12 mayo, 2014

Santos Nereo y Aquileo y Pancrasio

 
 
Oh, Santos Nereo y Aquileo, vosotros sois,
los hijos del Dios de la vida y sus amados
santos, que, servíais al emperador, pero que,
por dentro, vivabais a todo dar el “Nombre
sobre todo nombre”: el de Cristo Jesús, Señor
y Dios Nuestro. Nombre Santo, al que nunca
renunciasteis y, por el cual, sufristeis
el martirio de decapitados ser, tal y como
lo relata Jerónimo Santo: “Su sangre derramaron
por su fe proclamar”. Y, así, vosotros
que renunciando a servir a mortales hombres,
elegisteis poneros al servicio del Señor,
que Inmortal, como es; Él, os acogió
en su Reino de plena luz inconmensurable,
donde ahora moráis eternamente, como justo
premio a vuestro amor incesante y porque
sabíais que, sin cruz, redención no hay;
Oh, Santos Nereo y Aquileo, “luces de Dios”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Mayo
San Nereo y Aquileo
Mártires
Siglo I
Estos dos militares estaban al servicio de Flavia Domitila una de las primeras señoras de Roma. El historiador Eusebio dice que esta noble dama era sobrina del Emperador Domiciano y que el tal mandatario la envió al destierro, porque ella se había declarado seguidora de Jesucristo. Con Domitila fueron enviados también al destierro San Nereo y San Aquileo, porque proclamaban su fe en el Divino Redentor. Afirma San Jerónimo que el destierro fue tan cruel y tan largo que les sirvió de martirio. Después otro emperador mandó que les cortaran la cabeza y así tuvieron el honor de derramar su sangre por proclamar su fe.
 
El Papa San Dámaso escribió en el año 400 la siguiente inscripción en la tumba de estos dos mártires: “Nereo y Aquileo pertenecían al ejército del emperador. Pero se negaron a cumplir ciertas órdenes que a ellos les parecían crueles. Al convertirse al cristianismo abandonaron toda violencia y prefirieron tener que abandonar el ejército antes que ser crueles con los demás. Proclamaron su amor a Cristo en esta tierra y ahora gozan de la amistad de Cristo en la eternidad”.
 
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San Pancracio
 
Oh, San Pancracio; vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo
que, adolescente siendo, apartaros
desististeis del mundo con sus herejías,
su impiedad y su paganismo, y abrazaros
a la cruz de Cristo. Y, de valor armado
elegisteis el “angosto camino” de piedras
y abrojos lleno, para arribar, mas pronto
y más temprano a la gloria de Aquél
que todo lo ve. Resististeis los martirios
más atroces y mostrabais a vuestro verdugo,
sonrisas sin igual, porque vos, sabíais
del premio que os esperaba en adelante.
Y hoy, desde el cielo sois ejemplo de amor
a Cristo, porque Él mismo, os ciñó corona
de prístina y eterna luz, como justo
premio a vuestra entrega de amor y fe;
Oh, San Pancracio, “antorcha de la luz”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Mayo
San Pancracio
Mártir
Año 304
 
El doce de mayo se celebra también la fiesta de San Pancracio, un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.
Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: “Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre”.
 
Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: “Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: “En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”. (Hechos 6,41).
 
Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: “Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre”.
 
Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.
 
Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros.
De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.
 
Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.
 
Petición
 
San Pancracio ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.