13 abril, 2014

Domingo de Ramos

  
 
Oh, Domingo Glorioso de Ramos;
en que Vos, Señor del cielo y
de la tierra, a la Santa Jerusalén
entrabais; y, el gentío os aclamaba.
Todos os conocían y vitoreaban
entre palmas, ramos y flores, porque
en Vos; al Mesías reconocieron,
al Dios de la vida, a Aquél que
todo lo ve. ¡Sí! todos os conocían
aquél Domingo, y quien erais, muy
bien sabían. Y, en el fondo un silencio,
como de muerte, se preguntaba:
¿Mañana, igual será? Vos, que sin
mancha de pecado alguno, desde
siempre estabais, habíais así,
iniciado Vuestra cruenta marcha a
una muerte y muerte de Cruz. Y,
todo, por amor al hombre. ¿Cuándo
no, por el hombre? ¡Siempre! !Siempre¡
“¡Bendito el que viene en nombre
del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”;
Oh, Domingo Glorioso de Ramos.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Domingo 13 de Abril 
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor. 
 
Domingo de Ramos, la Iglesia Católica y sus fieles, conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén. Marcos en su Evangelio, nos describe como fue esa entrada: “Llegó Jesús en un borriquillo mientras muchos extendían sus mantos en el camino y otros lo tapizaban con ramos cortados en el campo y gritaban vivas, ¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!.
 
Parece que todo nos anima a que sea un domingo de fiesta, los ramos, las palmas, los gritos de júbilo…y sin embargo la tradición nos sorprende en la santa misa de este día, relatándonos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
 
¡Qué cercano estaba el día en que sería entregado a los sumos sacerdotes, a los grandes personajes y autoridades, Anás, Caifás, Pilato, Herodes y luego al mismo pueblo que ahora lo vitorea y más tarde pedirá su crucifixión.
 
Repasamos toda esta historia (que siempre es la misma, dirán algunos) pero que siempre es diferente según la medite nuestro corazón.
 
El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor, por amor a rodos los hombres y en ese “todos” estaba yo.
 
La agonía en el Getsemaní, una oración al Padre con temblores de miedo, sus palabras “una tristeza en el alma hasta la muerte” y bajo el resplandor de la luna llena de Pascua, allá en el Huerto de los Olivos, nuestro Salvador postrado en tierra, se cubre de sudor y se llena de amarga soledad. Necesita la compañía de sus amigos, “velad conmigo” pero ellos se durmieron.
 
Y después el beso que traiciona, la flagelación, las espinas, la cruz, los clavos en pies y manos, la lanza que penetra en su costado, la muerte. “Al que no conoció el pecado, Dios lo trató por nosotros, como el propio pecado, para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza salvadora de Dios” (Cor 5:21).
 
“El fue triturado por nuestros crímenes, sobre él descargó el castigo que nos sana” (Is 53:5).
Cristo se acerca al Padre en esa hora de redención, los pecados de la humanidad están sobre Cristo misteriosamente. El pecado es el rechazo a Dios. Cristo está entre los hombres de todos los tiempos y ese amor es rechazado, pisado.
 
Hay que meditar sobre esto:
 
Yo soy la causa pero también el destinatario de la redención, soy el fin de la obra redentora de Cristo.
Entremos pues, con la fe y la alegría del Domingo de Ramos, alabando a Jesús desde nuestros corazones, con la confianza y amor que es nuestro Señor, y preparándonos con la lectura de la Pasión, escuchando la Palabra de Dios (el mismo Dios que nos habla) para acompañar a Cristo en la Pasión,
 
Y desde la cruz con nuestra Madre para todos los seres humanos. María que al pie de la cruz nos recibe como hijos que aunque algunas veces perdamos el rumbo, será nuestro faro de luz que nos conducirá amorosamente hasta su Hijo Jesús

(http://es.catholic.net/meditaciondehoy/)