¡Oh; Señora Nuestra Inmaculada!
¡Ave María Virgen!
¿Quién, si no Vos,
La nueva Eva
La nueva luz
La llena de gracia
La Kejaritomene
La Esclava del Señor?:
¡Sólo Vos y nadie más!.
Oh; ¡Nuestra Señora Inmaculada!
¡María Ave Virgen!
Eva ayer
La oscuridad
Y Vos hoy
La nueva Eva
Perfecta luz
La Kejaritomene
¡oh, Santa Madre del Redentor!.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Oh! Concepción Inmaculada de Vos
Bienaventurada Virgen María
Realmente llena de gracia
Bendita entre las mujeres
Santa Madre del Redentor
¡Aleleuya!
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Ave María Virgen!
¿Quién, si no Vos,
La nueva Eva
La nueva luz
La llena de gracia
La Kejaritomene
La Esclava del Señor?:
¡Sólo Vos y nadie más!.
Oh; ¡Nuestra Señora Inmaculada!
¡María Ave Virgen!
Eva ayer
La oscuridad
Y Vos hoy
La nueva Eva
Perfecta luz
La Kejaritomene
¡oh, Santa Madre del Redentor!.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Oh! Concepción Inmaculada de Vos
Bienaventurada Virgen María
Realmente llena de gracia
Bendita entre las mujeres
Santa Madre del Redentor
¡Aleleuya!
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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“…declaramos, proclamamos
Y definimos que la doctrina que sostiene
Que la beatísima Virgen María
Fue preservada inmune de toda mancha
De la culpa original en el primer instante
De su concepción por singular gracia
Y privilegio de Dios omnipotente,
En atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano
Está revelada por Dios y debe ser por tanto firme
Y constantemente creída por todos los fieles…”
Y definimos que la doctrina que sostiene
Que la beatísima Virgen María
Fue preservada inmune de toda mancha
De la culpa original en el primer instante
De su concepción por singular gracia
Y privilegio de Dios omnipotente,
En atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano
Está revelada por Dios y debe ser por tanto firme
Y constantemente creída por todos los fieles…”
(Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX )
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Martirologio Romano: Solemnidad de la
Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María, que, realmente
llena de gracia y bendita entre las mujeres, en previsión del nacimiento
y de la muerte salvífica del Hijo de Dios, desde el mismo primer
instante de su Concepción fue preservada de toda culpa original, por
singular privilegio de Dios. En este mismo día fue definida, por el papa
Pío IX, como verdad dogmática recibida por antigua tradición (1854).
Todo lo que se refiere a la Santísima Virgen María es un maravilloso
misterio. Como la primera y más importante de las prerrogativas suyas es
su condición de ser Madre de Dios, todo lo que deriva de ello-el caso
de ser Inmaculada, por ejemplo- es una consecuencia de su especialísima,
impar e irrepetible situación en medio de los hombres.
De hecho, en un tiempo concreto, justo en 1854, el papa Pío IX, de
modo solemne y con todo el peso de su autoridad suprema recibida de
Jesucristo, afirmó que pertenecía a la fe de la Iglesia Católica que
María fue concebida sin pecado original. Lo hizo mediante la bula
definitoria Ineffabilis Deus donde se declaraba esa verdad como dogma de
fe.
Poco a poco fue descubriéndolo en el andar del tiempo y atendiendo a
los progresos de la investigación teológica, al mejor conocimiento de
las ciencias escriturísticas, a lo que era realidad viva en el espíritu y
vida de los católicos y después de consultado el sentir del episcopado
universal.
No es en ningún momento un gesto debido al capricho de los hombres ni
a presiones ambientales o conveniencias económicas, políticas o
sociales por las que suelen regirse las conductas de los hombres. No; es
más bien la fase terminal y vinculante de un largo y complejo proceso
en que se va desarrollando desde lo más explicito y directo hasta lo
implícito o escondido y siempre al soplo del Espíritu Santo que asiste a
la Iglesia por la promesa de Cristo. Por tanto, la definición dogmática
no es la creación de una verdad nueva hasta entonces inexistente, sino
la confirmación por parte de la autoridad competente de que el dato
corresponde al conjunto de la Revelación sobrenatural. Por eso, al ser
irreformable ya en adelante, asegura de manera inequívoca las
conciencias de los fieles que al profesarla no se equivocan en su
asentimiento, sino que están conforme a la verdad.
El libro del Génesis, la Anunciación de Gabriel trasmitida en el
tercer evangelio, Belén donde nace el único y universal Redentor, El
Calvario que es Redención doliente y el sepulcro vacío como triunfante
se hacen unidad para la Inmaculada Concepción.
Los Santos Padres y los teólogos profundizaron en el significado de
las palabras pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y la suya reveladas y en los hechos; relacionaron las
promesas primeras sobre un futuro Salvador, descendencia de la mujer,
que vencería en plenitud al Maligno con aquellas palabras lucanas llena
de gracia salidas del ángel Gabriel. Compararon a la Eva, madre primera
de humanidad pecadora y necesitada de redención, con María, madre del
redentor y de humanidad nueva y redimida. Pensaron en la redención
universal y no podían entender que alguien -María- no la necesitara por
no tener pecado. Con los datos revelados en la mano se estrujaron sus
cabezas para entender la verdad universal del pecado original
transmitido a todo humano por generación. Jugaron con las palabras Eva
-genesíaca-, y Ave -neotestamentaria-, ambas del único texto sagrado,
viendo en el juego maternidad analógica por lo común y lo dispar.
Vinieron otros y otros más hablando de la dignidad de María imposible de
superar; el mismo pueblo fiel enamorado profesaba la conveniencia en
Ella de inmunidad, pero aún quedaban flecos sin atar. Salió algún
teólogo geniudo diciendo ¡imposible! y otro sutil, que hilaba muy fino,
afirmó que mejor es prevenir que curar la enfermedad para afirmar que la
redención sí era universal y María la mejor redimida.
Solucionadas las aparentes contradicciones de los datos revelados que
ataban todos los cabos sueltos y comprendido cuanto se puede entender
en la proximidad del misterio, sólo quedaba dar la razón de modo solemne
a la firme convicción de fieles y pastores en el pueblo de Dios que
intuía, bajo el sereno soplo del Espíritu, que por un singular
privilegio la omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas de Dios habría
aplicado, sin saber cómo, los inagotables méritos del Hijo Redentor a su
Santísima Madre, haciéndola tan inocente desde el primer instante de su
concepción, como lo fue después y para siempre, por haberla amado más
que a ninguna otra criatura y ser ello lo más digno por ser la más bella
de todo lo que creó. Así lo hizo, aquel 8 de diciembre, el papa Pío IX
cuando clarificó para siempre el significado completo de llena de
gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre.
Mientras los teólogos estudiaban y discutían todos los pormenores,
los artistas les tomaron la delantera, sobre todo los españoles Murillo,
Ribera, Zurbarán, Valdés Leal y otros; también no españoles como Rubens
o Tiepolo. Ponían en sus impresionantes lienzos a la Inmaculada con
túnica blanca y manto azul, coronada de doce estrellas, que pisaba con
total potestad y triunfo la media luna y la humillada serpiente.