29 noviembre, 2013

San Saturnino de Tolosa

 
 
Oh, San Saturnino; vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo.
Vos, pastoreasteis a vuestra cristiana
mies, y con ella, os negasteis a incienso
quemar a los falsos dioses, sufriendo
cruel martirio. Grande fue, vuestro amor
a Cristo, tanto que, vuestro martirio
culto se hizo en el interior de las Galias,
en la ribera mediterránea y pasó también
de los Pirineos, hacia España, donde
los peregrinos, veneran vuestras reliquias.
Dice de vos, el Martirologio Romano: “En
Tolosa, en tiempo de Decio, San Saturnino,
obispo, fue detenido por los paganos
en el Capitolio de esta villa y arrojado
desde lo alto de las gradas. Así, rota su
cabeza, esparcido el cerebro, magullado
el cuerpo, entregó su digna alma a Cristo”.
Y, en otra versión dice que atado fuisteis
con cuerdas a un toro que estaba dispuesto
a ser sacrificado y que, os arrastró,
hasta muerto dejaros y destrozado. Pero,
dos cristianas valientes, vuestro cuerpo
recogieron y os entierraron de la ruta
cerca de Aquitania. Así, con valor y presteza
sublimes, os despojasteis de esta vida,
alcanzando la gloria de vuestro Maestro,
Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro, quien
os coronó, de luz y gloria eterna, como
justo premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Saturnino, “amor, fe y valor”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Noviembre
San Saturnino de Tolosa
Obispo y Mártir


La ciudad de Toulouse, en el Languedoc francés, muestra con orgullo su magnífica e impresionante catedral —joya del románico— de Saint-Sernin. Tiene cinco naves, vasto crucero y un coro deambulatorio con capillas radiadas.

San Saturnino —nuestro conocido y tantas veces cantado Sanserenín de las canciones y juegos infantiles— fue el primer obispo de esta parte de la Iglesia.

No se conoce nada anterior a su muerte. Todo lo que nos ha llegado es producto del deseo de ejemplarizar rellenando con la imaginación y la fantasía lo que la historia no es capaz de decir. A partir de unos relatos probables se suman otros y otros más que lo van adornando como descendiente de familia romana — el nombre es diminutivo del dios romano Saturno— culta, adinerada, noble e incluso regia hasta llegar a las afirmaciones de Cesareo de Arlés que, nada respetuoso con la cronología, lo presenta candorosamente como oriundo de Oriente, uno más de los discípulos del Señor, bautizado por Juan Bautista, presente en la última Cena y en Pentecostés. Ciertamente es el comienzo de la literatura legendaria.

Lo que consta es que la figura está enmarcada en el siglo III, en tiempos de la dominación romana, después de haberse publicado, en el año 250, los edictos persecutorios de Decio, cuando la zona geográfica de Tolosa cuenta con una pequeña comunidad cristiana pastoreada por el obispo Saturnino que por no caer en idolatría, quemando incienso a los dioses, sufre el martirio de una manera suficientemente cruel para que el hecho trascienda los límites locales y la figura del mártir comience a recibir culto en el interior de las Galias, en la ribera mediterránea y pase también los Pirineos hacia España.

En tiempos posteriores, facilita la extensión de esta devoción el hecho de que el reino visigodo se prolongue hasta España lo que conlleva el transporte de datos culturales; también el peregrinaje desde toda Europa a la tumba el Apóstol Santiago en Compostela hace que los andariegos regresen expandiendo hacia el continente la devoción saturniniana, al ser Tolosa un punto de referencia clásico en las peregrinaciones, y con ello los peregrinos entran en contacto con las reliquias del mártir.

El martirologio romano hace su relación escueta en estos términos: “En Tolosa, en tiempo de Decio, San Saturnino, obispo, fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta villa y arrojado desde lo alto de las gradas. Así, rota su cabeza, esparcido el cerebro, magullado el cuerpo, entregó su digna alma a Cristo”.

Los relatos siguientes lo presentan atado con cuerdas a un toro que estaba dispuesto para ser sacrificado y que lo arrastra hasta dejarlo muerto y destrozado. Dos valientes cristianas —Les Saintes-Puelles— recogen su cuerpo y lo entierran cerca de la ruta de Aquitania.

El obispo Hilario hizo construir sobre la tumba de su antecesor una pequeña basílica que reformó san Exuperio en el siglo V y que destruyeron los sarracenos en el 711. Edificada lentamente durante el siglo XI, la consagró el papa Urbano II el año 1096 para que, en el 1258, el obispo Raimundo de Falgar depositara en su coro los restos de san Saturnino.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=737)