Día litúrgico: Lunes Santo
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Jn 12,1-11): Seis días antes de la
Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había
resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y
Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo
puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y
la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los
discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este
perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no
decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y
como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo:
«Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres
siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».
Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y
fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había
resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar
muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y
creían en Jesús.
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«Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos»
Rev. D. Jordi POU i Sabater
(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)
Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios,
Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor,
Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo
había de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por
trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que
dice no es ninguna barbaridad, ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es
muy fácil protestar ante lo que hacen los otros, aunque no se tengan
segundas intenciones como en el caso de Judas.
Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la
protesta nos hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos
dispuestos a hacer nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en
este caso— la queja de los que actúan mal ante los que miran de hacer
las cosas tan bien como pueden.
María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree
que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida
magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy
caro» (Jn 12,3). Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil
de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de
aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san
Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están
necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo lo que
hagáis a uno de estos pequeños… me lo hacéis a mí? Vosotros gastáis
aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis
pies’».
La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la
traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como
consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.
(http://evangeli.net/evangelio/dia/2020-04-06)