correspondencia a la gracia de un grupo de mercaderes. Un primer grupo, más preocupado con sus propios intereses, dejó la caja donde la encontró. Otro grupo, que no se dejó dominar por el egoísmo, pensó en el bien ajeno y llevó la caja hasta la ciudad. Ninguno de los dos grupos tenía la menor idea de todo lo que dependía de esa caja. Es justamente en este punto que conviene focalizar nuestras reflexiones.
Puede ser que un inmenso plan de Dios esté escondido a lo largo de nuestros caminos. No tenemos la menor idea en qué va a depender de nosotros, pero Dios nos pide el desapego de nuestros intereses, y que tengamos una preocupación por su gloria y por el bien del prójimo. ¿Fantasía? Los primeros mercaderes, en el momento en que dejaron la caja tirada en la playa, habrían considerado una fantasía tal reflexión…
Pidamos, pues, a Nuestra Señora de la Paz que eleve nuestros corazones para que nos preocupemos con las cosas celestiales; que nos interesemos por las “cajas” destinadas a ser transportadas por nosotros. Pues así es que cumpliremos los magníficos designios de Dios, que aún no conocemos.

27 julio, 2015

Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge

¡Oh!, Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y
Jorge, vosotros, sois los hijos del Dios de la vida, y
sus amados santos y mártires, que, por los sarracenos
perseguidos, disteis vuestro testimonio de cristiana
fe, y que, además, cesaron jamás de alabar a Cristo
Jesús, Dios y Señor Nuestro, en la cárcel misma,
donde vuestras almas al cielo, de fe llenas volaron.
Vos, Aurelio aunque hijo de musulmán vuestra amada
madre, os educó en la “fe verdadera”, al igual que
a Natalia, vuestra fiel esposa. Antes de partir, Aurelio
y Sabigoto, al monasterio que fundaron Jeremías e
Isabel, vuestras hijas encomendaron. Y, así, se os
entregaron al Dios vivo, renunciando a vosotros mismos,
y compartiendo limosnas abundantes con los pobres,
necesitados y menesterosos. Nada de bienes, nada
de nada. Sueños en el duro suelo. Ayuno diario, a
los enfermos visita y consuelo en las prisiones y,
como premio, en vuestros corazones, fuego. El momento
cumbre os llega, y, los cinco gritan a voz viva,
vuestra fe cristiana y, además, afirman la falsedad
de la musulmana. El juez mano hecha a todo, para
recapacitar haceros. Os, hace ver, la vida que tienen
por delante con promesas de bienes, comodidades y
honra. Y vosotros, lo ignoráis todo, pues “todo
basura es”, comparado con Jesucristo a quien desean
servir por encima de todo. Os da cinco días de cárcel
para “pensar”. Se cumple el tiempo, y vosotros
termináis degollados, aplicando la ley, por maldecir
al Profeta y declarar abyecta su religión. Y, así,
volaron vuestras almas al cielo y Dios, os premió
en su amor infinito, coronándoos con coronas de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge,
“santos de la vida, el amor, y de la luz eterna”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Julio
Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge
Mártires

Martirologio Romano: En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, santos mártires Jorge, diácono y monje originario de Siria, Aurelio y Sabigoto, esposos, y Félix y Liliosa, esposos también, que en la persecución desencadenada por los sarracenos, deseando dar testimonio de su fe cristiana, no cesaron de alabar a Cristo en la cárcel, donde fueron finalmente decapitados.

Aurelio es hijo de un mahometano de los que ocupaban Córdoba, en España; pero su madre es cristiana y procuró educarlo en la fe verdadera. Pronto quedó huérfano de padre y madre; una tía suya, también cristiana, se encargó de hacerlo un hombre. Al llegarle la edad se casó con Natalia, hija de padres mahometanos pero, convertida al cristianismo, se bautizó cuando ellos murieron y empezó a llamarse Sabigoto; tienen dos hijas pequeñas; son ricos y emparentados con gente importante de la ciudad por la parte mora.

Félix es uno de los amigos de Aurelio y está casado con Liliosa. A ellos las cosas les van igualmente bien, no por agarenos, sino por la renuncia que años atrás hizo Félix a la fe de los cristianos; tuvo miedo; no se atrevió a afrontar la vida con las limitaciones de trabajo, económicas, los impuestos, la mala perspectiva para los futuros hijos con todas las puertas cerradas para prosperar y disimuló su fe ante el juez. Por ello no les va nada mal. Él sigue creyendo en Dios, pero no frecuenta las reuniones, ni participa en el culto porque no se interprete que da marcha atrás.

Han comenzado a pasar cosas graves en la ciudad emirada en los últimos tiempos. Los ánimos se han calentado y comenzado a haber gente muerta por ser cristiana. Primero mataron a un presbítero que se llamaba Perfecto, luego a otros más; hay gente en la cárcel por su fe cristiana y se presentan situaciones tan tensas que no se sabe muy bien cómo va a ponerse el ambiente.

En general, los cristianos de Córdoba están ya hartos de su deteriorada situación, y han comenzado a presentarse ellos mismos, de modo espontáneo, al tribunal. Otros piensan que esta es la ocasión de lavar sus culpas y hasta parece ser el caso de Félix. Los dos matrimonios llevan tiempo hablando entre ellos de responsabilidades y de fidelidad. Una de las primeras cabezas cristianas les ha hecho poner en balanza lo que se gana y lo que se pierde; es ese hombre valiente y docto obispo que se llama Eulogio. Las dos parejas se animan a ser fieles y más valientes de lo que son.

Cuando el otro día estaba Aurelio en la plaza vió un espectáculo triste en sí mismo y lamentable; llevaban en un borrico, con gran alboroto, entre gritos y gestos maldicentes, al bueno de Juan; iba herido, le pegaban con cuerdas, le insultaban y maldecían por ser cristiano y no bendecir al Profeta. Llegó a casa y no pudo ocultar su pena por la injusticia, todo en él era rebeldía por la impotencia; Liliosa escuchó la versión y pronto la conocen Aurelio y Sabigoto. Ahora los cuatro están dispuestos a buscar solución definitiva pasando por el martirio; pero deben prepararse bien al momento decisivo.
Primero, Aurelio y Sabigoto deben llevar a sus hijas al monasterio que fundaron Jeremías e Isabel; ahora es Isabel la abadesa de Tábanos y ella se encargará de cuidarlas con la dote que pondrán a su disposición; luego, sí, deben mejorar su oración, sus sacrificios, su amor a Dios. Y así comienza una nueva dimensión en sus vidas. Los cuatro están a partir un piñón cuando dan abundantes limosnas con sus bienes, comienzan a dormir en el suelo, practican el ayuno, visitan a los enfermos y hasta deciden ir -con influencias- a la prisión para dar algo de consuelo.

Fue allí donde encontraron a Flora, la virgen que es hija de mahometano y cristiana y a María, monja de Cuteclara y hermana del diácono Wilabonso, decapitado el siete de junio del año pasado. Ellas están condenadas a muerte por sacrílegas y parece que lo que esperan es un premio por su alegría y decisión. Las dos parejas fueron a consolarlas y salieron de la cárcel con fuego en sus corazones.

Conocieron en el monasterio tabanense a Jorge, un monje oriental, concretamente de Siria, que pasó veintiséis años en San Sabas, cerca de Jerusalén, enviado a África para recoger limosnas para mantener a los monjes que habían quedado allí. Es diácono, amigo de Eulogio, sencillo y servidor de todos; habla griego, árabe y latín. Se les unió desde entonces, pensando en el martirio, y ya no se les despega ni de día ni de noche.

Los cinco se han presentado ante el juez; le ponen al corriente de su fe cristiana al tiempo que afirman la falsedad de la religión que profesan todos los seguidores de Mahoma. El juez se esfuerza en hacerles recapacitar sobre su locura; les está haciendo ver la vida que tienen por delante con promesas de bienes, comodidades y honra. Todo es basura comparado con Jesucristo a quien desean servir por encima de todo. Les da cinco días de cárcel para pensar y poder reunir al Consejo porque son personas importantes por su parentela y él no quiere decidir su suerte. Ante los nuevos jueces, pareció que tenían ellos más ganas de ser condenados que los jueces en condenarles. Terminaron degollados, aplicando la ley, por maldecir al Profeta y declarar abyecta su religión.

Fue el día 27 de julio del año 852. Dos matrimonios y un fraile dijeron públicamente del modo más fuerte y claro que es mejor el bien de Cristo que la totalidad de bienes terrenos. Amén.
Hoy también se celebra a San Raimundo Zanfogni.

26 julio, 2015

San Joaquín y Santa Ana


 

¡Oh!, San Joaquín y Santa Ana; vosotros, sois
los hijos del Dios de la vida, padres de Santa
María y abuelos de Jesús. Vos, San Joaquín, que
al ver que Santa Ana, no podría daros un vástago,
al desierto desaparecisteis, sin nada decir, y,
luego de ayunar cuarenta días, un Ángel del Señor,
os visitó, dándoos la buena nueva de que vuestra
oración, había sido oída y de que, vuestra santa
mujer, concebiría una niña, y, cuya magna dignidad
con el tiempo obnubilaría la brillantez de todas
las mujeres. Y, que, ya desde pequeñita, habría
de vivir en el templo del Señor. Y, cosas de Dios,
simultáneamente, vuestra esposa Ana, recibió el
mismo mensaje, añadiendo, de que vos, estabais
de vuelta a casa, cosa que así fue, pues lleno
de emoción abrazasteis a Ana. La Natividad llegó
de María, y juntos festejaron tal alegría, con
un banquete para toda la gente del pueblo. Y,
en él, a María, presentasteis a los sacerdotes,
quienes de bendiciones la colmaron y de augurios
felices. Más tarde, al llegar, María, a los tres
años, la llevasteis solemnemente a la casa de Dios,
tal y conforme os había dicho el Ángel. Y, para
que la Ella, no sintiera tanto la separación
de vosotros, le procurasteis ser acompañada
por doncellas, quienes con candelas encendidas,
tributaban honores y alegría a la futura “Llena
de gracia”, “La Reyna del cielo”, “La Bendita entre
las mujeres”, “La Kejaritomene”, “La Madre de Dios”;
¡Oh!, San Joaquín y Santa Ana, “luces de María”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Julio
San Joaquín y Santa Ana
Los Padres de María
(Antiguo Testamento)

Es inútil buscar en la Sagrada Escritura una huella, siquiera fugaz, del abuelo materno de Jesús. Las genealogías que San Mateo (1, 1) y San Lucas (3, 23) incluyen en sus Evangelios dibujan a grandes rasgos el árbol genealógico de Jesús, tomando por puntos de referencia los cabezas de familia, desde San José, su padre legal, hasta Adán, pasando por David y Judá. La línea materna, en cambio, queda silenciada. Ante este problema, y en la necesidad de dilucidar la cuestión de la ascendencia de María, Padres de la Iglesia oriental tan venerables como San Epifanio y San Juan Damasceno no tuvieron reparo en echar mano de una añeja tradición en la que se contienen diversas noticias acerca de los abuelos maternos de Jesús.

Por otra parte, el hecho de que tantas veces encontremos representaciones pictóricas y escultóricas alusivas a los primeros años de María, quien aparece reclinada en los brazos de su madre, Santa Ana, y a escenas de la vida pastoril de San Joaquín, a quien se presenta como padre de María, lo mismo en mosaicos bizantinos del Monte Athos que en tablas de la escuela valenciana o castellana, atestigua la raigambre y el favor de que ha gozado en la cristiandad la piadosa tradición que hace a San Joaquín y Santa Ana padres de María y abuelos de Jesús.

Dicha tradición fue recopilada en la Edad Media por Jacobo de Vorágine y Vicente de Beauvais, quienes se encargaron de difundirla por el Occidente, pero ya en el siglo VI había sido aceptada oficialmente por la Iglesia oriental, refrendada como estaba por escritos venerables, cuya antigüedad llega a remontar el siglo II. En todos los datos que dicha tradición recoge acerca de la vida de San Joaquín descansa un fondo de verosimilitud que no puede ser turbado por el carácter apócrifo de los documentos escritos en que están contenidos. Pero ellos no constituyen, naturalmente, un cimiento inconmovible, sobre el que se pueda edificar históricamente la vida del augusto abuelo de Jesús, junto al nombre comúnmente aceptado de Joaquín (que significa el hombre a quien Yahvé levanta), se encuentran otros más raros como Cleofás, Jonachir y Sadoch, que no son sino variantes sin importancia de los documentos escritos. Una curiosa tradición retransmitida por los cruzados hace nacer a San Joaquín en Séforis, pequeña ciudad de Galilea. Otros dicen que fue Nazaret su ciudad natal.

San Juan Damasceno dice que su padre se llamaba Barpanther. Según el Protoevangelio de Santiago, apócrifo, que se remonta a las últimas décadas del siglo II en su núcleo primitivo, contrajo matrimonio con Santa Ana a la edad de veinte años. Pronto se trasladaron a Jerusalén, viviendo, al parecer, en una casa situada cerca de la famosa piscina Probática. Gozaban ambos esposos de una vida conyugal dichosa y de un desahogo económico que les permitía dar rienda suelta a su generosidad para con Dios y a su liberalidad para con los prójimos. Algunos documentos llegan incluso a decir que eran los más ricos del pueblo y dan incluso una minuciosa relación de la distribución que hacía San Joaquín de sus ganancias.

Sólo una sombra eclipsaba su felicidad, y ésta era la falta de descendencia después de largos años de matrimonio. Esta pena subió de punto al verse Joaquín vejado públicamente una vez por un judío llamado Rubén al ir a ofrecer sus dones al Templo. El motivo de tal vejación fue la nota de esterilidad, que todos por entonces consideraban como señal de un castigo de Dios. Tal impacto causó este incidente en el alma de San Joaquín, que inmediatamente se retiró de su casa y se fue al desierto, en compañía de sus pastores y rebaños, para ayunar y rogar a Dios que le concediera un vástago en su familia.

Mientras tanto Ana, su mujer, había quedado en casa, toda desconsolada y llorosa porque a su condición de estéril se había añadido la desgracia de quedar viuda por la súbita desaparición de su marido. Después de cuarenta días de ayuno Joaquín recibió una visita de un ángel del Señor, trayéndole la buena nueva de que su oración había sido oída y de que su mujer había concebido ya una niña, cuya dignidad con el tiempo sobrepujaría a la de todas las mujeres y quien ya desde pequeñita habría de vivir en el templo del Señor. Poco antes le había sido notificado a Ana este mismo mensaje, diciéndosele, además, que su marido Joaquín estaba ya de vuelta. Efectivamente, Joaquín, no bien repuesto de la emoción, corrió presurosamente a su casa y vino a encontrar a su mujer junto a la puerta Dorada de la ciudad, donde ésta había salido a esperarle.

Llegó el fausto acontecimiento de la natividad de María, y Joaquín, para festejarlo, dio un banquete a todos los principales de la ciudad. Durante él presentó su hija a los sacerdotes, quienes la colmaron de bendiciones y de felices augurios. Joaquín no echó en olvido las palabras del ángel relativas a la permanencia de María en el Templo desde su más tierna edad, e hizo que, al llegar ésta a los tres años, fuera presentada solemnemente en la casa de Dios. Y para que la niña no sintiera tanto la separación de sus padres procuró Joaquín que fuera acompañada por algunas doncellas, quienes la seguían con candelas encendidas.

Estos son los detalles que la tradición cristiana nos ha transmitido acerca de la vida de San Joaquín. Todos ligados, naturalmente, al nacimiento y primeros pasos de María sobre la tierra. Si es verdad que buena parte de los referidos episodios deben su inspiración a analogías con figuras del Antiguo Testamento y al deseo de satisfacer nuestra curiosidad sobre la ascendencia humana de Jesús, no lo es menos que todos, en conjunto, ofrecen una estampa amable y altamente ejemplar del padre de la Virgen, que ha sido forjada por muchos años de tradición y que goza del refrendo autorizado de la Iglesia.

AURELIO DE SANTOS OTERO

25 julio, 2015

San Santiago Apóstol


 
¡Oh!, San Santiago Apóstol, vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, su Apóstol y amado santo, que, os convertisteis
de Jesús en preferido. Vuestro Maestro, os dijo después
de la pesca milagrosa, en presencia de Pedro y de vuestro
hermano Juan: “desde ahora seréis pescadores de hombres”.
Y, así fue. Dejasteis todo. Vuestras redes, a vuestro
padre y madre, y a vuestra empresa y con Cristo os fuisteis
para, servirle en su apostolado de amor y de verdad. Vos,
tuvisteis el privilegio de ver la Transfiguración de Jesús,
en el monte Tabor. Más tarde, y, cumpliendo lo que estaba
escrito, a España marchasteis, a evangelizarla hasta dejar
allí, vuestras santas reliquias, que hoy, os veneran tanto
que, Patrono os nombraron de su tierra y de su caballería,
porque, cada vez, que os invocaban, invocan y continuaran
haciéndolo, recibieron, reciben y recibirán sendos milagros
a raudales. En más de mil combates intercedisteis para,
que el bien y la justicia triunfase, como que así fue.
¿Dónde ahora estáis Santiago? ¿Dónde? Y, de seguro, hasta
el silencio, cuerpo toma, y responde a una voz diciendo:
“en el cielo está, en el cielo, con su Maestro y Señor”.
Y, así es, como bien vos, mismo lo sabéis, como justo
premio a vuestra entrega de amor, fe, esperanza y luz ;
¡oh!, San Santiago Apóstol, “luz y ayuda certera del cielo”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Julio
Santiago el mayor
ApóstoI
Año 44

El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: “Sant Iacob, ayúdenos”. Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago. Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: “Desde ahora seréis pescadores de hombres”, dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní.

¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Que Jesús nos tenga también a nosotros en el grupo de sus preferidos.

Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.

Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: “¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?” Ellos le dijeron: “Sí somos capaces”. Cristo añadió: “El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial”. Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: “El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir”. Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.

Después de la Ascención de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el gurpo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.

Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. El historiador Pérez de Urbel dice que lo que hay en Santiago de Compostela son unas reliquias, o sea restos del Apóstol, que fueron llevados allí desde Palestina.

Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.

Apóstol Santiago: pídele a Jesús que seamos muchos, muchos, los que como tú, nos dediquemos con toda valentía y generosidad a propagar por el mundo la religión de Cristo.

24 julio, 2015

San Chárbel Makhluf

 

¡Oh!, San Chárbel Makhluf, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Solitario de Dios y llamado
el “Taumaturgo del Líbano”, amasteis la Eucaristía y
a la Madre de Dios, Señora Nuestra, como nadie. La
soledad del desierto amabais para elevaros en el espíritu
a Dios sirviendo tanto de día, como de noche, con amor
austero, y, viviendo ayunando y orando. Vuestra amada
madre os dijo con premonitorias papabras: “Si no fueras
a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero
ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi
dolor al estar separada de ti, le digo resignada: ¡Que
Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo…!
Un día, despertó en vos, la vocación por la vida eremítica
y os fuisteis a vivir en soledad y os retirasteis a
la ermita de San Pedro y San Pablo, en la montaña, que
os prodigó la luz, ejercitándoos en la oración y las
mortificaciones continuas. Dormíais sobre el suelo y
comíais una sola vez al día. Al mediodía la Santa Misa
oficiabais y dabais gracias a Dios, la tarde entera.
Vuestra santa alma, al cielo voló, para coronada ser,
con corona de luz eterna, como premio justo a vuestra
grande entrega de amor, desprendimiento, fe y esperanza;
¡oh!, San Chárbel Makhluf, “solitario por el amor de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Julio
San Chárbel Makhluf

Solitario de Dios y Taumaturgo del Líbano. Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima

Martirologio Romano: San Sarbelio (José, Charbel) Makhluf, presbítero de la Orden de los Maronitas Libaneses, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, viviendo con gran austeridad, ayunando y orando (1898).

Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.

Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Chárbel, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el imperio de Trajano.

Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: “Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo…!”.

Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica que, de acuerdo con la tradición cristiana, se debe hacer viviendo en soledad. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.

El 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración.

Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Maron, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.

23 julio, 2015

Santa Brígida

¡Oh!, Santa Brígida, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, la misma que, honor
disteis al significado de vuestro nombre: “fuerte
y brillante”. Os gustaba mucho, desde niña, oír
de labios de vuestra santa madre, las vidas
de los santos, y, como premio, se os apareció
Nuestra Señora, invitándoos a seguir una santa
vida. Vuestra gran devoción: la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo. Un día que rezabais
devotamente ante el crucifijo, le dijisteis:
¿quién te puso así? Y, oísteis que Cristo os
decía: “los que desprecian mi amor”. “Los que
no le dan importancia al amor que Yo, les he
tenido”. Y, desde ese instante, todos los que
trataban con vos, a Cristo, lo amaron más.
En otra visión, oísteis de Él, mismo decir: “yo
en la vida sufrí pobreza, y, vos tenéis demasiados
lujos y comodidades”. Y, bastaron aquellas
palabras, para que, de la pobreza amante, hasta
el final de vuestra santa vida fuerais. Y, por
ello, la “Comunidad de San Salvador” fundasteis.
Y, en “Revelaciones”, vuestro escrito brillante,
nos legasteis de cómo la vida de Jesús fue. Y,
así, gastada vuestra vida en buena lid, de este
mundo partió vuestra alma, para coronada ser de luz,
como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, Santa Brígida, “amor de Dios, fuerte y brillante”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Julio
Santa Brígida
Viuda y Fundadora
Año 1373

Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más.
Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?

Brígida significa: Fuerte y brillante.

Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.

Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.

Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: – ¿Quién te puso así? – y oyó que Cristo le decía: “Los que desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido”. Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue “la oveja negra de la familia”, que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.

En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: “Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades”. Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).
Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.
Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.

Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.